La pareja perfecta PARTE DOS

En la privacidad de cuatro paredes y de una superficie suave, Yokozawa despojaba del cuerpo ajeno los parches que le impedían embriagarse con fermonas eróticas. Su cabeza había estado flotando muy alto con sus fantasías lujuriosas desde que salieron de esa sala de juntas. 

Era increíble como había accedido dos veces a hacer cosas tan poco éticas en salas de juntas. DOS VECES. 

Maldición

Ese no era él. Simplemente no. De cierto tiempo para atrás, nunca, jamás, habría aceptado tal actividad por nada del mundo y, ahora, no podía asegurar que no volvería a pasar. 

Negarle algo a Kirishima era difícil. Deseaba complacerlo en todo. Deseaba darle el mundo entero a su alfa. Es un omega enamorado después de todo. 

Muy enamorado

—Concéntrate en mí — la voz de Zen lo pone a temblar. — Solo en mí. 

¿Solo en él? ¿No es acaso lo que ha estado haciendo todo el día, ayer o la semana pasada? ¿A caso el castaño no ve que, efectivamente, él está tan concentrado en su persona que ya es parte irremplazable de su mundo personal y que será así por el resto de su vida?  

—Lo hago — admite suevamente. — Solo tú. Siempre. Soy tuyo. 

Esta era... sí, era la primera vez que lo decía. Yokozawa era de Kirishima porque así lo quería. Quería pertenecer al alfa en todo aspecto. 

Asquerosamente cursi.

—¿Mío? — la voz jovial y cantarina del mayor lo hace sonreír porque, aún si no le ve directamente la cara, sabe exactamente la clase de expresión que está poniendo. — Takafumi Kirishima, omega del alfa Zen y omega matriarca de la familia Kirishima... ¿así de mío?

—Sí, así de tuyo. 

Las deliciosas fermonas del mayor se vuelven espesas y atraviesan su piel como burbujas efervescentes de refresco. El deseo es palpable y no puede esperar para comenzar a jugar. 

Son raras las ocasiones en que él toma el mando. A Kirishima le gusta tener el control y someterlo en la casa. A él le gusta ser sometido. Sin embargo, los roles no tienen que ser los de siempre todas las veces. 

Usando su fuerza, logra cambiar posturas quedando arriba del alfa quien lo mira con sorpresa y expectativa. Una nalgada en su retaguardia lo anima a sentarse justo en las caderas del mayor y empezar a frotarse con el miembro ajeno en un ir y venir con su propia cadera. Kirishima no desprende la mano de su trasero, sino todo lo contrario: se aferra a este con toda la extensión de su palma, estrujando la carnosidad de la zona sin vergüenza alguna. 

Deja que lo toque de esa manera y sigue en lo suyo. El color del momento empieza a afectarle la mente, no puede pensar en otra cosa que no sea en coger con Kirishima. 

Conforme la danza de caderas sigue su curso, animando ambas parte hasta el punto que se sienten muy duras bajo la tela, la ropa ha ido disminuyendo sin pausas ni prisas. Yokozawa ha marcado piel, dejando un par de mordidas en los pezones de su pareja y muchos besos por tola la extensión del cuello y pecho. 

Kirihsima deja que este hago con él lo que quiera, es el más feliz de recibir todas las atenciones que su omega quiera darle. Por eso, ha ocupado sus manos en entrada de su hombre, preparándola para su inevitable intrusión lo mejor posible porque Yokozawa ha sido necio a detener la danza unos instantes para poder retirarle el pantalón apropiadamente. A consecuencia de esto, ambos pantalones están húmedos por el lubricante natural de su precioso peliazul. 

No le importa, portará orgulloso unos pantalones manchados del fluido de su omega en público. 

De vez en cuando le ronronea a Yokozawa, un gesto tierno que trata de satisfacer la intimidad emocional por sobre la carnal. Los omegas son seres sensibles que necesitan constante afecto antes, durante y después del sexo, les gusta que los cortejen y estar llenos de aroma de su persona especial. Yokozawa no es la excepción a la regla. 

Sí, es un tsudere de primera, pero eso no significa que no le gusten todas esas cosas. 

Cuando introduce por fin los tres dedos, el vaivén de pelvis pierde gracia en el ritmo y la voz de del vendedor cambia por una más aguda. Sigue penetrando a su omega con sus dedos, jugando hábilmente con su punto G para llevarlo al orgasmo antes de poder consumar el acto como es debido. 

Pellizca y tuerce un pezón rosado, volviéndolo rojo al instante. No duda en poner en su boca el mismo, chupando con insistencia y ciñendo con sus dientes el pezón duro y sensible. La danza se detiene unos instantes y Yokozawa deja salir un quejido muy agudo. 

Siente movimiento en su cadera nuevamente, solo que esta vez no se trata de la fricción que lo ha estimulado de forma gloriosa, sino de unas manos torpe y rápidas. Posicionó ambas manos en su cadera para ayudarlo a bajarse de encima de él, dando por hecho que el prejuego había acabado. 

—Oh — suelta cuando su pene es tomado con una presión inusial que no vio venir. 

Antes de siquiera poder recuperarse de la audacia de su chico, su miembro yacía en el interior resbaladizo de su amado. 

—Diosa... — la voz del omega se escuchó y, en seguida, en su pecho sintió algo tibio. 

La liberación que había estado buscando para Takafumi con sus dedos y demás atenciones, el peliazul la había encontrado con una sola estocada. Admiró en silencio el placer en su rostro al gozar de, lo que aparentaba, un orgasmo muy intenso. No se quejaba, la verdad, estaba siendo exquisitamente apretado por las paredes cálidas de su pareja destinada. 

Antes de cambiar nuevamente posiciones, el aroma lechoso del omega apareció nuevamente en algunas motas de fermonas. No sabía cómo describirlo exactamente, oler esas notas volvían loco a su lobo que le exigía morder la nuca del contrario para crear una marca y, así tener protegidos a su pareja y a su cachorro. 

Cachorro.

La palabra desencadenaba una felicidad inmensa. Quería más cachorros, claro, deseaba poder agrandar la manada y darle a su omega lo que quiere: un hijo. Yokozawa amaba a su Hiyo, nunca lo pondría en duda, pero estaba más que claro que él quería tener a su propia cachorro. 

Es mamá oso, después de todo... 

Pone al menor boca abajo en un instante. El gemir de este lo alienta a penetrarlo como tanto ha deseado e imaginado desde la mañana. No obstante, decide posponer lo inevitable para acercarse a su nuca y con sus colmillos, acaricia la zona para tentar terreno. 

Nota como el cuerpo de contrario se congela por una fracción de segundo y rápidamente los bulbos, que hasta ese momento se encontraban leventemente resaltados por la excitación y el deseo de fornicar, resaltaban más como señal innata de que el contrario quería y estaba preparado para la unión. 

Gruño más fuerte de lo que hubiera pensado, ansioso por corresponder el acto de su omega. Pudo sentir sus colmillos agrandarse más para poder llegar hasta el centro de los bulbos una vez que perforara la piel y poder segregar sus propias fermonas líquidas, especiales para que el omega pudiera aceptarlas en su organismo. 

— Takafumi — evocó sedosamente. — ¿Estás seguro? Después de esto, tú tendrás mi aroma en ti siempre. No habrá vuelta atrás. Nadie puede deshacer una marca. 

Solo la muerte

—¿Estás tú seguro? — cuestionó en respuesta Yokozawa. — No seré el único marcado aquí. Luego yo pondré mi marca en tu nuca, Zen.       

Oh

Era cierto, muy cierto. Él, al ser un alfa de rango superior, podía marcar a cualquiera, incluso a alfas de rango menor porque la jerarquía se lo permitía. Sin embargo, a diferencia de estos alfas inferiores en casta que podían ser marcados fácilmente por omegas de rango medio o menor, su casta no se lo permitía. Es decir, solo un omega de rango dominante podría marcarlo. 

Sakura, su difunta esposa, fue una omega de rango menor. Nunca pudo marcarlo, ni siquiera lo intentó. 

Yokozawa, por otra parte, era uno de los pocos megas dominantes que había y que podía marcarlo. No por nada su olor era exquisito, resultado de la calidad de sus genes que poseía. Nunca hablaron de esto, del rango de sus castas porque era muy obvio. 

— Así como tú eres mío, Takafumi. Yo soy tuyo — mencionó finalmente como respuesta. — Portaré orgullosamente mi marca. 

Y entonces, Kirishima lo marcó. 

[...] 

  — Se siente raro — mencionó el alfa tranquilamente, mientras esparcía caricias por el cuerpo desnudo de su omega. 

—¿Qué cosa? 

— Sentirte. Si me concentro, puedo sentirte muy en el fondo de mi mente. Siento tu tranquilidad y lo somnoliento que estás. 

— Bueno, mi cuerpo tiene que procesar el vínculo que se formó. Además, ha sido una sesión muy demandante físicamente.

Besó la sien de su omega y el silencio volvió a reinar. Después de que creó el vínculo con Yokozawa, el sexo que vino fue salvaje. Cuando lo anudó, el aroma lechoso resurgió de su pareja y volvió a cogérselo con fuerza. 

Luego fue el momento de Yokozawa de marcarlo y, en sus palabras, "alejar a cualquiera que deseara probar su nudo" porque jamás estaría disponible para nadie nunca más y él está bien con eso. El oso sería el último en su vida. 

La experiencia, bueno, era sobre todo abrumadora. Algo estaba ahí, invisible pero persistente que lo unía de formas que no podía comprender al contrario. Había llorado, luego había sonreído y, por último, en él se había instalado una calma y plenitud jamás experimentada. estaba enlazado a su omega finalmente, después de tanto tiempo. 

—Te amo — dijo de pronto, sintiendo el amor desde el fondo de su alma. 

Yokozawa, con ojos lagrimosos y bastante sorprendido le respondió: 

—Lo sé. Puedo sentir tu amor ahora. Es hermoso. 

El peliazul se aferró más su cuerpo y le correspondió de la misma forma. 

—Nunca creía que alguien pudiera amarme así, Zen, con tanta fuerza y entrega. Gracias. 

— No agradezcas. El amor no se agradece. 

Sakura se había llevado muchas de sus primeras veces, pero está muy feliz de poder ofrecerle su primer vez siendo marcado. 

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¿Qué les pareció esta actualización? 

¡¡Espero que lo hayan disfrutado!! Tengo otra historia en mente para la trifecta y ya tengo el primer capítulo hecho, así que supongo que pronto podrán leerlo. Será una historia corta llena de drama: Sakura está viva. Yokozawa, pareja destinada del alfa, llega a la vida de este. Kirishima tiene que decidir qué hacer. Mientras más conoce al omega más parece quererlo, pero no quiere abandonar a su esposa e hija:

"—A veces pienso en que si no te hubiera conocido todo sería más fácil, ¿sabes? Estaría en la ignorancia de lo que es amar con total entrega. Todo de mí te desea. Creo que lo único que me detiene es mi moral, pero no te sientas a salvo durante mucho tiempo porque parece ceder cuando pienso en ti". 

Nos leemos pronto.  

Besos y abrazos.



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