Capítulo 15 Hilos de esperanza
El alcohol se me subió a la cabeza, tenía en claro que estaba jugando con fuego y que probablemente ardería en llamas, pero en aquellos instantes no me importaba.
La rabia me dominó, sentí la adrenalina recorrer mi cuerpo mientras veía a Nikolai provocarme y sus deseos por demostrarme quién manda. No me iba a permitir darle el gusto, ¿quién era Nikolai para creerse mi dueño?
Mientras estaba sumergida en aquel beso contaminado, me sentía una idiota por continuar el juego de Nikolai, en el momento que lo vi con esa mujer sobre sus piernas debí de abandonar mi orgullo, tendría que haberme marchado y haberlo dejado con las ganas de sentirse triunfante.
Lo golpeé, tenía la esperanza de que me bajase, pero no lo hizo, no hasta que estuvimos en su despacho y me dejó caer sobre el sofá con brusquedad.
—¿Enloqueciste? —le pregunté arrugando el ceño—. No puedes tratarme de este modo.
—Puedo tratarte como quiera tratarte, mientras ese contrato exista eres mía, Irina —sentenció con su voz cargada de rabia—. No sé en qué pensabas al involucrarte con ese chico.
—En lo mismo que pensabas tú al involucrarte con esa mujer —gruñí—. Quieres tenerme, pero no eres capaz de hacer algo tan sencillo como bailar conmigo.
—Todas las personas tienen cosas en las que son buenas y en las que no —me recordó con frialdad—. Lo hubiera hecho por la mujer que amo, pero te recuerdo que lo nuestro no es amor.
—Es cierto —una sonrisa burlona apareció sobre mis labios—. Me encanta que me recuerdes que para ti solamente soy la puta que te vas a follar hasta que te aburras.
Me levanté del sofá, esta vez dispuesta a marcharme, caminé firme en dirección a la puerta, pero la mano firme de Nikolai se aferró a mi brazo.
—No vas a marcharte hasta que yo lo diga, ¿tengo que recordarte como funciona esto? —preguntó con un gesto de disfrute.
Disfrutaba humillarme, pero aquello no me amedrentaba, no me hacía sentir pequeña, solamente aumentaba la rabia creciente en mi interior.
—¿Qué vas a hacer si no te obedezco? —pregunté haciendo un puchero como si me estuviera burlando de la situación.
Me tomó con una mano por el rostro, se acercó tanto a mí que podía sentir su respiración pesada acariciar mis mejillas y su nariz tocaba la mía. Separó los labios como si fuera a responderme; sin embargo, no lo hizo, sus labios se estamparon con los míos en un intenso beso.
Así era como se sentía él tire y afloje, de repente estábamos a punto de destruirnos, pero en un pestañeo eso se volvía una atracción difícil de controlar.
Le arranqué su camisa, lo lancé sobre el sofá y subí encima de él que me miraba con un brillo en la mirada desbordado de deseo.
Nos destruimos de esa manera, entre gemidos y jadeos, con el calor de la habitación envolviéndonos, o quizá simplemente éramos nosotros.
Me quité de encima de él, un poco agotada y él me jaló hacia sus brazos. Me rodeó con su calidez me dejó un leve beso en el cabello, se veía relajado y me atrevería a decir que también satisfecho.
—No quiero que este episodio de hoy se vuelva a repetir Irina, te lo digo de verdad, me ha tocado bastante...
No terminó la frase, no sé si fue por pena de decir que le tocó los huevos o por el hecho de que tocaron a la puerta. Se apresuró a vestirse, seguido de eso se aseguró de que yo estuviera cubierta y abrió para ver de quién se trataba.
—Disculpe señor —dijo Timur que apenas alcanzó a asomarse—. El señor Dimitri se quedó dormido de lo ebrio que estaba, ¿qué debería de hacer con él?
—A veces Timur, me pregunto si eres un novato, un idiota o si te gusta agotar mi paciencia —gruñó Nikolai con fastidio—. Si Dimitri está ebrio llévalo a uno de nuestros mejores hoteles, le das una Suite y que descanse hasta que se encuentre bien.
Timur no respondió, pero se veía la pena en su mirada. Al parecer Nikolai se ponía de especial mal humor cuando interrumpían uno de nuestros momentos especiales.
—No tienes que preocuparte —dije en cuanto cerró la puerta y se dio la vuelta—. Mientras no dejes que ninguna otra mujer se siente sobre ti ni ponga sus labios en los tuyos no tendremos este problema de nuevo.
Era tonto dar por seguro que algo como esto no sucedería de nuevo, sobre todo con mi temperamento, pero de momento no quería continuar con esa discusión. El efecto del alcohol había cesado y tenía un leve dolor de cabeza.
Estábamos a punto de salir de la sala cuando mi celular comenzó a sonar, vi el nombre de Margarita en la pantalla y comencé a preocuparme de que algo malo le estuviera ocurriendo a mi hermana.
Tomé la llamada sin esperar a que Nikolai hiciera la pregunta que estaba al borde de sus labios, necesitaba escuchar lo que fuera que tuvieran que decirme, porque cada segundo se volvía una completa agonía.
—Hola —hablé en un hilo de voz.
—Hola cariño, no quería llamarte, no te asustes... —se apresuró a decir—. Yulia, bueno, está un poco adolorida, pero no ha dejado de llamarte y preguntar cuando vendrás.
—Iré ahora mismo a verla, por favor, dile que voy en camino para que se quede tranquila —le pedí con un nudo en la garganta.
No podía sentirme peor, ella estaba adolorida mientras que yo jugaba a provocar la ira de Nikolai. Las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas y él me miraba sin comprender lo que estaba ocurriendo, pero en su rostro también se notaba la preocupación.
—¿Llamaron por tu hermana? —preguntó y sin esperar una respuesta de mi parte prosiguió—. ¿Ella se encuentra bien, verdad?
—Está un poco adolorida y me ha estado llamando. Me siento una idiota, no he estado a su lado como debería de hacerlo y me ha necesitado.
—Sé que en estos últimos días no te he permitido estar tanto con ella como te gustaría, te prometo darte unos días para que los pasen juntas —dijo un poco apenado—. Anda, voy a llevarte al hospital.
—No es necesario, puede hacerlo Andrei —dije cruzada de brazos.
Vi en sus ojos nacer la duda y no supe a qué se debía esa mirada, me sentí como si me estuviera perdiendo de algo en medio de la conversación.
—¿Tienes algo con Andrei? —preguntó en un tono de voz que denotaba que no se trataba de una broma.
—¿Lo dices en serio? —pregunté en un gruñido—. No quiero dar molestias, además, hemos quedado en separar nuestras vidas y resumirlo a lo acordado en el contrato.
Le recordé lo que él mismo había planteado, pero esa mirada repleta de melancolía se apoderó de su rostro y se quedó varios segundos mirando un punto fijo.
—Sé que no me quieres cerca de tu hermana porque soy un monstruo a la vista de muchos, pero solamente quiero llevarte al hospital —dijo de la nada.
No comprendía si mis palabras de aquel día le habían afectado o si se trataba de que estaba teniendo celos de Andrei, había un misterio en Nikolai que no terminaba de descifrar. Me encogí de hombros y suspiré, en aquellos momentos que había mencionado que no lo quería cerca era porque a final de cuentas él no era más que un extraño con el que firmé un contrato y no quería que Yulia tuviera algún apego con él cuando todo esto terminara.
—Vamos —le dije a lo que levantó su mirada con el rostro iluminado.
Me acompañó hasta el hospital, cuando llegué recordé que Margarita estaba allí, pero ya le había permitido a Nikolai ir conmigo, así que no podía evitar que ambos se encontraran. Los nervios se apoderaron de mí, pensaba que Margarita se podría tomar a mal la situación y aquello me hacía dudar de la decisión tomada.
Nikolai me miró una vez dentro del ascensor, como si estuviera intrigado ante mis gestos y separé los labios, en un principio para decirle que tal vez no era muy buena idea, pero luego simplemente volví al mismo gesto.
—¿Segura que está bien si subo contigo? Sé que puede ser incómodo para ti que tu hermana te comience a hacer preguntas sobre mí —dijo sin siquiera mirarme.
—No me preocupan las preguntas de Yulia, le diré que nos volvimos amigos después de aquel día —negué mirando al suelo—. No tiene importancia, ella lo entenderá.
—Entonces, ¿qué es lo que te tiene preocupada? —indagó con un tono de voz curioso.
Agradecí que las puertas del elevador se abrieran, un escalofrío me recorrió el cuerpo, Nikolai se sacó su chaqueta y me la puso por encima de los hombros mientras caminábamos rumbo a la habitación. Le lancé una leve mirada y él sonrío de lado, como si mi rostro reflejara exactamente lo que no había dicho, no tenía por qué hacerlo.
Tampoco preguntó en el corto trayecto nada más con respecto a la conversación en el elevador, algo que también me hizo sentir agradecida. Al llegar ante la puerta tomé el pomo y me quedé un momento dudando si debería abrir la puerta, pero al final lo hice.
Me encontré con que Margarita estaba dormida, se había quedado dormida junto con Yulia, tomando su mano y con el rostro apoyado en la camilla. Dudé algunos segundos si debía de despertarla o sentarme a esperar que ella misma lo hiciera, no debería haber tenido una noche fácil, pero al final si se quedaba durmiendo en aquella postura terminaría por pasarle factura.
Al tocar su hombro se sobresaltó un poco, colocó la mano sobre su pecho por el susto y soltó un suspiro. Iba a hablar, pero justo en aquel instante colocó su mirada sobre Nikolai, quedó pálida, como si acabara de ver a un fantasma y luego trató de actuar con normalidad.
—Lo siento cielo, tuve un mal sueño, ha sido una noche dura —susurró.
—No te preocupes —le froté el hombro y me hice un poco a un lado para enfrentarla a Nikolai—. ¿Recuerdas la conversación que tuvimos ayer?, él es Nikolai.
Él me miró curioso, probablemente después me preguntaría sobre esa conversación, pero no quería ponerle un nombre delante de Margarita a lo que tenemos, así que la mejor manera de presentarlos era exactamente esa, recordarle lo que le conté antes de marcharme del hospital.
—Es un placer —le estrechó la mano con una leve sonrisa—. Me gustaría quedarme, platicar un poco con ambos y conocerlo un poco más, pero realmente me siento cansada. Una mujer mayor como yo ya no tiene la misma energía que tienen ustedes.
Soltó una pequeña risa, le dejó un beso en la frente a Yulia y me volvió a mirar, esta vez como si quisiera decirme algo, pero no pudiera hacerlo.
—El chofer está abajo, pídale que la lleve de regreso a casa —le dijo Nikolai a lo que la mujer simplemente asintió.
—Me marcho, más tarde Irina, me gustaría que te tomes un momento para ir a mi casa, hay algo que me gustaría que habláramos —terminó por decir.
Asentí porque entendí en mi mente que se debía a Nikolai, no me extrañaba que al final supiera de él de alguna forma. La familia Volkov no tiene una buena reputación, eso todos lo saben, pero Nikolai en particular tiene fama de ser un hombre destructivo y es un rumor que la mayoría de ciudadanos saben.
Me senté al lado de Yulia, ahora lo que verdaderamente me interesaba era centrarme en ella y en su recuperación. Necesitaba saber como estaba marchando todo, aunque el tratamiento no llevaba mucho tiempo.
Nikolai tomó una silla, se sentó a mi lado y apoyó una mano sobre mi pierna, entonces clavé mi mirada sobre él, indicando que no era el sitio siquiera para que pusiera un dedo sobre mí, algo que pareció comprender al instante porque la quitó.
—Ella se pondrá bien, tiene buenos doctores, me encargué de que la atiendan los mejores —susurró buscando calmarme.
—Me preocupa que ella se esté sintiendo abandonada —murmuré apartando un mechón del cabello de Yulia que se veía realmente tranquila durmiendo.
—Todo este tiempo has estado trabajando duro para darle una vida digna, creo que ella puede entender esto —bajó la mirada.
—Yo no entendía a mi madre, no hasta que me tocó a mí, quizá ella no pueda comprenderlo —me limpié una lágrima y suspiré.
En ese momento entró el doctor a la habitación y me puse de pie de prisa, quería saber como estaba todo. Él me sonrió, un gesto que me dejó un poco más tranquilo.
—Irina, no tienes que preocuparte, justo me crucé con la señora Margarita cuando se marchaba y me dijo que te habías quedado. Desde ayer quería tener la oportunidad de hablarte, quería comentarte que Yulia está respondiendo muy bien al tratamiento.
Suspiré con una enorme sonrisa, sin duda aquello me quitaba un gran peso de encima.
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