Ocultos
Catnia sonrió mientras se acercaba a una estantería para coger una pócima que parecía contener el universo en su interior. Le divertía esconderse en el clan Rubí y saber que su hijo y sus queridos soldados estaban tan cerca y no sospechaban nada de su presencia. La hacía sentirse poderosa.
La satisfacción de la aqua se reflejó en el cuenco dorado en el que vertió tres gotas de sangre de un caballo de los océanos. La luz que emitió el brebaje amplió su sonrisa, aunque su semblante se tornó serio en cuanto escuchó pasos que se acercaban por el corredor. Catnia desvió la mirada al libro de hechizos que levitaba sobre la mesa y estiró la mano hacia los dos aliados que se dirigieron a ella.
—No tenemos el cuaderno, Ix Realix.
El rugido de la mujer fue suficiente para que los Ixes se encogiesen por el miedo.
—¿Cómo osáis regresar sin lo que os he pedido, inútiles? —bramó con rabia—. ¿¡Qué disculpa vais a darme ahora!?
—No lo entiende —se atrevió a decir un Ixe.
Catnia se acercó con la agilidad de un felino y le clavó las uñas en la mejilla.
—¿Cómo dices?
—Ix Alis ha muerto, Ix Realix. La Sin Magia la ha asesinado.
Se viene maratón final?
Se viene😏
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