capitulo 3

Caminaba con una calma inquietante, mi paso firme resonando en la tierra helada del infierno. Ya no me molestaba pensar en cuánto tiempo había pasado desde que llegué aquí. El tiempo carecía de sentido; no importaba. Mi existencia trascendía cualquier medida temporal. Los demonios, en su mayoría, parecían ser una mezcla entre estúpidos y valientes, oscilando entre el coraje y el miedo cuando me encontraban. Algunos venían a desafiarme, aunque temblaran de terror solo por estar en mi presencia. No podía evitar reconocer su valentía, aunque fuera solo un atisbo de la insignificancia que representaban. Eran nada más que basura, presas perfectas para saciar mi hambre de destrucción.

Había algo deliciosamente entretenido en ver cómo algunos intentaban huir al sentir el peso de mi poder, pero, claro, no los dejaba escapar tan fácilmente. No, yo prefería jugar con ellos, disfrutar cada momento de su desesperación. Al final, cuando me aburría lo suficiente, simplemente los mataba, borrándolos de la existencia como si nunca hubieran sido nada más que una distracción momentánea. Había oído hablar de un tal "héroe del infierno", un título tan pomposo como ambiguo. Parecía ser alguien poderoso, pero realmente no me interesaba. No iba a perder mi valioso tiempo buscando a alguien con un título tan ridículo como ese. No necesitaba perder el tiempo con algo tan trivial.

Aunque me había encontrado con muchos demonios poderosos, al final, todos caían ante el poder absoluto del rey de las maldiciones. Yo era la cima, la cúspide de todo lo que existía, y nada podría desafiarme sin enfrentar su propia destrucción. Mi mirada recorría el paisaje frente a mí, encontrándome en una zona extrañamente fría. El pasto, las flores, incluso los árboles estaban cubiertos por una capa de escarcha helada. El aire parecía cortar como cuchillos, pero eso no significaba nada para mí. El frío era una molestia irrelevante. Mi poder era la única constante que necesitaba. Mientras caminaba, sentía cómo mi aura oscura se expandía, dominando el espacio a mi alrededor. Nada podría detenerme.

Caminé con paso lento y firme, como si el mundo mismo estuviera a mis pies. A medida que mi mirada se posaba sobre el origen de esta extraña helada, algo llamó mi atención. Frente a mí, había una figura diminuta, una chica de estatura sorprendentemente baja. O tal vez era tan baja en comparación conmigo, pues mi tamaño desmesurado la hacía parecer aún más pequeña. A pesar de la atmósfera que yo generaba, una energía maldita tan densa que el aire mismo era difícil de respirar, la joven no mostró signos de miedo ni incomodidad. Su mirada era tranquila, fría, como si no fuera afectada en lo más mínimo por mi presencia, por mi poder, por todo lo que representaba.

Su vestimenta era única, un kimono blanco que caía hasta sus tobillos, decorado con patrones de líneas elegantes. La tela tenía bordes y detalles de hielo transparente, que formaban diseños de hombros y mangas anchas, como si estuviera hecha de la misma escarcha que dominaba el ambiente. Cintas largas y fluidas se ataban a su espalda, formando grandes bucles. En el centro de su pecho, una pequeña flor de hielo se formaba, y alrededor de su cabeza, una media corona de hielo decoraba su cabello blanco, al igual que sus iris. Una imagen etérea, frágil, pero a la vez imponente, que contrastaba con el caos y la maldad que yo representaba.

Pero no me interesaba su apariencia. Yo no buscaba belleza ni admiración. La única razón por la que me detuve fue por los demonios congelados a su alrededor, esparcidos en el suelo y en las cercanías, inmóviles como estatuas de hielo. Miré a la joven con una pizca de curiosidad, pero en mi tono no había ni un ápice de interés genuino. Simplemente la observé con una frialdad calculadora.

¿Tú hiciste esto? -pregunté, mi voz resonando en el aire helado, como si estuviera más interesado en la respuesta que en su existencia misma.

La joven, sin apresurarse a responder, soltó un suspiro. La temperatura era tan baja que el aliento se condensaba en el aire, formando una nube de vapor visible, que desaparecía rápidamente ante la imponente presencia que yo proyectaba.

La joven levantó la mirada hacia mí, y algo en su calma me intrigo. A lo largo de mi existencia, cada demonio con el que me había topado se había acobardado, temblando de puro miedo solo con verme. La mayoría preferiría suicidarse antes que enfrentar la pura maldad que irradiaba, pero ella, esta chica, se mantenía serena, imperturbable. Su calma era… inusual. Me resultaba fascinante.

Sí, fui yo —dijo, su voz fría como el hielo que representaba, y con una tranquilidad que solo un ser como ella podría poseer—. Soy el demonio del hielo. Nací hace muy poco. Trataron de matarte, así que simplemente los congelé. No creo que sigan vivos.

Su respuesta me causó una ligera sonrisa, un gesto que no era precisamente amistoso. Ver cómo una figura tan aparentemente frágil, como la de ella, podía enfrentar a tantos demonios con tal indiferencia y acabarlos con el frío mortal de su poder… eso era algo que realmente captaba mi interés. Estos demonios, congelados en el suelo, tenían expresiones de horror en sus rostros, como si nunca imaginaran que una criatura tan pequeña pudiera derrotarlos. No había duda de que estaban muertos, y la forma en que los había matado, tan impasible, hacía que todo aquello fuera aún más fascinante.

Es más que claro que no siguen vivos —comenté, observando los cuerpos congelados, la expresión de horror congelada en sus rostros. Todo parecía tan… perfecto para mí, una obra maestra de destrucción fría.

¿Cómo te llamas? —pregunté, mi tono tranquilo, pero cargado de una curiosidad inusual para mí.

Ella, sin apresurarse, se acercó a uno de los trozos de hielo cercanos y, con calma, lo tocó, como si estuviera jugando con su propio dominio. Cuando habló, su voz siguió siendo tan gélida como su presencia.

—No tengo nombre. Solo soy el demonio del hielo, o del frío. Supongo que ambos conceptos están conectados, ya que represento ambos miedos. ¿Y tú? ¿Quién eres?

La pregunta era directa, pero la respuesta que esperaba no era más que un juego, una provocación. El demonio del hielo, con su calma mortal. La dinámica entre nosotros podría ser interesante, tal vez más que cualquier otro encuentro anterior.

La sonrisa en mi rostro se ensanchó al escuchar sus palabras. Ella no había titubeado ni por un segundo. Sus palabras, aunque cargadas de cierta curiosidad, no revelaban miedo. Si algo me gustaba, era encontrar seres que no se acobardaran ante mi presencia. Y este demonio del hielo… este demonio era precisamente lo que necesitaba para entretenerme un poco.

Yo, soy la perfección absoluta. Soy Ryomen Sukuna, el rey de las maldiciones —dije con una calma absoluta, la misma que yo irradiaba, completamente consciente de la magnitud de mi poder. No había nada ni nadie que pudiera desafiarme, y mi sonrisa, sin esfuerzo, denotaba esa certeza.

Ella repitió el título, como si saboreara las palabras en su mente. Su voz era tranquila, aunque parecía un poco sorprendida por el peso que las palabras conllevaban.

Rey de las maldiciones… —la repitió, y sus ojos estudiaron mi figura con más detenimiento—. Es un título bastante interesante, y ciertamente la maldad y poder que emanas son abrumadoras, incluso para un lugar como este. Pareces no pertenecer aquí, pero al mismo tiempo… sí. ¿Qué eres exactamente?

La pregunta flotó en el aire, y una risa salió de mi boca, pura y sin remordimientos. Cerré los ojos por un instante, saboreando la sensación de tener el control absoluto. Este demonio del hielo, aún con su aparente calma, empezaba a despertar algo en mí. Casi podría decir que me divertía… tal vez, solo un poco.

¿Qué soy? —repetí, disfrutando de la intriga en su voz—. Soy un ser que está por encima de cualquier demonio. —Extendí mis cuatro brazos hacia los lados, una demostración clara de mi supremacía, mientras la boca en mi abdomen sonreía con malicia—. Debo admitir que eres interesante, mucho mejor que los seres miserables que me he encontrado hasta ahora.

Ella no mostró una reacción visible ante mi despliegue, pero había algo en sus ojos, algo que me decía que no era tan fácil de impresionar. Eso, de alguna manera, me cautivaba aún más.

Supongo que debería sentirme halagada —respondió, su tono helado e indiferente, mientras levantaba una mano. Escarcha comenzó a caer de sus dedos, tocando el suelo y congelándolo al instante. Cada cristal de hielo que se formaba era una extensión de su poder, pero no me preocupaba. Sabía que, al final, nada de eso podría detenerme.

La tensión en el aire era palpable, pero más que amenaza, todo esto era un juego para mí. Una deliciosa danza de poder que, por ahora, solo me entretenía.

El demonio del hielo soltó un suspiro frío que se extendió en el aire, antes de levantar su mano y lanzar una columna de niebla helada hacia mí. La ola masiva de frío surgió como una tormenta congelante, su poder era innegable, y el aire se volvió denso, cortante. Pero para mí, esa era una mera distracción, algo que solo añadía sabor a este juego.

¿Te atreves a atacarme? —pregunté, claramente intrigado por la valentía de este demonio. No era común encontrar criaturas que desafiaban mi poder de esa forma, sin el más mínimo atisbo de miedo.

Mi risa se deslizó entre las palabras, disfrutando de la situación. Mi sonrisa se ensanchó mientras aceptaba su desafío, un reto que me emocionaba más de lo que esperaba. Con un simple movimiento, me incliné hacia atrás y esquivé la ola de hielo masiva que pasaba por encima de mí. La niebla helada dejó a su paso un rastro de congelación, pero no me tocó.

Apenas había evitado el ataque cuando una lluvia de grandes picos de hielo emergió de la niebla, dirigiéndose hacia mí con velocidad mortal. Sin prisa pero con una precisión absoluta, desenvainé mi poder. Con un simple gesto de mis cuatro brazos, corté los picos uno por uno. La misma fuerza que emanaba de mi cuerpo cortaba el hielo con facilidad, y me deslicé por uno de los picos rotos en dirección al demonio del hielo.

Un resoplido de sorpresa pasó por mis labios cuando él, en un intento desesperado, exhaló una delgada capa de hielo de su boca. Sin esfuerzo, esquivé el ataque, aunque uno de los hilos fríos alcanzó a rozarme la mano. Sentí cómo el hielo comenzaba a aferrarse a mi piel, pero no fue más que una ligera molestia. Con un simple gesto de mi dedo, el hielo se rompió en fragmentos diminutos.

No está mal —dije con un tono juguetón, observando cómo el hielo se desintegraba bajo mi voluntad. Mi sonrisa se ensanchó aún más. Este demonio era interesante, pero no me ofrecía ni la más mínima amenaza real. Sin embargo, estaba dispuesto a jugar un poco más.

Me planté firmemente en el suelo, mirando al demonio con una expresión casi burlona.

Bien, como muestra de respeto, pelearé usando el elemento opuesto al hielo —dije, mi voz rebosante de confianza, mientras la atmósfera alrededor de mi cuerpo comenzaba a cambiar. El una energía abrasadora comenzó a generarse en mís manos, y la temperatura ascendió rápidamente, como si el mismo calor de un volcán comenzara a emanar de mi ser. Un fuego infernal creció en mis manos.

Mis manos comenzaron a brillar con un resplandor ardiente mientras generaba una formación de llamas entre mis dedos. Las flamas danzaban salvajemente, alimentadas por mi abrumador poder. Con precisión y control, moldeé el fuego en una flecha incandescente que emanaba una energía sofocante, capaz de consumir todo a su paso.

Cocina encendida —dije con una sonrisa maliciosa, admirando mi obra por un breve momento antes de apuntar con calma al demonio del hielo.

Mi sonrisa se ensanchó mientras soltaba la flecha de fuego con un movimiento rápido y preciso. La flecha ardiente surcó el aire con velocidad, dejando tras de sí un rastro abrasador que hacía vibrar la atmósfera misma.

El demonio del hielo no retrocedió. Con una mirada fría y calculadora, levantó sus manos y lanzó otra ola masiva de hielo directo hacia la flecha de fuego. Su ataque era un despliegue impresionante de poder, la temperatura descendió bruscamente mientras la ráfaga helada avanzaba para encontrarse con mi creación ardiente.

Fuego contra hielo. Dos fuerzas opuestas chocando en un enfrentamiento feroz.

El impacto fue tan intenso que una onda de energía se propagó por el área, levantando una mezcla de vapor y fragmentos de hielo. Mi flecha se adentró en la ola de frío, luchando por abrirse paso, mientras el hielo intentaba sofocar su calor abrasador. Una batalla elemental en su máxima expresión, cada fuerza intentando superar a la otra.









Fin del capítulo

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Banda, estoy abierto a resivir nombres para él demonio dé hielo, si, ya sé qué use a Rukia bankai, pero no me convence dejarle ese nombre, así que dejen sus sugerencias, o sino simplemente usaré el nombre dé Rukia, ya qué me da hueva pensar en un nombre

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