Capítulo 1 Serás mía
La vida me había enseñado en reiteradas ocasiones que debía de tener cuidado, que siempre debía de alojar algo de temor en mi corazón. Pero jamás sentí tanto miedo hasta ahora. Atrapada en las cuatro paredes de la habitación privada de un club clandestino.
Mis ojos recorrieron el lugar, en busca de ayuda, de un alma caritativa que me sacara de allí. Sí, probablemente yo era la única culpable de mi miseria, aunque la vida no era menos culpable, no dejaba de acorralarme y recordarme que nací para ser miserable.
Desde la muerte de mi madre me había tocado a mí hacerme cargo de mi hermana menor, Yulia. Nada fue fácil, desde aquel entonces, cargar con los horarios laborales y las responsabilidades que conlleva tener un menor a cargo. Todo era simplemente demasiado.
Esto no quiere decir que Yulia no fuera mi adoración. Siempre lo fue, desde su nacimiento, que aunque había llegado de forma sorpresiva, lo había hecho para traer la paz a nuestra casa.
Nunca supe quién era el padre de Yulia, aunque en reiteradas ocasiones le pregunté a mi madre, que se negó en cada una de ellas a decirme algo al respecto. Entonces, no hubo con la partida de mi madre a quien reclamarle, ni tampoco a quien pedirle ayuda.
Tuve que agradecer que al menos la vida no me dejó en completa soledad. Somos Yulia y yo, contra todo, contra la vida misma.
Regresando al punto en el que me encontraba miré a Nikolai, sus ojos destellaban un profundo deseo y devoción que aún me encontraba muy lejos de descubrir de donde venían.
Su simple presencia me aplastó el pecho con fuerza, no llegaba a comprender del todo que era aquello, quizá el instinto humano pidiendo a gritos que lo escuche.
Una pequeña risa escapó de sus labios, apoyó una mano contra la pared y podía sentir su aliento cálido.
—No tienes nada que temer Irina. —me aseguró con aquel tono de voz desbordado de soberbia—. No quiero hacerte daño, de así quererlo no lo haría aquí. Jamás mancharía el nombre de mi club.
Mis labios se fruncieron y se formó un debate en mi interior. Quería decirle que su club ya cargaba con una dudosa reputación, pero también si lo hacía corría el riesgo de que hubiese consecuencias.
Por Yulia, todo lo hacía por ella. Solamente por ello me quedé con la boca cerrada y bajé la mirada en espera que eso fuera suficiente para que Nikolai tomara un poco de distancia.
Sin embargo, fue un intento estúpido, Nikolai levantó mi rostro por el mentón y me apartó un mechón del cabello, que colocó detrás de mi oreja.
Era la primera vez en la vida que lo tenía ante mis ojos y no dejaba de tratarme como si fuera libre de hacer con mi vida lo que le plazca.
—Quiero que seas mía Irina —murmuró.
Un comentario jodidamente desagradable, ¿en qué siglo cree ese hombre que se vive? Las personas habían dejado de pertenecerle a otras desde hace décadas. Mi mirada desprendía furia, que aquello lo llevó a soltar una risa ronca que inundó toda la habitación.
—No quiero que lo malentiendas Irina. Me tienes deslumbrado, eres el tipo de mujer que simplemente me enloquece y estoy dispuesto a dar lo que sea para tenerte.
Sentí como todo en mi interior se revolvía. Me quería poner un precio, una de las actitudes que más detesto de un hombre.
—Dime Irina, ¿con qué sueña una mujer como tú? ¿Un apartamento en el mejor punto de Moscú? ¿Un coche deportivo? —preguntó con firmeza.
—Usted cree...
Solté aquellas palabras con la voz estrangulada. No pude continuar, no sabría decir si se debió a que las palabras se quedaron allí atoradas sin poder seguir o si fue causado por el golpe de la puerta, que me sobresaltó.
Nikolai se mostró furioso, pero fue hacia la puerta y abrió. Escuché la voz de un hombre, temblorosa, cargada de un profundo miedo. Le dijo que algo urgente ocurrió y que necesitaban su presencia en la sala.
No escuché de qué sala hablaba, pero me era suficiente saber qué mis súplicas internas me habían servido de mucho. Volvió a entrar en la habitación, me echó un vistazo y soltó un enorme suspiro.
—Lamentablemente, tengo que irme ahora Irina, pero nos volveremos a ver. No quiero una respuesta ahora sobre lo que te acabo de plantear, quiero que lo pienses con calma y cuando nos volvamos a ver, que te aseguro que lo haremos. Te estaré esperando para que me des una respuesta y estaré dispuesto a cumplir cualquiera de tus sueños.
Tras decir aquello salió por la puerta. Mis piernas que no dejaban de temblar me traicionaron y me desplomé hasta el suelo, sin dejar de sentir mi corazón latir en mis oídos.
...
No supe cuanto tiempo estuve tumbada ahí en el suelo. Zinaida entró en la habitación y se arrodilló de prisa a mi lado, alarmada.
—¿Qué ocurrió, Irina? —preguntó con un gesto desbordado de preocupación— Observé al señor Nikolai, salió del club poco después de haber hablado contigo. No sé qué haya ocurrido entre ambos, pero se veía furioso, espero no seas el motivo.
—No ha sido mi culpa, vino alguien a buscarle antes de haberme vuelto su motivo de molestia. —suspiré y me pasé las manos por el rostro con irritación—. No puedo volver a trabajar por aquí Zinaida, cree que puede comprarme y de verdad, yo no quiero nada con ese hombre.
—Irina, todas las mujeres se mueren por tener a Nikolai y él las rechaza —pasa con suavidad la mano por mi espalda—. Piénsalo, quizá él sea la salida para que tú y Yulia tengan una vida más estable y tranquila.
Me retiré más temprano de lo usual del trabajo, no quería seguir allí, aguantando hombres borrachos y fingiendo sonrisas después de lo ocurrido. Al llegar, Margarita, la vecina que se queda con Yulia mientras yo trabajo, estaba dormida en la sala.
Me negaba a despertarle, así que la cubrí con una manta y la dejé continuar durmiendo. Cuando entré en la habitación, Yulia estaba acurrucada en mi cama, quería meterme en la cama y desbordarla de besos. Pero yo detesto llegar oliendo a alcohol y acostarme a su lado, no me gustaría que en un futuro me relacionara con el sucio olor de un bar.
Me di una ducha con el agua bien caliente, mientras lo hacía las imágenes del rostro de Nikolai y sus palabras daban vueltas por mi mente sin parar. Era un bucle eterno, como una grabación que se repetía una tras otra vez.
A pesar del cansancio y que tendría que despertar en unas pocas horas para ir a mi siguiente trabajo, los pensamientos no se callaban, me seguían atormentando.
...
Al final no sabía cuanto tiempo me había quedado dormida, me desperté un poco sobresaltada por un mal sueño en el que Nikolai me dejaba sin aire con sus propias manos. Yulia no estaba en la cama, así que me levanté de prisa de la cama, había una nota en la pequeña mesa de noches frente al sofá, era de Margarita.
Ella se llevó a Yulia a sus clases y me decía que debía de descansar un poco mejor, una tarea un poco difícil para una persona cargada de responsabilidades. Miré el reloj en la cocina, mi rostro palideció, era tarde para mi otro empleo.
A duras penas logré vestirme, me atrevería a decir que la camiseta que me coloqué era del día anterior, pero no tuve tiempo de plantearme las cosas demasiado, si lo hacía no llegaría a tiempo.
El tráfico tuvo el taxi que había tomado atorado unos quince minutos y eso bastó para saber que no había nada que hacer, llegaría tarde.
Así fue, cuando llegué el encargado del personal, un tipo para nada agradable, me llamó la atención. "Es su segunda vez, señorita Karpova" me dijo con esa frialdad que le caracteriza, "Le hemos dejado pasar anteriores, porque sabemos sobre su condición. Pero esta será la última, si ocurre de nuevo, no puedo seguirle cubriendo".
Era la clara señal de que mi vida pendía de un hilo y que ahora tendría que continuar más que nunca yendo al club de Nikolai, sin importar que tuviera otro encuentro con ese hombre. Había pasado meses en aquel sitio y nunca le vi la cara hasta la noche anterior, probablemente no volvería por allí en un tiempo.
Me dediqué a reponer los estantes con los productos faltantes, sí, mi trabajo es en un autoservicio aburrido. Es de tamaño promedio, pero dan una paga decente.
Me olvidé de dejar mi celular en el casillero cuando me cambié de ropa, entonces comenzó a sonar y me apresuré a dejar todo allí e ir a dejarlo en el casillero. Estaba a punto de hacerlo cuando el nombre en la pantalla me hizo detenerme en seco, era una llamada del instituto de Yulia.
Respondí con las manos sudorosas y temblando, el miedo de que pudiera haberle ocurrido algo a Yulia me estaba consumiendo.
—Buenos días, le hablamos de la guardería Tatiana Larina, lamento llamarle a estas horas, pero la alumna Yulia Karpova no se encuentra bien. —comunica con una voz desbordada de preocupación.
Siento mi corazón detenerse, mi respiración se contiene por inercia y siento la sequedad pasar por toda mi boca. Las palabras no salen incluso aunque quiero darle una respuesta, fundida por el temor, mis piernas se comienzan a mover por inercia.
—No sé si la señora Margarita le haya comentado, pero Yulia ha estado haciendo fiebre últimamente y se queda dormida en lugar de jugar. La señora Margarita cree que es por algún virus que pueda haber en el aire, pero en mi opinión debería de llevarla al hospital. —se volvió a escuchar una pequeña pausa al otro lado de la línea, que daba pie a la espera de una respuesta—. ¿Está ahí, señorita Irina?
—Voy en camino —logré decir con mi voz en un hilo débil.
Al finalizar a la llamada, caminé de prisa rumbo a la salida. Pero el rostro del gerente apareció delante de mí y me obligó a detenerme.
—¿Acaso perdiste la cordura? —preguntó con el rostro desfigurado— Estás en plena jornada laboral, tienes horas por cumplir y ni siquiera has pedido autorización para salir. Autorización que por cierto, no tendrás, llegaste tarde y no llevas ni una hora aquí adentro.
—Ha ocurrido una emergencia con mi hermana menor, tengo que ir a por ella, señor, puedo compensarlo en otro horario que le sirva. —dije en un tono desbordado de angustia.
—No puedes salir Irina, hay mucho por reponer. —sentenció y pasó por mí sin decir más.
—Que te den maldito desalmado —susurré mordiendo mi labio inferior.
—¿Dijiste algo? —preguntó deteniendo el paso.
Me estaba poniendo a prueba, por supuesto, lo había alcanzado a escuchar. Quería ver si tenía el valor de repetirlo, sabiendo que hacerlo me condenaba a un despido seguro.
—He dicho que te den, maldito desalmado —elevé la voz para que todos a nuestro alrededor lo escucharan—. Mi hermana está enferma en una guardería, tengo que ir y, ¿adivine qué?... Renuncio, me importa una mierda su empleo. Estoy segura de que la vida me pondrá otro empleo en el camino, pero ojalá a usted no le toque nunca estar en mi situación.
Pensé que al imbécil iba a tocarle la mandíbula el piso. Se quedó allí con la boca medio abierta y la mirada puesta en un punto fijo, sin decir una sola palabra.
Al llegar a la guardería, recogí a Yulia. Se veía cansada, pálida, ojerosa y la fiebre era alta, lo supe al instante.
Decidí que lo mejor era llevarla a emergencias, no podía continuar de ese modo. Cuando llegamos me hicieron un montón de preguntas, desde cuando iba la fiebre, que otros síntomas presentaba y no supe qué responder.
Estuve tanto tiempo enfocada en el trabajo que me había perdido de las cosas más importantes de mi propia hermana, así que tuve que llamar a Margarita para enterarme de que llevaba ya varias semanas de ese modo. Ella pensaba que era un virus persistente, que se le quitaría con medicamentos y no quería preocuparme.
Entendía que al final lo había hecho para ayudar, pero según las palabras siguientes del médico tendrían que hacerle muchos exámenes para saber qué problema de salud puede tener. El doctor dijo que una fiebre prolongada por tanto tiempo, sin duda no era algo normal.
Le avisé a Zinaida que no podría ir esa noche y le dije la razón. Estuve sentada en esa sala de espera por horas, hasta que el doctor me dijo que podía entrar a ver a Yulia y cuando la vi dormida en aquella camilla, reviví malos recuerdos del pasado.
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