El rastreador al fin se activa, extrañamente justo en la noche. Vamos a dónde nos marca con Emmet, no voy a perder más tiempo, voy en mi forma de chico y entonces llegamos a un edificio lujoso. Hasta entramos sin problemas.

Esto es sospechoso, demasiado. Obvio, me estoy enfrentando a alguien parecido a mí, que encima seguro juega sucio, con trampas.

Subimos al primer piso y abro la última puerta del pasillo, es una suite. Hay una copa a medio beber sobre una mesita de altura baja y el cuarto está en completo silencio.

—La traición, como odio la traición —oigo la voz de Nyx en la siguiente habitación. Corro en esa dirección y me doy cuenta que me está hablando a mí —¿De verdad creíste que podías engañarme? Ni un voto de confianza, que malo.

La bella rubia se encuentra recostada en un gran sillón, tiene un deshabillé puesto y el camisón nada más, mientras come uvas. Muy sexy y cómoda se ve en esa posición.

—¿Qué debería hacer? —continua con su monólogo, ya que no le respondo por quedar un poco atontado.

Lo sé, soy un calentón de primera categoría.

—Me pregunto ¿Qué hice mal? —se mueve de manera sensual y mira hacia arriba —Bueno, siempre me lo he cuestionado ¿Por qué? ¿Yo qué hice para merecer esto? —la sigo con la vista cuando se levanta —¿Pero importa realmente? —agarra un short de jean y se lo pone, se quita la bata y el camisón quedando en sostén —No la verdad ya no —se viste con la remera que le falta y camina hasta mí —¿Tú qué opinas? —se agacha y se pone sus zapatos, luego vuelve a acercar su rostro a centímetros del mío —¿Crees que mereces piedad?

—¿A qué te refieres? —al fin formulo palabras.

Es que ella estaba semidesnuda, no me culpen, así no puedo concentrarme.

—A que acabo de vengarme por lo del rastreador —susurra en mi oído, caminando hacia mi costado —. Aunque aún puedes pedirme disculpas, tic tac el reloj suena.