Capítulo 16 Regalo invaluable


¿En qué momento había ocurrido esto? Miré la sonrisa de la pequeña a mi lado, me enseñó la tableta que sostenía en las manos con una enorme sonrisa y no pude evitar devolverle la sonrisa.


—Mira Nikolai, hice este dibujo —murmuró mirando a Irina que estaba sentada junto a la ventana dejando que el leve sol de aquel día nublado le diera en el rostro—. Eres tú, mi hermana y yo, no se lo digas, no le cuentes que los he dibujado de la mano.


Solté una pequeña risa y le pasé un brazo por los hombros para tomar la tableta junto a sus manos, observé el dibujo con detenimiento. Mi sonrisa duró poco, me di cuenta de que en este tiempo la situación se me había ido de las manos, sin darme cuenta desde que vi a Irina romperse estuve acompañándola a diario a ver a esa pequeña niña sin saber lo que implicaba.


Ahora que estaba viendo ese dibujo que hizo comprendía que para ella significaba algo, el verme junto a su hermana, diario, el ver los detalles, instantes, para ella estaba significando la estabilidad de una familia. Era una estabilidad que no podía darle, no, porque al final yo tenía un compromiso, una razón por la cual jamás podría tener algo más allá con Irina.


Ella me observaba, con un gesto confundido, como si no comprendiera por qué había borrado mi sonrisa y tuve que forzarme a volver a sonreír.


—Nikolai, el doctor dijo que falta poco tiempo para que pueda regresar a casa y que luego podré visitar el hospital de vez en cuando —levantó sus pequeñas manos—. ¿Podrás llevarme al parque? Quiero volver a jugar con otros niños, quiero también regresar a la escuela y quiero tener al fin mi propia habitación.


—Yulia... —dijo Irina desde el otro lado de la sala con un libro entre sus dedos levantando la vista—. Deja de agobiar a preguntas a Nikolai, tiene mucho más que hacer, no puede ocuparse de estar todo el día jugando contigo, además, tendrás que cuidarte, no podrás estar corriendo por todas partes.


Se lo recordó como si ella no fuera consciente de ello, me dio una punzada en el corazón cuando la observé bajar la mirada y un suspiro salió de sus labios. La comprendía, solamente quería llevar una vida normal y el impulso de querer darle aquello me hizo abrir los labios.


—Iremos al parque —susurré—. También tendrás una habitación de princesa... Sh no digas nada.


Vi su rostro iluminarse y se pasó los dedos por los labios como si se la estuviese cerrando para siempre. Yo sonreí genuinamente, Irina por supuesto que me fulminó con la mirada, pero yo me encogí de hombros.


Esa noche tendría que emprender un viaje, los negocios con Dimitri iban cada vez a mejor y aunque quería quedarme, tenía que cuidar mi posición, de lo contrario en algún momento alguien amenazaría con sacarme del camino.


Me quedé pensando en la tarde anterior, cuando me había reunido con Dimitri, que había utilizado nuestra reunión como una gran excusa para pasarse por el club, al parecer Irina había sido un buen cupido y ahora estaba saliendo con la rubia cada vez que venía al país.


Se había sentado con ella sobre las piernas, tenía su usual gesto de que quería follarla allí mismo, pero para mí aquello no era nada nuevo.


—Tenemos negocios pendientes, quiero que vueles conmigo a China, hay un socio que quiero que conozcas y quedó de hablarnos de nuevos proyectos —comentó mientras introducía su mano por debajo del vestido ajustado de la rubia.


—¿Me hiciste venir únicamente para decirme algo que podías decir por llamada? —pregunté un tanto irritado por la situación y negué—. Puedes venir al club incluso si no estoy presente, creo que te lo he dejado saber antes.


—No es algo que pueda decirte en una llamada, no quiero que nadie sepa de lo que hemos estado hablando, sabes perfectamente que hay ojos y oídos en todas partes, sobre todo cuando se trata de Igor, que te tiene puesto el ojo encima —me recordó soltando un suspiro audible—. No quiero opinar sobre tu vida personal, pero tienes que comenzar a cuidar los negocios, últimamente te veo descuidado y según he escuchado, no es propio de ti.


No respondí nada en esos momentos, sabía que contradecir a Dimitri que siempre estaba pacífico y que nada parecía perturbarlo, no era una gran idea, se veía verdadera preocupación en sus palabras. Tampoco quería decirle que Igor tenía la influencia suficiente para saber todo lo que estábamos haciendo, incluso cuantas veces respirábamos por segundo de así quererlo.


Volví a la realidad cuando sentí la puerta abrirse y vi a Margarita, la vecina del anterior edificio en el que vivía Irina entrar. No tenía nunca la oportunidad de sentarme a hablar con ella, siempre Irina me arrastraba cuando ella llegaba o en todo caso ella se marchaba en cuanto nosotros llegábamos.


Lo extraño era saber que siempre me veía con un destello de desconfianza, quizá tenía conocimiento de alguno de mis negocios o le habían llegado rumores sobre mí, algo que no terminaba por descartar, después de todo el apellido de mi familia siempre está en boca del mundo entero.


—¿Nos vamos? —preguntó Irina.


Le dejé un pequeño beso en la frente a Yulia que me miraba con sus bellos ojos suplicantes, me partía el corazón tener que despedirme, sobre todo porque sabía que no iba a verla en varios días.


—Nos veremos al regreso de mi viaje, pequeña —susurré.


—¿Tienes que irte? —preguntó en un hijo de voz tomando mis dedos con sus manitos—. Quiero que te quedes un poco más conmigo.


Miré a Irina como si estuviera esperando a que ella interviniera y dijera algo, no es que yo no quisiera quedarme, de hecho me encantaría, pero sabía que Irina no quería que me quedara mucho más tiempo.


Fue difícil el proceso de que ella me permitiera acercarme, de hecho, no quería que lo hiciera en un comienzo y no sé qué sucedió exactamente para que tuviera ese cambio tan drástico, pero lo había tenido. Un día simplemente me pidió que comenzara a acompañarla y mis mañanas se volvieron una rutina, una que sinceramente comenzó a llenar un vacío que tenía guardado muy profundo en mi corazón.


Irina se acercó a la pequeña, se inclinó a su altura, ella cubrió su rostro con sus manos, un claro indicio que sabía lo que su hermana le diría.


—Cariño, solamente se irá unos días, cuando vuelva quizá ya puedas estar en casa —murmuró intentando convencerle—. Además, seguro que Nikolai te trae algo de su viaje, anda, dale un abrazo para que pueda marcharse sin preocupaciones, sino se irá pensando que tú estás triste.


Ella se quedó inmóvil un par de segundos, como si estuviera considerando las palabras de su hermana, sin embargo, cabizbaja estiró sus brazos en mi dirección. La rodeé en un cálido abrazo, fue breve, pero reconfortante y luego caminamos en dirección a la salida.


Cuando salimos Irina caminó varios pasos por delante, comencé a pensar que quizá algo le estaba molestando, pero entonces con sus ojos llenos de lágrimas se dio la vuelta y se detuvo en seco.


—Tengo que darte las gracias, no había visto a mi hermana tan feliz en mucho tiempo y gracias a ti ahora puedo verle tan contenta —susurró cerca de mí, tomó mi mano entre las suyas y un cálido beso se posó sobre ella—. El contrato está cerca de caducar y no sé si tengas intenciones de volver a renovarlo, pero este tiempo contigo Nikolai, no solamente me ha cambiado a mí, sino a mi hermana, eso para mí no tiene un precio, me regalaste algo invaluable.


—No tienes que hacer esto —quité mi mano entre las suyas y la jalé de las caderas apegándola a mi pecho—. Algo en la vida me trajo hasta aquí, es por eso Irina que no me arrepiento de nada. El contrato puede caducar, pero seguiremos estando juntos.


No tenía la menor idea de lo que mis palabras significaban, pero tenían peso, no solamente sobre Irina, sino sobre mí. Me estaba negando a creer que cada una de las noches en que había hecho a Irina mía, en las que había dormido y despertado a su lado, me habían marcado.


—Cuando regreses de este viaje voy a darte un regalo invaluable, uno de esos que te cambian la vida para siempre Nikolai —susurró con una leve sonrisa limpiando sus lágrimas y me miró a los ojos con un brillo genuino—. Vamos a apresurarnos, quiero ayudarte a armar tu maleta.


No quise hacer preguntas, ella no era el tipo de mujer que respondía a interrogatorios y sacarle información tampoco era fácil. Así que no quise forzar la situación incluso cuando sabía que me iría todo el viaje pensando en lo que me esperaría cuando volviese.


Llegamos a la mansión, Irina fue la primera en bajarse, pero maldije al ver el automóvil de Diana en la entrada. Le había pedido que no volviera a la mansión, es cierto que ambos la compartíamos, pero seguía siendo mía y había tantas propiedades que tenía para escoger en cual vivir.


Ella disfrutaba de verme enloquecer, lo sabía y aprovechaba cada oportunidad cerca de Irina para provocarla, sabiendo que eso me enloquecía. Ella enlazó su brazo con el mío, era la primera vez que veía a Irina temerosa de Diana, es decir, ella no es el tipo de mujer que va buscando problemas, pero tampoco de las que se deja amedrentar, pero esta vez era diferente, había algo diferente en ella.


Entramos, Irina miraba hacía todas partes, como si estuviera esperando que Diana saliera de atrás de una pared o un mueble, dispuesta a acabar con su vida y eso me dejó pensando en que quizá le podría haber amenazado.


Estaba con un pie en la escalera cuando escuché el sonido de los tacones, aquel caminar que conocía muy bien, observé un rojo sangre de unos pies que iban acompañados de unas delgadas y esculpidas piernas que tantas veces había tocado. Me encontré al fin con la enorme sonrisa triunfante de Diana, no era esa desbordada de cinismo que conocía perfectamente, era una llena de resentimiento, como si en realidad ya no se hubiera acostumbrado a la situación.


—Pero miren a quienes tenemos aquí —dijo soltando una pequeña risa—. Sí son la pareja feliz.


—No vamos a comenzar con los juegos Diana —le advertí irritado por el comienzo de la conversación—. Te dejé en claro que no quería verte por aquí. No comprendo este masoquismo tuyo, si sabes que vendré con Irina, no tienes nada que hacer aquí, ve al Spa o de viaje.


—Fíjate que no me apetece ir de viaje o estar en el Spa, quería mirarle la cara al hombre que alguna vez amé —tensó la mandíbula y recorrió el cuerpo de Irina, que por alguna extraña razón se apegó con más fuerza a mi brazo—. Y a la mujer que ocupa mi sitio en cada ocasión que puede.


—¿Qué quieres? —fui directo al grano.


Sus escenas, sus juegos y provocaciones ya me tenían un 'poco cansado, estaba lo suficiente cansado para discutir con ella. Incluso sabiendo que el divorcio implicaría una guerra con Igor comenzaba a contemplarlo, mantenerme al lado de Diana resultaba cada vez más complicado.


Estaba a punto de volver a hacerle la misma pregunta, pero fue innecesario, sacó una prueba de embarazo de su bolsillo con dos líneas. Me quedé pensando en la última vez que tuvimos intimidad, pero era imposible, había pasado mucho tiempo y además ella no podía quedar embarazada.


—Encontré esto en el bote de basura, felicidades, parece que lo has vuelto a hacer —una lágrima corrió por su mejilla—. Espero que estés listo para la tormenta que se avecina, porque esta vez no estoy dispuesta a dejarlo pasar, a quedarme en silencio y mucho menos a suplicarte, quiero el divorcio.


—No tenías derecho a decirle nada —pronunció con furia Irina.


Yo estaba en silencio, todavía no terminaba de procesar lo que estaba ocurriendo, es decir, nos habíamos estado cuidando adecuadamente y no veía en mis planes la posibilidad de un embarazo. Pero tampoco podía negar que lo que menos me importaba en aquellos momentos era las consecuencias que me traería con Igor, sino la esperanza que se había alojado en mi interior.

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