Capítulo 12.
RUBÉN DOBLAS.
El día junto a mis amigos estuvo de puta madre. Tenía tiempo que no íbamos a esquiar y eso se debía a que visitaba Noruega cada 1000 años.
Cuando me dijeron que si nos reuníamos ese mismo día en la tarde para esquiar e ir a comer en algún lugar, inmediatamente acepté. Justo ahora nos encontrábamos dando una última vuelta a la pista.
-Eh, Rubén -Anderson, el más pequeño de todos, frenó y se quitó el casco- ¿Cómo vas con Kya?
-Oye, hombre, que es cierto -Patrick también frenó e imitó a Anderson- Nos hemos enterado por la televisión sobre tu noviazgo y no por ti. ¿Ves como sí cambian las cosas?
-Ups, lo siento -reí, ya que Patrick era el que siempre hablaba para hacer maldad- Lo siento tanto, chicos, que he estado ocupado y no he podido hablarles sobre mi vida.
-Lo hemos visto -Anderson empezó a quitarse la protección, indicándonos que ya teníamos que irnos.
Patrick y yo hicimos lo mismo y nos dirigimos al auto de este mismo. Decidimos ir a comer a un puesto de comida rápida y pedimos lo que comeríamos. Una vez que nos dieron nuestros pedidos, nos pusimos a platicar.
El tiempo pasó y no me di cuenta de lo rápido que la noche había caído. Estaba tan entretenido hablando con los chicos que no vi que mi madre me había llamado unas cuantas veces. No sé ustedes, pero cada que tengo llamadas perdidas de mi madre siento que me exterminará por no estar pendiente del móvil.
Me encogí de hombros y guardé ese aparato que ahora estaba maldito por las llamadas de mi madre, ya recibiría el regaño después.
-Se me hace raro verte sin Mangel -habló Patrick en cuanto le dio un bocado a una papa.
-Esta vez no hemos podido venir juntos, creo que tiene un compromiso en España junto a Beatriz -respondí.
-O sea que en vez de él vino Kya -Anderson me alzó una ceja y sonrió con picardía.
-Sois unos mal pensados -negué con la cabeza mientras reía.
-¡Que ha sido Anderson! -Patrick se llevó una mano al corazón y me miró como si estuviera ofendido.
-Los he extrañado -reí y saqué mi móvil para tomarnos una foto juntos, pero la cámara fue interrumpida con una llamada de mi madre... Otra vez.
-Contesta -dijeron ambos al unísono.
Asentí con el ceño fruncido. Probablemente tenían razón y lo que mi madre quería decirme era importante, pues no es de esas madres que se la pasan hablando a cada momento.
-¿Qué pasa, mamá? -pregunté nervioso.
-Rubén, que bueno que me contestas -alcancé a escuchar los sollozos de Kya al otro lado de la línea de fondo mientras mi madre le decía que tuviera la calma. No pude distinguir el lugar donde estaban pero era seguro que no era en casa, ya que escuchaba mucho ruido de personas.
-Me estás asustando. ¿Qué sucede?
Miré hacia enfrente y vi que los chicos me miraban atentos y con el ceño fruncido. Al parecer vieron mi rostro lleno de preocupación.
-Maddie se ha enfermado de gravedad, estamos en el hospital del centro -soltó.
Y fue entonces como si el mundo se me cayera encima. ¿Una enfermedad de gravedad? Eso era algo muy serio y que no sonaba nada bien. ¿Cómo había sido posible que eso sucediera, si antes de irme de casa ella estaba perfectamente bien?
Sin darme cuenta me encontraba yendo hacia la salida con los nervios a flor de piel, en busca de un taxi que pudiera llevarme lo más rápido posible hasta el hospital. Ni siquiera recordaba que mi madre seguía en la llamada, pues era como si el mundo se hubiera detenido y fuera la única persona que pudiera moverse sobre él.
-¿Rubén? -al oír la voz de mi madre de nuevo regresé a la realidad.
-Voy para allá.
No dejé que me contestara y colgué, caminando a paso rápido por la fría acera.
-¡Rubén! -gritó Anderson, pero estaba tan distraído en seguir que no paré.
Caminaba tan rápido que chocaba con las personas que pasaban, unas me soltaban palabrotas y otras simplemente pasaban de ello. Escuché pasos detrás de mí y después una mano que me retenía.
-Joder, Rubén, detente -Anderson me tomó por los hombros y me miró directamente a los ojos- ¿Qué pasa?
-Maddie... -dije simplemente. Seguía en un estado de shock que no podía lograr articular palabra.
-¿Quién es Maddie? -se unió Patrick a nosotros, ya que creo se había quedado a pagar la cuenta.
-La hija de Kya... Ella está...
-¿Kya tiene una hija? -Patrick abrió sus ojos, tanto que pensé que se saldrían de sus órbitas.
-No es momento para preguntar eso, Pat -Anderson fulminó con la mirada a Patrick y después se volvió a enfocar en mí- Rubén, tranquilízate. Necesito que me expliques qué sucede y si podemos ayudarte en algo.
Asentí levemente, intentando controlar mis nervios. Respiré profundamente y hablé al fin.
-Maddie está en el hospital porque se ha enfermado de gravedad y no entiendo por qué. Hace unas horas estuve junto a ella y estaba bien... Tengo miedo. Esa niña se ha vuelto mi vida en estos meses que la he tenido a mi lado que no me imagino estar sin ella.
Mis amigos guardaron silencio. No sé si fue por lo cursi que había sonado aquello o si fue por enterarse de Maddie de esa forma tan drástica.
Como si hubieran leído mi mente ambos me llevaron a rastras hacia el auto para dirigirnos al hospital. Le agradecí al cielo que no me hicieran preguntas en el trayecto hasta este mismo, no me sentía lo suficientemente cuerdo para responder a cualquier pregunta que me hicieran en esos precisos instantes.
El camino hasta ese lugar que tanto detesto visitar se hizo eterno y silencioso, nadie se atrevía a hacer algún comentario o a decir palabra sobre lo que se encontraba sucediendo y la verdad es que lo entendía. Mis amigos estaban en shock por enterarse de esa forma tan drástica sobre esa pequeña castaña y yo estaba así por enterarme tan drástico también sobre su estado.
Al llegar al hospital no dudé en ser el primero en bajar mientras que los chicos iban pisándome los talones. Caminé hasta la sala de espera pero no vi a Kya ni a mi madre por ningún lado, así que decidí dirigirme al cuarto piso donde es la sala de espera de pacientes que realmente se encuentran graves. Mi peor pesadilla apareció entonces frente a mis ojos: Kya y mi madre se encontraban ahí.
Me acerqué hacia ellas y cuando ambas obtuvieron mi atención me miraron con tristeza. Kya corrió hasta mí y se echó a llorar en mis brazos.
-¿Cómo está? -empecé a acariciarle su melena castaña, intentando hacer que se tranquilizara lo antes posible.
-No lo sé... -soltó un sollozo, después se tranquilizó y me miró a los ojos. No pude evitar sentir ese pinchazo al corazón que me causó al verla tan mal por el estado de su hija- El doctor no nos ha dado información pero al traerla aquí la atendieron rápidamente. Solamente dijeron que estaba mal y que lo que fuera que tuviese estaba avanzado.
Kya volvió a sollozar, así que la abracé con todas mis fuerzas. Podía sentir su dolor aunque esa pequeña no fuera hija mía, pero, joder, desde que la comencé a tratar la considero como si lo fuera. Una pequeña lágrima logró salirse de mis ojos pero me negué a ponerme mal, Kya necesitaba de mi apoyo y si me ponía igual que ella no llegaríamos a ninguna parte. Quería ser aquella persona que la sostenía en ese momento tan malo para que no cayera, para que no se rindiera tan fácil y para que no perdiera las esperanzas. Ella estuvo para mí en muchas ocasiones que esto que estaba haciendo no era comparado a nada de lo que ella hizo.
Después de que Kya se tranquilizó miró a los chicos, aún con sus ojos grises cristalizados.
-Hola, chicos -intentó sonreír, pero más que una sonrisa era una mueca la que había hecho- Disculpen no haberlos saludado.
-No te preocupes, eso es lo de menos. Sentimos mucho el estado de tu hija -le respondió Anderson quien se acercó a ella y le dio un pequeño abrazo.
Kya simplemente asintió. Patrick también se acercó hacia ella y le intentó dar apoyo moral. Por fortuna pudo distraerse un rato por las anécdotas de los chicos, los conocía lo suficiente para saber que querían que se distrajera de todo lo que estaba pasando.
Me acerqué a mi madre en cuanto la vi mordiéndose las uñas. Al parecer se había puesto nerviosa por todo este meollo de Maddie que no entendía por qué tenía esa actitud. La veía muy preocupada, como si no quisiera que le pasara nada a esa pequeña que se encontraba grave de salud.
-Te veo preocupada por esa niña ¿sabes? -dije en cuanto estuve cerca de ella.
-No me vas a entender, hijo, pero esa niña se volvió mi más grande amor en cuanto la vi.
-¿Eh? -la miré con el ceño fruncido. Por instinto voltee a ver a Lucía, quien estaba entretenida jugando con sus muñecas, mi madre no me paraba de repetir que el único amor de su vida íbamos a ser nosotros, nadie más- ¿Y a ti qué mosca te ha picado?
-Ninguna -rió al darse cuenta de lo que había dicho, pero después frunció el ceño- ¿Acaso esa pequeña no te preocupa?
-Mamá, no sabes lo difícil que se me está haciendo intentar ser fuerte, no quiero ponerme mal para poder apoyar a Kya. Maddie se ha vuelto mi vida, es una niña tan dulce que la considero mi princesa, como si fuera mi propia hija.
Mi madre se quedó callada, mirándome con asombro. Pude ver un brillo de ilusión que se le había formado en sus ojos verdes. Parecía que aquello que le había dicho la hizo enternecerse tanto.
¿Es que es tan difícil escuchar a el Rubius expresarse así de una niña?
-¿Qué?
-Nada, Rubén -sonrió- Deberías ser un poco más observador ¿sabes? Puede que si lo haces verías el mundo de otra forma.
-He visto el mundo desde otra perspectiva desde mi comienzo en YouTube.
-Hay cosas que valen más que una carrera que podría terminar en cualquier momento.
-Hasta ahora no encuentro nada que valga más que todo lo que he logrado -respondí incrédulo. No entendía por qué mi madre se había puesto tan pesada de repente.
-No es que no lo hayas encontrado, es que no quieres verlo. Por tu torpeza podrías perderte más tiempo de alguien que creció sin ti, sé que vas a lamentarte por eso.
-¿Estás hablando de Lucía? Mamá, he hablado con ella sobre el tema y...
-Definitivamente eres un Doblas -me interrumpió para después soltar una carcajada- Olvida todo esto. Cuando lo descubras tú mismo recordarás esta plática.
Asentí y me quedé callado. Mi madre había causado que en menos de cinco minutos mi cabeza se pusiera a dar vueltas. Sentía que ella sabía algo de lo cual me enteraría tarde o temprano, pero que no quería que lo supiera por ella misma. Digamos que no es de darle tantas vueltas a un tema, odia los rodeos y no es capaz de hacerle uno a un tema.
-¿Familiares de Maddie Baker? -la voz del médico llamó la atención de todos nosotros, así que nos acercamos a él rápidamente para saber más de aquella pequeña.
-Somos nosotros -Kya fue la primera en hablar.
-Lamento decirles que la pequeña sufre de hipotermia accidental aguda, esto se debe a que la exposición al frío es tan grande y repentina que la resistencia del cuerpo al frío es sobrepasada a pesar de que la producción del calor sea o esté casi al máximo -explicó.
-¿Y en español? -pregunté apenado.
Patrick y Anderson voltearon a verme divertidos. Al parecer mi torpeza no dejaba de aparecer ni en un momento serio.
-Significa que Maddie no se acostumbró al cambio repentino de temperatura de Colombia a Noruega, joven -respondió con mucha paciencia el médico.
¿Soy el único que se está preguntando cómo es que sabe que venimos de Colombia? Al parecer sí, ninguno se inmutó por esa información que el médico había dado que hasta ahora era confidencial.
-¿Cómo podemos hacer que su hipotermia no pase a mayores o solucionarla? -preguntó mi madre.
-Hasta ahora como está avanzada la tendremos en observación para estabilizar sus ritmos cardiovasculares. También le pondremos algunos paños en el cuerpo para que vaya tomando calor, eso hará que su temperatura aumente y nos facilitará el trabajo -miró su carpeta, después miró a Kya y por último a mí- Si para mañana se encuentra mejor le daremos de alta para que puedan llevársela a casa junto a un tratamiento para que no vuelva a suceder.
-Gracias -sonrió mi madre- ¿Podemos pasar a verla?
-Dentro de unos minutos podrán hacerlo, solamente esperen a que se estabilice. Que tengan buena tarde y con su permiso me retiro -el médico nos sonrió con los labios apretados y después desapareció de nuestra vista.
Aquellas últimas noticias fueron tan positivas que por fin soltamos todo el aire que habíamos acumulado hasta ahora. Una chispa de emoción surgió en mi interior al ver la hermosa sonrisa de Kya, al fin sonreía en el rato que llevábamos aquí. También sonreía con los chicos, eso sí, pero a comparación de ahora era mucho mejor.
La tomé por la muñeca tomándola desprevenida, así que aproveché para robarle un beso de esos labios tan dulces que necesitaba sentir desde que llegué aquí. Esos labios que podían tranquilizarme de cualquier situación, aquellos que solamente ella tenía y que causaban millones de efectos en mí. Sonreí al sentir sus brazos rodearme el cuello, atrayéndome más a ella.
-Gracias por venir, siento tanto haber arruinado tu día de esquí -dijo en cuanto se separó a unos centímetros de mis labios.
-No digáis eso, muhe, esto es importante -coloqué unos de sus mechones rebeldes detrás de su oreja sonriente.
-Disculpen por interrumpir este momento tan emotivo -Anderson carraspeó mientras se iba acercando hacia nosotros junto a Patrick- Nos tenemos que ir. Nos alegra tanto que Maddie se va a poner bien, no duden en llamarnos por si necesitan algo.
-Se los agradecemos de corazón, chicos -Kya les sonrió y se despidió de ellos con la mano.
-Estamos en contacto -respondió Patrick.
-Les debo otro día, chicos, será uno de estos -dije.
-¡Claro que nos lo debes, hombre, que no te libras de nosotros! -dijo Patrick divertido.
Todos reímos ante aquel comentario. Mis amigos eran tan positivos que sabían hacerte olvidar el rato malo que habías pasado o que estabas pasando.
Ahora estábamos a la espera para poder ver a esa pequeña castaña que nos había hecho pasar por un momento amargo.
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