𝗜𝗜

No recuerdo casi nada de mi infancia. Lo único que recuerdo es estar tumbado en una camilla y con mi maestro sentado al lado. El señor Shimotsuki me comentó que era amigo de mi padre y no dudó en acogerme en el dojo. Él me dio algunas fotos. En una estaban mis padres con ropa nupcial, en otra, mi madre estaba en una camilla blanca sosteniéndome y mi padre al lado con una amplia sonrisa.

De vez en cuando iba a visitarlos. Hoy, pude escaparme antes del entrenamiento y me fui al cementerio. Pasé por una floristería cercana. — Buenas tardes, ¿qué desea?

— Quisiera comprar algunos crisantemos por favor.

— Por supuesto joven, ¿cuáles le gustaría? Los naranjas y los rosas son los más populares en esta época.

— Los querría blancos por favor.

— Enseguida.

Puede que parezca raro, pero yo siempre he sentido que honrar a los difuntos es algo muy importante. La anciana que llevaba la tienda volvió con dos ramilletes de crisantemos blancos. Le pagué y me dirigí al cementerio. No tardé en divisar la tumba.

Tumba Familiar de los Roronoa

Dejé los crisantemos en la piedra y me senté con las piernas cruzadas. Junté las palmas y cerré los ojos. Luego decidí que estaría bien decirles algo. — Hola papá, hola mamá…no creo que lo sepáis pero…soy muy malo con las palabras. Os he traído un ramo de crisantemos blancos…espero que os gusten…

Me levanté e iba a irme. Cuando de pronto me vino ese aroma de nuevo…cereza y melocotón…giré mi cabeza a todos lados y vi una melena rubia y corta. Me dirigí a él y le toqué el hombro. — Hey ricitos.

Se estremeció y se giró bruscamente. Tenía los ojos rojos y algo hinchados. — O-oye, no quería…

Levanté la cabeza y lo vi.

Sora Vinsmoke
1964 - 2000

"Gran esposa, mujer y madre. Sea tu alma bendecida en la senda al más allá."

Eso lo explica todo. — ¿Es…tu madre?

Él asintió. — Soy el único que la visita. Mi padre dice que es una pérdida de tiempo, por eso me escapo de vez en cuando a verla.

Eso me partió el corazón. — Espera aquí.

Volví a la tumba de mis padres y cogí un par de flores. Sólo tardé cinco minutos en ir y volver, las tumbas estaban muy cerca el uno del otro. Las coloqué en la tumba de su madre. — No creo que a mis padres les importe que deje unas flores para tu madre.

Casi me caigo al suelo cuando el cejas raras abrazó. — Gracias…

Maldita sea, huele muy bien y encima es adorable. No puedo imaginar por lo que está pasando. Aún tiene familia biológica, pero parece que no se lleva bien con ellos. No era justo. Lo que más me llamó la atención es que siempre tiene el ojo derecho tapado por el flequillo. Me gustaría verlos. — Oye, ¿por qué te tapas el ojo?

Él me soltó y me miró. — Es sólo…impresiona a bastante gente y por eso lo oculto…

Está avergonzado. Lo sé. Levanté una mano hacia su flequillo. — ¿Puedo?

Él asintió. Con mucho cuidado, moví mi mano y le retiré el flequillo. Me quedé mudo. Su ojo derecho también era azul, pero tenía una mancha marrón. Ahora entendía la razón de su timidez. Se sentía diferente. Su ojo me impresionó tanto que me quedé viéndolo. — Es horrible, ¿verdad?

Maldita sea, lo ha malinterpretado. No quería eso. — Es precioso…

Él levantó la mirada, pero seguía algo reacio. Pero parece que estaba sonriendo por fin. — Sólo lo dices para que me sienta mejor…

— No, lo digo en serio. Es como un ojo de tigre…

Pude ver que un tinte rojizo se posaba en su rostro. En verdad que este chico es demasiado lindo. — ¿Te acompaño a casa?

— De acuerdo.

La principal razón por la que le quise acompañar, es para que su hermano no lo hiciera daño. Y además este chico es muy curioso…me gustaría conocerle más. Y su piel…joder, parece porcelana recién pulida. — Emm…¿Zoro?

— ¿Sí?

— ¿Por cuánto tiempo más…vas a sostener mis mejillas?

Me puse como un tomate. Estaba tan centrado en sus ojos que no me di cuenta de lo que hacía. Lo solté rápidamente y se me aceleró el pulso. — L-lo siento…¿vamos?

— C-claro…

Pusimos rumbo a su casa. Él me fue explicando que su padre biológico es un desalmado. Quería probar una cirugía genética que potenciaba las capacidades físicas. Al parecer, cuando su madre se enteró, se enfadó muchísimo. Le recriminó que quisiera experimentar con sus hijos nonatos. Pero no pudo hacer nada. El cocinero fue el único que no resultó afectado por el experimento pero sus hermanos…no quiso contarme nada más.

Me pareció extraño que se abriera de tal forma conmigo. No tardamos mucho en llegar a aquel restaurante. Sanji me miró sonriendo. — ¿Te quedas a comer? Quiero agradecerte por lo de las flores.

— No lo sé. No quiero ser una molestia.

— ¿Y si te digo que hay onigiris?

Sonreí por eso. — No diré que no a esa oferta.

Ambos entramos y encontramos al abuelo de Sanji detrás de la barra. — Hola abuelo, he traído a un amigo.

El viejo levantó la mirada. — Oh, eres el chico del otro día. ¿Va a ser una costumbre que acompañes a la berenjena a casa?

— Me ha propuesto hacerme unos onigiris y no pude rechazarlo.

— En ese caso siéntate dónde quieras y ponte cómodo. Berenjena, ven a ayudarme.

Sanji se levantó a ayudar a aquel viejo. Me quedé sorprendido cuando vi que trabajaban a una gran velocidad. Sentí que me rugía el estómago. Sanji volvió poco después y se sentó delante mío, mientras su abuelo nos servía el almuerzo. Estos onigiris tienen una pinta estupenda. No puedo esperar a probarlos. — No os olvidéis de recogerlo todo cuando acabéis.

Asentimos. Cogí uno y lo mordí. — Está delicioso.

— Me alegra que te guste. Hay onigiris de sobra, por si quieres repetir.

— Creo que lo haré. Están de muerte.

Escuché se reía. Tiene una risa muy bonita. Ojalá poder escuchar esa risa todos los días y poder comer estos platos para siempre. De repente, sentí un escalofrío. Noté que se me tensaban los músculos. Noté varios aromas fuertes. Tres alfas. Y reconocí uno de ellos. — Sanji, escóndete.

— ¿Qué? ¿Qué pasa?

— Vives en uno de los cuartos de arriba, ¿no? Ve arriba y no salgas. Daré cinco golpes en la puerta para que sepas que soy yo. Confía en mí.

Él me miró un poco asustado. Pero asintió y se fue arriba. Aquellos chicos entraron. Estaba el chico de pelo azul junto con un pelirrojo y un peliverde. Lo que faltaba, nos visitan los power rangers. — ¡Tú!

Les miré. — Oh, el peliazul engreído. ¿Aún te duele el golpe?

— Serás…

El pelirrojo le detuvo. — Déjalo Niji. No hemos venido a causar problemas, sólo queremos hablar con nuestro hermano.

— ¿Vuestro hermano?

— Tiene las mismas cejas, pero lleva flequillo y tiene el pelo rubio.

— ¡Ah! ¿Os referís al chico que le dais golpes sin parar porque estáis aburridos?

Los tres se miraron. — ¿De qué lo conoces?

— Estamos en la misma clase. Ayer lo acompañé a casa y me habló sobre vosotros.

El pelirrojo suspiró. — Bueno, ¿lo has visto o no?

Me paré a pensar un momento. — No, de hecho he llegado aquí hace unos minutos. Si no os importa, yo tampoco quiero problemas y me gustaría disfrutar de mi almuerzo.

Los tres se miraron. Menos mal que no sospecharon absolutamente nada, si no, habríamos salido muy mal parados. Subí y me dirigí al cuarto de Sanji. Toqué la puerta y hablé. — Hey curly, tus clones feos ya se han ido.

Abrió la puerta. — ¿No…te han hecho nada?

Negué. Salió ya más tranquilo y seguimos comiendo los onigiris. Creo que jamás había disfrutado tanto de un almuerzo. Terminamos y recogimos los platos. Nos dirigimos a la entrada. — Muchas gracias por el almuerzo. Ha sido muy gratificante.

— Yo debería agradecerte. Me conoces poco y me has defendido de mis hermanos. Dos veces.

— No es nada. Ah, y dice mi maestro que eres bienvenido en el dojo.

— Te tomaré la palabra.

Sonreí y me dispuse a marcharme, pero el cejas rizadas me detuvo. — ¡Espera Zoro!

Me di la vuelta. Me quedé petrificado cuando el cocinero me besó la mejilla. Creo que mi cerebro dejó de funcionar. — Nos vemos en clase.

Y se fue dentro. Me quedé aún algo confuso por lo que acababa de pasar, pero era feliz. Feliz de saber que tengo una oportunidad de estar con este chico, de hacerle feliz y protegerle de esos abusones.

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A partir del próximo capítulo, todo se narrará en tercera persona.

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