58. El idioma del alma
Este capítulo es el doble de largo de lo normal. Léelo con tiempo.
Me desperté tumbada sobre la tela suave de la hamaca. El fuego se había apagado, pero el interior de la cabaña estaba iluminado por los primeros rayos de los soles. En el exterior me recibió un cielo despejado y teñido por los colores del amanecer.
—Buenos días —dije en cuanto me uní a los soldados, que se reunían alrededor de una hoguera.
Pero nadie me respondió. Sus miradas se centraban en Killian, que se encargaba de remover una infusión que desprendía un aroma delicioso.
—¿Ya está lista? —le pregunté.
—En un latido. Voy a coger un poco más de agua.
El jefe del clan desapareció en busca de alguno de los cuencos que se habían llenado con la lluvia. Me senté junto al fuego para deshacerme del frío de la mañana y los soldados intercambiaron miradas recelosas.
—Algo va mal —dijo Max con la mirada fija en la espalda de Killian.
—Anoche vino a la cabaña —expliqué en un susurro—. Me dio una lágrima de luna y me pidió que le borrase la memoria.
—¿¡Que hizo qué!? —exclamó Mónica.
El rostro de Quentin se transformó con reconocimiento; seguro que Killian no le había dicho que planeaba utilizar el poder rubí contra sí mismo.
—¿Pudiste hacerlo? —me preguntó.
Asentí en silencio y los soldados me dedicaron una mirada de asombro que me incomodó. Aidan se llevó una mano a la cabeza, al igual que Max, cuyo rostro se transformó con gravedad.
—Si la Autoridad lo descubre, lo condenarán por traición.
—¿Qué? —pregunté más alto de lo que debería—. ¿Cómo van a culparlo por estar hechizado?
—Es casi imposible utilizar la magia de la mente contra el Ix Realix —me explicó Aidan—. Además de necesitar una conexión profunda con la otra persona, es él mismo quien tiene que abrirle la puerta al poder de las gemas.
—La Autoridad sabrá que ha estado involucrado —se lamentó Quentin.
—Pero es el Ix Realix, no pueden matarlo.
—La ley es justa, y por ello, nada exime de su cumplimiento —recitó Mónica con tristeza.
Los soldados se tensaron cuando Killian regresó con el agua. Lo observé mientras la vertía en el cuenco y me entraron ganas de abofetearlo. ¿Por qué no me había hablado del riesgo al que se enfrentaba?
—Porque entonces habrías tenido que escoger entre la vida de tus amigos y la suya —me dijo Trasno antes de sentarse junto a mí—. No es mal tipo el cachalote deslenguado.
Me volví para disimular una sonrisa y vi que parte del idrïx azul y arena de Mónica estaba al descubierto, ya que como todos sabíamos lo que había ocurrido, no se había preocupado por esconderlo. Le hice una seña que la alertó y la joven cubrió su marca y la de Aidan cuando Killian se acercaba para tendernos la infusión. El aroma dulce y natural alivió parte de mis preocupaciones y la bebida me ayudó a entrar en calor. Desvié la mirada más allá del fuego y fruncí el ceño tras ver un arbusto de color crema entre la vegetación.
—¿Esas flores estaban ahí antes? —pregunté confusa. Los soldados siguieron mi mirada, pero en lugar de responder, arrugaron la frente.
—¿Qué flores?
—Yo también las veo —dijo Killian, que se levantó de inmediato.
Los soldados se tensaron y el jefe del clan avanzó hacia el arbusto cuyos colores no pertenecían a nuestro entorno. Se me aceleró el pulso y fui tras él esperanzada. Killian se agachó y tocó una de las flores rojizas, que desprendió un aroma dulce y conocido que me hizo la boca agua.
—¿A qué huelen? —me preguntó sorprendido.
—A tarta de queso y frambuesas. ¡Ey, Quentin! ¿Quieres comerte una...?
Mi voz perdió fuerza, pues los soldados ya no se encontraban con nosotros. Killian regresó en busca de nuestros amigos, pero el campamento había desaparecido.
—¿Esto es el bosque de Hielo Errante? —me preguntó en un susurro.
A nuestro alrededor no había nada, solo vegetación y aquella planta extraña. Los árboles eran los mismos, al igual que la hierba y los caminos. Killian me señaló la mano y descubrí que todavía sostenía la taza con la infusión que me había entregado.
—Qué buen objeto para llevar a un lugar mágico y desconocido —se burló.
—¿Quieres que te golpee con ella para ver lo efectiva que es?
El jefe del clan me dedicó una sonrisa maliciosa y desvié la mirada hacia el frente. Cerré los ojos y me concentré en analizar la energía que fluía a nuestro alrededor.
—¿Cómo sabremos cuál es el camino correcto?
—Confía en tu instinto —dije antes de empezar a caminar.
Killian siguió la dirección de mi mirada y al fondo encontró otro arbusto de flores rojizas. Nos dirigimos a él y en la distancia descubrimos una mancha violeta entre la verde espesura. La naturaleza se convirtió en nuestra guía y el bosque cambió de aspecto con cada uno de nuestros pasos.
Caminamos durante decenas de posiciones. Nos detuvimos para comer unas bayas deliciosas, aunque no nos atrevimos a tomar nada más. No sabíamos si los frutos celestes que colgaban de las enredaderas de flores estrelladas eran comestibles, ni tampoco si las esferas doradas que brillaban en los árboles diminutos que brotaban en los caminos contenían veneno.
Nos acercamos a un arroyo, deseando calmar nuestra sed, pero cuando sumergí la taza en el agua, se convirtió en hielo antes de perderse bajo la superficie. Me separé al instante, sobresaltada por la escarcha que se me formó en los dedos, y choqué contra el pecho de Killian.
—Quizá por eso lo llaman el bosque de Hielo Errante —dijo pensativo.
A pesar del hambre, la sed y el cansancio, seguimos avanzando. La vegetación cambió tanto que ya no se veían especies conocidas a nuestro alrededor. Killian se encargaba de recordarme que debíamos continuar, pero de vez en cuando, permitía que me detuviese a admirar una planta demasiado hermosa o a oler un aroma que jamás podría olvidar.
—¿Te has fijado en que los árboles son pequeños y las flores enormes? —me preguntó tras descubrir una rosa plateada que nacía entre las rocas. La flor era tan grande como el tronco de un árbol antiguo y no me pude resistir a tocar uno de sus pétalos—. ¡Moira! —me regañó.
Pero sus gritos no me impresionaron tanto como la reacción de la rosa. La flor se iluminó con un brillo argénteo y una ráfaga de aire la hizo bailar al son de su música. Del interior de la rosa brotaron capas de pétalos que aumentaron su magnificencia, y cuando se agotaron, el viento sacudió un óvalo de plata que flotó en el aire. La semilla levitó hasta el otro lado del camino, donde se hundió entre la hierba con un movimiento tan fluido como las olas del mar.
Me acerqué al lugar en el que había desaparecido y Killian me dedicó una mirada de advertencia. El suelo vibró bajo nuestros pies y de la tierra brotó una flor tan luminosa como los soles. Su superficie aterciopelada parecía reflejar la luz de los astros y Killian y yo nos miramos asombrados. Le dedicamos unos latidos a admirar su belleza y el jefe del clan se relajó, lo que confirmó que las hadas del sol que brotaron del interior de la rosa no eran más que un producto de mi imaginación. Las tres mujeres aladas se rieron y crearon arcoíris que se reflejaron en las rocas y en sus brillantes cabellos dorados.
—¿Vamos? —me preguntó Killian con voz suave, ajeno al espectáculo que se desarrollaba ante mis ojos.
Asentí a regañadientes y lo seguí a través de un túnel de enredaderas de cristal. Creí que el tintineo que generaban al moverse lo provocaba el aire, pero luego descubrí que entre ellas se refugiaban seres diminutos que las utilizaban para divertirse saltando a la cuerda.
El jefe del clan se rio de mí por estar tan maravillada con aquellas especies, pues su mente carecía de la habilidad de crear seres irreales en cada rincón. Las voces que resonaban en mi cabeza se multiplicaron, al igual que mis visiones, agravadas por la sed y el temor a estar en un lugar desconocido sin refugio ni armas con las que protegernos.
Cuando los colores del atardecer tiñeron el cielo, descubrimos un manantial que se abría paso entre las rocas. Utilizamos una rama para asegurarnos de que no había peligro de congelación espontánea, y tras olerla y analizarla con detenimiento, decidimos beber. Su frescor y pureza alivió parte del malestar que sentíamos y nuestros cuerpos agradecieron la atención.
—Siento que no tengamos nada que comer —me dijo Killian mientras se refrescaba.
—No te preocupes. Si el hambre se vuelve insoportable, me iniciaré en el canibalismo —le dije con una malicia que hizo reír a Trasno.
—¡Cuidado! —me gritó alarmado.
Sobre las rocas se formó una grieta de hielo que se propagó por la superficie y Killian y yo nos miramos sobresaltados. Ninguno comprendía el comportamiento del bosque, así que decimos marcharnos de aquel lugar y continuar con nuestro viaje.
El hielo nos siguió a todas partes. Allí por dónde pasamos se formaron grietas que cubrieron la vegetación de escarcha, y la situación no hizo más que empeorar con la llegada del anochecer. La oscuridad se cernió sobre nosotros y el manto helado se extendió hasta los caminos que atravesaban la foresta.
Lo único que evitaba que entrase en pánico era la luz celeste que emitía el propio hielo, que dotaba a nuestro entorno de una belleza cristalizada difícil de ignorar. La temperatura cayó en picado y nuestras respiraciones generaron una nube de vaho constante ante nosotros. La preocupación de Killian se reflejó en su rostro y en todas las veces que se volvió hacia mí para comprobar si estaba bien. Su frente se arrugaba cuando me veía frotarme los brazos, pues la ropa que vestíamos no era apta para aquel clima extremo, y después de pasar toda una jornada caminando en busca de refugio, nos miramos desesperanzados.
—Supongo que ahora sí sabemos por qué se llama el bosque de Hielo Errante.
—Deberíamos encender un fuego para calentarnos —sugirió mientras analizaba nuestro entorno.
—¿Las llamas no enfadarán al bosque?
—No lo sé, pero tenemos que hacer algo. Estamos al borde de la hipotermia.
Y tenía razón. Sus labios habían adquirido el mismo tono que las sombras púrpuras que se extendían bajo sus ojos y yo no dejaba de temblar. Me froté las manos en un intento por que recuperasen su coloración normal y Killian las envolvió con las suyas antes de soplar en ellas. La calidez de su aliento me acarició la piel y el jefe del clan desvió la mirada hacia el bosque.
—Si te traigo leña, ¿podrías encender un fuego? —me preguntó.
—Conozco una forma, pero te adelanto que el método hrathni no se me da nada bien.
—Estoy seguro de que lo conseguirás —dijo antes de depositar un suave beso en mis dedos.
El jefe del clan se tensó en cuanto comprendió lo que había hecho y se separó al instante.
—Iré a buscar madera.
—No te alejes demasiado.
Killian asintió y desapareció entre los arbustos y yo me entretuve buscando piedras a mi alrededor. La capa de hielo que lo cubría todo se había vuelto más gruesa y la totalidad del bosque estaba oculta bajo aquella vitrina protectora que parecía haber detenido la vida. Aunque la situación me intranquilizaba, no podía dejar de admirar su belleza. Las estrellas se reflejaban en la superficie de cristal azul que envolvía a la naturaleza y la luz que emitía el hielo centelleaba con energía. Era algo hermoso y nostálgico y parecía que aquel lugar conseguía hablar el idioma de nuestras almas.
Me abrí paso entre la vegetación como pude. Cada vez que resbalaba y me caía de bruces aumentaba el frío que me atravesaba los músculos y me congelaba el pensamiento. El sonido que provocaban mis dientes al castañear resonaba en la tranquilidad de un entorno helado y sin vida en el que hasta los animales habían desaparecido. Ni siquiera el viento parecía ser capaz de soportar aquel clima.
Me apoyé sobre el cristal en un intento por vislumbrar alguna piedra a través de la capa de hielo. Si íbamos a encender un fuego, quería proteger al bosque con un círculo de rocas que contuviesen las llamas. No sabíamos qué efecto podría tener el calor en aquel entorno. Nuestra intención no era dañarlo, solo sobrevivir.
La energía que cargaba el ambiente cambió y me detuve de inmediato. Un poder extraño me atravesó los poros y me erizó la piel de la nuca. Me estremecí con otro escalofrío y jadeé sorprendida, pues ante mí, en medio del camino, se formó una pirámide de piedras redondas y planas. Eran del tamaño de mi mano y su superficie moteada emitía destellos que se camuflaban entre los minerales que contenían.
Me agaché ante las rocas, pero me resbalé y caí sobre ellas. Me levanté de inmediato, sorprendida por su calidez. Parecía que los soles las habían acariciado en un entorno muy lejano y me saqué la capa, que estaba cubierta de escarcha, y la utilicé para crear una bolsa con la que cargarlas.
Sin una tela que me protegiese de la humedad del aire, mis músculos se resintieron todavía más. Me apreté las piedras contra el pecho en un intento por aliviar el dolor que sentía cada vez que respiraba y me esforcé por avanzar. Mientras me dirigía al claro, llegué a la conclusión de que las piedras no estaban calientes, sino que todo lo demás estaba muy frío. Dejé la capa sobre el lugar en el que Killian y yo nos habíamos despedido y con gran dificultad, ya que mis dedos amoratados no respondían a mis demandas, creé un círculo sobre la zona más alejada de la vegetación.
El suelo comenzó a vibrar. El hielo que cubría a la gran roca que se elevaba al fondo del claro se fragmentó y la piedra se deslizó hacia un lado sin esfuerzo. Del hueco que dejó a la vista surgió un enano que caminaba distraído mientras revisaba los cristales y las piedras preciosas que sostenía entre las manos. La cueva se cerró y el hombre me miró desconcertado. Sus ojos eran del color de la arena bañada por el sol y tenía el cabello rubio y trenzado a ambos lados del rostro. La barba, también trenzada, le caía hasta la cintura adornada con ornamentos de todos los colores. Estaba descalzo y vestía ropa de trabajo marrón, aunque sus brazos y piernas quedaban al descubierto.
—¿No tienes frío? —le pregunté tiritando.
El enano ladeó la cabeza y sonrió cuando vio el círculo de piedras ante mí. Se acercó con cautela y se agachó sobre el suelo helado sin decir nada. De su cuello colgaba una cadena que escondía tras la barba y el hombre la recuperó para sostener un brillante cristal verde terminado en punta. Con él golpeó una piedra y el sonido que emitió fue tan armónico que se asemejó a una nota musical. La roca se partió en dos y de su interior brotaron pequeños cubos de cristal ambarino que centellearon con el color de la lava. Una nube de vaho se formó ante nosotros y el hielo comenzó a derretirse.
—¡Moira!
El grito de Killian se elevó sobre el crujir de la escarcha y el vapor. Su voz me sacó de la ensoñación y sentí un latigazo de dolor que me asustó. El jefe del clan se arrodilló junto a mí y me obligó a soltar la piedra. Gemí en cuanto comprendí que me había quemado la mano y el dolor se multiplicó.
—¿Qué ha pasado? —me preguntó mientras me sostenía con delicadeza para observar la herida.
Me quedé en silencio y su mirada descendió sobre mí con preocupación. ¿Cómo iba explicarle que había perdido el sentido de la realidad? Retiré la mano avergonzada y me volví hacia el círculo de piedras, que desprendía un calor que me relajó los músculos y agravó mi dolor. Cogí un puñado de las ramas que había traído Killian y las lancé sobre los cristales ámbar, que las incendiaron al instante. El jefe del clan y yo sonreímos aliviados, pero cuando me volví para coger más, descubrí que ya se habían acabado.
—Fueron las únicas que vi en el suelo y tuve que romper el hielo para hacerme con ellas —me dijo con pesar—. No quiero coger madera de los árboles porque no conozco estas especies y no sé si se regeneran como las nuestras.
—Yo habría hecho lo mismo —le dije cuando me miró con disculpas en los ojos.
La energía del claro cambió y mi mente se resintió por la presencia de un poder desconocido. Killian gimió asombrado, pues ante nosotros, junto al fuego, se formó una montaña de leña apilada con esmero. Nos volvimos en busca de la persona que nos había ayudado, pero cuando descubrimos un entorno silente y congelado, comprendimos que no había nadie entre la vegetación cristalizada.
Era el bosque. Era el hielo. Era la naturaleza que se escondía bajo la escarcha. Nuestro entorno tenía vida y voluntad propia, nos observaba a través de unos ojos infinitos que lo alcanzaban todo. Era la propia espesura quien decidía nuestro futuro. La luz del hielo nos atravesaba los huesos, y si lo que descubría era de su agrado, permitiría que siguiésemos con vida hasta alcanzar la siguiente prueba.
El jefe del clan se levantó para cerrar el círculo de piedras y echarle varios troncos al fuego. Las llamas se alzaron ante nosotros y aliviaron el temblor de nuestros cuerpos, pero el dolor que sentía se agravó y me vi obligada a alejarme. Killian frunció el ceño y se volvió hacia la naturaleza cristalizada. La hoguera había comenzado a derretir el hielo que se extendía sobre el suelo circundante, donde encontró una hoja verde y lisa que seguía cubierta de escarcha.
—Dame la mano —pidió con voz suave.
En cuanto me la envolvió, sentí un alivio instantáneo. La escarcha de la hoja, en lugar de fundirse con la cercanía del fuego, se solidificó y mitigó el dolor hasta que lo convirtió en un vago recuerdo.
—¡Ninfas, Ix Realix! Me deja asombrada con sus habilidades no mágicas.
—Tuve una buena maestra —me dijo con un guiño antes de levantarse.
Killian estiró mi capa, que descansaba sobre el suelo, y me hizo un gesto para que me acercase. La calidez de la hoguera fue un regalo para mi cuerpo entumecido y dejé de temblar casi al instante. Mi piel recuperó su coloración normal y me entretuve viendo cómo el jefe del clan avivaba las llamas.
Habíamos encontrado la forma de sobrevivir a aquel atardecer, y en cuanto la adrenalina dejó de fluir por mis venas, el cansancio me anuló por completo. No sabía cuánto tiempo habíamos pasado caminando, pero tenía hambre, sed y estaba agotada. Suspiré y me tumbé sobre la capa. Lo último que vi fue el reflejo de los cristales ambarinos antes de ceder a la oscuridad.
Capítulo extralargoooooooo😏
Cuantísimas cosas están pasando. 👀
Que resulta que la magia de la mente en el Ix Realix tiene más consecuencias de las que esperábamos...😐
Llegamos al bosque de Hielo Erranteeeee aAAAAAAH ¿Qué os ha parecido? 🌲
Tenemos de vuelta al dúo dinámico. ¿Cómo nos sentimos? 💫
Las visiones de Moira continúan empeorando y cada vez se hace más daño a sí misma. ¿Teorías sobre el futuro? ☄
¿Sobrevivirán al bosque? ✨
Contadme cosaaaaaaaaaaaaaaaaaas📩
Espero que os haya gustado😻
QUEDAN SEIS CAPÍTULOS. DOS SEMANAS. AHHH.
🏁 : 195 👀, 83 🌟 y 88✍
Nos vemos el lunes, o quizá el martes ❤
Un besiño😘
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top