Engaños


TERCER SUEÑO: ENGAÑOS


―Por fin pude conseguirlo ―dijo Báku― la cinta de seguridad del día del asalto al banco.

―¡Es genial! ―Exclamó Mariko―. ¿Crees que habrá pistas de lo que pasó hace siete años?

―Esperemos que sí ―dijo e introdujo la antigua cinta en el reproductor, y este empezó a reproducir imágenes.

―Es una pena ―dijo Báku―, la cinta en blanco y negro deja mucho que desear, las imágenes están muy granuladas.

―Sí, tienes razón ―dijo frunciendo el entrecejo, esforzándose para tratar de reconocer algunas partes de la cinta―. ¡Mira!, soy yo entrando al banco, y esa es mi mamá.

En la cinta, podía verse a Mariko junto a su madre, ambas estaban sentadas como si esperaran a alguien. Al cabo de un tiempo la emoción inicial se disipó puesto que no sucedía nada. Báku adelanto la reproducción y vieron como alguien se acercaba a las mujeres.

―¡Para la cinta aquí! ―exclamó emocionada, Mariko.

―¿Puedes ver a esa persona?, no se le ve la cara debido a la posición de la cámara y como la cinta es antigua no tiene sonido.

―Creo que ya se da la vuelta, me parece que... ¡Pero si es mi papá! No puede ser, no recuerdo haberme encontrado con mi padre ese día antes del asalto, de hecho, él me dijo que estaba de viaje ese día por lo que no pudo ir al hospital donde yo estaba.

―¿Estás segura?

―Claro que estoy segura, ¿crees que después de lo que sucedió no recordaría a la perfección lo que pasó después del ataque al banco? ―dijo extrañada ante la escena, parecía que la madre de Mariko le suplicaba a su padre, pero no le hacia el menor caso. La pequeña Mariko se encontraba detrás de su madre, sentada en el asiento, sus padres hablaban alejados de ella, luego su padre se retiraba del banco y su madre le agarró del brazo, pero el hombre se desprendió de ella. Parecía que la madre de Mariko se hallaba en shock puesto que no hizo otra cosa que volver y sentarse al lado de su hija sin pronunciar palabras.

―Parece que hasta aquí llega la cinta ―dijo Báku, extrayendo la cinta del viejo reproductor―. Yo conozco a tu padre y no me queda duda alguna de que es él, pero ¿por qué no recuerdas nada de eso? ¿Acaso tendrás recuerdos reprimidos debido al trauma del asalto?

―¿Tú crees?

―Es lo más seguro, cuando una persona sufre un gran trauma, la mente suprime ese recuerdo. Lo he visto algunas veces.

―¿Cómo podría recuperar ese recuerdo? ―preguntó la chica algo asustada.

―Eso se lograría con hipnosis, pero lo mejor será que le preguntes a tu padre.

Mariko se dirigió a su casa y llegó en modo piloto automático pues no se percató de haber recorrido el camino. Su padre estaba sentado en el cómodo sofá del living, limpiando sus lentes para leer.

―Hola, papá ―saludó al verlo―, espera un poco que preparo el almuerzo ―dijo sin fijarse que la mayoría de las veces salía a comer fuera (su padre no tomaba desayuno y comía siempre muy tarde como a las cuatro).

―De acuerdo, tengo algo de tiempo ―dijo como saludo y agarró el periódico de la mañana.

Mariko hubiera deseado estar más calmada, pero no podía poner en orden sus ideas, trató de concentrarse en la comida y pensó para sí misma que cuando estuviera en presencia de su padre, improvisaría algo para sonsacarle un poco de información.

―Aquí tienes, papá, como a ti te gusta ―le dijo al tiempo que servía el tardío almuerzo en la mesa.

―¿Tú también vas a comer? ―preguntó su padre.

―Sí, es que en la mañana fui al shopping con mis amigas y no tuve tiempo para comer algo, solo un par de sodas de dieta ―mintió, poniendo cara de no parecer sospechosa.

La comida transcurrió en silencio, esa era la norma, Mariko y su padre no acostumbraban a hablar en la mesa.

―Deberías tener más tiempo en tu trabajo ―dijo Mariko, casi al finalizar la comida, tratando de poner un tono casual―, así podríamos comer juntos más a menudo.

―No me gusta comer muy temprano ―contestó su padre, con tono de estar aburrido.

―Tu trabajo te absorbe mucho tiempo, como la vez de la muerte de mamá, no tenías tiempo de estar conmigo.

―Estaba en el extranjero, pero lo primero que hice al llegar fue visitarte al hospital ―le explicó su padre, luego se levantó para irse al trabajo y le dio un abrazo y un beso en la frente.

Mariko se fue a su alcoba, aquello no cuadraba en lo más mínimo.

«¡Mentira!», le dijo una voz en su cerebro.

―Tal vez se confundió ―se dijo a sí misma.

«Tal vez, pero...», insistía la voz. «Te dio un beso en la frente y luego te abrazó ¿o no?».

Eso era raro, lo que más le intrigaba era que fuese cariñoso con ella, él era seco y hosco en su trato, solo se comportaba así cuando cometía una falla con ella, como cuando faltaba a su promesa de ir a su colegio o cosas por el estilo, ese era como su tic y ella lo sabía.

Mariko abrió su bolso, y vio el video que le diera Báku, ¿Por qué su padre mentiría de esa forma? Pensó en la sugerencia que le dijo su amigo respecto a la hipnosis.

«Es curioso», continuó pensando. Siempre le gustaron esos programas en el que hipnotizaban a la gente y estos hacían o decían cosas divertidas e incluso olvidaban cómo contar números, pero lo que ella trataría de hacer no era olvidar, era recordar con más claridad lo que pasó hace siete años, y eso ya no le parecía divertido, nada divertido.

.

.

Al día siguiente, la chica le contó a Báku la conversación que tuvo con su padre. Él se mantuvo callado hasta que Mariko le preguntó de dónde sacó el video.

Bakú le dijo que lo consiguió de un pervertido que le gustaba coleccionar videos en los que se lastimaba o mataba a gente en la vida real.

―Era un tipo raro, me contactó en un bar de mala muerte, dijo que escuchó de mí interés en el video del asalto al banco hace siete años. Le pedí mostrarme el video, me dijo que tenía un buen gusto, que era la joya de su colección: "la masacre del banco de la parrilla".

―¡Vaya lunático!, lo que no entiendo es el nombre del título ―gritó Mariko, asqueada ante el gusto retorcido del hombre―, sin duda alguna es algún tipo de pervertido peligroso.

―De pervertido tiene lo mismo que yo de borrachín. ―Báku era evangelista y por eso no tomaba alcohol.

―¿A qué te refieres?

―Que ese sujeto es un mentiroso, si ese video era su "joya" ¿por qué me lo vendió?, claro que él dijo que me entregaba solo una copia, sin embargo, ese tipo de enfermos son muy egoístas, jamás me daría una copia, sé reconocer una grabación original, el tipo mintió al decirme que lo regrabó en un casete viejo, pero yo estoy seguro de que es el original.

―Entonces, ¿crees que te entregó el video apropósito? ¿Fue por eso que dudaste de él?

―Sí, pero no fue eso lo que me mosqueó ―dijo con una mirada perdida en los ojos, como si estuviera recordando la imagen del sujeto que le entregó el video.

―¿Entonces qué fue?

―No lo sé... tenía una mirada rara y enseñaba mucho los dientes. Los pervertidos o visten muy elegantes para llamar la atención de sus víctimas, o se cubren con ropas deportivas y cubren su rostro. Éste sujeto en cambio, podría situarse al medio, vestía con un terno, pero este era más casual que elegante y los zapatos guindos que traía, si bien eran muy lustrosos, eran más aptos para correr que para exhibirlos por allí.

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