35. Nadie lo quiere
Ace afloja su semblante tenso y puedo respirar, en realidad todos, ya que nos quedamos pálidos con su enojo. Aunque pensándolo bien, ahora no sé lo que piensa si está sonriendo.
—Ace... —lo nombro terminando con el silencio pero me interrumpe.
—Iré a tomar una ducha, no se porten mal mientras no estoy niños —ese tono tan cortante me produce otro escalofrío.
¡E igual está sonriendo!
Veo como se retira, cierra la puerta del baño con fuerza y se oye cómo abre la canilla, acto seguido el agua.
Yo espiaría si él no estaría de mal humor.
Me giro hacia Tarik.
—Le diste fuerte —bromeo.
—¡¿Qué?! —se sonroja —¡¿Qué quieres decir con eso?!
—Que le mueves la estantería —responde Seyn sereno —. Creo que es muy obvio.
—¡¡¿A quién le importa?!! —grita nervio y lo abraza fuerte —¡¡Yo te quiero a ti!!
—Sueltame, imbécil —se queja e intenta apartarlo.
—A mí sí me importa —expreso seriamente —. Porque si lo haces sentir mal te castro —dejo de amenazarlo y sonrío —pero hay suerte, es Ace, parece inmutable, quizás no ocurra nada, solo quizás —repito.
—Eso me dió miedo —sigue apretujando a Seyn.
—Yo te voy a castrar si no me sueltas —intenta empujarlo y al final se cae para atrás al estar todavía en la ventana —¡¡Estúpido Tarik!! —grita furioso tirado en el pasto —¡¡Me largo!! —se levanta y se va hacia el bosque enfadado.
Mejor, nadie lo quiere.
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