Capitulo 3

Al llegar a la casa Mayra todavía no sentía preparada para leer el libro de bruja. Verdaderamente le daba miedo de encontrar allí algo que le puede asustar o volver loca. Mayra pensó que le va a costar mucho a tomar esta decisión.

En un momento se sentó en la cama. Apretó los puños.

"Estos bastardos lo van a pagar. Muy caro."

Con un gesto brusco secó las lágrimas.

Sacó el libro y con mucho cuidado abrió el libro.

En la primera página vio un dibujo. Una mujer con vestido largo, pelo suelto con una víbora en la mano.

Mayra tomó respiración y empezó a leer. Más leía, más se enganchaba en los relatos. En libro había muchas recetas y las historias sobre casos de aplicación. Recetas para hacer daño a la gente. Muchas recetas de hechizo para distintas ocasiones. Algunas la aterrorizaban a Mayra. Ella no imaginaba el sufrimiento de la gente que llega a caer en eso.

Finalmente encontró una receta que le pareció bastante buena para empezar. Podía provocar malestar en las personas, caída de pelo, vómitos y delgadez extrema.

"Y además le hago un favor al gordo, va a adelgazar gratis".

— No me voy a detener hasta cumplir el último paso de la venganza — dijo Mayra en voz baja y siguió leyendo.

Para esta receta hacía falta un lápiz rojo, una vela negra y la calavera de rata.

El lápiz y la vela no era difícil de conseguir, pero la calavera de rata era un problema.

La chica se quedó pensando. ¿Dónde se puede conseguirla?

Las ideas, una más terrible que otra le cruzaba por la mente.

"Ir a una casa vieja o el sótano de una casa y tratar de cazar una rata."

"¿Pero cazar cómo? ¿Perseguirla con una escoba? ¡Que estupidez!"

"¿O poner una trampa y esperar que caiga un roedor asqueroso?"

"¿O simplemente comprar una? Meterla en una jaula y después matarla con un cuchillo, tal vez, antes que ella me haga morir del susto."

Mayra tenía pánico a las ratas. También las arañas y los sapos. Ya ni hablar de las víboras.

Pero ahora tenía que elegir — o vence el miedo o el gordo cirujano asesino vive si vida tranquilo.

Entre el miedo a las ratas y la rabia contra el doctor — ganó la rabia.

Mayra decidió comprar una rata.

***

En las afueras de la ciudad había un local de venta de mascotas. Esto le servía a Mayra perfectamente.

Pero al llegar al local ella se dio cuenta que no sabe que rata hay que comprar. De que raza o color.

Mirando las jaulas, sin acercarse mucho, empezó a observar a los animales. Había ratas y ratones de todo tipo y tamaño. Grises, grandes negras (éstas le daban directamente el pánico), blancas, marrones. La chica se quedó pensando. Decir la verdad tenía ganas de salir de acá lo más pronto posible y nunca volver. Pero acordando la cara malvada del doctor y el funeral de la madre, decidió vencer el miedo.

Las ratas estaba hacendó su vida lo que implica estar presa en una jaula. Comían, dormían, se limpiaban.

Primero Mayra quiso solo observar a los animales sin decidir.

Y así como ella estaba observando a las ratas así la observaba a ella el viejo vendedor del local. La miraba por encima de los anteojos sonriendo. Mayra podía imaginar que el dueño leía su mente y muy probable sospechaba el propósito para cual la chica estaba acá. Comprar una rata para brujería. Aunque Mayra puede decir que es para tener una mascota. No es muy habitual, pero hay casos.

Paseando entre las jaulas Mayra se dio cuenta que los roedores no presentan peligro papa ella. Solo una vez cuando una rata grande negra se acercó a la reja y se levantó de pie para mirar a la chica moviendo su hocico con bigotes sin parar.

En este momento Mayra sintió escalofrió.

Pero después siguió la observación.

En un momento le llamo atención una pequeña ratita blanca que estaba sola en una jaulita durmiendo.

Mayra se quedó observándola. La ratita parecía muy tranquila e inofensiva. Mayra la miro sonriendo. Debe tener la piel suave como un juguete.

— ¿Le gusta esta? — de repente escuchó la voz del viejo de atrás.

Mayra se dio vuelta.

— M-m, no sé.

El señor dio un golpecito a la jaula.

La ratita levantó la cabeza y miró a los visitantes. Olio el aire y se acercó a la reja frontal.

— Me parece que voy a llevar a ella. — dijo Mayra.

— Muy bien señorita. — contestó el viejo. El abrió la puertita y sin más decir sacó la ratita y el mostró a Mayra. El animal empezó a chillar asustado, mover la cabeza, tratar de liberarse y mover la cola color rosa. Sin embargo el senior la sostenía suave pero firme.

— Solo diez dólares. ¿Cómo la va a llevar?

Recién allí Mayra tomo en cuenta que va a tener que agarrar la rata con la mano. Allí no más las palmas de las manos se hicieron pegajosas del sudor.

— Y, no sé, señor. No se cómo puedo llevarla. ¿Poner en la bolsa? No va a escapar de allí, no? ¿O se le puede poner una correa?

La mente de la chica del susto no encontraba sentido razonable para llevar a la rata.

El viejo empezó reírse.

— Es un roedor. Cualquier correo la destroza en minutos. Le puedo ofrecer la jaula por quince dólares más. Esta misma. — el señaló la jaulita donde estaba la rata.

— Me parece bien — suspiró Mayra con alivio.

"Por lo menos la ratita se va a sentir como en su casa ya que está acostumbrada a esta misma jaula."

"¡Estoy completamente loca! ¿Que estoy haciendo?" — pensó Mayra saliendo del local sosteniendo la jaula con rata algo alejada de ella.

***  

En la casa Mayra ubico la jaula en el costado de la habitación. Tapó la jaula con una campera. Creyó que esta noche no va a dormir.

A la mañana se acercó despacio y abrió la campera. La rata estaba acostada y levantó la cabeza para mirar a Mayra.

— Te voy a llamar Kayra. — dijo a la ratita.

La rata hizo un chillido, como aceptando.

"Que animal inteligente".

La chica hizo un paso atrás.

Algo le molestaba. La presencia de este animal en la misma habitación la incomodaba a Mayra. Y además le daba miedo.

Mayra revisó si la jaula estaba bien cerrada. Así se quedó más tranquila. Pero ni podía estar en la habitación. Necesitaba salir.

Salió afuera y paseó un poco.

***

Al tercer día de tener una nueva mascota Mayra ya no tenía miedo en absoluto. Solo que noto que la ratita estaba muy inquieta. Corría por la jaula, cuando Mayra se acercaba; el roedor también se acercaba a la pared delantera es como pidiendo algo. Chillaba, rogando.

Mayar no entendía que es lo le pasa al animal.

Hasta que miró con atención a la rata y la jaula. Se dio cuenta que hacer tres días Kayra no comió ni tomó agua.

"¡Que estúpida soy yo!" — pensó Mayra. — ¡"Como la descuidé!"

¿Pero que comen las ratas? Dios! ¿Cómo lo voy a saber?

Mayra buscó en Internet. Era más fácil de lo que pensaba. Descubrió que las ratas comen todo lo que encuentren en el camino. Así como fruta, verduras, plantas, huevos, mamíferos pequeños, pescado, y también alimentos descompuestos. Así que dos huevos hervidos, una papa y un trozo de bife la dejaron a Kayra con la pansa más que llena.

***

Cuando Mayra se sintió preparada para hacer la venganza, se dio cuenta que tiene todos los ingredientes, solo que uno de ellos está todavía vivo y le tiene cariño.

Para matar a Kayra, Mayra tenía que ponerse muy dura del alma, pero no se lo permitía, ya que estaba tan dura del alma para matar a la rata.

¿Qué tendría más valor, la vida de un animal inofensivo o malestar de un doctor maldito? Y porque la ratita tenia que pagar las maldades de la gente?

Mayra se acercó a la jaula. Sin nada del miedo sacó a Kayra, la dejó en la palma de la mano. Con un dedo le hizo cariño en la espalda. La piel del animal era muy suave. Muy blanca. Kayra era muy limpia. Al sentir el cariño la miró a la chica con sus ojos rojos, movió el hocico y la cola rosada. Parece que estaba agradecida por la comida y se sentía bien.

Mayra empezó a llorar. Tenía que tomar la decisión.

¿Por qué en cada paso de ésta venganza hay que vencer los miedos y tomar decisiones difíciles? ¿Y adonde la va a llevar este camino?

Si Mayra solo supiera que sus hechos van a dejar de rodillas a media ciudad, probablemente se detendría. Pero ser bruja no siempre significa predecir el futuro. Y esto le permitió seguir en este camino.    

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