Capítulo XXI
Dani bajaba las escaleras a toda prisa. No había esperado al ascensor pues quería alejarse lo más rápido posible. Quería arreglarlo todo y no había servido de nada. Laura lo había olvidado y él tan sólo quería olvidar ese horrible momento.
Su mente trabajaba a mil por hora, al igual que sus piernas la que, llegando a la primera planta, le hicieron dar un traspiés, haciendo que llegara a la planta baja más rápido de lo que él hubiera deseado. Cayó tendido a los pies de Nacho, que llegaba para decirle a sus hermanas que había cortado con Sandra, algo que sabía que les haría feliz. Nacho se asustó bastante cuando vio que alguien bajaba rodando las escaleras, y se asustó muchísimo más cuando comprobó que se trataba de Dani. Éste se había quedado inconsciente debido al golpe, y Nacho llamó rápidamente a una ambulancia avisando acto seguido a sus hermanas.
Cuando todos, incluida Laura, estaban en el portal, Dani se despertó, desorientado y aturdido. intentó Iponerse de pie, aunque Nacho no lo dejó.
―Tranquilo, campeón ―le dijo poniéndole la mano en el hombro para que no se moviera.
―Nacho, ¿qué haces tú aquí? ¿O qué hago yo aquí? Comentó confuso.
―Ser tu ángel de la guarda, chaval. Acabo de llegar y te tiras a mis pies, ya se ve que me quieres ―bromeó, intentando quitarle hierro al asunto, aunque con la misma preocupación.
―Estoy... mareado ―dijo tocándose la frente.
―¡No te toques! ―le ordenó Laura, con voz histérica, cogiéndole la mano para apartarla de su cara.
Él hizo un gesto de dolor con la cara, en parte por el dolor de la herida, en parte por el dolor de cabeza que se estaba agudizando cada vez más.
―Me extraña que no estés muerto, porque te has dao una leche... ―comentó Nadia con su sutileza habitual.
Laura la miró mal. Seguía con la mano de Dani cogida, necesitaba ese contacto con él y, además, ayudaba a que él no se tocara y manchara la mano con su propia sangre, que aún brotaba, aunque un poco más lento, de su frente, ya que él no podía soportar ver la sangre. No dejaba de mirar su reloj, preocupada.
―¿Tardará mucho la ambulancia?
―No creo ―le respondió Irene.
―¿Habéis llamado a una ambulancia? ―preguntó Dani.
―¡Claro que hemos llamado una ambulancia! Esa herida parece muy fea, te has quedado inconsciente y, no te quiero desanimar, pero no deja de sangrar ―explicó Nacho.
Dani se puso más blanco ahora, de lo que ya estaba, y Laura volvió a usar su peor mirada, esta vez con su amigo, que hizo una mueca con la cara por lo desafortunado del comentario. No recordaba la aversión de Dani a todo lo que implicara la sangre.
―Quiero decir... ―intentó arreglarlo.
―Cállate, Nacho ―le interrumpió Irene―. No ayudes más, ángel de la guarda.
Nadia se rió quedamente de las puyas de sus hermanos. Laura los ignoraba mientras veía cómo Dani seguía blanco como el papel.
Antes de que la ambulancia llegara, llegó Nuria que, abriéndose paso entre los curiosos del bloque que habían escuchado el golpe, vio allí tumbado a Dani y al resto de sus amigos alrededor. Rápidamente se acercó para ver lo que pasaba.
―¿Esto qué es una reunión, o qué? ―preguntó Dani intentando bromear, aunque con la voz temblorosa.
―¿Pero, qué te ha pasado? ―preguntó ella agachándose para tomarle el pulso y ver más de cerca la herida.
―Nada, que ha volado por las escaleras ―dijo Nadia.
Ahora no tuvo que ser Laura, que fue su hermana la que la miró reprochándole su poco tacto, una vez más.
―¿Qué? ―preguntó ella sin encontrar nada malo en su explicación.
―Tiene mala pinta ―dijo Nuria―. Te vas a llevar unos pocos puntos. ¿Estás mareado?
―Sí, la verdad es que sí.
―¿Se ha quedado inconsciente? ―le preguntó a los demás.
―Sí, un rato. Puede que un par de minutos ―contestó Nacho.
―¿Habéis llamado a una ambulancia?
―Claro, hombre, no sé por qué todos dudáis de mi civismo si... ―comenzó diciendo el mismo Nacho pero parándose al escuchar que llegaban ―Ahí están.
―Bueno, será mejor que te lleve al hospital. Te suturamos y se te da medicación para el dolor de cabeza, que no va a ser chico. Seguramente se te hará unas pruebas, no es bueno perder la conciencia, te lo podrás imaginar.
Llegaron al portal los de la unidad móvil. Nuria, que acababa de llegar, prefirió cambiar sus planes y fue la que lo acompañó al hospital, por si acaso el golpe había sido mayor de lo que parecía. Laura se quedó en casa a regañadientes, teniéndose que convencer de que no sería nada grave y, además, teniendo que asumir que no eran nada más que amigos y, para el caso, Nuria era la más indicada para ir con él.
―¿Pero cómo que te has caído? ―le preguntó ella en el camino.
―No sé bien lo que ha pasado. Estaba bajando las escaleras y, de pronto, me he despertado en el suelo con todos alrededor. Está claro que no estaba en lo que tenía que estar.
―Es que no se puede ir así por la calle, Dani. Bueno, yo iba a ver cómo está Laura, pero como no me ha dado ni tiempo, dímelo tú.
―No me hables de Laura, anda, que me duele demasiado la cabeza como para seguir pensando.
―¿Qué ha pasado? ―le dijo mientras limpiaba la herida con gasas e intentaba parar la sangre, que seguía saliendo.
―¿Hay mucha sangre?
―No, todo está bien. Cuéntame lo que ha pasado, anda ―dijo queriendo entretenerlo.
―Pues nada, Nuri, pero yo no la entiendo. Le he dicho que quería volver y me ha echado.
―¿Cómo es eso de que te ha echado?
―Sí. Yo creía que me quería, ¿sabes? ―dijo intentando incorporarse―. ¡Ay!
―No te levantes, idiota ―le dijo ella, aunque sin acritud.
―Vaya doctora estás hecha, hablándole así a la gente ―bromeó, quedándose quieto―. Pues eso, que me ha echado. No quiere saber nada de mí, sólo lo que tenga que ver con el niño. Así que me he ido. Por las escaleras he tropezado y me he caído la hostia padre.
―Eso es bueno.
Dani la miró con el ceño fruncido, lo que también hizo que le doliera la herida, cambiando automáticamente la cara por una de dolor.
―¿Que me pegue la hostia padre es bueno?
―No, eso no. La verdad es que tienes un buen golpe, pero por lo menos recuerdas cómo pasó.
―Oye ¿queda mucho?
―No seas niño chico.
―En fin, que no se soluciona nada y yo seguro que me quedaré con una gran cicatriz, ¿no?
―Es una herida considerable, sí, pero tenemos unas técnicas muy buenas, así que no será mucho, no te preocupes.
―No, si en el fondo quiero que se vea... un poco.
Ahora fue ella la que lo miró, confusa. Parecía que estaba en sus cabales todo el tiempo, por lo que no tenía mucho sentido, para ella, lo último que había dicho.
―¿Y eso por qué? ―preguntó finalmente.
―Para que Laura vea lo que me ha hecho.
Nuria lo miró con una media sonrisa. No, su amigo no estaba tan mal como le había parecido, a pesar del golpe que se había dado.
― Claro que si sólo me hubiera hecho esta cicatriz, sería mucho mejor ―concluyó él en apenas un susurro.
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