Capítulo 2.

RUBÉN DOBLAS.

Aquella tarde junto Kya y Maddie había sido estupenda. Tenía tiempo que no pasaba por una situación así, he estado acostumbrado a las fiestas, al relajo, que no recordaba lo reconfortante que era estar un día tranquilo junto a tus personas especiales. Digo especiales porque Mangel, Maddie y Kya lo son; es extraño que ya considere a Maddie así de especial a pesar de que la conocí justo hoy gracias a Raspy, pero sentía como si esa pequeña fuera mi otra mitad.

Al haber escuchado que no tenía padre me partió el corazón por completo. No puedo creer que siga habiendo en el mundo chicos gilipollas que no se hacen responsables de todo lo que hacen.

Me gustaría buscar a ese chico y matarlo.

En estos momentos nos encontrábamos en la mesa jugando UNO y charlando. Maddie me sorprendía a sus cuatro años, pues era una niña muy inteligente, tanto que nos había ganado cinco partidas seguidas a todos nosotros. Si hubiera un premio a la mejor madre soltera en el mundo, sin duda alguna Kya se lo llevaría.

—Ostia, que he ganado al fin –sonrió Kya al poner su última carta.

—¡Ah, no se vale! Estaba a punto de ganar –bufó Mangel quien ponía la siguiente carta del mismo color.

—Estabas, Mangel, estabas –rió.

Negué con la cabeza ante aquella situación. Todo esto era muy divertido que me daban ganas de repetirlo por mucho tiempo más.

Voltee a ver a Kya, quien se encontraba viendo su móvil en esos momentos. Se levantó de la mesa y la sonrisa que tenía hacía unos segundos desapareció por completo.

—Bueno, chicos, hoy me la pasé muy bien. Gracias por habernos invitado pero es momento de que Maddie y yo nos retiremos.

—¿Tan rápido? –miré la hora de mi móvil, a penas eran las 21:17 PM.

—Con razón la pequeña se durmió desde hace una hora, tío –Mangel volteó a ver hacia el sofá, viendo cómo descansaba la pequeña castaña plácidamente.

—Su hora de dormir es a las 20, ya es costumbre para ella –Kya se encogió de hombros para después sonreír– En fin, igual tengo que descansar para ir a trabajar mañana y llevar a Maddie al kínder.

—¿Trabajar? –alcé una ceja asombrado.

—Las mujeres también podemos mantenernos, Rubius –respondió incrédula.

—No lo decía por eso, sino que tenéis una hija y debes esperar a que salga de la escuela para ir a buscarla.

—Jade lo hace por mí.

—¿Tu mejor amiga? –preguntó Mangel, a lo que Kya asintió.

Aquella chica nos sonrió por último, tomó sus cosas y cargó a Maddie en su hombro para irse. No sé por qué razón pero saber que ya se iban me hacía decepcionarme un poco. No quería que este día acabara, pues estaba pasándola muy bien alado de ellas, pero así como todo empieza tiene que terminar tarde o temprano.

Caminé a paso lento hacia la puerta en lo que Kya y Mangel se despedían. Me alegraba saber que ambos seguían llevándose muy bien.

Decidí acompañar a Kya a coger un taxi pero me quedé boquiabierto al ver que tenía su propio Jeep. Esta chica siempre era de darme sorpresas. Le abrí la puerta del copiloto para que metiera bien a Maddie y la acomodara sin que se lastimara. Cerré la puerta con cuidado de no hacer tanto ruido y la miré. Sus ojos grises se iluminaban gracias a la luz de la luna de aquella noche. Su cara perfilada y esos labios perfectamente alineados me hacía recordarla tiempo atrás. Haberla visto en ese parque me abrió la ilusión de nuevo, me hizo feliz por saber que no había desaparecido de mi vida del todo.

—Me la pasé muy bien hoy –interrumpió el silencio, ya que ambos nos estábamos mirando fijamente.

—También yo –respondí simplemente. Al notar lo borde que había sido, decidí añadir algo más– ¿Puedo ir mañana por Maddie? Quisiera pasar tiempo con ella.

Kya abrió sus ojos, sorprendida por lo que acababa de decir.

—¿Estás seguro? –volteó a ver a su pequeña, quien seguía durmiendo en el asiento del Jeep– No quiero causar molestias.

—Joder, que no es nada. Esa niña y yo nos llevaremos muy bien –sonreí para brindarle confianza, la cual noté que tomó al instante.

—De acuerdo. Pasa por ella al medio día –me devolvió la sonrisa y bajó la mirada– Nos vemos, Rubius, gracias por el bonito día de hoy.

—No se dan, Kya, espero que se vuelva a repetir.

Nos miramos por última vez. Es como si quisiéramos decirnos muchas cosas pero no nos atrevemos por el tiempo que había pasado sin vernos. Esa elección que había tomado tiempo atrás había cortado nuestra relación de raíz. Soy consiente del daño que le había causado y siempre que despertaba lo recordaba; es una cicatriz que sigue presente, tan presente como ese día.

Después de unos segundos que parecieron eternos Kya me regaló una última sonrisa y se subió al Jeep, dispuesta a irse. Cuando el motor arrancó sentí una opresión en el pecho, pero sonreí para ocultarlo.

Daría lo que fuera por recuperar a esa chica que perdí cuatro años atrás, pero las cosas no siempre vuelven a ser lo mismo dos veces.

[...]

A la mañana siguiente me había levantado tarde. Joder, que no recordaba que Maddie se encontraba esperándome en el kínder.

Willy, quien se encontraba conmigo y Mangel esa mañana manejaba a toda velocidad hasta la escuela de la pequeña. Al momento de enterarse de la llegada de Kya a nuestras vidas de nuevo se había emocionado tanto como Mangel. La verdad es que se había ganado el corazón de todos mis amigos, quienes la querían como a una hermana.

—Hombre, que eres pésimo cuando estáis a cargo de niños –me regañó Willy por enésima vez desde que subimos a ese auto.

—Lo siento, tío, se me ha pasado –respondí apenado.

Cuando llegamos al kínder bajé prácticamente corriendo del auto. Solté todo el aire que llevaba acumulado desde que salí de casa cuando vi a Maddie sentada jugando con sus muñecas en una de las bancas del kínder. Corrí hacia ella y le sonreí apenado.

—¡Rubius! –corrió hacia mí y me abrazó como ya se había acostumbrado a hacerlo.

—¡Maddie! –la cargué y le di vueltas en el aire– Disculpa la demora, pequeña. Te lo recompensaré con un helado si no le dices a tu madre.

—Mi mami dice que es malo mentir.

Joder, Kya, ¿por qué la tienes tan entrenada?

—Si mamá se entera que he llegado tarde a recogerte se cabreará y no me dejará verte de nuevo –imité una carita triste, rogando por convencer a esa cría inteligente.

—No quiero eso –dijo en un tono tan mono que me dieron ganas de apretujarla.

—Pues entonces no digas nada de esto ¿sí? –ella asintió sonriente, contagiándome– Vayamos por el helado. Hoy te presentaré a un amigo nuevo.

—¡Sí!

Maddie me tomó de la mano y caminó animadamente junto a mí. Me agradaba la presencia de esa pequeñaja de ojos color leopardo, me hacía recordarme cuando era un niño; tenía esa actitud tan alegre, tan positivo que contagiaba a cualquier persona. Viéndolo bien tenía mucho parecido con ella, tal vez por eso congeniábamos mucho.

Cuando caminábamos a un MC Donald's por el helado de la pequeña, Willy y Mangel aparecieron por la puerta. Les había mandado un texto diciéndoles que los vería allí.

En ese momento Maddie ya había acabado su helado y se encontraba jugando en los juegos junto a otros niños de su edad.

—Es muy mona la niña –comentó Willy al verla– Me agrada.

—Es un amor de niña –admitió Mangel.

—De hecho se parece demasiado a ti, Rubius –rió el chino.

—¡Yo también dije lo mismo! –alzó la mano Mangel para chocarlas junto a Willy.

Negué con la cabeza divertido. Siempre me gustaba pasar el rato junto a ellos, me hacían salirme de mis preocupaciones sobre mi carrera y me contagiaban lo bonito de la vida.

Seguimos hablando un buen rato hasta que recibí un texto al móvil. Era Kya indicándome que ya había salido del trabajo y que ya podía llevarle a Maddie a casa. Solté un suspiro y voltee hacia los juegos, viendo reír a esa pequeña. La llamé con la mano cuando me miró, indicándole que era hora de irnos. Pude ver en sus ojitos que no quería irse de ese lugar, inclusive me gustaría dejarla todo el día si es posible, pero su madre la espera y no puedo aprovecharme de la amistad que estoy volviendo a tomar con Kya para tener a su hija todo el tiempo conmigo.

Caminamos hacia el auto de Willy mientras todos entablábamos una conversación muy infantil junto a Maddie. La pequeña no paraba de hablar de Minecraft y fue como si fueran las palabras mágicas para ganarse el corazón completo de Willy.

Al llegar a casa fue como si todos quisiéramos seguir ahí sin estar lejos del otro. Voltee a ver hacia la casa que había comprado Kya cuando me enteré que salió de la universidad. Nunca entendí el motivo por el cuál lo hizo, ya que su relación con sus padres era tan unida que siempre me decía que no se iría de esa casa jamás. Viéndolo bien, habían muchos misterios nuevos en la vida de Kya que me había perdido desde que todo acabó.

—¡Mami! –Maddie salió disparada del auto al ver salir a su madre a recibirla.

—¡Mad! –Kya sonrió y cargó a su hija– ¿Qué tal te la pasaste hoy con los chicos?

—Muy bien, mami, son muy graciosos –la pequeña soltó una pequeña risita y se ruborizó levemente.

Realmente era muy mona.

Kya le sonrió a su hija por última vez y nos volteó a ver. Se dio cuenta de la presencia de Willy, ya que la sonrisa que tenía se le expandió por completo al verlo.

Nos acercamos a ellas mientras que Kya ponía a Maddie en el suelo y esta salía disparada hacia aquella enorme casa de dos pisos. No podía creer lo lejos que aquella chica había llegado y los lujos que puede darse a ella y a su hija por su trabajo. En serio que era algo de admirar.

—¡Kya! –Willy se acercó a ella y le dio un tierno abrazo– Me alegra volver a verte.

—Ya somos dos, Willy, ¿cómo has estado?

—Muy bien, y por lo que veo tú igual, eh –dijo irónico al echarle un vistazo a su casa.

—Tenía que hacerlo por Maddie –Kya se encogió de hombros sonriente– Pasen, les invito a comer.

Todos asentimos y entramos a esa enorme casa. Ya adentro pude apreciar lo bonita y perfectamente ordenada que estaba. Habían marcos sobre la pared de ella, Maddie y Jade que me sorprendió no ver ninguno de sus padres junto a ella o a la pequeña. Observé las escaleras de roble que estaban justo a la derecha de la puerta principal, las cuales te llevaban a cuatro habitaciones y a una micro sala. Supongo que ahí se ponía a jugar Maddie por las muñecas que se encontraban en el baúl o en las repisas.

—Bienvenidos a su casa, chicos –respondió la chica animadamente.

—Gracias –dijimos al unísono.

Caminamos hasta llegar a una cocina acogedora, donde había una mesa y al frente un marco que te dejaba ver todo lo que una cocina incluía.

—¿En qué trabajas, Baker? –preguntó Mangel mientras que, al igual que todos, observábamos a detalle la casa.

—Soy psicóloga en la mejor institución de España –respondió Kya mientras dejaba algo de galletas y chocolate caliente en la mesa.

—Joder, esto es impresionante. Está mejor que mi piso –pensé en voz alta, haciendo que todos soltaran una risita.

Todos tomamos asiento en la mesa y empezamos a comer. Poco después Maddie se unió a nosotros, ya que se había ido a hacer tarea y según ella su mamá le dice siempre que llegando de la escuela tiene que hacer su tarea primero para poder tener el día libre y hacer lo que se le plazca. Muy bien pensado, Baker.

—¿Cuál es tu animal favorito, pequeña Maddie? –preguntó Willy al meternos en el tema de los animales.

—¡Los unicornios! –respondió animada.

—Pero los unicornios no exis... –paré en seco al sentir una patada debajo de la mesa. Había sido Kya quien me había golpeado para que no dijera que esos animales solamente eran fantasía y que realmente no existían en la vida real– Quería decir, Vegetta te amará.

—¿Quién es Vegetta? –la ojiverde frunció el ceño. Que gesto tan idéntico a su madre.

—Un amigo nuestro, ya te lo presentaremos. A él le encantan los unicornios y el color morado –añadió Mangel.

—¡Igual que a mí! –la pequeña estaba tan emocionada que aplaudió mientras soltaba risitas. Que melodía tan más dulce.

Las horas pasaron sin darnos cuenta que la noche nos había estado alcanzando. Afuera se podía ver la luz tenue del sol que se ocultaba al horizonte de la ciudad. Realmente era impresionante ver que las horas se pasaban rápido cuando estabas pasándola bien junto a alguien. En este caso todos estábamos tan cómodos con la presencia de cada uno que ni siquiera nos habíamos percatado de lo tarde que se estaba haciendo. Teníamos que prepararnos para el próximo evento que tendríamos en una semana y que de hecho no habíamos avanzado más que en el inicio.

—Bueno, chicas, hoy fue un lindo día junto a ustedes –dijo Willy por todos mientras caminábamos al auto.

—Son muy majos –la pequeña nos sonrió antes de bostezar– Espero verlos pronto.

—Esperamos lo mismo, castañica –le sonrió Mangel.

Maddie se despidió de ellos y al final me dio un tierno abrazo de despedida antes de irse a dormir. Mientras que los chicos caminaban hacia el auto de Willy me había quedado a solas con Kya. Esta situación era de lo más incómoda y al parecer no era el único que estaba de acuerdo.

—Gracias por el chocolate caliente de hoy, espero verte pronto, Baker –sonreí nervioso.

—Es como una recompensa por lo de ayer.

El silencio se apoderó del lugar después de esas palabras. Al final decidí dejar la inseguridad y me acerqué a ella para darle un tierno beso en la mejilla. Al parecer mi tacto causó en ambos una energía que hacía mucho no sentíamos. Kya se puso rígida en su lugar mientras que yo me ponía tenso por lo que acababa de hacer. Temía a que se enojara, me bofeteara y me mandara al carajo por haberle dado un beso tan rápido. ¿Había sido muy oportimo?

—Hasta luego, Rubius.

—Nos vemos, Kya.

Kya cerró la puerta lentamente mientras yo me dirigía al auto junto a los chicos. Rezaba porque aquellas últimas palabras que nos habíamos dicho fueran ciertas.

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