9. Desconocidos


El jefe del clan caminaba en silencio junto a mí. Habíamos dejado atrás a los guardias que custodiaban mi cuarto, y aunque estábamos solos en el pasillo, era evidente que quería decirme algo y no sabía cómo hacerlo. Suspiré irritada, lo que provocó que se volviese para mirarme.

—¿Qué pasa? —pregunté cansada de aquel silencio incómodo.

—¿Qué pasa? —repitió como un eco vacío que rebotó en las paredes de piedra.

—¿Quieres que te cuente el cuento de la buena pipa?

—¿El qué? —preguntó confundido.

—No he dicho el qué, he dicho que si quieres que te cuente el cuento de la buena pipa.

—Adelante.

—No te pregunto si adelante o atrás, te pregunto si quieres que te cuente el cuento de la buena pipa —dije mientras trataba de contener mi diversión.

—¿Tienes cinco soles?

—Eso mismo me pregunto yo. ¿Quieres decirme qué pasa de una vez?

Killian deslizó una mano entre su cabello y se esforzó por contener la frustración. El silencio se alargó y llegamos al final de aquel largo pasillo que no parecía ser muy conocido entre los habitantes de la Fortaleza. Me sorprendí cuando se encendieron varias antorchas de golpe, y las llamas iluminaron otro corredor que desembocaba en el mismo lugar al que habíamos llegado nosotros: ante una colosal puerta de madera cuyos límites se perdían más allá de la oscuridad.

—¡Ah! —exclamé.

El jefe del clan frunció el ceño antes de seguir la dirección de mi mirada y emití otro grito que evitó que descubriese al gato negro que se encontraba tras él. El felino me observó con aquellos iris tan familiares, azorado por nuestra presencia, y agarré a Killian del brazo para distraerlo. El animal aprovechó la oportunidad y desapareció a toda prisa, y el jefe del clan me observó con una confusión que amenazó con hacerme reír. El olor a lluvia recién caída me acarició la piel y me tensé en cuanto fui consciente de lo cerca que nos encontrábamos. Podía sentir el calor que emitía su cuerpo bajo mis dedos, y la intensidad de su mirada, junto con el hormigueo que se despertó en mi pecho, consiguió que algo cambiase en el ambiente.

—¿Quieres que te cuente el cuento de la buena pipa? —pregunté en un susurro.

Killian me regaló una sonrisa que me calentó por dentro y sus ojos brillaron con diversión. Di un paso atrás y él negó con la cabeza antes de admirar aquella misteriosa puerta de madera.

—¿Vas a encerrarme en una mazmorra para que nadie me encuentre?

Mi pregunta, en lugar de divertirlo, le llenó el rostro de oscuridad.

—Siento que no hayas podido salir hoy —se disculpó con la voz cansada.

Killian se llevó una mano a la frente, y en aquel momento, vi la sombra que soportaban sus hombros. Bajo elegantes ropas azules se escondía el alma de un hombre que no había tenido ni un latido para sí mismo desde hacía lunas. Tras la tormenta que ocultaban sus ojos vi al niño del que hablaba Adaír en su diario, apenado porque su hermano había desaparecido de la faz de Neibos, y también al hombre que había crecido junto a Catnia, absorbiendo sus enseñanzas envenenadas y olvidando a los seres queridos de su pasado.

La muerte de Adaír había sido muy dura para el reino. Aunque no era más que una niña cuando ocurrió, todavía recordaba la tristeza que inundó al clan tras su fallecimiento. El padre de Killian era un líder muy querido y a través de sus palabras podía ver que era una persona justa y bondadosa. Catnia, sin embargo, era todo lo contrario. Su comportamiento lo había demostrado en más de una ocasión, y descubrir que todos sus planes estaban guiados por el egoísmo y el ansia de poder era algo que todavía no habíamos logrado aceptar.

El asesinato de Farren había sido muy difícil de superar, pues Killian encontraba en el consejero el respaldo y el apoyo de los que había carecido durante la mayor parte de su vida. La ausencia del aqua se volvía más pesada en los momentos de incertidumbre en los que el jefe del clan no tenía a nadie a quien recurrir, y Killian cambiaba cuando nos encontrábamos en presencia de Elyon o de mi padre. El jefe del clan los escuchaba con atención y se esforzaba por absorber la sabiduría que emanaba la voz de la experiencia. Sus ojos se llenaban de una admiración que no conocía límites, ya que en ellos veía la figura paternal que había perdido hacía tantos soles.

No era difícil interpretar las reacciones de Killian y ver que intentaba liberarse de la visión absolutista que le habían inculcado desde pequeño, pero se trataba de un proceso lento y complicado. El jefe del clan tenía que luchar contra su propia forma de ver el mundo y aceptar que había toda una escala de grises entre el blanco y el negro, y para unos ojos que percibían la realidad en una dualidad tonal, aprender a captar matices resultaba tan sencillo como dar con la guarida de un dragón de cristal extinto.

Habíamos neutralizado a Júpiter y a su ejército, pero el ataque había arrojado luz sobre una amenaza todavía más peligrosa: la corrupción de la Autoridad. Para mí era algo tan evidente que, cuando conocí a Killian y a la Guardia, creí que no eran más que una extensión de aquel poder elitista y oscuro que gobernaba los reinos. Pero estaba equivocada.

Mi posición en la sociedad de Neibos había impedido que viese el lado bueno del orden, la cara sonriente del sistema. Al haberme mantenido al margen desde que era pequeña me había liberado de la dependencia que ellos experimentaban, pero en lugar de tener una perspectiva neutral, el rencor y el dolor me habían llevado al otro extremo. Mi postura estaba más que justificada, y aunque seguía sin creer en el sistema, tenía que admitir que mis ansias de revolución se habían calmado gracias al vínculo de amistad que compartía con la Guardia.

Y resultaba que Killian, que ni siquiera había tenido tiempo de procesar lo ocurrido con su familia, se sentía culpable por que yo estuviese encerrada. Él, que se veía obligado a infundir seguridad en un tiempo de incertidumbre, a sostener el peso del reino entre sus manos, se sentía mal por mi situación.

Me encontré con sus ojos y el cúmulo de emociones que reflejaron me incomodó. Quería ayudarlo, pero no sabía cómo, y la impotencia me dejó un sabor amargo en la boca. Deslicé los brazos a su alrededor antes de poder arrepentirme. Sus músculos, tan rígidos como las piedras de agua que formaban los muros de la Fortaleza, se mantuvieron inmóviles. Yo tampoco me moví, preocupada por haber cruzado una línea invisible, pero entonces Killian reaccionó y me apretó con fuerza contra su pecho. El olor a lluvia y a tierra mojada me recibió con su suave aroma. Killian era más alto que yo, así que apoyé la cabeza contra su hombro y sonreí cuando su aliento me hizo cosquillas en el cuello. El jefe del clan suspiró y sus hombros se relajaron bajo la calidez de mi cuerpo.

—A ver, que yo me entere —dijo Trasno, que apareció de la nada y se colgó de la antorcha que había a mi izquierda—. Te molestas porque te tratan como a una criminal, ¿y tu primera reacción tras una mísera disculpa es darle un abrazo a este pulpo retirado?

Mis labios formaron una sonrisa y lo miré para responderle con un gesto silencioso.

—Ah, ya entiendo. ¿Estás intentando ser comprensiva? —dijo mientras entrecerraba los ojos con suspicacia—. Veremos cuánto te dura...

Trasno acompañó su salida dramática con un movimiento de cabeza que provocó que me riese entre dientes. Mi pecho vibró contra el de Killian y el hechizo que nos unía se rompió.

—¿De qué te ríes? —susurró contra mi cabello.

Me separé de él y negué con la cabeza. La sonrisa que se había dibujado en su rostro no logró ocultar la oscuridad de las emociones que le brillaban en la mirada, lo que me devolvió a la realidad de la que tanto quería huir.

—No pasa nada —dije con voz suave. Killian levantó una ceja incrédula—. No digo que me guste estar encerrada y bajo la vigilancia de tus centinelas, pero entiendo que la situación es un tanto peculiar y que no puedes ignorar las voces del Consejo para hacer lo que te dé la gana.

—Todavía no sabemos cómo llego aquí el jabalí de fuego...

—Y el Consejo cree que es otro de mis planes malignos para acabar con la magia del mundo.

—Siento que no hayamos encontrado respuestas, Moira.

—Estoy segura de que no tardaréis en hacerlo —dije con optimismo—. ¿Dónde están los demás?

—Descansando. Ha sido un atardecer muy largo y estaban agotados tras regenerar el bosque y analizar la energía del claro.

Asentí sin nada más que decir y el silencio se apoderó de la conversación.

—Estoy seguro de que alguien ayudó a mi madre a escapar —dijo de repente—. Le he dado mil vueltas y no hay forma de que haya podido huir de la Fortaleza ella sola. Además, ha tenido que contar con aliados durante todos estos soles. ¿Recuerdas lo que dijo Júpiter? —me preguntó con la voz rota—. Yo no puedo olvidarlo, sus palabras son un eco constante en mi mente.

—También en la mía —susurré.

—Mi hermano dijo que su ejército estaba formado por las víctimas de un sistema de gobierno corrupto, pero entre sus filas había neis de todos los clanes. En el Hrath hay habitantes de los seis reinos, Moira. ¿Entiendes lo que eso significa?

—Que no puedes confiar en nadie.

—Exacto. Dudo de todo el mundo, incluso de mis amigos más cercanos, de mi familia y de las personas que me criaron.

—Eso es bueno.

—¿Cómo va a ser eso bueno? —preguntó indignado.

—Para investigar la verdad es preciso dudar, en cuanto sea posible, de todas las cosas —dije citando a un filósofo olvidado.

—¿Algún día me dirás cómo sabes tanto sobre la civilización antigua?

—No.

—¿No? —preguntó con una sonrisa—. Pues entonces no te enseñaré lo que hay detrás de esta puerta.

Posé la mirada en la gran superficie de madera que se perdía más allá de la oscuridad. Entrecerré los ojos mientras analizaba la expresión de Killian, tratando de disimular mi curiosidad por descubrir lo que se ocultaba al otro lado.

—Ya hemos recorrido todo el camino hasta aquí... —dije con voz aterciopelada.

—Pero no se puede confiar en nadie, ¿recuerdas?

—¿Qué te dice tu instinto?

—Que esa cara de buena conmigo no funciona —dijo con una sonrisa encantadora—. Y que sigo sin haber decidido si esto es tu vendetta personal en contra de la magia por haberte dejado fuera de rango y estás aquí para despistar.

Sus palabras me llevaron atrás en el tiempo, a la Cabaña de Otoño. Durante unos instantes, volví a ser aquella joven que todavía no confiaba en la Guardia, que ardía cuando nombraban a la Autoridad y que desconocía que el futuro tenía un tinte escarlata. Durante unos instantes, volvimos a ser aquellos desconocidos que bromeaban desde la seguridad que aportaba la distancia, sin tener que preocuparnos por las barreras que nos separaban ni los sentimientos que nos unían.

¿Qué creéis que hay tras la puerta?

El capítulo del jueves es largooooo.

🏁 : 160 👀, 60🌟 y 71✍

Un besiñoooo 😘

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