3
Acaba de pasar el tercer momento, y de seguro habrá un cuarto y un quinto momento y antes de que deje de pensar que tengo 17, que pronto tendré 18 y que esto realmente está pasando (y que pasó, que eso realmente pasó), me levanto un poco y me apoyo de los brazos. Me miro los dedos de los pies; las piernas que, si hubiese seguido en el equipo de fútbol, como dijo papá, serían fuertes; las rodillas, y esa parte sobre las rodillas que tiene algún nombre, pero que comúnmente le llamamos piernas. Todo se ve flácido y espectralmente adolescente, como lo que hay más arriba. Ya no hay nada que sea de niño, en la superficie.
«Soy una cebolla», como todos. Capa por capa de viejas historias, enterradas bajo cientos de falsas capas; y el núcleo está intacto, y lloras al tratar de encontrarlo, y no lo encuentras, y mueres, como mueres por tantas cosas que hiciste que se perdieran; pero está perdido, y es estúpido llorar por lo que está muerto, o perdido, o extraviado, o desecho. Hay tantos nombres para llamar a las cosas que simplemente se fueron, que ya no están. Eso de vivir, es así de complicadamente simple.
Y pienso (y realmente no sé por qué) en la revelación de una infidelidad. ¿Por qué se hace? ¿Por qué, cuando eres infiel, le dices a tu pareja que lo hiciste? ¿Por quién lo haces? ¿De qué le sirve a él saber, algo que te hará bien decir a ti? No lo sé, supongo que somos también egoístas en ese aspecto; nada es por otros, sino por nosotros.
Y regreso a pensar en cuando solo sentía que era una cebolla, y no lo sabía, y Tommy me hablaba de las piedras, de la historia que tiene cada una, y de que el mundo no es lo suficientemente original como para crear nuevas historias.
—Estuve pensando, tonto. ¿Sabes algo de historia? —le dije que no. Giramos a la derecha y caminamos hacia el metro—. Realmente no importa; pero estuve pensando, ¿sabes? Y creo que hay tantas personas en el mundo, y hay tantas cosas que pasan, que las cosas empiezan a repetirse, pero nadie lo nota, o si lo hacen, luego lo olvidan.
— ¿Tienes algún ejemplo?
—Sí, uno, pero es un poco tonto, y tal vez no tenga sentido, o no sea políticamente correcto.
—Dilo.
—Es sobre el gobierno bolchevique, en Rusia —A Tommy le encantaba Rusia, excepto la homofobia que había en ese lugar, al igual que en el Reino Unido. Una vez hablamos de eso, y le dije que atentar contra la homofobia, es igual de malo que atentar contra los homosexuales. Pelear por una causa que creamos buena, no la hace realmente correcta, y el mundo sería un lugar mucho mejor si cada quien mete las narices en sus asuntos—. Antes de ellos, estaban los zares, y ellos (o bueno, el último Zar) exilió a muchos judíos que terminaron en Alemania, y los Bolcheviques también tenían campos de concentración, no solo los nazis. ¿Lo entiendes? Nos fijamos en los nazis solo por lo que pasó en el holocausto; pero olvidamos que Francia bombardeó y masacró a los argelinos, y que el origen de holocausto, se dio mucho antes de que Hitler siquiera asomara sus narices en Berlín. ¿Lo entiendes? El mundo recuerda lo que le dicen que recuerde.
—Tommy, no sé nada de historia —le dije. Él respiró hondo y me dijo que lo entendía, guardando la decepción para sí mismo.
Los siguientes días no nos vimos mucho. Tommy estaba muy ocupado estudiando para su prueba de admisión, y yo pasaba el tiempo leyendo en casa, porque últimamente no me gustaba leer en el auto, o en el bus. A veces era lindo dejar de leer y alzar la cara, ver que algo más te aguardaba, sonreír e imaginar cientos de vidas donde te pudo haber tocado un mejor lugar, donde tus problemas fuesen menores; porque con 17 años se tienen más problemas de lo que se piensa; pero esta es la vida que nos tocó, y no podemos desperdiciar tiempo en lamentarnos.
A veces lo llamaba, quería decirle que se había preparado cinco años estudiando para esa prueba, que había dejado de cantar, por estudiar. Que no había ido a ese concierto, porque su madre insistió en que debía estudiar.
Yo solamente pensaba en que si te pasas la vida buscando otra vida, ¿qué pasa con la que estás usando para buscar? Y ¿por qué las personas hacen lo que él hacía?
Tommy había entrenado para correr por cinco años en una pista que no era la que quería, y tenía baches, y la mía estaba limpia, pero tampoco era mía; habíamos alquilado los sueños de otros, y los nuestros esperaban a ganar más valentía, a poderlos pagar con quincenas que no conseguiríamos.
Tommy siguió preparándose y decía y hacía todo al pie de la letra.
Y ahora, mientras pienso en él, no sé realmente por qué fuimos amigos; pero lo fuimos, y pudo ser de otro modo, pero fue de este, y creo que lo sé:
Cargamos con demasiado peso, demasiado pasado heredado por las inseguridades y fracasos de nuestros antepasados. Cargamos con demasiados cuerpos muertos, hasta donde no pudieron llegar sus fracasos. Cargamos con palabras no dichas, propuestas no hechas, madres y padres que se quejan de lo que pudieron haber hecho y de lo que nos toca a nosotros hacer por ellos; pusimos su peso sobre nosotros, porque habían hecho lo suficiente por cuidarnos y criarnos cuando no tuvieron absolutamente nada.
Nuestra retribución es el sacrificio de nuestras vidas.
Cargamos con demasiadas cosas, pero se supone que no somos adultos, que la vida aún no ha empezado a ser difícil para nosotros. Creo que Tommy cargaba con más cosas que yo, y cuando íbamos por cigarrillos, y él apretaba la caja, y compraba otra, y la sentía antes de pasarla, pensaba que así se sentía tener algo, controlar algo; saber lo que ese algo hará de ti, pero aun así hacerlo, porque lo quieres, por el placer de hacerlo; porque había sido un inútil toda su vida, pero con los cigarros era un inútil jugando damas con la muerte, era alguien más. Luego agradecía por el fuego; calaba el cigarrillo y se quitaba mi ropa, se iba a bañar y se colocaba la suya; no confía en la veracidad de los cigarrillos de menta, pensé, pero nunca fue eso, quería controlar en quién se convertiría, y esa era su forma.
Al final soy yo el que debe agradecer por el fuego.
Hubo noches en que llamaba llorando porque no podía con eso, y me sentía mal por oírlo llorar, y por ser su único amigo; otra persona también podía cargar con sus penas. No podía cargar con las suyas y las mías al mismo tiempo, y realmente lo siento. Las penas compartidas no pesan menos, solo le trasportas el dolor a otra persona, y esa persona debe cargar con eso.
Faltaban tres días para la prueba. Creo que fue horrible para él tener a su madre al lado esos tres días, más pegada que nunca, saboreando la victoria futura; no hubo descanso, no hubo cigarrillos, no hubo control futuro.
Tommy se convertía cada vez más en lo que trataba de evitar, pero no podía. Desapareció esos tres días y hablamos el día siguiente de la prueba.
La casa estaba impecable, y solo pudimos estar en la sala. Estar en la habitación de Tommy era como estar en una cárcel: solo estaba una cama, y el armario. No había postes, no había ventanas, las paredes estaban horriblemente blancas; nada en la vida debe ser tan perfecto, y si lo es, entonces está muerto.
La sala funcionaba como típica habitación, pero sin Directv, o cable; solo había un DVD y una montaña de documentales. Su madre no quería un niño estúpido, entonces no había nada que pudiera enfermar su cerebro.
Nos sentamos allí, en medio de todo eso, en medio de lo que tenía, en medio de la causa que lo había transformado en eso, y tratamos de ser lo que éramos, en medio de lo que había; pero no funcionó, y salimos afuera.
—Mamá ya empezó a maquinar todo lo que haré cuando entre en la universidad. Me recomienda libros, pero realmente no me los está recomendando. Tú lo entiendes, ¿cierto?
Lo entendía, pasaba por algo similar, aunque lo de Tommy era mil veces peor, y solo esperaba no verme tan gastado como él, aunque por dentro ambos lo estábamos, uno más que el otro, pero esas cosas, ese tipo de "gastado", solamente se siente, no se dice, no se comparte, y si se hace, no es completamente cierto.
—Pasará, Tom, créeme.
No era cierto, de ese modo sería hasta que él tuviese su propia familia. Ambos lo sabíamos.
—Lo sé.
Hablamos un poco más y luego subimos a la azotea.
—Aunque no es lo que quería, creo que me puede gustar. Sé cómo hacer que las cosas me gusten, Demian.
—Es como engañarte a ti mismo, ¿cierto?
—Es exactamente eso, y ¿sabes qué? Funciona, no sé cómo lo hago, pero funciona.
«Solo eres fácil de engañar» y era algo que perfectamente sabíamos.
Empezamos a ese ritmo, luego aumentó, luego aumentó más y Tommy entró en crisis. Todo se salió de control y lo abracé.
—Tranquilo, sabes cómo hacer para que las cosas te gusten, y esto pasará. No será por siempre.
Me abrazó fuerte.
Me lanzó a un lado.
No hubo tiempo siquiera de voltear.
Primero vino el sonido.
Luego pensé que eso no había pasado.
Y luego estuvo la plena conciencia de una muerte.
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