46. Tolerancia prudencial


Era incapaz de concentrarme. Me planteé abandonar las clases en Slusonia durante unos atardeceres, pero gracias a mi padre, comprendí que mis alumnos habían empezado a encontrar un refugio en aquella aula. La civilización antigua era una distracción que los alejaba de la incertidumbre del presente, un sentimiento que se agravaba con cada puesta de los soles.

En un intento por evitar más traiciones, Killian llevó a los sanadores a Rubí en secreto. Los soldados se esforzaron por averiguar quién había filtrado la información, pero encontrar al culpable entre las más de treinta personas que habíamos acudido a la reunión no era sencillo.

Atravesé los jardines en dirección a la Casa Aylerix, ya que los soldados y yo habíamos acordado reunirnos para volver a visitar la Ciudad Gris. Me encontraba entre los arbustos de las tormentas cuando escuché a Alis y a Zeri discutir. Los vi desde la distancia, en una zona más elevada, y aunque no entendía lo que decían, la expresión del rubí fue suficiente para que comprendiese la seriedad de la conversación. El joven gesticuló con vehemencia y dejó a Alis atrás con el rostro airado.

—¿Qué pasa? —le pregunté cuando nuestros caminos se encontraron.

—A Alis le preocupa que vayamos en contra del Consejo Rubí, pero tengo asuntos más importantes en los que pensar en este momento.

Y el joven no se equivocaba. Nuestros rostros reflejaron la desolación de la Ciudad Gris en cuanto atravesamos las fronteras de los reinos. Los soldados y yo alcanzamos el bosque en el que reunían a los enfermos con asombro, pues habían sustituido la carpa de tela por una entrada de madera y piedra que los protegía de la lluvia. Los helechos y las plantas de algodón se habían convertido en camas de agua donde los rubíes se refugiaban bajo las mantas de espuma de mar. Las copas de los árboles estaban cubiertas por esponjosas nubes blancas que los guardaban del frío, y entre los troncos descubrí estanterías de cuerda y lámparas de sal que facilitaban la labor de los rebeldes. El suelo de tierra húmeda se escondía bajo una capa de arena que parecía calentarse con la energía de los soles, y a ambos lados del asentamiento descansaban cajas con frutas y alimentos que buscaban mejorar el estado de los enfermos.

Pero aquellos no fueron los cambios más relevantes. El número de neis que buscaban abrigo entre los árboles se había duplicado desde mi última visita. La ausencia de los rubíes que habían perecido con el paso de los atardeceres era innegable y los rostros de los presentes acusaban una complicación de los síntomas.

—Dulces arenas de plata —susurró Aidan tras percibir la delgadez extrema, la palidez y la debilidad de los enfermos.

Killian nos encontró entre la multitud, pero fue detenido por Foyer, que se acercó junto a Emosi para hacerle una consulta. El líder rebelde, el jefe del clan Rubí y el Ix Realix parecían haber alcanzado una tolerancia prudencial que permitía que trabajasen juntos incluso cuando no confiaban los unos en los otros.

—A ver cuánto duraaaa —canturreó Trasno mientras saltaba sobre las camas de agua.

—¿Qué hace ella aquí? —preguntó Quentin sin dejar de mirar a Elísabet.

—Es la Ix Realix del clan, muestra un poco de respeto —le regañó Max.

Zeri se dirigió a la camilla ocupada por Lev, que se alegró de ver a su amigo. El joven mostraba una debilidad preocupante, al igual que los demás enfermos, y el rostro de Zeri se torció con un pesar que no logró controlar.

—Dime que hay buenas noticias —le pedí al sanador.

«Lo que hay es una tragedia esperándonos a la vuelta de la esquina».

Doc me miró con el semblante serio y sus palabras de humo llamaron la atención del rubí que descansaba en la camilla más próxima, que nos observó preocupado. El sanador me agarró del brazo y me llevó a una zona apartada. Sus aprendices se movían entre los enfermos portando artefactos con los que medirles las constantes energéticas. Los cristales y las piedras extraídas de las minas de los reinos flotaban a su alrededor y los anillos elementales que utilizaban para hacerles un diagnóstico brillaban entre los árboles.

—¿No habéis encontrado respuestas?

«Hemos intentado restaurar su poder vital y nos ha resultado imposible» —me explicó—. «Nada diferencia a sus mentes y sus cuerpos de los nuestros, pero parecen ser incapaces de procesar la energía».

—¿Se trata de la misma enfermedad que surgió cuando Adaír era Ix Realix?

Doc me miró con recelo y se atusó la barba mientras negaba en silencio.

«No sé qué ocurrió entonces ni tampoco lo que acontece ahora» —dijo después de unos latidos—. «Los enfermos de nuestro reino reaccionaron del mismo modo a la dolencia. También se presentó en los habitantes más pobres, pero esa es la única conexión que encuentro entre ambos casos».

—¿Crees que hay algo en el entorno o en su estilo de vida que origina la enfermedad?

«De ser así, habrían enfermado todos los ciudadgrisensis. Las condiciones en las que viven son comunes en todo el asentamiento».

—¿Cómo detuvisteis la enfermedad en el pasado?

«No lo hicimos, desapareció de un atardecer a otro».

—¿Antes o después de que falleciese mi padre?

Killian se acercó y el rostro del sanador se transformó por la culpabilidad.

—Está bien, sanador —le dijo mientras le posaba una mano en el hombro—. Sé que mi padre confiaba en usted, no dudaré de su palabra.

«La confianza es un arma de doble filo, Ix Realix, haría bien en cuidar sus espaldas».

El rostro de Killian se agravó y el aqua asintió en silencio.

«Se dieron muchos conflictos durante el gobierno de su padre, pero ninguno lo devastó tanto como las muertes provocadas por esta dolencia. El Ix Realix, Farren y yo intentamos dar con la forma de curar a las familias afectadas, o al menos de protegerlas para que no contrajesen la enfermedad, pero todos nuestros esfuerzos fueron en vano».

—Su diario recoge algunos de los enlaces que creasteis para combatir la dolencia.

«La situación se alargó durante lunas y cada vez fallecían más neis. Nada de lo que hicimos logró salvarles la vida».

—¿Y entonces la enfermedad desapareció? —pregunté confusa.

«Así fue. El Ix Realix falleció y el reino lloró su muerte. Llegaron personas de todos los clanes para presentar sus respetos y la vida nunca volvió a ser la misma».

—¿Cree que esto podría haber sido provocado? —le preguntó Killian en un susurro.

«Le diré lo mismo que le dije a su padre entonces, Ix Realix: no existen las enfermedades en Neibos».

Me llevé una mano a la frente y Killian me miró con el mismo temor que latía en mi pecho. El sanador guardó silencio y la voz de un niño que se sentaba a los pies de una cama cercana me llamó la atención.

—¿Tienes otro para mi mamá? —le preguntó a la rebelde que le acababa de entregar un fruto del árbol del amanecer.

—Lo siento, pequeño, pero ya no nos quedan más —le respondió la mujer con pesar.

—No pasa nada. Toma, mami, te doy el mío.

—No será necesario —le dijo Killian mientras se agachaba junto a él.

Entre sus dedos se formó un fruto anaranjado que ganó tamaño con los latidos y la carcajada del pequeño se convirtió en un soplo de aire fresco en aquel entorno gris.

—¡Mira, mamá!

La mujer estaba tan pálida como la nieve y le dio las gracias a Killian con esfuerzo. Era evidente que luchaba por resistir junto a su hijo hasta que la enfermedad se los llevase a los dos. El sanador y yo intercambiamos miradas de gravedad y me volví hacia el jefe del clan en cuanto percibí que cambiaba la energía de las gemas.

—Killian —dije mientras le posaba una mano en el hombro para detenerlo—. Si me quieres alimentar, no me des un pez...

—Enséñame a pescar —dijeron él y Emosi al unísono.

Los presentes me miraron confundidos, pues no comprendieron el significado de aquella frase de la civilización antigua. Killian, sin embargo, la entendió a la perfección. El Ix Realix se apoyó en el tronco más cercano, y tras susurrar unas palabras que activaron la magia de las gemas, lo convirtió en un árbol del amanecer que se estiró en todas las direcciones. Los frutos brotaron de las ramas que descansaban sobre las cabezas de los enfermos, que sonrieron maravillados, y Emosi y los sanadores se movilizaron al instante. El bosque se tiñó con los colores de los hechizos que transformaron la vegetación en especies que producían frutos cargados de nutrientes. Mónica se alejó y de sus dedos brotó un haz luz tostada tan brillante que llamó la atención de todo el mundo. La obsidiana golpeó el suelo, que vibró bajo nuestros pies, y en el lado opuesto del bosque se formó una explanada de tierra labrada que se llevó por delante los helechos y las hierbas.

Quentin y Zeri unieron fuerzas para generar una tormenta rubí que consiguió que cayesen semillas escarlatas del cielo. Aidan y Max compartieron una sonrisa, y mientras el aqua invocaba una lluvia ligera que humedeció la tierra e hidrató las semillas, el esmeralda realizó un conjuro que le dio vida a las plantas y las hizo crecer al instante. Nuestro entorno se llenó de frutas y hortalizas de todos los colores, y Elísabet se encargó de generar nubes que flotaron sobre la plantación y produjeron luz y gotas de rocío para satisfacer las necesidades de cada especie.

La magia inundó el aire y el bosque se llenó con la alegría de los rubíes, que recuperaron la esperanza. Aquellos que tenían energía utilizaron hasta la última pizca de su poder para darle vida al entorno, y cuando terminaron, sus rostros mostraron la misma palidez que la de los enfermos. Los neis se llevaron las manos a los tallos de udela en busca del nögle que los ayudaría a recuperar fuerzas, y Killian gimió con un gesto de dolor que nos alteró a todos.

—¡Mira lo que has hecho! —me gritó Elísabet.

—¿Cómo es esto culpa suya? —le preguntó Quentin, que se ganó una reprimenda por parte de Mónica.

—¿Qué ocurre, Killian?

—Nos están atacando.

Cambio de frecuencia de actualización a partir de la semana que viene

Nos estamos adentrando en mi parte favorita del libro: donde están todas las respuestas. A partir de ahora llegará una cosa detrás de otra y los acontecimientos que hemos estado leyendo hasta el momento cobrarán sentido. Tengo varios capítulos corregidos, así que a partir de la semana, siempre que se cumpla la meta, actualizaré lunes, jueves y sábado🎊

¿Qué os ha parecido la magia de los neis?

¿Y qué pensáis que ocurre en Aqua?

Muchísimas gracias a todas por vuestros buenos deseos. Ya me siento mucho mejor 😍

Nos quedan 20 capítulos de novela 🤸🤸

¿Qué giro argumental o plot twist esperáis?📩

Espero que os haya gustado😻

🏁 : 195 👀, 83 🌟 y 88✍

Nos vemos el lunes ❤

Un besiñooooo😘

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top