Se han ido todos, el silencio se siente en el aire, da lugar a pensar cualquier cosa, da miedo y frustración. Me mantengo sentado en el suelo de la jaula y pongo la cabeza sobre mis rodillas. La depresión me está persiguiendo y no me ayuda a pensar como escapar.

Oigo la reja abrirse y me sobresalto.

—¿Sabías que si el conejillo de indias está deprimido el experimento no sale bien? —aclaro.

—Enciclopedia andante le dicen —escucho esa risa.

Levanto la vista y me quedo tildado cruzándome con esos bellos ojos miel.

—¿Seyn? —lloro como idiota —¿Cómo...?

—Esta cerradura es complicada, pero lo conseguí —tira el caño que usó para forzar la puerta —¿Me creerías si te dijera que hable con una mariposa? —expresa avergonzado.

Me refriego los ojos.

—Soy capaz de creer cualquier cosa ahora.

Me ayuda a levantarme.

—No te ves muy convencido.

—Siento que estoy en un sueño o algo así —bajo la vista.

Me agarra la barbilla y me levanta el rostro.

—Hey, lo juro, nunca más te abandonaré ¿Entendiste?

—No lloraré como idiota otra vez, que quede claro —expreso sonrojado.

Se ríe y toma mi mano.

—Vamonos.

Salimos corriendo, sin perder más tiempo en conversaciones cursis, pero como es de esperarse la mala suerte me persigue, al salir por la puerta principal Emmet está afuera esperando.

—¿Iban a algún lado? Los oigo hasta aquí —acota tranquilo.

—Lo mato —dice molesto el rubio.

—¡No, es un vampiro! —aclaro.

—¿Qué? —expresa desconcertado.

—Cierto, y a los vampiros los enfrento yo —oímos a un costado una voz conocida —sobre todo a este en especial.

Emmet frunce el ceño.

—Max.

Visualizo al cazador sonriente, apoyado levemente sobre su motocicleta, no comprendo, pero parece que esta es una ayuda inesperada.