Capítulo XXXVIII
―Hola, Kath ―saludó él, sonando educado y feliz de verla―. Me alegra verte mejor. No fuerces demasiado ese pie, podrías lastimarte más de lo debido.
―Tranquilo, tendré cuidado ―dijo ella, quién no pasó por alto la actitud de él―. ¿Va todo bien?
―Claro, ¿por qué?
―No sé... Te noto raro. ¿Ha pasado algo que te haya molestado?
El capataz no respondió, bajó la mirada mientras volvía a su tarea de cargar las cajas de hortalizas. Sabía que Katherine era algo intuitiva en esas cosas, y con él más. Él nada más conocerla se encariño de ella; siempre la recibía con un fuerte abrazo. Esta vez no había hecho nada de eso.
Pero es que ahora la situación era distinta; ahora sabía que ella se acostaba con el amo Nathan, a saber desde cuando y cuanto tiempo.
Tras haber oído lo que ella y su amo y amigo de infancia hacían a solas en la habitación antes cuando quiso visitarla, ya no sabía qué pensar de ella. Se sentía... traicionado.
Desde el momento en que conoció a Kath cuando ella llegó a la ciudad, sentía algo muy profundo en el corazón; temía que fuera amor. Si era así ella podría rechazarlo, ya que ella podría estar enamorada de Nathan Sullivan. O tal vez no. O tal vez aún no sabía lo que sentía. Era muy confuso. No sabía qué hacer en esa situación.
―¿Jon? ―llamó ella al verlo callado y distante―. ¿Estás bien?
―Kath, tú... ¿tú por qué viniste a esta casa? ―preguntó él de golpe. Ni se volteó para mirarla―. ¿No había trabajo allá donde vivías antes?
Ella parpadeó extrañada por la repentina pregunta, pero aún así respondió:
―Bueno, sí que había, por supuesto. Hice de sirvienta en algunas casas en mi pueblo natal, pero mi madre quería que trabajará en una casa más grande para tener más experiencia. Tras mucho buscar vi el anuncio donde se buscaba sirvienta para la mansión del Conde Sullivan y no dudé en contactar para interesarme. Me entrevistaron y enseguida vine para aceptar el puesto. ―explicó ella sin nada que esconder de ello―. Entonces te conocí a ti, en las afueras de la ciudad.
De todo lo que ella contó, a Jon le llamó la atención un detalle. Por ello acabó por voltearse y mirarla con el ceño fruncido. ―¿Tu madre quería que buscarás trabajo fuera del pueblo? ¿Porqué?
Esa pregunta a Kath le incomodo un poco, pero al ser Jon no tenía porqué avergonzarse. Así que se lo contó.
―Bueno, digamos que mi madre, desde muy pequeña, me contó la historia de nuestra familia; la de las mujeres de nuestra estirpe, en realidad. Y esas historias, y la vida que mi madre tuvo como sirvienta en una familia poderosa de la alta sociedad, hizo que quisiera ser como ella y otras antes que ella. Por todo ello le hice una promesa; que sería la perfecta sirvienta jamás contratada.
El capataz la miró ciertamente sorprendido, y también vio que a ella se le iluminaba la cara al pensar en su madre y en esa promesa tan particular. Esa mirada angelical hizo que se le parará el corazón unos instantes. Deseó poder abrazarla como él quería, y poder... detuvo sus pensamientos antes de que cometiera una estupidez.
Al volver a mirarla ve que ella se pone roja de la vergüenza mientras baja la mirada con timidez. Ve que se rasca la mejilla con el dedo índice, tímida.
―Perdona, debe haberte parecido ridículo lo que te acabo de contar.
―Tranquila, no pasa nada ―dijo él, dudando de seguir hablando. Al final decide marcharse―. Lo siento mucho Kath, pero ahora mismo tengo que seguir trabajando.
Antes de poder seguir trabajando, él nota la mano fina y delicada de ella en su hombro.
―Jon, ¿seguro que todo va bien? ―preguntó ella, sonando preocupada―. Puedes contarme lo que sea.
―No es nada que te tenga que preocupar. Son cosas mías ―dijo Jon con insistencia, apartándose de ella para poder seguir con la tarea de meter todas las cajas de comida dentro del almacén. Vio que ella no estaba muy convencida de sus palabras―. Es asunto mío. No tienes porque meterte.
―Lo sé, pero aún así yo...
―¡Te he dicho que no te metas en mis cosas!
El grito hizo que Kath se encogiera y retrocediera un par de pasos, mirando a Jon sorprendida y algo cauta. Al ver eso Jon se da cuenta de cómo ha reaccionado y se siente mal.
―Lo siento mucho, de verdad. No quería gritarte así.
―No. Perdóname tú a mi, por favor. ―pidió ella, más relajada al ver que él se disculpaba con sinceridad―. Estaba siendo egoísta ¿no? Yo... te veo como un amigo; el primero que hizo al llegar aquí y por ello daba por hecho que podíamos hablar de todo.
Jon ve que ella hablaba en serio. Que le veía a él como un amigo; como su mejor amigo. Eso a él le sentó mal, realmente mal. Y eso no lo esperaba. Quería ser algo más que un amigo. Mucho más.
―Yo solo... estaba siendo egoísta ―continuó ella, sonando culpable y apenada.
Avergonzada por haberse tomado tanta confianza, Katherine estaba a punto de darse la vuelta y marcharse con sus ojos a punto de liberar las lágrimas que se le acumulaban en ellos. Pero antes de alejarse siguiera un paso, unos brazos fuertes y firmes la detuvieron en un abrazo por detrás, pegándola al pecho fuertes de Jon. Kath se sorprende de ese gesto, y más cuando nota cómo Jon apoya la cabeza en su hombro.
―¿J-Jon? ¿Qué...?
Ella podía sentir que él estaba empapado de sudor por el trabajo hecho durante el día. Podía oler el sudor, pero también su propio olor corporal. Era un olor que ya le era familiar, pero en otro hombre y por otro tipo de ejercicio. Y era un olor que ya le empezaba a gustar.
Ese olor era muy varonil, y también muy sexual. Y que esos brazos la apretaran contra su pecho de esa forma tan íntima hacía que se le acelerará el corazón, que latía bajo los antebrazos que la sujetaba bajo los senos. Por unos breves instantes se vio en brazos de Nathan, no en los de Jon.
―Quiero ser algo más que tu amigo, Kath ―dijo la voz de Jon, haciéndola volver a la realidad―. Quiero que seas mi novia, Kath. Te quiero.
Kath quiso decir algo, pero la voz no le salía por la boca. Esa confesión la pilló por sorpresa.
Nunca llegó a imaginar que el joven capataz que conoció nada más llegar a la ciudad y la ayudó a llegar a la mansión donde empezaría a trabajar fuera a declararle amor. Y con dolor en el pecho tenía que decirle que no podía corresponderle a sus sentimientos, ya que ella no sentía lo mismo.
―Jon, yo... ―dijo ella, dudando de qué decirle para no herirle demasiado―. Lo siento mucho, pero yo...
―¿Estás enamorada del Amo Nathan? ―preguntó él de repente, sonando frío y duro. Kath lo miró sorprendida y vio que también la miraba con cierto rencor―. Es eso ¿verdad?
―¿C-Cómo...?
―Os escuche antes, cuando estaba contigo en tu habitación, pensando que nadie os oía.
Esa información hizo que Kath bajará la cabeza ruborizada. Eso confirmó las sospechas de Jon.
―¿A eso te dedicas en realidad? ―preguntó él, llevado por la envidia y el rencor―. ¿Te dedicas a abrirte de piernas para él y dejar que te folle como su puta privada?
Esas palabras fueron como puñales en el corazón de Kath, quién apretó los puños contra su pecho, encogiéndose. ―Jon, por favor para...
Al verla en esa guisa, Jon reaccionó y se arrepintió de haber sido tan duro con ella. Tal vez no hiciera esas cosas con el amo por voluntad propia. Esa idea hizo que tuviera esperanzas.
―Nathan es un conde poderoso, pero eso no significa que pueda tenerte como a él se le antoje por ser de una clase superior a la tuya ―dijo él, acercándose a ella y posando sus manos en los hombros de ella―. Ven conmigo, Kath. Alejate de él. Conmigo puedes ser feliz. Solo tienes que elegirme a mi...
―Jon, por favor ―pidió ella apartándolo―. No es nada de eso. Yo... él... nosotros...
Jon vio que sus esperanzas se habían ido igual que como habían llegado; ella se entregada al amo Nathan por propia voluntad. Y eso a él le dio una celosa rabia que no quería contener más.
Antes de que Kath pudiera detenerlo él la arrinconó en la pared de madera junto a la entrada al almacén y allí la besó con brusquedad y empezar a toquetearla como un desesperado; manoseo sus pechos e intentó subir la falda del vestido para acariciar sus piernas.
Esas atenciones hicieron que Kath temblará, pero no de placer, sino de miedo. Enseguida le vinieron imágenes de lo sufrido por el marqués y sus hombres. Aquello y las manos de Jon hacían que le costará respirar y ver con claridad a su alrededor. Le estaba dando un ataque de pánico.
Asustada intentó apartarse pero Jon era muy fuerte y no tenía intención de dejarla marchar aún. Él no dudó en bajar el escote del vestido para ver sus senos desnudos y acariciarlos, se abrió paso entre las piernas de ella con su muslos, acariciando así su entrepierna con descaró.
Jon dejó de besarla en los labios para pasar a hacerlo en su cuello contra los deseos de ella.
―Jon para, por favor...
―¿Qué tiene él que yo no tenga? ―preguntó él junto a su oído, enfadado―. ¿Dinero? ¿Poder? ¿Es eso lo que te pone cachonda? ―una de sus manos apretó uno de sus senos, haciéndole daño―. ¿Te ha prometido dinero a cambio de que folles con él? ―su otra mano logró meterse entre ellos hasta llegar a su entrepierna―. ¿Es eso lo que hacen las sirvientas? ¿Prostituirse con su amo sin rechistar?
―¡¡BASTA!!
Todo pasa en un segundo; Kath logra apartarlo de ella de un fuerte empujón, y asustada como nunca echa la mano atrás para usarla y darle un fuerte bofetón en la cara a Jon, dejándolo petrificado de asombro. Después todo queda en silencio.
Recuperado del golpe mira a Kath, y entonces ve lo que ha hecho; ve el vestido casi roto a la altura del pecho de ella, quien se cubre con ambos brazos, temblando como una hoja, mirándolo con temor y lágrimas en los ojos. También ve que tiene los labios hinchados por sus besos.
Ninguno de los dos dice nada. Jon apenas se preocupa de la bofetada recibida en su mejilla mientras Kath jadea espantada de lo que le ha hecho el que había creído su mejor amigo. Ve que él la mira aterrado, arrepentido por lo que había hecho sin darse cuenta de lo que hacía.
―Kath, dios mío... ―tartamudeó él, intentando acercarse a ella. Pero ella se encoge ante eso.
―Tengo que irme.
Al decir eso la chica sale corriendo de allí, pasando rápidamente al lado de Jon, quien no se mueve del lugar, dejándolo allí solo, rumiando sobre sus actos.
―Mierda...
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