Capítulo 5 posesivo


Muchas veces me había burlado cuando escuchaba ese término de sentir suciedad, sin embargo, ahora sabía perfectamente a lo que se referían.


Esa mujer sabía exactamente lo que estaba haciendo allí, sabía que me vendía a su esposo y nada podía hacerme sentir más sucia que eso. Le pedí al chofer de Nikolai que me llevara de regreso a mi apartamento, él me dijo que se quedaría fuera por si lo necesitaba y yo sentí el nudo en mi garganta hacerse más grande.


Me metí bajo el agua caliente, un baño solía solucionarlo todo. En esta ocasión no se sentía de ese modo, me rompí, como una niña pequeña luego de no haber podido salir por un día de intensas lluvias a jugar con sus amigos.


Me rompí de la misma manera que lo hace un niño cuando su carrito favorito es aplastado. Estaba destruida, vulnerable y sin saber que era lo que debía de hacer.


Una parte de mí sentía que aquello fue lo correcto, pensar en el tratamiento de Yulia me daba esa certeza. Sin embargo, aquella mirada juzgadora, era incluso más fuerte que lo que yo quería creer.


Esa mujer había perdido a su hija y para colmo estaba yo, que me veía como la mujer que le robaba lo único que todavía le quedaba.


Cuando logré parar el llanto salí de la ducha, miré mis ojos rojos delante del espejo y contuve mi respiración algunos segundos. Mi celular comenzó a sonar justo en aquel momento, miré la pantalla y era un número desconocido.


Dudé de si debería de atender a la llamada, pero lo hice y entonces escuché la voz familiar al otro lado de la pantalla.


—Apenas regresé de mis vacaciones y me entero de que te despidieron —dijo la voz al otro lado logrando que me arrancara una sonrisa—. No sé si sea necesario decirte que soy Vasily.


—No es necesario tonto —dije entre risas y carraspeé un poco aclarando mi voz.


—¿Estuviste llorando? —pregunta de repente.


Un silencio devastador se forma en la línea y dudo entre decir la verdad o una cruel mentira. Vasily me conoce lo suficiente para saber que sí estuve llorando, al final de cuentas llevo mucho tiempo de conocerle, fue gracias a él que conseguí el trabajo en la tienda y siempre ha estado para mí en los peores momentos.


—Lo he estado —respondo con sinceridad.


—Aún no regreso al trabajo, tengo toda la tarde libre, ¿te apetece que nos veamos para beber un café? —pregunta con la preocupación remarcada en su voz.


Me miré una vez más al espejo, en realidad salir era algo que no me apetecía mucho. Si decía que no quería salir de casa le causaría incluso más preocupación, así que se me ocurrió que la mejor opción era pedirle que viniera.


—Ven a mi casa, vamos a estar más cómodos aquí para charlar —le dije un poco más calmada.


—Estaré ahí en una hora, llevaré helado —dijo animado.


Entonces antes de que pudiera cuestionarle en dónde quedaba lo de beber café, me cortó a la llamada y me quedé con una leve sonrisa en el rostro.


Me vestí, debo de decir que me costó decidir entre la ropa que tenía en el armario. Quería ya quedarme lista, en cuanto Vasily se marchara le pediría al chofer que me llevara al hospital a ver a mi hermana y probablemente me quedaría la noche entera allí, así que quería estar cómoda.


Estaba a punto de prender el secador cuando me entró otra llamada de Vasily, pensé en primera instancia que iba a cancelar la reunión y que me quedaría el resto de la tarde sentada en el sofá o que optaría por irme antes al hospital.


—¡Estoy afuera Irina! —dijo en un tono desbordado de alegría—. Pero aquí tu nuevo portero que no me deja entrar.


Se me había pasado por alto, hace poco por problemas personales el portero de toda la vida se tuvo que marchar y en su lugar pusieron a un nuevo chico. Uno inexperto, que también dicho sea de paso no conoce a Vasily.


Así que me tuve que apresurar a bajar para hacerle saber que Vasily es mi amigo y que podía entrar. Cuando subimos me acomodé en el sofá, nos empezamos a reír y Vasily comenzó a burlarse del portero.


—Es muy estructurado, ¿no viste como se mueve? —soltó una pequeña risa—. Es lo más similar que he visto a un robot y para colmo esa espalda ancha.


—¡Basta! —le pedí en un tono de clemencia antes de soltar otra carcajada.


Me lanzó un pote de helado y luego una cuchara descartable. Le di la primera probada, era mi helado favorito sin duda.


—Delicioso, joder, Vasily —exclamé saboreando aquella exquisitez de frambuesa—. Tú si sabes sobre mis gustos.


Entonces antes de que Vasily dijera alguno de sus chistes fuera de contexto sonó la puerta. Fue un golpe seco, seguido de otro aún más fuerte y si no saltaba del sofá lo siguiente sería que tendría que pagar la puerta antes de mudarme.


Al abrir la puerta me encontré con el rostro enfurecido de Nikolai. Lo miré sorprendida y se me cayó el pote de helado de la mano, mi corazón dejó de latir porque jamás había visto esa furia tan palpable en su rostro. Daba un puto miedo de los cojones.


—¿Qué haces aquí? —pregunté en un hilo de voz.


No me respondió, en cambio, avanzó y me obligó a retroceder. Se sentía exactamente como ese instinto de supervivencia que te grita que tienes que hacerlo, que tienes que dar marcha atrás y si puedes correr por tu puñetera vida.


—Tú, ¿quién eres? —preguntó apuntando con la barbilla a Vasily.


Él me observó unos segundos desconcertado. No me extrañaba que lo estuviera un extraño invadió mi casa, se presentó ante ambos y le exigía saber quién es.


—Soy amigo de Irina... ¿Usted es? —preguntó Vasily.


—Voy a pedirte de la manera más amable que en estos momentos mi mente me permite, que te largues y si no lo haces por las buenas, lo harás por las malas. —respondió en un gruñido.


Vasily me miró como si estuviera esperando mi aprobación y yo asentí levemente con mi labio inferior tembloroso.


Me podría haber preguntado a mí misma como era que lo descubrió, pero no era necesario, tenía a uno de sus hombres en mi entrada y debió de escuchar cuando Vasily me llamó porque no podía entrar.


No vi ningún problema en ello hasta ahora, que la puerta sonó tras la salida de Vasily y yo estaba a solas con un hombre enfurecido.


—¿Puedes explicarme que es lo que estás haciendo en mi casa? ¿Por qué acabas de correr a Vasily sin mi autorización? Esta es mi casa Nikolai —le recordé tratando de mantener mi postura firme.


—¿Acaso eres una jodida puta Irina? —preguntó con su voz desbordada de ira.


Tensé mi mandíbula, ¿de qué carajos hablaba?


—No entiendo a que viene eso Nikolai... Yo no soy...


Sus pasos fueron largos, ágiles y seguros. En menos de dos segundos había acortado la distancia entre ambos, retrocedí con mis pies torpes, mi espalda chocó contra la pared y sus ojos me atravesaron.


—Eres mía Irina, ¿acaso no quedó eso del todo claro? —preguntó y sus dedos se deslizaron entre mi cabello.


Sentí como tiraba un poco hacia atrás, estaba en el límite de la brusquedad, pero fue lo suficiente para obligarme a darle acceso a mi cuello. Aspiró mi aroma y sus labios soltaron un suspiro tibio que me estremeció.


—Nikolai —pronuncié su nombre en un hilo de voz.


Su agarre se suavizó un poco, sentí la sensación de sus labios recorrer mi cuello hasta llegar a los míos. A esa corta distancia de ser o no ser se detuvo, me miró a los ojos como si estuviera buscando algo de mí, una chispa, una señal.


—Irina, no quiero que vuelvas a traer a ningún hombre a tu casa estando a solas. No estarás a solas con ningún hombre que no sea yo, espero que lo comprendas. —ordenó.


No me permitió responderle y agradecía que no lo hubiera hecho. Ahogué mis ganas de insultarlo en sus labios sobre los míos.


Era la primera vez que los sentía, desesperados, inquietos e impacientes. Apoyé mis manos en su pecho, me resistí como si no me gustara la sensación que me estaba causando.


Me gustaba, no voy a negarlo, pero estaba furiosa por la manera en la cual me insultó y seguía sintiendo esa suciedad por todo mi cuerpo. Sus manos rasgaron mi camiseta de un tirón, mis labios se quedaron tiesos un segundo y reaccionaron sobre los suyos.


Se separó levemente de mí, lo suficiente para darme la vuelta y sentir mis pechos contra la fría pared. Bajó por mi espalda dejando leves mordidas que se camuflaban entre besos, bajó mis pantalones junto a mis bragas y luego simplemente dejé de pensar.


Era de lo peor... No, Nikolai Volkov no. Yo lo era, por desear que no se detuviera, que me mantuviera elevada en el aire incluso en medio de aquella rabieta.


Aspiré profundo, contuve al aire lo más que pude, estiré mis manos en un intento estúpido de que se detuviera y mis piernas se volvieron las de un becerro recién nacido que no lograba mantenerse en pie.


Nikolai se puso de pie, me volvió a girar, estuve a punto de caerme y no me quedó otra alternativa que terminar de quitarme los pantalones. Me levantó en sus brazos y con sus manos sobre mi trasero caminó por toda la casa como si la conociera de memoria.


Entramos a la cocina, al parecer no era lo que estaba buscando, pero le fue suficiente. Me apoyó en la encimera, se desabrochó el pantalón y cuando dejó salir lo que estaba atrapado, debo de confesar que me llevé una sorpresa, una bastante grande.


—Luego te atreves a decir que no eres una jodida zorra —murmuró con una leve sonrisa al ver el gesto con el que le observaba.


Le di una bofetada, era hora de que aprendiera a respetarme. Un gruñido escapó de sus labios y mientras golpeaba su pecho entró en mí sin previo aviso.


Un gemido desbordado de placer escapó de mis labios. Empezó a moverse dentro de mí con furia y con cada una de sus embestidas lograba arrancarme un gemido más desesperado que el anterior.


Fue intenso, Nikolai me mordió el labio inferior y luego volvió a besarme con desesperación. Duró el tiempo suficiente para que me viniera y él lo hiciera al mismo tiempo, las piernas le temblaban, su cuerpo desprendía pequeños espasmos.


—Hace tiempo que no sentía esta conexión sexual con una mujer —admitió tratando de que su respiración volviera a la normalidad.


—¿Eso es lo que suele decir el gran Nikola Volkov a las mujeres con las que suele acostarse? —bromeé a lo que él sonrió.


—No, suelo decirles, aquí tienes tu paga. —respondió rodeando los ojos.


—Parece que al menos esto cambió tu humor —me bajé de la encimera dispuesta a ir por el resto de mi ropa que aún continuaba sana.


—Podría haber llegado a ser peor, lo suavicé por el simple hecho de que no te lo había advertido Irina. Sé que nunca has estado con un hombre como yo, pero no quiero que las personas de mi entorno se ensucien la boca hablando de ti.


—Me da exactamente lo mismo lo que las personas de tu entorno digan de mí. —dije con sinceridad.


Entonces me tomó del brazo cuando iba pasando por su lado, impidiendo que pudiera ir por mi ropa. Sus ojos se encontraron con los míos, vi el indicio de su furia queriendo volver a aflorar y suspiré profundamente.


—Irina, si alguien dice que eres una puta, una golfa o que me engañas ¿Tienes idea de lo que va a ocurrir? —preguntó con la mandíbula tensa.


—Puedes iluminarme con la respuesta —dije sin interés alguno.


—Voy a poner su cabeza como trofeo sobre la mesa de mi club para que todos la vean y la próxima vez que quieran ensuciar tu nombre, recuerden que yo soy el único hombre que te folla —musitó cerca de mis labios.


Quería decirle que eso era una tontería, su maldito ego de hombre prehistórico hablando. Sin embargo, no se lo dije, una leve sonrisa traviesa apareció sobre mis labios y lo besé. Aquel sentimiento de suciedad que en un principio sentí se desvaneció por completo luego de sentir la pasión latente entre ambos.


—¿Ha quedado en claro Irina? —preguntó en forma de confirmación al separar sus labios de los míos.


—Entendido, señor Volkov —respondí en un tono de burla como si fuera un general.

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