Capítulo 6.

RUBÉN DOBLAS.

Dos semanas habían pasado desde aquel reencuentro con el padre de Kya en el zoo. Cuando me contó lo de sus padres se me partió el alma; no me gustaba saber que la Kya Baker alegre de la que me enamoré se había perdido tiempo atrás gracias a sus nuevos problemas. Sus padres siempre fueron un amor de persona conmigo y no terminé de entender por qué justo ahora me vienen a odiar. Cuando Harold me dijo aquellas palabras, aquellas que me dejaron marcado y que no he podido olvidar, supe que había algo de lo que no había enterado del todo. Conozco a Kya como la palma de mi mano y estoy seguro de que hay un tema que me esquiva demasiado: el de Maddie.

Miré el reloj que se encontraba en la mesita de noche; las 8:27 am. No es común que esté despierto desde temprano, pero hoy sería el viaje junto a los chicos y chicas a Colombia. Recuerdo que toda la semana estuve junto a Maddie y Kya yendo al centro comercial a buscar ropa para que se pusieran. Para ser exactos Kya era la que quería ropa; estaba tan emocionada por ese viaje que no quería que nada le faltase a ella y a su hija.

Maddie... Esa pequeña castaña se había vuelto mi vida completa en un mes. No podía creer el cariño que le había cogido casi al instante y la confianza que ella misma me había brindado igual en cuanto me vio.

La considero mi pequeña hija en estos momentos...

—Rubiuh, apresúrate que aún hay que pasar por las chicas –me regañó Mangel desde el marco de la puerta.

—Ya voy, tío –rodee los ojos divertido y me levanté de la cama.

Por fortuna ya estaba listo, así que salí de la habitación junto a mis maletas y me dirigí a la sala, encontrándome con mi Mahe.

Pedimos un taxi que nos llevara a la casa de Kya y en menos de 20 minutos ya nos encontrábamos allí. Ambas chicas se encontraban listas con sus maletas en el marco de la puerta esperando nuestra llegada. En cuanto nos vieron, sus sonrisas se expandieron por completo.

Empezamos a subir las maletas al Jeep de Kya, ya que este sería llevado también a Colombia para poder movilizarnos mejor. Por fortuna la chica de ojos grises conocía la ciudad gracias a que había ganado una beca de bachillerato allá. Recuerdo que una vez que fui a ese lugar a un Club Media Fest la vi a ella en una de las tiendas de videojuegos junto a Jade, su mejor amiga. Desde ese instante la vida de ambos cambió.

—¿Cómo es Colombia? –preguntó la pequeña castaña mientras se abrochaba el cinturón de seguridad.

—Es hermoso –le contestó Mangel– Y muy grande.

—¿Muy grande como tú, Rubius? –esta vez se dirigió hacia mí.

—Mucho más que eso, pequeña –le toqué la punta de la nariz con mi dedo índice y le sonreí.

Kya me sonrió por el retrovisor y se dirigió lo más rápido que pudo hacia el aeropuerto. Por fortuna nuestra relación había cambiado; ahora ya no estaba ese incómodo sentimiento de "he vuelto a ver a mi ex novio", no, ahora estábamos más unidos que nunca. Maddie siempre decía que nos veíamos muy bien juntos y eso provocaba que nos sonrojaramos al instante. Al fin y al cabo era una pequeña que decía la verdad.

Al llegar al aeropuerto nos dirigimos rápidamente a la sala de espera, y justo ahí se me acercaron un grupo de chicos a pedirme fotos.

Maddie se asustó un poco al ver llorar a dos chicas, así que simplemente se colocó detrás de mí, mirando la escena.

—¿Nos podemos sacar una foto, chicos? –preguntó la chica rubia con lágrimas en sus ojos.

—Claro –le sonreí.

—Maddie, ven aquí –le llamó Kya desde uno de los asientos.

La pequeña estaba a punto de correr hacia su madre pero un chico la detuvo.

—Es muy mona, también queremos que salga.

Maddie se sonrojó, a lo que me incliné y la cargué.

—Digan: salchipapas –dijo Mangel riendo.

—¡Salchipapas! –dijimos todos al unísono.

Al terminar la foto todos empezaron a reír. Maddie se encontraba muy nerviosa por la atención que estaba teniendo de las personas, pero la animaba, indicándole que todo estaba bien.

—Joder, que la niña se parece demasiado a ti, Rubius –la chica morena que se había puesto a llorar en cuanto me vio se acercó a Maddie y le acarició el cabello– Pareciera que es tu hija.

Pareciera que es mi hija... Me giré hacia la pequeña y sí, tenía razón; contaba con todos mis rasgos que sin duda alguna cualquiera diría que es hija mía. Ya veo por qué los chicos me hacen burla con ella diciendo que es un hijo que dejé en el pasado junto a Kya. Aunque pensándolo bien, ya van muchas personas que me lo van diciendo.

—Lo sé –sonreí– La considero mi princesa.

—¡Te quiero! –gritó Maddie con voz chillona y me abrazó.

Todos soltaron un "aw", hasta Mangel y Kya, enternecidos por aquella situación tan mona.

Los chicos se despidieron de mí, de Mangel y Maddie y se fueron del lugar. Mientras tanto nos quedamos a la espera de que anunciaran el avión para poder irnos al fin.

Algo me decía que este viaje estaría lleno de emociones, era como una corazonada que tenía muy dentro de mí.

[...]

—¡Mira, mami, es graaaaande como este avión! ¡O no, creo que es mucho más graaaaande! –dijo Maddie desde el asiento de la ventana.

Kya se acercó a ella y empezó a decirle cosas sobre la ciudad casi en susurros. El avión empezó a aterrizar, indicándonos que oficialmente nos hallábamos en la bonita ciudad de Colombia. Bajamos del avión y caminamos todos juntos por el aeropuerto hasta la salida, pero paramos en seco al ver a muchísima gente esperando nuestra llegada. Al vernos los gritos invadieron nuestros tímpanos, eran tan fuertes que me giré hacia la pequeña castaña y vi que se tapaba sus orejitas con sus manos mientras se colocaba atrás de su madre muy nerviosa.

—Bienvenidos a Colombia –nos saludó uno de los guardias de seguridad al acercarse a nosotros– Ustedes deben ser Rubius y Mangel ¿no?

—Así es y gracias –estreché mi mano junto con la de él en forma de saludo.

—Perfecto, esperen un momento –el guardia sacó su radio y empezó a informarle a no sé quién que habíamos llegado– Nuestro trabajo es que lleguen a salvo hasta el Jeep de Kya Baker, que es usted. Un gusto –le sonrió a Kya amable.

—El gusto es mío, Lion –dijo Kya después de leer su nombre en la placa.

Lion asintió para después hacerle señas a otros de seguridad. Estos se acercaron, tomaron nuestras maletas y se dirigieron con ellas al Jeep.

—Por seguridad les tengo que decir qué tienen que hacer, más si viene una pequeña con ustedes –Lion se puso serio y nos miró atentamente– Estaremos tres guardias enfrente de ustedes y otros tres detrás. Por lo que más quieran no se salgan del círculo y por favor, si tienen cosas de valor tómelas fuertemente.

Todos asentimos, indicándole que habíamos entendido las indicaciones.

—El Jeep estará afuera del aeropuerto, una vez ahí suben rápidamente a él. Uno de mis compañeros los llevará a una zona segura para que ya puedan estar libres de este alboroto –dijo mientras caminaba cerca de la salida donde se encontraba el gentío.

Caminamos detrás de él, intentando escucharlo. Cada vez que nos acercábamos a la multitud nos costaba distinguir su voz entre ellas. Sonreí involuntariamente al ver a las personas que se encontraban ahí para recibirnos. Amaba mucho a mis criaturita y estas cálidas bienvenidas me encantaban tanto.

—Que hay mucha gente, Rubiuh –gritó Mangel emocionado mientras me movía divertido.

—Lo sé –grité también emocionado.

Me giré hacia Kya, quien había cargado a Maddie en sus brazos. Tomé su mano, tomándola desprevenida. Sonreí al notar su leve sonrojo y su escalofrío al sentir mi tacto.

—Es por seguridad –le indiqué sonriente.

«Sí claro, "por seguridad", Doblas», pensé.

Maddie me volteó a ver sonriente por lo que había hecho mientras que Kya no paraba de estar nervosa. Me giré hacia Mangel indicándole que ya estaba listo para irnos al auto. Lion, al entender la seña de que estábamos preparados, se colocó junto a los demás de seguridad tal y como nos había indicado, guiándonos entre ese océano de gente. Estaba tan apretado por entre los del seguridad que si fuera una persona claustrofóbica lo hubiera sentido horrible.

Sentí cómo me rasguñaban en los brazos y cómo tiraban de mi camisa. Tuve que sostenerme muchas veces de los guardias para no caer encima del pobre Mahe que iba alado mío. Volteaba a ver hacia atrás cada dos segundos para verificar que Kya y mi pequeña princesa se encontraban bien.

Esto era una puta locura y no podía creerlo, pero no pude evitar sentirme agradecido.

Cuando llegamos al Jeep esperé a que Kya y Maddie subieran primero para después ir yo y seguido Mangel. A pesar de que ya habíamos estado en "zona segura" las personas no se alejaban y golpeaban con fuerza el auto, rodeándolo por completo.

—¡Os amo! –bajé un poco el vidrio y saludé a muchas personas junto a Mangel.

—¡Esto es una locura! –gritó Mangel en cuanto el de seguridad pudo salir de esa horda de gente.

Muchos iban en taxi persiguiéndonos e inclusive habían chicos y chicas que corrían detrás del auto. Kya y Maddie estaban que no se creían esta situación.

—Gracias por habernos traído sanos y salvos –le dijo Maddie al de seguridad al momento que estaba entregándole el auto a Kya.

—Fue un placer, pequeña –le contestó el chico de seguridad– tenéis una linda familia, Rubius. Espero que os disfruten la estancia en Colombia.

—Gracias –sonreí nervioso al escuchar la palabra «familia».

El chico asintió y se fue devuelta a su trabajo. Kya empezó a manejar por las calles de Colombia, hablándonos sobre ese precioso lugar.

Al llegar al hotel pedimos los cuartos que habíamos reservado por internet y nos dirigimos a ellos. Quería pedir una habitación junto a Kya y Maddie pero no quería que pensaran que estaba aprovechándome de la situación. 

Al entrar al cuarto me tiré en la cama y miré el techo pensativo. Antes de haber venido había planeado todo lo que quería hacer junto a esas dos chicas que se habían metido en mi vida de una forma tan drástica. A pesar de que Kya ya había formado parte de ella, el haberla visto de nuevo me hizo mover mi mundo entero. Tantas actividades se me habían ocurrido junto a esas dos que se me estaba olvidando el verdadero motivo por el cual estaba aquí. La presentación.

Dejé de pensar en cuanto escuché unos golpes en mi puerta. Caminé hasta ella y miré por el pequeño orificio para observar de quién se trataba; era nada más y nada menos que Kya.

—Hola, ¿podemos hablar? –preguntó con una sonrisa nerviosa en su rostro.

—Claro –me hice a un lado, indicándole que podía pasar– ¿Y Maddie?

—Mangel me ha pedido si podía llevarla a dar la vuelta a un parque mono que se encontraba cerca de aquí –explicó mientras se sentaba al borde de la cama.

—Oh... –solté simplemente.

Me acerqué a ella a paso lento. Sé que nuestros cuartos están cerca, pero no entendía aquella visita tan espontánea. Y ahora ¿de qué quería hablar? Claro que no iba a echárselo en cara, pues así aprovechaba para responder a muchas de mis preguntas que tenía desde su llegada y más que nada por el cambio drástico que había tomado su vida por completo.

Después de unos segundos que parecieron eternos, Kya se animó a hablar al fin.

—Quisiera hablar contigo sobre el tiempo que no estuvimos juntos –jugó nerviosa con sus dedos.

—¿Qué pasa con ello? Digo, no es que haya hecho muchas cosas que me molan hoy en día a excepción de mi carrera.

—Es que hay una pregunta que nunca he obtenido una respuesta concreta, quisiera que la respondieras por mí.

Decidí acercarme a ella y sentarme a su lado en la orilla de la cama. Sabía que el tema que saldría a flote sería algo serio, algo de lo que tendríamos que estar atentos. Me quedé callado indicándole que la escuchaba, a lo que ella asintió con una sonrisa de medio lado en su rostro.

—¿No estabas enamorado de mí? Porque creo que está de más decir que esperaba que me eligieras a mí –Kya dijo aquello último casi en susurros. Al parecer le dolía recordar aquella decisión que había afectado en nosotros tiempo atrás.

—Kya, claro que estaba enamorado de ti, no te imaginas cuánto –me giré hacia ella y la tomé por la barbilla haciendo que me mirara a los ojos– Eras lo mejor que me había pasado, estar junto a ti me hizo conocer el verdadero significado del amor. Kya, no sé si sea demasiado tarde pero lo siento... Siento mucho el daño que te hice al tomar la decisión de terminar todo para seguir con mi carrera.

—Tranquilo, todo está bien –sus bellos y hermosos ojos grises se iluminaron con la tenue luz de la habitación– Yo también estaba enamorada de ti, me alegra saber que esa decisión te hizo llegar hasta donde estás ahora.

Me quedé callado. Quería aprovechar ese momento para decirle lo que seguía sintiendo por ella. Quería decirle que aquella decisión que yo mismo había tomado tiempo atrás también me había afectado. Cada noche lloraba por haber dejado ir de esa forma a la persona que me hacía feliz cada día, a esa persona que con tan solo verla hacía de mis días grises días soleados.

—Kya... Aún te quiero. Mi amor por ti fue tan grande que no se ha desvanecido del todo.

Aquella chica puso sus ojos en blanco. Sonrió, puso un mechón de cabello detrás de su oreja y me miró con ese brillo tan peculiar suyo en la mirada.

—Yo también te quiero, Rubius.

Aquellas palabras bastaron para hacer que mi corazón empezara a latir rápidamente de nuevo después de cuatro años. Esa chica sin duda alguna era la mujer de mi vida.

—Deberíamos intentarlo de nuev... –dije, pero la risa de Mangel y Maddie interrumpieron aquel  perfecto momento.

—¡He ganado! –la dulce voz de mi princesa sonó en toda la habitación.

—¡Que has hecho trampa, tramposilla! –Mangel empezó a hacerle cosquillas a la castaña, la cual no paraba de reír.

Kya me volteó a ver, sonriéndome. Me dio un beso rápido en la mejilla, haciendo que me quedara perplejo.

—Buenas noches, Rubius.

Tras decir aquellas palabras, se despidió de Mangel y tomó a su pequeña de la mano, desapareciendo completamente de mi vista.

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