Capítulo 9.
KYA BAKER.
Estaba que echaba humo por la rabia que sentía en esos momentos. Le había contado a Jade sobre el mensaje de mi madre, lo cual creo que fue una pésima idea; eso provocó que se alarmara y viniera aquí a Colombia inmediatamente. Para mi desgracia y para su fortuna había un vuelo que salía este mismo día de urgencia para acá, así que no desaprovechó el momento y se vino. No paraba de insistirme de confesarle a Rubius la verdadera de mis historias: el por qué el enojo con mis padres, el de Harold, el por qué mi vida cambió repentinamente e inclusive hablarle de Maddie, su hija. Es una decisión que había tomado tiempo atrás y se encontraba firme, pero ahora que lo he vuelto a ver no puedo evitar sentir culpa por haberle hecho perderse cuatro años de su hija y por seguirle mintiendo sobre ella.
Todo esto me carcome por dentro y ya no sé qué hacer al respecto.
Si a mis padres se les ocurre tener como "evidencia" que he vuelto con el chico que tiempo atrás me dejó con una responsabilidad en mano harán que Rubius tenga que presentarse en la corte. ¿Por qué mi vida era tan complicada? ¿Por qué no puede seguir normal y sin problemas? No creo que le cueste tanto apiadarse de mí después de todo lo que he pasado por la decisión que tomé tiempo atrás.
-De verdad que tendrás que decirle a fuerzas toda la verdad -Jade, quien se encontraba sentada en la barra de la cocina, me miraba atenta.
-Sé lo que tengo que hacer, Jade, pero eso no me ayuda en estos momentos -me coloqué los guantes y saqué unas galletas de chocolate del horno. Las había hecho porque Maddie no paraba de pedirme que las hiciera y además porque quería darle ese detalle a Rubius por lo de sus premios.
Mi mejor amiga simplemente suspiró. Tanto ella como yo estábamos cansadas por debatir tanto en este tema. Era el único momento en el cual no congeniábamos como solemos hacerlo. Ella está terca con que debo decirle a Rubius todo pero yo, como siempre, me mantengo firme con que así como están las cosas está todo bien.
Detesto que me confunda de esta forma, me hace sentir entre la espada y la pared.
-Hay algo que no te he contado -su tono apagado hizo que me girara y la mirara atenta- He roto con Shawn.
Aquello hizo que abriera mis ojos, tanto que logré pensar que se saldrían de sus órbitas. Jade y Shawn, quien era su novio, eran inseparables al momento de estar juntos. Cada que salíamos no podía evitar de envidiarlos por ser tan lindos y perfectos; nunca dejaban de derramar miel, inclusive llegué a pensar que tendrían un futuro juntos.
-No puedo creerlo -abrí mi boca formando un perfecto círculo- ¿Qué pasó?
-Le ofrecieron un trabajo en Argentina por haber ganado un caso que llevaba en España, así que habló seriamente conmigo y me dijo que tenía que superarse, pero que esperaba que encontrara a alguien que me sepa hacer feliz -una lágrima resbaló por su mejilla, haciendo que detrás de ellas vinieran más.
Shawn era uno de los mejores abogados de toda España que inclusive no parecía uno, ya que su forma de ser no era tan formal. Creo que se enamoró de Jade porque ambos están igual de maniáticos y locos.
-Oh, Jade, lo siento tanto -la abracé, intentando hacer que se calmara un poco.
Maddie, quien vio llorar a su tía Jade, le extendió una de las galletas que tenía en mano.
-Ten, tía, esto va a hacer que te sientas mejor -sonrió mi pequeña, provocando una dulce risa en mi mejor amiga.
-Gracias, Mad -Jade se colocó a su altura para darle un beso en la frente.
Maddie asintió y se fue corriendo a la sala a ver el programa de Barney. Mientras intenté ayudar a Jade a sentirse mejor y a olvidar poco a poco el tema de Shawn. Odiaba ver cada que le rompían el corazón a mi mejor amiga, eso provocaba que saliera mi instinto asesino, no podía evitar las ganas que tenía de estrangularlo por dejarla de esa forma. Aunque viéndolo bien, me recordaba cuando Rubius me había dejado igual por su trabajo.
-Si la vida los quiere juntos hará que se encuentren de nuevo -le sonreí con tristeza, ya que eso siempre me lo repetía cuando Rubius a penas había decidido marcharse.
-Tengo un claro ejemplo de ello -negó con la cabeza divertida.
Sonreí. Al menos ya se le estaba pasando un poco.
El tiempo pasó hasta que pasaron tres horas exactas. Para ese momento ya me encontraba lista junto a Maddie, lo único que estábamos haciendo era perder algo de tiempo mientras hablábamos con Jade de todo lo que hemos estado pasando desde nuestra llegada aquí. Inclusive mi pequeña le contó que mis amigos se habían vuelto amigos suyos también.
La puerta sonó minutos después. Tres golpecitos exactos a ella me hizo entender que era Rubius quien había llegado. Nos despedimos de Jade, prometiéndole traerle algo de regreso. Por fortuna se había quedado hospedada en el mismo hotel, así que podíamos estar más cerca que nunca.
-Que preciosas se ven -Rubius me mira a mí y a mi pequeña atento con su hermosa sonrisa en su rostro.
-Muchísimas gracias, Rubiuh -intenté imitar el acento de Mangel, pero lo único que obtuve como respuesta fue una carcajada de su parte.
-Tú también te ves muy guapo, papi -Maddie sonrió para después sonrojarse. Ese gesto era muy mío, ya comprendo de dónde lo había sacado.
Rubius le sonrió como respuesta para después tomar su mano. Los tres caminamos hasta mi auto con una plática muy animada. El mitad Noruego y mitad Español nos contaba sobre los premios de hoy; al parecer se la pasaron muy bien, ya que ganaron tres premios y además de ello tuvo mucho apoyo de sus criaturitas.
Esta es la sensación que me encanta. Escuchar aquellos logros me hacían saber lo bien que había tomado mi decisión al no decirle sobre Maddie. Estoy segura que si se hubiera enterado de ello las cosas serían totalmente diferentes.
Ya en el auto Rubius me iba indicando las direcciones de donde debía de ir. Al llegar, pude ver que era una zona llena de árboles y flores hermosas. Habían bancas por doquier y alguna que otra parejita que disfrutaba el aire fresco de la noche.
Bajamos tomando de la mano a Maddie y nos aproximamos a una banca algo retirada de las personas. Por lo que veo Rubius quería privacidad. Se lo merece, pues la vida de un famoso suele ser tedioso hasta cierto punto.
-Faltan 10 minutos para que venga lo bueno, así que mientras hay que hablar, muyayita -dijo tras ver el reloj en su móvil.
-Me parece buena idea -coloqué un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
-Mami, ¿puedo ir a jugar por mientras? -Maddie me hacía morritos, rogándome para que la dejara ir a jugar con otros niños que se encontraban ahí.
-Está bien, Maddie, pero recuerda no irte lejos -la miré haciendo que recordara aquella vez del zoo.
-Lo prometo, mami.
Mi pequeña se fue, dejándome a solas con el castaño.
-Hay rumores sobre nosotros -Rubius me miró serio, intentando descifrar cada gesto que fuera a hacer.
-¿Rumores como cuáles? -fruncí el ceño.
-De que estamos volviendo a salir y que inclusive ya tengo una familia junto a ti -el castaño volteó a ver a aquella niña parecida en todos los aspectos a él que se encontraba jugando al pilla pilla.
-Realmente suele sorprender lo lejos que llegan las personas -dije simplemente. Estaba más que claro que no sabía qué decir en aquellos momentos.
-Lo sé pero... Todo lo que dicen, sus "pruebas" y esas cosas -imitó las comillas para después negar con la cabeza y sonreír- Hacen que se vea tan real. Inclusive me intrigó tanto que leí comentarios que ni a mí mismo se me habían ocurrido.
No me estaba gustando el rumbo que estaba tomando aquella conversación. Estaba más que claro que las criaturas del señor son muy astutas; si empezaron a hacer suposiciones de mí, no dudo en que hayan sacado conclusiones respecto a Maddie.
-Dijeron que el tiempo de nuestra ruptura y la edad de Maddie coincidían tanto que no dudaban de que era mi hija, ¿puedes creerlo? -rió divertido.
-¿En serio? ¡Wow! ¡Qué imaginación! -reí nerviosa junto a él. Aquello se veía sobre-actuado, pero me importaba una mierda. Tenía unas enormes ganas de esconder mi cara en el suelo como si fuera un avestruz.
-Sí -soltó una pequeña risita y miró la hora desde su móvil- Falta un minuto, terminamos de conversar a tiempo.
No sabía para qué faltaba un minuto exactamente pero, joder, que amaba a esos 60 segundos que me habían sacado de un tema del cual no me apetecía hablar. No por ahora.
-¡Mad, ven aquí! -gritó Rubius.
Inmediatamente mi hija vino corriendo hacia nosotros. Ambas fruncimos el ceño al ver que Rubius le extendía un frasco de vidrio para que lo tuviera en sus pequeñas manos.
-Toma esto con cuidado -Rubius empezó a hablar, mirando a mi pequeña para que tuviera cuidado- Ahora verás por qué te lo he dado.
Maddie simplemente asintió. Rubius se levantó del lugar y la tomó de la mano, después extendió su otra mano libre, indicándome que la tomara. Le hice caso y tomé su mano; sonreí inconscientemente al momento de sentir ese peculiar escalofrío recorrer mi cuerpo. Esta sensación solo la podía provocar él en mí.
Caminamos tomados de la mano hasta llegar al centro de ese lugar. Pude ver como la noche estaba despejada y dejaba ver a las hermosas estrellas que se encontraban observándonos desde arriba.
-Ahora, que os disfrutéis del show.
Aquellas palabras que había dicho Rubius fueron como si de palabras mágicas se tratasen. Unas luces entre amarillas y verdes empezaron a salir de quién sabe dónde en el lugar. No pude evitar poner mi cara de asombro junto a Maddie, quien soltó un grito de emoción y se fue corriendo junto a los demás niños con su frasco en mano para poder capturar a las luciérnagas que adornaban ese lugar. Era como si las estrellas hubieran decidido bajar y dejarnos verlas desde cerca, solo que en este caso se trataba de esos animalitos que salen cierto tiempo.
Como si fuera una adolescente que logró hacer que el chico de sus sueños le hablase, sentí cómo mi estómago era invadido por mariposas que revoloteaban en mi interior. Esto era algo tan hermoso que no sabía expresar la ráfaga de sentimientos que se había apoderado en mí gracias a Rubius.
-Esto es... perfecto -miré sonriente a mi alrededor, observando cómo muchas lucecitas nos rodeaban en aquel instante.
-¿Te gusta?
-¡Me encanta!
Me lancé a los brazos de Rubius emocionada. No sabía cómo demostrarle lo agradecida que estaba por esos pequeños momentos que los hacía perfectos en mi vida. Inclusive hacía feliz a mi pequeña y eso era algo que daba mucho que decir. No cualquier chico te hace feliz junto a tu hija ni tampoco se preocupan por ella como Rubius lo hace.
-Extrañaba tenerte así -Rubius me apretó con delicadeza, enterrando su cabeza en el hueco de mi cuello.
-Debo admitir que yo también -me separé un poco para mirarlo hacia los ojos- ¿Por qué haces esto, Rubén? ¿Por qué ahora?
Pude sentir como se ponía nervioso por haberle preguntado aquello. No quería arruinar ese momento tan emotivo, pero siempre me ponía a pensar por todo esto. Estaba harta de hacer supocisiones, así que mejor decidí aclararme las ideas como se debe: preguntándoselo directamente a él.
-Ya lo sabes -miró hacia dirección a Maddie, evitando cualquier contacto visual conmigo.
Odié que hiciera aquello, no quería que esos bonitos ojos color leopardo me quitaran la mirada de encima.
-Pero me suelo confundir... Ya no entiendo ni qué somos -no sé si soltar aquello fue una buena idea, pero no podía retenérmelo por más tiempo.
-¿Y qué somos? -sonrió.
Me separé para darle un pequeño golpe en el brazo pero después lo volví a abrazar. Por alguna extraña razón me gustaba estar cerca de él y tenerlo junto a mí.
-Ja-ja-ja. Muy gracioso, Doblas.
-De verdad, Kya, lo digo en serio. ¿Qué somos?
Al ver que su semblante se ponía serio me puse tensa. No sabía cómo contestar aquella pregunta.
-Te lo iba a decir cuando hablamos respecto al tema pero Mangel y Maddie nos interrumpieron -negó con la cabeza divertido al recordar aquella plática- ¿Queréis volver a intentar algo conmigo?
Estaba a punto de gritarle muchos sí mientras corría por el lugar eufórica, pero paré de golpe al pensar en Maddie. ¿Qué pasaría si esto llegara a terminar? Mi pequeña sufriría tanto como yo por dejar de ver a aquel chico que consideraba un padre, el cual curiosamente lo era. Tenía miedo de que todo acabara como aquella forma que terminó lo nuestro o peor. Eso significaría que tendría que soportar a estar sin él de nuevo, suficiente tenía con una niña de cuatro años muy idéntica a él que no paraba de recordármelo.
-Hey, ¿qué pasa? -al ver que no respondía, se separó de mí y me miró a los ojos- ¿Acaso fue espontáneo? Porque si fue así yo entien...
-No, no fue eso -lo interrumpí mientras le sonreía- Es solo que... No es como antes, Rubén, tengo una responsabilidad en mano, hay muchas cosas que ya no puedo hacer -miré a Maddie, quien seguía cazando luciérnagas.
-Lo entiendo. Kya, si te estoy pidiendo una oportunidad es porque estoy aceptando todo de ti, incluso a tu pequeña -Rubius miró a Maddie y soltó una risita al ver que la pequeña no alcanzaba una luciérnaga que rondeaba por ahí. Parecía que el animalito se burlaba de ella por no poder alcanzarlo- Inclusive ya la considero mi hija.
-Porque lo es... -susurré.
Aquello último fue tan inaudible que a penas pude escucharlo. Por fortuna Rubius estaba tan esimismado en mi pequeña que no logró escuchar aquellas palabras que salieron de mis labios inconscientemente.
-Eres tan lindo -acaricié una de sus mejillas provocando recuerdos de tiempo atrás en mi memoria- Me encantaría intentarlo contigo, por algo nos hemos vuelto a encontrar.
-¡Sí, joder! ¡Ha dicho que sí! -Rubius empezó a gritar muy feliz, captando la atención de los allí presentes.
Aquel acto me hizo tanta gracia que no pude reprimir la carcajada que salió a continuación. Las personas que escucharon decir aquello de Rubius empezaron a gritar emocionados y a silbar en forma de felicitación.
Rubius se acercó a mí, me levantó por los aires y me empezó a dar vueltas. Reía sin parar porque realmente estaba feliz, no podía ocultar toda la emoción que sentía en esos momentos.
-Esta vez todo cambiará para bien, muyaya, ya verás -una vez que ya me había colocado en el suelo habló sonriente. Al parecer no era la única que se encontraba feliz.
-Lo sé -respondí sincera.
Mis manos empezaron a sudar al ver que se empezaba a acercar a mí lentamente. Mis ojos se desviaron de sus ojos a sus labios al instante. Mi corazón empezaba a latir a mil por hora, como si quisiera salirse de mi pecho. Tenerlo tan cerca hacía que mis mariposas en el estómago revolotearan de una manera muy violenta, pero indicaban lo feliz que estaban por mí.
Después de cuatro años, volví a sentir sus labios. Esos deliciosos y suaves labios que únicamente tenía él. Ese beso tan tierno y dulce me hizo saber que aquella decisión que había tomado en esa zona llena de luciérnagas revoloteando a nuestro alrededor cambiaría nuestras vidas por completo.
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