14. Cómo destruir un reino
Me oculté tras el árbol de luz que había en uno de los múltiples jardines de la Fortaleza y me agazapé entre sus ramas. Mientras esperaba a mi víctima me entretuve admirando la magnificencia de su tronco, pues se enredaba sobre sí mismo para formar un sinuoso relieve que cautivaba con su belleza. De él brotaban ramas tostadas de las que colgaban hojas en los tonos del mar del reino, pero lo que más llamaba la atención eran las flores hexagonales que se escondían entre ellas y brillaban con luz propia. Me agaché tras ver una negra melena rizada que caminaba hacia mí, y cuando estuvo lo bastante cerca, ataqué sin contemplación.
—¡Ah!
La noche se iluminó con las explosiones de luz que estallaron alrededor de Cruz y el gemido que brotó de sus labios, junto con su expresión sobresaltada, provocó que soltase una carcajada. Mi amigo se volvió en mi dirección y abandoné el escondite mientras me reía y disfrutaba del placer de la victoria.
—Te voy a matar, Silva —dijo antes de señalar los documentos de agua que se le habían caído al suelo.
—Venganza número uno en respuesta a la araña marina que materializaste sobre mi comida cuando teníamos ocho soles.
—¿Pretendes vengar todas las bromas que te he gastado desde que nos conocemos? Porque vas a necesitar mucho tiempo.
—Lo sé —dije con malicia. Cruz sonrió y mis palabras lograron borrar las arrugas que le oscurecían el rostro.
—Creo que no me gustas desde que tienes lágrimas de luna.
—Menuda mentira —dije mientras lo ayudaba a recoger sus cosas—. ¿Y todo esto? —Cruz suspiró y se detuvo para atarse el cabello con una trenza de cuero que le había regalado hacía edades.
—Quiero solicitar un puesto en Slusonia.
—¡Eso es genial! —exclamé emocionada—. Maestro Sagar, ¿puede repetir el hechizo? ¡Ah! ¡Me encanta como suena! —Cruz negó con una sonrisa.
—No voy a pedir un puesto de maestro.
—¿Por qué no?
—Porque no van a dármelo —dijo decepcionado.
—¿Cómo que no van a dártelo? Punto uno: eres uno de los mejores neis que han pasado por esa escuela desde que abrió sus puertas. Comprendes el poder elemental como muy pocas personas hacen, tratas el conocimiento con cautela y respetas la cadena de energía y a todos los seres que participan en ella. ¡Sátiros azules! Pero si ya eres un nei de magia superior ¡y ni siquiera has aprendido a peinarte! —exclamé mientras señalaba sus rizos rebeldes.
»Llevas toda la vida esforzándote y trabajando para convertirte en un gran maestro, así que deja de solicitar... —Hice una pausa para leer la información que recogían sus documentos—. ¿El puesto del archivo? ¿Pero quién quiere trabajar en el archivo? De eso nada, monada. Eres una persona maravillosa y tu mente entiende valores que muchos de nosotros ni siquiera llegamos a imaginar. No hay nadie más apropiado que tú para enseñarle a las futuras generaciones cómo usar el poder de las gemas y aprovechar todo su potencial, así que déjate de archivos polvorientos y solicita el puesto que te mereces. ¿Estamos?
—Sí, mi señora —dijo mientras me dedicaba el saludo de los soldados del reino—. ¿Y cuál es el punto dos?
—Vete mentalizándote de que me voy a colar en tus clases para hacer maldades. —Cruz soltó una carcajada y sus hombros se relajaron al instante.
—Pondré carteles con tu cara en movimiento en las paredes para que te prohíban el acceso.
—Cómo si eso fuese a detenerme...
—¿Moira? —dijo una voz a mi espalda. Cruz y yo nos volvimos para descubrir a Alis caminando hacia nosotros—. ¿Estáis bien?
—Todo correcto —respondí mientras nos levantábamos del suelo—. ¿Qué haces aquí?
—Iba a buscarte. ¿No deberías estar en tu habitación?
—Eh... ¿sí? —dije con voz angelical—. ¿Me acompañas? Hay algo que quiero enseñarte.
Cruz se despidió en la entrada del ala residencial y Alis se tensó en cuanto nos quedamos solas. En su piel del color de la escarcha destacaban las manchas púrpuras que se habían acomodado bajo sus ojos, y sus brillantes iris azules estaban cargados de ira y preocupación.
—¿Estás bien? —le pregunté mientras entrelazaba nuestros brazos para pegarme a ella.
—Quería hablar contigo —dijo con la voz apagada.
—¿Ha pasado algo?
—Killian y la Guardia todavía no han vuelto del bosque, pero ha regresado una de las patrullas que salieron en busca de Catnia.
—¿Y?
—Nada. Es el noveno grupo de rastreadores que vuelve sin noticias, Moira. ¡El noveno! Varios guerreros han sido heridos y nadie sabe cómo ni quién lanzó los ataques que los lesionaron.
—¿Qué te parece si vamos a la playa y nos sentamos sobre la arena un rato? Seguro que el mar nos ayuda a verlo todo con otra perspectiva.
—¿No has dicho que querías darme algo?
—¡Es verdad! El otro día fui al cuarto de la escalera —dije en un susurro a pesar de que no había nadie en el pasillo.
El rostro de Alis se apagó mientras abría la puerta de mi cuarto y un sentimiento oscuro brilló en sus ojos, lo que aumentó la preocupación que sentía por ella.
—Te he traído algo —le dije tras cerrar la puerta.
Le entregué el papel que había escondido entre las plantas del cuarto y Alis se apresuró a desdoblarlo. Su rostro se iluminó cuando vio el dibujo en el que se había retratado a sí misma con su padre y Killian, pero la alegría le duró poco. Su expresión se tiñó de una tristeza que se agravó por el mar de lágrimas que le anegaron los ojos.
—Lo echo tanto de menos... —dijo en un susurro—. Mi madre... Ella... Sin él yo... ¿Y si fue ella, Moira? ¿Y si fue ella quien lo mató?
—La encontraremos y descubriremos la verdad —le dije mientras la abrazaba—. No habrá lugar en los seis reinos en el que pueda esconderse.
El cuerpo de Alis vibró contra mi pecho y nos quedamos en aquella posición hasta que liberó parte de las emociones que la mantenían prisionera.
—No sé qué hacer, Moira. No sé cómo ayudar a solucionar este desastre.
—No es tu responsabilidad hacerlo —dije mientras le secaba las lágrimas—. Y tarde o temprano tendremos que contarle a tu hermano lo que has descubierto.
—Ya lo sé, pero Killian... Ojalá lo hubieses conocido antes de que se convirtiese en Ix Realix. Estaba contento y se pasaba los días sonriendo y bromeando. Ahora es todo lo contrario. Está tan preocupado que siempre tiene el ceño fruncido y esa mirada seria nunca lo abandona.
—Ser el Ix Realix conlleva una gran responsabilidad.
—Está triste y enfadado, Moira. Además han pasado tantas cosas con nuestra familia... No quiero darle más motivos para que sufra.
—Querer proteger a las personas que nos importan es un sentimiento muy loable, Alis, pero todos merecemos conocer la verdad.
—La situación es cada vez más preocupante y todos lo buscan para que les solucione los problemas. Lo atosigan con sus peticiones y nadie le da un latido para respirar. Quiero ayudarlo, Moira, pero no sé cómo hacerlo.
—Asegúrate de que sabe que estás a su lado. Recuérdale que la familia también es amor, cariño y comprensión, y no dejes que olvide que tiene una hermana que lo adora y que siempre va a apoyarlo.
Alis me sonrió y se limpió las lágrimas que le bañaban las mejillas.
—Y si no funciona, le puedes contar la historia de cómo destruisteis el traje oficial de tu padre llenándolo de plumas. —La joven soltó una carcajada que resonó en la estancia.
—¿Cómo sabes eso?
—Toma —dije mientras le tendía uno de los cuadernos de Adaír—. He pensado que te gustaría tenerlo.
La aqua me observó con adoración y sus dedos se deslizaron por la cubierta de cuero azul antes de separar las páginas. El olor a tinta y libro antiguo inundó el cuarto y sus lágrimas se agravaron cuando reconoció la letra de su padre.
—Gracias —susurró con voz débil.
—Creo que este debería llamarse Los grandes éxitos de Alis y Killian o Cómo destruir un reino en diez atardeceres.
Alis se rio, incluso con las lágrimas deslizándose por sus mejillas, pero la diversión se esfumó en cuanto escuchamos una explosión que retumbó contra nuestros corazones. Una intensa luz azul brilló hasta cegarnos y cientos de cristales se me clavaron en el cuerpo. Las agujas que me acuchillaron las sienes me desenfocaron la vista y me acerqué a Alis para protegerla. El ruido de la explosión me dejó un pitido permanente en los oídos que impidió que percibiese ningún otro sonido y la joven me observó con pánico en la mirada. Por la ventana se sucedieron estallidos de luz que indicaron que los centinelas estaban respondiendo al ataque y mi mente se volvió todavía más frágil debido al uso de sus poderes elementales.
—Moira —dijo la voz de Trasno, que escuché tan clara como mi propio pensamiento—. Tienes que salir de aquí.
La seriedad de su rostro me obligó a arrastrarme hasta la puerta. La brisa que corría en el pasillo alivió la conmoción que sentía y permitió que captase sonidos amortiguados.
—Alis —dije con la voz ronca—, tenemos que ir a un lugar seguro.
La joven comprendió que me refería a la torre de Adaír y se levantó de inmediato. Nos movimos con sigilo, analizando cada variación de nuestro entorno, y atravesamos los corredores del castillo con cautela. El pulso me latía en cada centímetro de la piel y la adrenalina me mantenía alerta en busca de peligros escondidos entre las sombras. Mi dolor de cabeza aumentó y me llevé una mano a la frente cuando la oscuridad se apoderó de las esquinas de mi visión. El poder de las gemas se intensificó y me encontré con los ojos de Trasno, que me observaban con preocupación. Me volví hacia el final del pasillo y la carga de poder elemental que trajo la brisa me golpeó con la fuerza de los soles.
—Tenemos que dar la vuelta —le dije a Alis en un susurro.
La joven asintió nerviosa y se giró en la dirección opuesta. El miedo me atravesó la piel y apretamos el paso para dejar aquel poder oscuro atrás. Una explosión de luz nos iluminó el camino y Alis se volvió para comprobar que provenía del final del pasillo antes de correr hacia él.
—¡Alis!
La aqua hizo caso omiso de mis gritos y desapareció entre las paredes en curva del castillo. Corrí tras ella, pero me vi cegada por otra explosión de luz que lo tiñó todo de blanco a mi alrededor. El poder de las gemas me llegó a las entrañas y el mundo comenzó a dar vueltas. Me apoyé contra los muros del castillo para evitar caerme y el frío de la piedra logró despejarme la mente. Avancé todo lo rápido que me permitían las piernas, y cuando logré alcanzar la pared que me limitaba la visión, fui sacudida por otro estallido de poder.
El cuerpo de Alis salió despedido y vi cómo la joven se estrellaba contra la pared y caía inconsciente. El grito que escapó de mis labios se deshizo de la conmoción que me invadía y parpadeé tras descubrir que, al final del pasillo, se encontraba Catnia. Sus ojos eran de un azul tan oscuro como su alma y el odio y la ira que se recogían en ellos me enviaron un escalofrío por la espina dorsal. Sobre su cabello del color de las profundidades del mar descansaba la tiara de aquamarinas que pertenecía a los Ix Regnix del clan, y en aquel momento comprendí que su intención era recuperar el mando del reino a toda costa.
El rostro de la mujer se torció con rabia en cuanto me vio y Catnia dejó de caminar hacia Alis para extender una mano en el aire. La sonrisa que me dedicó me heló la sangre y sobre su palma apareció una esfera de plasma azul que me debilitó con su mera presencia. Mi mente se resintió por el aumento de la energía elemental y los destellos de poder que se reflejaron en mi piel fueron lo último que vi antes de perder el conocimiento.
¿Teoríaaaaaaaas?
¿Qué creéis que va a pasar ahora?
🏁 : 160 👀, 62🌟 y 72✍
Acuérdense de votar mi genteeeee.
Espero que os haya gustado ❤
Nos leemoooos 😘
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