Capítulo 21 El hombre que mereces
Tal vez en mi interior deseaba que Nikolai me siguiese, que me encontrara a donde fuera y que me rodeara entre la calidez de sus brazos. Me sentía cansada de huir y esconderme, en mi mente había pasado un millón de veces la posibilidad de que él me encontrase, que todo volviera a ser como en un comienzo.
Esas eran las ilusiones de una chica estúpida, porque ya nada podía volver a ser como había sido en el pasado, mucho menos ahora, con una pequeña vida que proteger.
Mi bebé entre mis brazos balbuceó, despegué mi mirada de la de Nikolai un momento, el suficiente para ver una pequeña sonrisa en sus tiernos labios y una lágrima corrió por mi mejilla. Soñé en tantas ocasiones con el momento en el que ambos se conocerían, aunque el miedo siempre transformaba aquel momento en uno desagradable, en el que se llevaba lejos de mi alcance a Pavel.
—En mi mente imaginé tantos escenarios en los que enfurecía si volvía a verte, me imaginé otras vidas en las que ambos nos volvíamos a encontrar y te preguntaba por qué no me esperaste a que regresara —habló con su voz entrecortada.
Quería pedirle que me perdonara, extendí a Pavel hacia los brazos de Alda. No pude contenerme, comencé a llorar como una niña pequeña, el dolor en mi pecho se sentía tan profundo, tenía una daga invisible clavada en lo más hondo de mi ser y una figura invisible se encargaba de hincarla cada vez más.
—No quería hacerte esto —sollocé cubriendo mi rostro—. Juro que no quería irme de tu lado.
—Siempre pensé que la muerte de Inessa había sido el dolor más profundo que había experimentado, pero eso fue antes de ti, antes de haber descubierto el amor más puro de mi vida...
Sentí la calidez de unas manos tomando las mías, las apartó con sutileza, pude ver ternura en aquellos ojos que conocía con frialdad y mis labios se fruncieron en un intento de hablar.
—No es necesario que intentes decirme o explicarme, creo comprender que es lo que ocurrió, pero ahora quiero que regreses conmigo y que prometas nunca volver a apartarte de mi lado Irina...
—¿Irina? —escuché la voz de Alda decir con confusión.
Me había olvidado que ella estaba allí por un instante, necesitaría explicarle muchas cosas tal vez en algún momento, pero justo ahora no podía hacerlo, o mejor dicho, no quería hacerlo.
Quería centrarme únicamente en Nikolai y sus palabras, que me hicieron sentir que todo lo malo había desaparecido, hasta que las palabras de Igor volvieron a reproducirse en mi mente. El amor por Nikolai estaba ahí, latente, pero el miedo de que algo pudiera ocurrirle a Pavel era incluso mayor.
—Quisiera prometerlo Nikolai, pero no puedo regresar, si lo hago Igor...
—Ya no existe Igor —aseguró mirando directo a mis ojos con intensidad—. Regresa conmigo Irina, quiero que seas mi esposa, formar la familia que en todos estos años me negué a tener.
No sabía que decir, aunque aquello no fuese una propuesta formal, Nikolai quería que fuese su esposa y aquello mostraba un cambio en él que me dejó impactada.
—¿Qué está ocurriendo aquí? —volvió a interrumpir Alda.
Esta vez no tuve la capacidad de ignorarla, ella necesitaba que le dijera algo y al menos quería que supiera que todo estaba bien.
—Lo hablaremos más tarde tú y yo Alda, pero ahora mismo no puedo explicarte una historia tan larga —suspiré.
—Ya tendrán tiempo, si estás con ella es porque te tiene confianza chica, pero ahora mismo necesito que me digan que tan seguro es este lugar —preguntó mirando a los alrededores y colocó su vista sobre Pavel.
—Pavel, se llama Pavel —una sonrisa salió de mis labios y asentí—. Puedes estar tranquilo, este sitio es seguro, lo renté a nombre de Alda y no hemos venido a este lugar desde esa vez. Solamente lo sabemos nosotras dos.
—Entonces entremos —pidió de prisa sin quitar su mirada de Pavel.
Entramos, Alda dejó caer el bolso de Pavel en el sofá soltando un enorme suspiro como si lo que ocurrió antes le hubiera robado todas las energías, en cambio, Nikolai parecía lo contrario, como si el volver a encontrarnos le hubiera devuelto toda esa energía que la situación le estuvo drenando.
Extendió sus brazos en espera de que Alda le diera a Pavel, se veía ansioso, ella me miró como si estuviera esperando mi aprobación y yo simplemente asentí. Sentí un fuerte vuelco en el pecho cuando vi a mi pequeño pasar a sus brazos, la emoción se apoderó de mí, Pavel miraba a Nikolai con especial interés, no había miedo.
No sabía si aquello se debía a que es un niño bastante sociable o si había percibido algo en Nikolai que lo hacía sentir de ese modo, pero me hacía feliz saber que no sentía temor de su padre.
—Es precioso —susurró, tomando su pequeña manito.
Asentí, aunque quería decir muchas cosas tenía las palabras atoradas en la garganta y las lágrimas no tardaron en volver a asomarse. Me sentía una idiota por estar llorando en una situación como aquella, tendría que decirle cuanto lo había echado de menos, cuanto lo había soñado y cuanto mi mente divagó en los recuerdos, pero no salía nada más que lágrimas.
—Pavel —murmuró su nombre con una sonrisa melancólica y supe a qué se debía.
En una de aquellas noches en las que me dormía entre los brazos de Nikolai me había hablado de su abuela, de su padre, de un gran amor que había tenido ella en su juventud. Una hermosa historia de amor que no había terminado con un final feliz.
La abuela de Nikolai se enamoró de un joven, pero a ella la habían vendido a un hombre un tanto mayor. En medio de ese amor, de la ingenuidad y el deseo de que eso pudiese ser hubo noches de pasión.
Aquello era condenable, imperdonable. La boda estaba cerca y aunque la abuela de Nikolai deseara huir lejos con ese joven, el hombre al cual estaba prometida tenía el poder suficiente para que la encontraran incluso si se escondía debajo de una piedra. Así es como ella fue obligada a casarse y la noche en la que lo hizo fue desposada por la fuerza, así que ese hombre ebrio al día siguiente no recordaba nada.
Muchos meses después dio a luz a un bebé, pero sabiendo que aquel hijo no era de ese hombre que se sentía un semental, sino que las fechas concordaban con las noches de pasión que pasó con aquel joven. Pavel, aquel era el verdadero padre de su padre, el verdadero abuelo de Nikolai y el hombre tan bondadoso que su abuela no se cansaba de repetirle en sus últimos días.
Ella se quedó con el recuerdo de aquel amor y con ese nombre grabado en el corazón, porque jamás logró amar a su esposo.
La historia se quedó grabada en mi mente y cuando supe que tendría un bebé, supe qué nombre quería que llevara. Ojalá mi pequeño en algún futuro pueda tener un amor tan bonito como el que su bisabuelo estuvo privado a tener.
—Lo recordaste —dijo con una pequeña risa—. Eres simplemente maravillosa.
—Sé que debes de tener muchas ganas de pasar tiempo con él, pero me gustaría hablar un momento contigo a solas —le pedí un poco más seria y calmada.
No me respondió, pero le entregó a nuestro hijo en brazos de Alda, cruzamos miradas un momento con ella y supe que estaba bien que me ausentara.
Pasamos a una de las recámaras, necesitaba saber de Yulia, saber como era que Igor ya no existía. Tenía un millón de preguntas en la punta de la lengua, pero en cuanto la puerta de la recámara se cerró, el cuerpo fornido de Nikolai estaba pegado a mí.
Aspiré profundo, mis fosas nasales fueron invadidas por el olor a su perfume, el mismo de siempre, el mismo que recordaba tan bien y que me hacían imposible separarme de su lado. Pasó sus dedos con suavidad por mis mejillas, cerré mis ojos y mis labios se separaron un poco, entonces fue cuando lo sentí.
En medio de la sequedad de mis labios, los suyos húmedos, tibios y repletos de ternura. Aquel no fue el beso del mismo hombre que deseaba poseerme, que me gritaba que era suya, era el beso del hombre que me añoraba cada noche, que me necesitaba y que temía volver a perderme.
—Me hiciste tanta falta —admití en medio de aquel beso—. Tuve tanto miedo, me sentí tan sola...
Quise continuar, pero me fue imposible, volví a sentir aquel nudo en la garganta, pero leves caricias reconfortantes me hicieron clavar mi mirada en Nikolai.
—Ya no tienes que sufrir, ni volver a sentir que estás sola, porque no volverás a estarlo. No voy a permitir que me vuelvan a apartar de tu lado Irina, se terminó esta pesadilla.
—¿Yulia va a odiarme? ¿Crees que cuando vuelva ella no querrá verme? —me atreví a preguntar.
Tras la idea de que Igor ya no estaba, era mi nuevo temor, saber que si volvía ella no me querría o que podría despreciarme.
—No puedo asegurarte que va a recibirte con los brazos abiertos, pero todo este tiempo no ha dejado de preguntar por ti y yo no he sabido qué responderle —bajó la mirada—. Ha sido difícil sin ti, lo he intentado más que nadie, el darle un hogar y ser su familia, pero a mí nadie me enseñó como ser un gran padre.
—Eso no se enseña Nikolai, pero el simple hecho de que no hayas salido huyendo, eso ya te hace un gran padre —pasé mis brazos alrededor de su cuello—. ¿Estás listo para ser un gran padre para Pavel también?
No quise preguntarle, pero asumí que si se estaba llamando a sí mismo como padre de Yulia, ya sabía la verdad. Tuve miedo cuando me lo dijo Margarita, tuve mis dudas, aquello parecía como un chiste, pero luego de darme detalles y mucho más conociendo a Diana lo suficiente para saber de lo que era capaz, supe que no podía ser mentira.
—Lo haré a tu lado, seré lo mejor que pueda por ellos, pero también como hombre —hundió su rostro en mi cuello y un escalofrío recorrió mi cuerpo—. Quiero ser el hombre que una mujer como tú merece y no me importa lo que tenga que sacrificar en el proceso.
—Esas son las palabras de un hombre enamorado Nikolai Volkov —sonreí levemente—. Pensaba que mantendrías los sentimientos al margen.
—Soy un hombre perdidamente enamorado, Irina Karpova, no puedo negarlo, me brota por cada poro —susurró con su voz ronca y me atrajo del jean hacia él—. Quiero enseñarte todo el amor que llevo guardando para ti.
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