No pueden hacerme esto, es tentación, sacrilegio servido en bandeja. Miren ese traserito, ese cuerpito está en cuatro, intentando alcanzar un postre. Déjame ser la cuchara de ese pastel. Camino hasta el cátering que está al aire libre y me paro a centímetros de Rein.

—¿Te ayudo? —me muerdo el labio inferior.

—¿Eh? —se gira a mirarme.

¡Tiene crema en la boca, en la boca! ¡Exploto de lo excitado que estoy! ¡Dios, ese manjar!

—¿Quieres... —respiro en profundidad —...que te dé de mi crema?

—¿Tienes crema? —se relame los labios.

—Sí, y no sabés cuánta.

—¿Dónde? —entrecierra los ojos.

—En... mi... casa —exclamo en pausas, tengo un calor que recorre todo mi cuerpo.

¡Tremendo!

Se levanta del suelo sin dejar de mirarme.

—¿Eso es una indirecta? —ladea la cabeza —Porque creo que es una indirecta.

—No, solo quería mostrarte la cantidad de postres que hay en la cocina de mi departamento.

Sonríe.

—Ah vale, me gustan los postres.

¡Yey, cayó en la trampa!

—Darren —me llama Emmet —deje al chico —dice serio.

—No te preocupes, no iré a la cárcel por darle un pastel.

—Pero... —se da cuenta de algo —¿Dónde?

—¡Wow, es un arma de verdad! —grita Rein con el revólver de mi guardaespaldas en su mano.

—¿Cómo me la quitaste? —se sorprende —¡Y no es un juguete, devuélvelo ahora! —se enoja.

—Tanto tiempo robando comida, que al final me convertí en un experto —expresa sintiéndose ganador.

¡Que lindo!

—Devuélvelo —exije Emmet.

—¡Solo si me atrapas! —se va corriendo.

—¡Regresa aquí! —lo persigue.

—Sobornar a ese chico con pasteles fue fácil —oigo detrás de mí y frunzo el ceño.

Me giro y me cruzo de brazos.

—¿Qué quieres? Seyn Bradford.

Deja de sonreír.

—Necesito hablar contigo, y con tu guarda siempre rondándote, no puedo.

—Comienzo a pensar que cuando Nadir perdió su aparatito, también fuiste tú.

—Algo así —mira a un costado.

—Como sea, ¿Qué quieres?

Levanta la vista.

—Disculparme.

—A ver, te escucho.

No le creo nada, y si no es sincero, lo mando a volar.