55. Una promesa incumplida


El pánico en la voz del jefe del clan activó los sonidos a mi alrededor y me levanté de golpe, impulsada por el miedo que me aceleró el corazón. Me volví en busca de Max, pero la debilidad me traicionó y me desplomé como un árbol sin vida. Killian me atrapó entre sus brazos e impidió que aterrizase sobre el suelo sin dejar de buscar a su amigo con ojos suplicantes.

—¡¡Max!! —gritó Mónica con pavor.

—Estoy aquí —dijo el esmeralda, que surgió de entre los árboles aturdido y cubierto de ceniza.

El alivio me llenó los ojos de lágrimas, pero una ráfaga de viento las secó al instante. El bosque se removió con energía. La lluvia se intensificó, como si pretendiese purificar nuestro entorno, y en aquel momento comprendí que la cúpula de luz iridiscente no lo había destrozado todo, sino que le había devuelto la vida a la naturaleza.

Apoyé la cabeza contra el pecho de Killian y me reí agotada. La calidez que emitía su cuerpo me protegió del frío de la lluvia, que nos caló hasta los huesos. El agua se acumuló bajo nuestros pies y de las colinas brotaron torrentes que limpiaron las hojas y le devolvieron el color a la hierba. Las ramas de los árboles se estiraron en todas las direcciones y el viento se coló entre la vegetación y generó un rumor cargado de vida. Los soldados avanzaron hacia nosotros y Killian me miró confuso, al igual que los demás.

—Os dije que no tenía magia, pero no quisisteis escucharme —les recordé mientras me quitaba el colgante que llevaba al cuello.

Sostuve la fina cadena de plata entre los dedos y el viento la meció ante nosotros. La piedra blanca que había recogido del lago hacía lo que semejaba ser toda una eternidad proyectó un haz de luz multicolor, pues la calidez de los soles incidió sobre los fragmentos de cristal con los que Killian la había llenado de vida. Había sentido la magia de las gemas desde la primera vez que la había tocado, pero jamás se me habría ocurrido pensar que albergaba semejante poder.

—¿Cómo es posible? —preguntó Max sorprendido.

—La encanté con un hechizo de protección —dijo Killian en un susurro incrédulo que me removió por dentro—. Tomé los fragmentos de las paredes de la cueva Original. Los cristales deben acumular el poder de las gemas y consumirlo cuando Moira está en peligro.

—¿Lo utilizaste cuando te atacó el jabalí de fuego? —me preguntó Mónica.

—¿Y también contra Catnia en el castillo?

—No sé cómo funciona. Ni siquiera sabía que tenía ese poder hasta que destrocé el jardín de la Fortaleza. —Mónica y Aidan intercambiaron miradas de comprensión—. Se activa cuando tengo miedo, pero no sé cómo contro...

Las palabras se me atascaron en la garganta y Max y yo nos volvimos hacia el bosque. La lluvia se intensificó y su murmullo escondió un mensaje que me erizó la piel y me llenó el pecho de tristeza.

—¿Qué ocurre? —preguntó Quentin.

—Los árboles de lluvia están llorando —susurró Max.

—Es la canción de la muerte.

Mi voz se abrió paso entre el viento y el lamento de los árboles se agravó. Los soldados se prepararon para atacar, pero el poder de las gemas se mantuvo estable a nuestro alrededor. Un mal presentimiento me estranguló el estómago y un estallido resonó en la inmensidad. La magia de los soldados me cegó y la niebla se apoderó de mi mente con una fuerza para la que no estaba preparada.

La tierra era incapaz de absorber el agua acumulada y se produjo un desprendimiento en la ladera que se alzaba sobre nosotros. Grité aterrorizada por la energía del damnare, que me acarició la piel con su veneno, pero las explosiones de poder de los soldados impidieron que viese lo que ocurría ante mí.

Alguien me empujó para apartarme de la trayectoria de las rocas que se deslizaban en mi dirección y se me cayó el colgante de las manos. El rugido de la tierra me aturdió y me arrodillé en el agua para buscarlo, pues era él quien me protegía del poder de las gemas. Los fragmentos de las piedras nacidas en la cueva Original absorbían la magia para fortalecer el hechizo de protección y, a cambio, aliviaban los efectos que esta tenía sobre mí.

—¡No! —exclamé cuando atrapé el colgante entre los dedos.

Pues ya era demasiado tarde.

La energía alquímica se liberó por última vez antes de ser consumida por la pureza de las gemas. La tierra dejó de vibrar y los soldados utilizaron la magia para separar las piedras que sepultaban el bosque.

—¡Más rápido! —gritó Aidan desesperado.

Pero ya no había nada que hacer.

Los árboles de lluvia dejaron de anunciar la muerte, pues la vida que lamentaban ya se había extinguido, y se me llenaron los ojos de lágrimas mientras avanzaba hacia los soldados.

—¡Está aquí! —exclamó Quentin.

El rubí utilizó su poder escarlata para hacer levitar las rocas y bajo ellas apareció el cuerpo inerte de Max. El sollozo que escapó de mis labios resonó en el bosque y los rostros de los soldados se retorcieron con dolor. Aidan jadeó cuando descubrió que su piel estaba helada y yo me dejé caer junto a él.

—¡No llores! —me gritó Mónica con rabia—. ¡Todavía tenemos tiempo!

La angustia que cargó su voz se me acumuló en la garganta y las lágrimas se deslizaron por mis mejillas y se ocultaron entre las gotas de lluvia. Trasno se materializó ante mí y me acarició la mano en un gesto de apoyo que me rompió por dentro, pues simbolizaba la peor de las confirmaciones.

Mi pecho ardió con dolor y me llevé una mano a la boca para silenciar un sollozo. Quentin me miró, afectado por las emociones que percibía en mi interior, y de las manos de Killian brotó una luz celeste que iluminó la cabeza ensangrentada de Max. El rostro pálido y frío del esmeralda mostraba una expresión en calma, como si hubiese hecho las paces con su muerte, y el viento me susurró sus palabras al oído:

«La realidad no va a cambiar por mucho que nos empeñemos en negarla».

Max había vivido cada atardecer de los últimos cuatro soles pensando que podría ser el último que percibiesen sus ojos. ¿Cuántos encuentros habría tenido con la muerte? ¿Cuánto sufrimiento habría soportado su corazón bondadoso? Los gritos de los soldados perecieron bajo el sonido de mis recuerdos y me aparté para permitir que se acercasen al cuerpo del esmeralda. Los soldados se esforzaron por devolverlo a la vida y sus expresiones de pánico apretaron el nudo que tenía en la garganta.

Las lágrimas me dificultaron la visión y solo percibí la luz de sus hechizos. Mi corazón se convirtió en un reloj que me llevó al pasado y me regaló el recuerdo de los abrazos de Max. Me estremecí al ritmo del llanto y la risa del soldado resonó en mi mente, al igual que la resignación que se apoderaba de su rostro cada vez que Quentin y Aidan lo sacaban de quicio. Pensé en los secretos que compartíamos, en todas las veces que me había protegido, en el entusiasmo que teñía sus ojos cada vez que descubría algo nuevo. Pensé en las carcajadas que había compartido con Musa, en los besos furtivos con Marco, en la esperanza que se apoderó de su rostro cuando le dijimos que íbamos a hacer hasta lo imposible por protegerlo. Él lo había dado todo por nosotros: su amistad, su lealtad y su vida.

Y a cambio le habíamos regalado una promesa incumplida.

😭😭😭Lloré muchísimo escribiendo esto😭😭😭

Mi Max... 💔

Capítulo de acontecimientos y revelaciones.

Moira os dijo que no tenía magia desde el principio, pero no quisisteis creerla...

Sé que la mayoría queríais que la tuviese, pero el poder de Moira reside, precisamente, en aquello que la diferencia de los demás. Ella no necesita tener una gema afín. Ella es magia por sí misma.

¿Os ha gustado el medallón?

¿Qué creéis que pasará ahora? ¿Sobrevivirán al bosque?

Contadme cosiñas 📩

Espero que este capítulo no haya dolido mucho😻

🏁 : 195 👀, 83 🌟 y 88✍

Nos vemos el lunes y prometo que, a pesar de todo, os encantará el capítulo

De hecho, si sufrís mucho y me colapsáis el chat, a lo mejor subo el próximo antes de tiempo para aliviar un poco el dolor 💔 Aunque el lunes ya está ahí.

Un besiñoooooo😘

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