30. Damnare
*Llora porque nadie se acuerda de quién es Max* 💔
¿Cómo es posible? Es uno de los personajes principales 😭
El peso de Max cayó contra mí y se me aceleró el corazón en cuanto percibí el mal estado en el que se encontraba. Le fallaron las piernas y lo cubrí con mi capa mientras lo ayudaba a sentarse en el suelo. Sus iris del color de la hierba me observaron con angustia y su piel olivácea palideció. El cabello marrón que normalmente se recogía en un nudo sobre la nuca se precipitó sobre sus hombros y el esmeralda se llevó una mano a la cabeza.
—Ya no puedo controlarlo —se lamentó desesperado.
—¿Por qué no? —le pregunté mientras me arrodillaba junto a él.
Max no me respondió y le deslicé una mano por la mejilla para obligarlo a levantar la mirada. Las emociones que reflejaron sus ojos se ocultaron bajo las lágrimas y verlo en aquel estado me rompió el corazón.
El poder de las gemas seguía enturbiado; había una presencia oscura a nuestro alrededor. El esmeralda negó y la expresión de derrota que se apoderó de su rostro no hizo más que aumentar mi preocupación.
Jamás habíamos hablado de lo que le ocurría. Tras la conversación en los acantilados, después de la batalla contra Júpiter, Max se había mostrado ante mí en su forma animal porque resultaba evidente que sabía que era él. Nunca me dio explicaciones ni yo se las pedí, pues de su comportamiento esquivo deducía que aquel era un secreto que nadie debía conocer.
Tenía demasiadas preguntas que carecían de respuesta y lo que más me aturdía era la voz que se había situado en un lugar de mi mente al que no podía acceder. Desde su posición inalterable, la duda cuestionaba sin descanso si lo que veía era real o si se trataba de otra alucinación, y por desgracia, el juicio nunca alcanzaba un veredicto digno de mi confianza.
—¿Cómo te ayudo? —le pregunté con impotencia. Max deslizó la mano sobre la mía y la separó de su mejilla con ternura.
—No puedes, Moira. Nadie puede. Es un damnare.
—¿Qué significa eso?
—Que estoy maldito.
Las palabras del soldado resonaron con una severidad que me erizó la piel. La energía oscura cobró sentido de inmediato. Mis músculos perdieron fuerza y el temor me alcanzó los huesos. Max se pasó una mano por el cabello. Los mechones que le caían lacios hasta los hombros se deslizaron hacia atrás y el esmeralda se volvió para dejar al descubierto la marca violeta que tenía en la nuca; el motivo por el que siempre se ataba la melena con un nudo. Toqué las líneas oscuras que le manchaban la piel y Max tembló bajo mis dedos. Juntas formaban un círculo de símbolos elementales sesgados y maltratados. En su interior se encontraban siete lunas que rodeaban un ojo cuya pupila contenía el antiguo símbolo de la alquimia.
Me alejé como si quemase y Max se encogió por mi reacción. Había sentido el veneno de aquella magia en la piel. Todavía percibía los vestigios de la oscuridad que convertía la energía de las gemas en algo maligno y cruel, características que el soldado no poseía.
—¿Por qué estás maldito? —le pregunté en un susurro.
—Por mi propia estupidez —dijo con un sufrimiento que provocó que lo tomase de las manos.
Fue entonces cuando lo vi.
En su muñeca izquierda, con los tonos de la más bella de las forestas, brillaba un delicado idrïx, la marca que probaba que Max había oficializado el vínculo nywïth. El desconcierto me transformó la expresión y acaricié los símbolos que hacían referencia al poder Esmeralda y que siempre habían estado ocultos bajo la ropa del soldado.
—Fue ella —dijo con una sonrisa amarga.
—¿Tu propia nywïth te maldijo? —pregunté aturdida. Max asintió y su rostro se convirtió en una mueca de rabia—. ¿Cómo conseguiste que te dejasen formar parte de la Guardia?
—Ocurrió después de que me nombrasen Ix Aylerix.
El soldado se detuvo y mi mirada fue suficiente para que comprendiese que había llegado el momento de contar la verdad. Max suspiró y se volvió a pasar la mano por el cabello, como si en aquel gesto encontrase la fuerza necesaria para visitar el dolor de los recuerdos.
—Hace edades, los eruditos descubrieron que se podía realizar otro tipo de magia, más poderosa y efectiva, si se transmutaba la energía de las gemas. Pero en su investigación comprendieron que los hechizos contaminaban el poder elemental y, de caer en las manos equivocadas, tendrían la capacidad de sumir el mundo entre las sombras. Para evitarlo se prohibió el uso de aquella magia y la realidad se convirtió en una leyenda codiciada por muchos.
»Cuatro helios atrás reapareció una facción en Esmeralda que defendía el uso alquímico de la energía de las gemas. Su intención era acabar con la Autoridad del clan y se enviaron varios grupos de soldados para ponerle fin a la amenaza. Cuando no regresaron, Oak vino a pedirle ayuda a Killian.
»Mi deber como esmeralda es proteger a mi Ix Regnix, así que partí junto con los mejores soldados de los reinos. Tras varias puestas de los soles logramos dar con la facción rebelde, pero los habíamos subestimado. Eran demasiados y sus filas se escondían en guaridas ocultas por todo el territorio. Decidimos cambiar de estrategia y algunos fuimos elegidos para infiltrarnos en sus células. Mis compañeros fueron asesinados en cuanto atravesaron la puerta...
—Pero tú te ganaste su confianza.
Max asintió y no necesité más que ver su rostro para comprender por qué había logrado engañarlos, pues todo en él demostraba lealtad.
—Pretendían atacar la Fortaleza Esmeralda para acabar con el gobierno y dar comienzo a un nuevo orden. Tenía que averiguar cuál era su plan, así que me quedé con ellos durante varios atardeceres. Ella apareció poco después.
Max guardó silencio. El dolor que le provocaban los recuerdos se palpaba en cada palabra y el soldado se acarició el idrïx en un intento por mitigar el daño causado.
—En cuanto descubrimos que éramos nywïth, todo cambió. La conexión era real, podía sentirlo en cada uno de mis latidos, pero sus palabras resultaron ser el más pérfido de los engaños. Todo lo que me contó eran mentiras que buscaban embaucarme. Dejó que pensase que la había convencido para huir juntos, y cuando me tuvo a su merced, me traicionó.
—¿Te maldijo con un cuerpo animal?
—Esa es la parte buena.
—¿Y cuál es la mala?
—Que estoy condenado a morir.
Me sacudí con un escalofrío y lo miré conmocionada.
—Se me han concedido siete vidas, pero la maldición atrae la energía de carga negativa y provoca que cualquier daño o catástrofe de mi entorno recaiga sobre mí.
Mi corazón se aceleró sin permiso y reviví todas las veces en las que Max había estado cercano a la muerte. Recordé la piedra que lo había lanzado por un precipicio cuando regresábamos del Hrath, cómo siempre se veía obligado a luchar contra los soldados más experimentados, la expresión de su cuerpo pálido y sin vida tendido en el suelo...
«—Cuando casi mueres ahogado en las cuevas de la gema Aquamarina, no fui yo quien te salvó, ¿verdad?
—No».
Me llevé una mano a la frente, incapaz de lidiar con los pensamientos que me abrumaban, y Max se removió bajo mi capa, expuesto y perdido en sus recuerdos.
—¿Cómo rompemos el hechizo? —pregunté con angustia.
—No se puede.
—Tenemos que hablar con los ancianos, Devo podrá ayudarnos.
—Su cónclave todavía no ha terminado.
—¿Killian no tiene a los eruditos trabajando en una solución?
El soldado intentó mantener una expresión neutral, pero sus ojos lo delataron.
—No se lo has dicho.
—Nadie puede saberlo, Moira. Me matarían en cuanto lo descubriesen.
—Killian jamás ordenaría tu muerte —respondí molesta por su insinuación.
—Killian es el Ix Realix de Neibos. Su deber es hacer lo mejor para los seis reinos sin importar sus deseos. Tú tampoco tendrías que saberlo.
Sus palabras me hirieron más de lo que estaba preparada para admitir y mi reacción ante su desprecio se reflejó en mi rostro.
—Moira, ¿es que no lo entiendes? —me preguntó con voz suave mientras me agarraba de las manos—. Esta magia está prohibida porque la energía transmutada puede sembrar el caos. Su presencia es dañina y su consecuencias son impredecibles. Si descubren que lo sabes y no has dicho nada...
—Me matarán contigo —dije en un susurro.
Max golpeó el suelo con rabia y mi mente empezó a trabajar a toda velocidad. La energía fluía por el planeta y nutría todo cuanto existía sobre la faz de Neibos. No se podía destruir ni crear, solo transformar.
—Tiene que haber una forma de solucionarlo —dije convencida.
—No la hay.
—Si conseguimos dar con tu nywïth...
—No podrás encontrarla.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Porque la maté.
Separé los labios por la conmoción y exhalé en un acto inconsciente. El miedo que me provocó saber que había asesinado a la persona con la que estaba vinculado quedó reducido a un segundo plano cuando comprendí por qué no podríamos deshacer el damnare. Si fallecía la nei que lo había conjurado su energía se transformaba, y con su vida, también se perdía la forma de deshacer la maldición.
—No tenía alternativa —dijo cuando percibió la ira en mi mirada—. Utilizaron la magia oscura para entrar en la Fortaleza Esmeralda. Estaban a punto de matar a la jefa del clan. Un reino necesita a su líder, Moira.
—¡Y nosotros te necesitamos a ti! —exclamé con los ojos anegados en lágrimas.
Max ladeó la cabeza y me miró con tristeza. La humedad se deslizó por mis mejillas y me deshice de ella con un gesto cargado de rabia.
—¿Qué es lo que ha cambiado? —le pregunté.
—¿A qué te refieres?
—Dijiste que ya no podías controlarlo. ¿Por qué? —El soldado evitó mi mirada e intentó levantarse, pero mi agarre lo detuvo—. ¿Por qué no, Max?
—Porque solo me queda una vida.
Respueeeeeestas, mi gente.
Contadme qué os ha parecido toda esta vaina 😏
Ahora habrá más teorías, ¿o no?
Muchas gracias por toda la interacción de los últimos capítulos 😻 Me encanta ver hilos de debate.
Espero que os haya gustadoooo ❤
🏁 : 175 👀, 75🌟 y 80✍
Nos leemos el jueveeeees.
Un besiño😘
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