Lista actuafilada
El sábado era el día elegido para la ceremonia de funeral mágico de Druella y Cygnus. A Walburga y a Orión no les hacía mucha ilusión (a la primera porque estaba muy ocupada; al segundo porque los cementerios le desagradaban profundamente). Pero el psicomago Lupin les repitió que era importante que sus sobrinas se despidieran, que asimilaran la muerte. Así que para evitar traumas futuros, obedecieron.
—¡Niñas! ¿Estáis ya? –gritó Walburga.
Las esperaba al pie de la escalera, junto con Orión que llevaba en brazos a Narcissa. Dumbledore y Grindelwald habían acudido para escoltarlos hasta el cementerio mágico donde se ubicaba el panteón de los Black. Andrómeda bajó con pasos lentos, como reticente a asumir el duelo pero comprendiendo que era necesario. Poco después apareció Bellatrix con una mueca de dolor.
—¡Pero, Bella, qué haces todavía en pijama! –exclamó su tía.
—Me duele la tipita... Duele mucho... —murmuró llorosa frotándose la tripa.
—Tal vez, y solo tal vez, se deba a que llevas días ingiriendo chocolate a toneladas –murmuró Grindelwald.
—¿Y quién tiene la culpa de eso, Gellert? –le reprochó Dumbledore.
—Tú, Albus, como de todo lo demás –suspiró el rubio con hastío.
Al momento Orión vio el cielo abierto. Intentó pasarle la bebé a su mujer y exclamó:
—¡Yo me quedo con Bella, necesita descansar! Id vosotros al funeral y yo me...
—De ninguna manera –le atajó Walburga rechazando a Narcissa como si se tratase de un escreguto—. Tú vienes con nosotros, ¡qué va a decir la gente si me ve sola en el funeral de mi hermano! ¿Que mi marido también me ha abandonado?
—Pero si no va a ir nadie, cariño, es privado, solo para...
—Los Sagrados Veintiocho tienen oídos hasta en las tumbas (sobre todo en las tumbas). Tú vienes. A usted no le importa supervisar a Bella, ¿verdad?
Grindelwald abrió la boca para negarse. No le apetecía quedase con la enana molesta, que ahora además estaba enferma. Pero la perspectiva del funeral con esa gente llorando y Albus molestando tampoco resultaba muy halagüeña... Así que mostró su aquiescencia. "Muy bien", resolvió Walburga satisfecha de que las cosas salieran como ella ordenaba, "Pórtate bien, Bella, acuéstate y no incordies a Grindelwald, ¿vale?". La pequeña asintió compungida, su tía le dio un beso en la frente y se marcharon. Sin decir nada, Bellatrix cogió de la mano a Grindelwald y subieron a su habitación. Se metió en la cama y no desaprovechó la oportunidad:
—Cuéntame que pasó cuando Saiph incendió el mudial de quidditch.
—Ni lo sueñes. Ya me molesta contarte el dichoso cuento por las noches como para hacerlo también de día.
—Pero eztoy malita... Igual me muedo... No quiedo morir sin sabez qué pasa con Saiph...
Miró con ojos de escarbato indefenso al mago, que tras blasfemar en otro idioma, se sentó al borde de su cama y prosiguió con la historia. Quedó claro que Bellatrix no tenía ningún sueño, porque le escuchó con el arrobo habitual y sin apenas parpadear.
—Y murieron todos. Fin –sentenció Grindelwald diez minutos después.
Ya sabía perfectamente qué estilo de narrativa le gustaba a la enana: los asesinatos cuanto más sangrientos, mejor. Bellatrix le hizo una veintena de preguntas sobre el capítulo de ese día. Solventadas esas dudas, le preguntó cuánto duraba el ritual del funeral.
—Suelen ser largos –comentó Grindelwald—. Los conjuros que se ejecutan son arduos y lentos, supongo que tu hermana necesitará tiempo para comprenderlo, tu tía querrá decir algunas palabras sobre su hermano, Albus estorbará... Unas dos horas calculo.
Eso obró un cambio radical en Bellatrix. Se destapó y salió de la cama de un salto:
—¡Pezfecto! ¡Podemos iz a poz un batido y no se entedadán!
El estupor retrasó la reacción de Grindelwald por unos segundos... pero al final llegó con fuerza:
—¿¡Qué!? ¡¿Lo has fingido todo para ir a tomar un batido?!
—¡Sí! –exclamó satisfecha— Y pada que me contadas mi cuento, anoche se quedó muy intedesante.
—Condenada manipuladora... —masculló Grindelwald.
—Siempe me dices que aprenda a mentir, ¡toy aprendiendo!
El mago la miró entrecerrando los ojos, pero al final suspiró y reconoció internamente que quizá tenía algo de culpa en aquello. Así que lo dejó pasar y se centró en el asunto serio:
— ¿Comprendes que esta es la única oportunidad para despedirte de tus padres?
—¿De dos cadáveres? El mago feo mató a mis padres, ya no podemos hacez nada. Lo único que podemos hacez ahoda es tomaznos unos batidos por ellos.
—¿Te han explicado en qué consiste la sociopatía?
—¿Es alguna galleta que le pueda ponez a mi batido?
—No. Es cuando...
—Tonces no me intedesa –le cortó la niña abriendo el armario y cambiándose el pijama por una camiseta y un short con un gesto de varita—. ¡Ya estoy, vamos!
—Frena la escoba, Bellatrix –la detuvo él con severidad—. No vamos a ninguna parte. Has mentido, desobedecido y manipulado a tus tíos, no vas a salirte siempre con la tuya. Eso no por hablar de que si sigues tomando tanto chocolate al final va a ser verdad lo del dolor de tripa...
—¡No! El chocolate jamás me hadá daño, es mi mejor amigo cuatro.
—¿Tu cuarto mejor amigo? ¿Tienes una lista o qué? –se burló él.
Bellatrix asintió orgullosa. Grindelwald observó cómo sacaba el último cajón de su mesilla y del espacio que quedaba bajo este, extraía un pedazo de pergamino.
—La he actuafilado hace poco –le informó Bellatrix con aire profesional.
El mago estaba ya tan familiarizado con su lenguaje que ni se dio cuenta de que pronunciaba mal 'actualizado'. Tomó el pergamino concienciándose para el siguiente disparate. En letras muy torpes, el encabezamiento rezaba: "Mejores amigos de Bella". Tras ello, se enumeraban varios nombres:
1. Saiph
2. Raspy
3. Gelly
4. Chocolate
5. Tita
6. Kreacher
7. Andy
8. Tito
Grindelwald contempló la lista durante unos segundos. Sospechó que le había llevado varias horas redactarla, porque apenas empezaba a aprender a escribir. No había sido capaz de deletrear los nombres de Walburga y Orión; Andrómeda estaba por debajo del elfo (que mimaba mucho a la mayor) y a Narcissa ni siquiera la tenía en cuenta porque solo la consideraba un bebé llodón; los dos primeros eran sus peluches. Pero no fue nada eso lo que llamó su atención...
—¿Soy tu tercer mejor amigo?
—Clado. Lo pone ahí, ¿no lo ves? –respondió Bellatrix señalándole el papel— El tito me enseñó a escribizlo, pero no le dejé ver mi lista, es secreta.
—Pero... ¿Por qué estoy antes que tu hermana y tus tíos?
—Pozque me compraste mi palito –respondió blandiendo su varita—. Y me cuentas histodias, me consigues peluches, me enseñas a ser dulista, me traes danas...
El mago se quedó callado sin saber qué responder. Bellatrix tampoco entendía qué sucedía, así que le preguntó:
—¿Tú tienes lista de amigos?
—No... No tengo muchos amigos, nunca me ha interesado, siempre he preferido tener súbditos.
—¿Qué es eso?
—Digamos que... como esclavos, elfos domésticos pero humanos.
—¡Yo también quiedo! –exclamó al momento la niña— ¿Dónde consigo ezclavos?
Ante aquello, Grindelwald sonrió pero no contestó. Bellatrix creyó que sentía envidia porque él no tenía un registro tan profesional como el suyo y decidió hacer su buena obra del año:
—¿Quiedes que te enseñe a hacez una lista actuafilada de tus ezclavos?
—Otro rato. Ahora vamos a por tu batido.
—¡Bieeen! –exclamó eufórica.
En su mente infantil no se cuestionó el cambio de opinión de Grindelwald, simplemente lo aceptó con alegría. Y fue mejor así, porque ni siquiera él mismo lo comprendió; no comprendió por qué llevaba años embaucando a gente para manipularlos y, sin embargo, le había conmovido que una niña de cinco años le incluyese en su lista de amigos.
En lugar de a la heladería de Florean en el Callejón Diagon, acudieron a otra en una bocacalle de Londres solo apta para magos. Era más pequeña, pero ahí Dumbledore no conocía a nadie y no corrían riesgo de ser descubiertos. El local estaba vacío y el dependiente, un chico joven y sonriente, los condujo a una mesa.
—¿Qué quer...?
—¡Supezbatido de chocolate! Con mucha nata y todos los toppings que haiga –exclamó Bellatrix sin dejarle terminar— Gelly también quiede lo mismo.
El camarero miró a Grindelwald con gesto interrogativo y el mago asintió, renunciando a su voluntad por la enana molesta. Tomó nota de su pedido y le dio a Bellatrix un mantel de pasatiempos con unas pinturas de colores:
—Muy bien, ahora mismo los preparo. Mientras, si completas bien todos los pasatiempos te regalamos una piruleta –le explicó el camarero.
Se marchó a preparar los batidos mientras Bellatrix examinaba el mantel de papel.
—Ah, matatiempos... —murmuró— Se me dan muy bien.
—Pues adelante –la animó Grindelwald confiando en disfrutar así de unos minutos de paz.
Bellatrix cogió el color verde y comenzó con la primera actividad. Era una sopa de letras en la que debía encontrar diez profesiones mágicas que aparecían en una lista. Estuvo unos segundos estudiándolo y empezó a rodear palabras con determinación. Grindelwald frunció el ceño sorprendido de su rapidez, hasta que vio que estaba rodeando letras al azar.
—Tienes que encontrar las palabras que pone ahí. ¿Y me puedes explicar qué significa 'wielaop'? ¿O 'arfvoty'?
No obtuvo respuesta, la pequeña estaba muy concentrada en su labor. Cuando hubo rodeado diez palabras (ninguna existente), tomó la pintura negra y tachó todas las profesiones que pedían. Junto a los borrones negros, escribió su propia lista: wielaop, arfvoty y las otras ocho palabras que se había inventado. Grindelwald no supo si ignoraba que esa no era la forma de hacerlo, pero en cualquier caso no replicó.
—Siguiente –murmuró Bellatrix—. Ah, este es fácil.
Era un laberinto en el que había que encontrar el camino para reunir a un escarbato con su familia que estaba al otro lado. Grindelwald creyó que tenía buena visión espacial y era capaz de ver cuáles eran las líneas a seguir. Se equivocó. Lo que hizo Bellatrix fue rasgar el mantel y recortar al escarbato solitario. Después, le dio un lametón al dorso y lo pegó junto a su familia.
—No sé si eres muy torpe o una genio absoluta –comentó el mago.
—Ya solo queda uno –murmuró Bellatrix ignorándolo—, a vez qué hay que hacez.
"Tom empieza este año en Hogwarts y no sabe cómo se llaman los objetos que necesitará", decía el enunciado, "¿Puedes ayudarle escribiendo el nombre de cada objeto?". Bellatrix examinó el dibujo: había un niño junto a un caldero, una capa, una pluma y tintero, una escoba, una lechuza y una varita. Grindelwald creyó que se inventaría los nombres o algo similar, pero de nuevo, se equivocó. Bellatrix abrió mucho los ojos y exclamó:
—¡Es una trampa! ¡Si no sabe cómo se llaman es pozque es sange sucia y ellos no deberían ir a Hogwats!
De inmediato cogió la pintura roja y al grito de "¡Muede, muede, mueeedeee!" empezó a pintarrajear al niño como si se estuviera desangrando. Cuando terminó, para estar segura, repitió el proceso con la pintura negra. Hizo tanta presión que logró agujerear el mantel. Tras eso, dejó las pinturas y se sacudió las manos orgullosa:
—Ezto ya está –murmuró.
Se levantó, cogió lo que quedaba del mantel y con resolución se dirigió al mostrador. Se puso de puntillas para depositarlo encima y se lo mostró al camarero, que estaba echando virutas de chocolate a sus batidos.
—Mi piduleta –exigió Bellatrix.
A Grindelwald le costó mucho no reír al ver la expresión de desconcierto del chico. Aquel mantel roto, agujereado y emborronado distaba mucho de merecer un premio. Abrió y cerró la boca sin saber qué decir.
—La quiedo de chocolate –insistió Bellatrix apremiante.
El camarero alzó la vista y miró a Grindelwald, que le guiñó el ojo con una sonrisa. El resultado fue que Bellatrix obtuvo tres piruletas de chocolate. Muy satisfecha volvió a su asiento. Guardó los dulces para después del batido y como estaba muy contenta, optó por hacer su buena obra:
—Me sobra tiempo pada enseñazte a hacer tu lista actuafiliada de ezclavos.
Le arrebató a Grindelwald su mantel (que era blanco liso) y recuperó la pintura negra.
—Lo primedo es ponez el título.
Muy concentrada, escribió en letras mayúsculas: "Lista de exclavos de Gelly". Divertido, Grindelwald comentó:
—Se escribe con ese. Un exclavo es alguien que antes era un clavo y, por lo que sea, ha dejado de serlo.
—Qué amigos más drados tienes... —murmuró Bellatrix frunciendo el ceño— Ninguno de mis amigos ha sido nunca un clavo.
Grindelwald no la sacó de su error, aquella enana era un mundo único y fascinante que nadie debería alterar. Ella continuó, subrayó el encabezamiento y se lo explicó:
—Ahoda se hace una draya debajo del título... Después pongo el númedo uno... y ya puedes empezaz a ponez nombres. ¿Cómo se llama tu esclavo favorito? –inquirió alzando la vista.
—La mejor es Vinda, pero ella es mi compañera, así que el primero sería Abernathy –respondió Grindelwald—. ¿Te lo deletreo?
—No, sé escribir, ¡ya tengo cinco años! –protestó ella.
—Muy bien.
Hubo unos segundos de silencio mientras Bellatrix miraba concentrada el mantel.
—¿Cómo haz dicho que se llama?
—Abernathy –repitió el mago.
Bellatrix asintió y muy decidida escribió: "1. Nazi". Grindelwald se echó a reír sin poder evitarlo. La pequeña observó su trabajo satisfecha y le pidió el nombre de su segundo mejor sirviente. "Queenie Goldstein" respondió él. Bellatrix escribió: "2. Winnie Goltein". El tercero fue Nagel, que quedó convertido en "3. Naget". Y así sucedió con todos los nombres.
—Ya está. Ahoda lo guazdas y lo vas actuafilando si matas a alguno –declaró satisfecha devolviéndole el mantel.
—Muchas gracias, nunca había visto a nadie que se le diese tan bien hacer listas.
Bellatrix asintió orgullosa y por fin les trajeron los batidos con todo tipo de siropes y toppings. La pequeña se tomo el suyo y tres cuartos del de Grindelwald. Después, regresaron a casa comiéndose las piruletas (Bellatrix le dio una y a él le emocionó tanto que se la tomó), justo a tiempo para que no los pillaran. Cuando sus tíos preguntaron por su salud, Grindelwald inventó que le había dado una poción para el estómago y Bellatrix aseguró que estaba mucho mejor. Eso alegró a sus tíos, que también se habían quitado un peso de encima tras el funeral. Dumbledore y Grindelwald se marcharon, pero prometieron volver al día siguiente.
—De hecho, creo que podríamos hacer algo especial... —sugirió el director— ¿Os gustaría ir de visita a Hogwarts? Podemos pasar el día ahí y así veis el castillo y todo lo que queráis.
Ya lo había comentado con Orión, que mostró su total aquiescencia puesto que Hogwarts era el tema que más ilusionaba a Andrómeda. Por eso Dumbledore había ideado el plan. Y con la mediana funcionó, porque al momento asintió emocionada y respondió que le haría mucha ilusión conocer el colegio.
—¿Y a ti, Bella? –le preguntó Walburga.
—Meh... Es un colegio, es como una cázcel pada niños, ¿poz qué voy a querer iz?
Grindelwald disimuló una sonrisa burlona. Le había advertido a Dumbledore que esa sería exactamente la respuesta de la enana molesta. Por ello, el director también había contado con ese factor.
—Es solo un colegio... —reconoció Dumbledore— Pero te contaré un secreto: tenemos a los mejores elfos cocineros. Podrás desayunar y comer todos los dulces que quieras, los prepararán solo para ti, con mucho chocolate.
Logró que Bellatrix se le quedara mirando, ciertamente interesada. Aún así, decidió asegurarse. Con aire inquisidor le preguntó al director:
—¿Tienen batidos de chocolate?
—Por supuesto.
—¿Y pasteles de caldero?
—Todos los que quieras.
—¿Y guchos fitos?
—Eh... No sé qué es eso –reconoció el director—. Pero me aseguraré de que te lo preparen.
—Me lo he inventado a vez si mentías –reconoció Bellatrix tan tranquila.
—Bella, no le hagas eso a Dumbledore –la reprendió Orión—, es un mago muy respetado y...
—Hace bien en no fiarse –le interrumpió Grindelwald—. Le irá mejor en la vida si no se fía de nadie... sobre todo de Albus.
El director iba a replicar, pero Bellatrix intervino:
—Está bien, idé. Pedo solo pozque si no Gelly estadá muy triste sin mí.
Antes de que Grindelwald pudiera exclamar que nada le haría más feliz que librarse de ella, Walburga inquirió:
—¿Cómo iréis? Las niñas son muy pequeñas para usar la chimenea.
—Como dependamos de que la enana molesta pronuncie bien 'Hogwarts' podemos darnos por muertos –comentó Grindelwald.
—Vendrá a buscarnos uno de los carruajes, es la forma más cómoda de viajar –sonrió el director.
Eso le pareció bien a Walburga, así que ultimaron el plan. Orión las acompañaría, puesto que le hacía ilusión volver al colegio por un día, y Walburga aceptó quedarse con Narcissa. "Sí, sí, nos quedamos con ella... Yo, Kreacher... quien sea" murmuró la bruja. No es que no quisiese a sus sobrinas (sobre todo a la mayor), pero cuidar niños no entraba dentro de sus aficiones; así que probablemente su elfo se ocuparía de la bebé. Quedaron en que Dumbledore y Grindelwald acudirían a buscarlos a primera hora y marcharían juntos.
—Un plan sin fisuras –comentó Grindelwald—. Lo único que no capto es la necesidad de mi intervención.
Al momento, sintió que algo se enganchaba con fuerza a su pierna. Bajó la vista y vio a Bellatrix murmurando: "¡Con Gelly, con Gelly! ¡Si no no voy!".
—¿Responde eso a tu pregunta? –inquirió Dumbledore sonriente.
—Me vais a matar entre todos... —masculló el aludido.
—¡Matar sangue sucias! –exclamó Bellatrix.
—Eso ya lo organizamos otro día –respondió Grindelwald.
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