UNA BUENA HERMANA
Anna y sus hijos iban a la casa de Ary todas las tardes. Nunca más Ary y Sonia estuvieron solas durante las tardes.
A Ary le gustaba que estuvieran allí, pues sus amigos hacían que olvidara la gran pena que había en su corazón y la hacían feliz.
El mes de octubre no parecía más que un mal recuerdo. Ni ella ni su madre decían nada al respecto, sin embargo los doce de cada mes su madre se veía muy triste y a veces se encerraba en su cuarto a llorar. Ary no quiso ni pensar porque esa fecha sería tan triste, pero se hacía un nudo en su estómago el día anterior a esa fecha.
Poco a poco los malos momentos parecían ir quedando atrás, pero madre e hija sabían que no era así. Sonia estaba casi segura que su hija sabía que había tenido dos bebes que no eran de su padre, o que había tenido una relación con Declan, y Ary creía que su madre le ocultaba la muerte de su padre.
Eran dos cosas totalmente distintas, pero ambas eran terribles noticias, y ninguna tenía la intención de hablar de aquello.
Al cabo de casi un año ellas se veían realmente felices con su vida en la granja. Sonia y Ary estaban más unidas que nunca.
Ary tenía muchos amigos en el convento, pero ninguno de ellos sabía su verdadero nombre. Solo Remi y sus hermanas.
Ary había celebrado un nuevo cumpleaños y a pesar de la felicidad de haber estado aquel día con todos sus amigos, hubo una gran ausencia que nadie pudo reemplazar.
Erik, el marido de Anna, llevo a una familia amiga suya a aquella fiesta, ellos se veían muy diferentes a otras personas. Tenían el cabello tan rubio que era casi blanco y eran muy altos, sus ojos de un intenso azul. Era imposible no quedarse mirándolos fijamente.
Todos los que asistieron al cumpleaños de Ary quedaron fascinados con estas personas. Nunca antes las habían visto.
El hombre de edad se llamaba, Eskol, la mujer se llamaba Hilda. Tenían dos hijos, el mayor se llamaba Einar, tenía la edad de Sonia. El otro hijo de este matrimonio se llamaba Valbjörn y tenía la edad de Remi pero era más alto que él.
Los adultos conversaron durante horas mientras comían, bebían y reían. Los más jóvenes jugaban al pille y corrían por todos lados.
La amistad entre Ary, Remi, Uly, Nina, Matti y Markko era cada vez más estrecha, crecerían siendo muy buenos amigos.
Esto reconfortaba a Sonia pues veía a su pequeña cada vez más acostumbrada a la nueva vida que tenían.
La velada se extendió hasta la madrugada, todos se divirtieron mucho. En ningún momento Sonia vio que Ary estuviera triste o sola. No dejaba de jugar con sus amigos y reír. La misma Sonia se sorprendió al ver que ella misma no estaba tan triste como pensó que lo estaría.
Ary miraba a su madre cada cierto rato y a veces se topaba con su mirada. Se decía a si misma que tenía que ser alegre para que su madre fuera feliz. No podía dejar que viera cuanto dolor sentía realmente.
En medio de estas carreras a Ary le pareció ver moverse siluetas en el bosque. Se detuvo y miró con más atención pero nunca vio nada extraño. Sus amigos la distraían y ella seguía jugando.
Remy tomó la mano de Ary varias veces para ayudarla a subir a algún árbol o roca, o solo para correr juntos. Nadie les dijo nada, los demás niños solo los miraban y se miraban entre ellos mientras reían.
Así transcurrió la velada para los niños, ellos jugaban y corrían por todos lados sin ninguna preocupación.
Cuando finalmente llegó el momento de la torta, todos los niños enloquecieron y los adultos quedaron maravillados con la hermosa Torta que Sonia hizo. Los invitados comieron hasta no poder más. Estaban pasándola realmente bien.
Después de la torta vino el baile. Algunos tenían más talentos que otros pero aun así no hubo nadie que no bailara y disfrutara.
Remi bailo varias veces con Ary y ambos se prometieron que cuando fueran grandes tendrían una casa muy linda y no bailarían solo para las fiestas sino siempre que quisieran y serían muy felices. Ary le dijo que tendría que estar siempre a su lado. Nunca irse a otro sitio ni siquiera por un día, pues nunca se lo perdonaría y tenía que llevarla a conocer el mar y después llevarían a sus hijos para que también lo conocieran.
Él le prometió que nunca la iba a dejar sola y si ella quería vivirían cerca del mar. Ary se abrazó a Remi feliz e imaginando como sería la vida de los dos cuando fueran adultos.
Markko los interrumpió dándole un tirón a Remi para que fueran a jugar. Este lo miro algo molesto pero luego tomo de la mano a Ary y se fueron a correr, sintiendo una alegría inmensa en el corazón.
A eso de las cuatro de la mañana se retiraron los últimos invitados, al igual que los inmortales que habían observado todo desde la oscuridad del bosque sin que nadie se diera cuenta.
Ary en un fugaz instante tuvo la certeza absoluta de que había personas sobre los árboles, pero cuando se acercó al bosque no vio nada y dejó de sentir esa escalofriante sensación de ser observada.
Días después del cumpleaños, Ary pregunto a su madre si tenía noticias de su padre o de la hacienda, o si podían ir allá para saber algo de él.
Como era de esperarse Sonia no había sabido que hacer. Salió de la cocina y dejo a su hija parada allí sin haberle dado ninguna respuesta. Se encerró en su cuarto y rogó porque Ary desistiera de la idea de ir a la hacienda a pedir noticias de su padre.
La madre de Ary vivía en constante angustia, Anna y Erik eran los únicos que sabían lo que estaba pasando y habían jurado no decir a nadie lo que sabían.
Ary no volvió a hablar del tema y Sonia lo agradeció. Era consciente que estaba mal lo que hacía, pues su hija merecía saber la verdad, sin importar que tan cruel o terrible fuera. Tenía que saberlo pero Sonia no se atrevía a decírselo.
Sonia había llegado al punto de evitar estar a solas con Ary, suspiraba de alivio cada vez que su hija se iba al convento. No soportaba ver su triste mirada y como se esforzaba por parecer feliz en todo momento, cuando era evidente que no era así.
Odiaba a Markkus más que nunca en esos momentos, Pues se había ganado el corazón de su hija y ahora este estaba destrozado, y ella había tenido que renunciar a sus dos hijos recién nacidos para que sus vidas no corrieran peligro.
No había un solo día que Sonia no rogara a Dios para que los cuidara y le permitiera verlos algún día, o que ellos supieran cuanto los amaba su madre y entendieran porque los había tenido que alejar de su vida.
Sonia se decía que Ary tenía dos hermanos en algún lugar de mundo, y Si Dios era grande le permitiría algún día conocerlos y ser parte de sus vidas. El corazón de su hija era puro y bondadoso, Sonia estaba segura que iba a ser una muy buena hermana mayor.
******
Como cada día después de dejar a Ary en el convento Sonia hacia una rápida visita a la tienda y compraba lo que faltara en su casa. Nunca había sido reconocida por nadie, pues jamás había andado en esos lugares haciendo esos menesteres. Para la gente era solo una recién llegada nada más.
No se fijaba mucho en las personas, pues trataba de pasar desapercibida entre ellos. Al entrar en la tienda aquel día, su mirada se cruzó con la de un hombre que no había visto jamás, había algo en él que llamaba su atención pero que también la asustaba.
El hombre estuvo solo unos minutos en la tienda, se retiró del lugar sin volver a mirar a Sonia pero ella no pudo evitar mirarlo mientras se iba. De camino a casa no podía quitarse de la mente a aquel hombre y el escalofrío que le provocaban sus ojos. Había algo en su mirada que la había asustado muchísimo.
Mientras ella caminaba a casa pensando en Ary, en su vida, y en todo lo que tenía que hacer, no se daba cuenta que era seguida desde el bosque por aquel inmortal que la miraba como si asechara una presa.
A penas llego a casa empezó con el aseo, luego fue a lavar ropa en la artesa que había en la parte de atrás de la casa. A veces miraba hacía el bosque como si hubiera alguien ahí, pero se daba vuelta y seguía con su labor diciéndose a sí misma que eran tonteras.
Fue observada atentamente por el extraño quien después de unas horas ya no estaba solo, era acompañado por su hermano y su hermana.
Los hermanos Dávalos se quedaron observando hasta mucho después de que llegaran los niños del convento.
Miraron con gran interés a la pequeña Ary y uno de ellos la siguió al bosque cuando fue a trepar árboles con Remi, Markko y Uly. La destreza física de la muchachita los tenía sorprendidos. Era más hábil que todos los muchachos a pesar de ser la más baja y delgada.
Ya entrada la noche dejaron de observarlas, se retiraron al interior del bosque a hablar de ellas y de los planes que tenían. La vida de ellas dos iba a cambiar de una manera que no imaginaban.
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