El amor de un alfa

Yokozawa estaba esperando ansiosamente a que los Kirishimas tocaran su puerta. Hoy era viernes a primera hora y estaba listo para ir al lugar donde yacían los restos de la difunta esposa del alfa... la persona que una vez tuvo esa unión tan preciada en su sociedad. Esperaba. No, rezaba porque su olor no delatara su estado, no quería hablar de más. Las pisadas de cierta cachorrita sonaron por todo el pasillo y su lobo aulló de alegría. A pesar de no verla hace un día ya la extrañaba a horrores. 

Los golpecitos en la puerta no se hicieron esperar. 

— ¡Oniicha! — llamó la pequeña. — Soy yo, Hiyori. Ábreme, te traje un bonito regalo. 

El vendedor se apresuro a abrir, una vez que la pequeña apareció en su campo de visión esta se aventó en sus brazos. Demandando atención y se aseguró de llenarse de su aroma. 

— Hola, pequeña — saludó, acariciando su cabecita con cariño. — ¿Cómo has estado? 

Hiyori disfrutó de los mimos antes de contestar. — Bien, oniichan, papá me hizo llegar los pastelitos de té verde que compraste para mí. Por esa razón, te traje esto, mira. Dime, te gusta. 

El regalo era nada más ni nada menos que una bonita pulcera tejida de colores neutros con un dije de gatito. Se veía el empeño del objeto y desde ahora, sería uno de sus objetos más preciados. 

— Es hermosa, Hiyo — el omega la alzó en sus brazos alzándola. — La atesoraré. 

— ¡Eso no es todo, oniichan! — la pequeña, aún en sus brazos, alzó su brazo mostrando una igual. — También tengo una y papá también. 

El lobo de Yokozawa casi ronroneó de placer, era todo un goce saber que compartía un amuleto con esas personas. Después de unos minutos el mayor asomó su cabeza por la puerta, sonriendo como solo Kirishima Zen le sonreía a su familia. 

— ¿Nos vamos? 

[...] 

Con una excusa vaga de ir al baño antes, Yokozawa se separó de los castaños anunciando que se adelantaran. Se mordió los labios nervioso, ¿qué pasaría si la mujer siguiera con vida? Todo sería diferente, sin duda y, quizás, muy doloroso para el alfa. Tal vez. Probablemente no se permitiría mirarlo siquiera puesto que sería un hombre completamente prohibido y de ninguna manera podría meterse en lo que según sabe, un hermoso matrimonio. 

Tales pensamientos lo ponía más nervioso, ¿qué tal si ella no creía que él era lo que necesitaba su familia?  

— ¿Yokozawa? —La voz del editor lo sacó de sus preocupaciones, en ese momento, él agradeció estar en uno de los cubículos del baño. — Vamos, hombre, Hiyo se niega a subir un escalón más sin ti, quiere ser ella la que te presente ante Sakura. 

— Ya voy, mueve tu trasero con ella, no la dejes sola.

Pasaron unos minutos cuando salió y se encontró con ellos, una vez que estuvo en frente de la tumba se mantuvo en silencio. Escuchó atentamente a Hiyori presentarlo y contarle sus vivencias de su año, después, cuando siguió Kirishima decidió darle un poco más de intimidad llevándose a Hiyo a una banca. 

El castaño lo vi irse con toda una sonrisa de bobo, una vez que tuvo una gran dosis de su omega volvió a dirigirse a la tumba de su difunta esposa. 

— Como sabrás, este es mi persona destinada, Sakura. Quiero creer que tú me la enviaste. Sé que está nervioso, se nota a kilómetros por el aroma que desprende — sonrió. — Casi puedo saber lo que piensa y la verdad, no sabría que hacer tampoco... si tú aún estuvieras viva y él llegara, no sé — se modió el labio inferior dudoso, ¿qué sucedería? el amor que le tenía a Takafumi era totalmente distinto al de Sakura y solo compartían una sola cosa: el querer hacerlos felices como sea posible.  Agradeció desde el fondo de su corazón no verse en una situación similar. — Él nos hace muy feliz, así que puedes quedarte tranquila ya que estamos en buenas manos. Nuevamente, gracias por darme tan preciosa hija. Te quiero... — en lo que respecta dentro del corazón del alfa, Sakura siempre sería esa mujer a la que amó con locura. Estaría presente en su vida hasta el final de esta, sin embargo, no tenía excusas para entregarle el corazón a alguien más. — Y siempre lo haré.  

Unos minutos más de charla pasaron hasta que el alfa se retiró de la tumba, portaba un semblante nostálgico, sin embargo, su rostro volvió a iluminarse cuando se reunió con ambos omegas. 

— ¿Y bien, nos vamos? — preguntó el mayor. 

— Yo... eh, bue-eno... — comenzó Yokozawa. No quería irse aún, todavía no había hablado claro y directo con Sakura. — Yo quiero un momento a solas con la señora Sakura. 

Ambos castaños le sonrieron y dieron su aprobación, lo vieron alejarse y sentarse en frente de su tumba antes de hacer una reverencia de respeto. 

— Papá, ¿tú crees que a mamá le hubiera gustado oniichan? — preguntó su pequeña. 

— Estoy seguro que sí, mamá y oniichan velarían por ti día y noche — Hiyori sonrió, imaginando a sus personas favoritas cuidando de ella. — Pero oniichan no me va a dejar, ¿verdad? Él va a estar con nosotros por mucho tiempo. 

— Yokozawa se quedará con nosotros para siempre — aseguró. 

Nadie dijo más. Una vez que Yokozawa volvió con ellos, se retiraron y fueron a comer los tres, como toda una familia, visitando varios lugares como era la costumbre de los Kirishimas. 

[...]

— ¿Y bien? — preguntó el castaño una vez que estuvieron solos. 

— ¿Y bien qué?  

— Vamos, ¿no me vas a decir qué le dijiste a Sakura? 

Yokozawa lo vio de mala gana. Kirishima sí que era un tipo bastante chismoso; solo negó con la cabeza. Ese sería uno de los muy pocos secretos que le tendía al castaño. 

— Vamooos, TA. KA. FU. MI, dime, dime dime, dime, dime, dime- 

— No, dioses, eres molesto — se quejó el omega, caminado al balcón para no despertar a la pequeña. — Se ve feliz Hiyo, se ve que disfruta mucho salir de vacaciones.

El castaño le dejo cambiar el tema aunque lo retomaría después, sabía que el omega era débil ante su aroma y unas cuantas caricias en lugares certeros. Suspiró sin poder contenerse, que el vendedor fuera tan sensible era una doble ventaja. 

— Está más que feliz que estés aquí — hubo un silencio donde ambos se perdieron en sus mente. Kirishima fue el primero e romperlo con algo de suma importancia. — Yokozawa, estaba pensando que ya es hora de decirle a Hiyori sobre lo nuestro. No quiero esperar más, te ama y tú a ella, ¿por qué retrasar más lo que ya es un hecho? Somos una familia. 

Yokozawa se encogió con tales palabras que aceleraban su corazón sin su permiso, por alguna razón, quería saltar de alegría.  Él también quería decirle, era lo que había pensado en los días siguientes después de que el celo de Kirishima pasara, no tenía duda de que en verdad deseaba ser reconocido como el omega de Kirishima ante todo el mundo y mucho menos, ser tutor legal de Hiyori. La mano del alfa se posó encima de la suya, ocasionando que su vista fuera hacía esos cálidos y hermosos ojos miel. 

— Sí — contestó con voz queda. — Hay que decírselo. 

Él editor atinó a sonreír irradiando felicidad pura y se inclinó a besarlo. Esta era la señal que necesitaba para darle luz verde a su plan de vida, es decir, hacer todos los pasos según dicta la sociedad: casarse, tener cachorros y envejecer. 

[...] 

Días después de ese bonito viaje conmemorativo, ambos hombres tuvieron que ir a su trabajo. No fue fácil saber, por parte de ambos pero más de Yokozawa, que Takano estaba trabajando ahí. Las cosas no estaban nada bien desde que hizo aquella tontería, aún así, podría darle una buena paliza si se volvía a comportar de manera estúpida. Ese mismo día, además, tenía una reunión en la casa del alfa para soltar al fin la bomba y morir en el intento. 

Tenía miedo, por su puesto y cada vez que lo pensaba sentía que se iba a deshacer. La ansiedad rodaba por su pie, dándole dolor muscular en muchas partes. Por suerte, recurría a su alfa para que le calmara, cosa que lograba con mucha facilidad. Las cosas iban bien en lo que cabía, eran tranquilo y el trabajo llevaba un buen ritmo en el departamento de ventas. Henmi con su tontería y uno que otros chisme de otros departamentos que no le prestaba la menos atención. 

— Sí, dicen que el jefe del departamento shonen tiene un omega ya.... — escuchó a lo lejos y casi se atraganta con el agua que bajaba por su garganta. 

¿La gente cómo sabía eso?   

— Que lastima — murmuró otra voz. — Más de la mitad de los empleados de este edificio perderemos la esperanza de tener aunque sea una noche con aquel castaño.   

"No puede ser... " pensó para sus adentros, tomando todo el agua de su vaso y saliendo de la sala de descanso. "¿Qué le pasaba al mundo al desear de esa manera a Kirishima? y estoy seguro que el muy tonto se da cuenta, ¡por su puesto que sí!

No era su culpa en realidad, todo se debía a su segundo género. El haber aceptado que el mayor era su alfa todo comportamiento omega surgía quisiese o no, desde deseos y muestras territoriales, hasta mostrarse severamente receloso de su familia. Y sí, lo odiaba pero no podía evitarlo.  

Desde entones se preguntó si algún omega de ventas pensaría lo mismo y no solo aquel género, betas y alfas también. 

[...]

— Estás muy raro desde que pasé por ti, ¿todo está bien? 

Yokozawa no lo miró pero asintió, todo estaba bien. Perfectamente bien, solo que su tonto lado omega quería que le tomase de la mano como muestra de que eran algo y que ambos, más el castaño, estaba ocupado. 

— Sabes que eso solo me dice que no pero si no me quieres decir, no te voy a obligar. Sabes que te escucharé sin falta y si puedo ayudar lo haré. 

Yokozawa volvió a asentir mientras rogaba que solo se callara y se mantuviera distraído en otra cosa, cualquier movimiento falso y toda su fachada caería. "Paciencia, paciencia." se repetía. Al bajar del vagón, su mano se vio presa por la contraria. Eso lo estremeció. 

— PERO QUE HAC- 

— Creí que me lo pedirías desde que fui a recogerte pero, después de todo, estamos hablando de ti — y ante la mara cara que le dio el peliazul, agregó. — Mi omega se complica todo así que déjame hacerme cargo y solo disfruta. 

— ¿Lo sabías? — cuestionó casi en trance, importándole poco echarse de cabeza. 

— Un buen alfa siempre está al pendiente de su omega — sonrió con autosuficiencia. —Pero me ayudaría o bien, nos ayudaría mucho que me dijeras las cosas. No leo mentes.

Quiso alegar un poco con lo último que dijo pero prefirió callar y disfrutar del calor ajeno. Su omega se removía gustoso por su deseo cumplido y mejor aún, las miradas que le echaban a los dos era justo lo que necesitaba. Yokozawa marcaba territorio por primera vez. 

[...] 

— Estonces... ¿ustedes son pareja?, ¿Desde cuándo?, ¿Por qué no me lo dijeron?, ¿Oniichan vivirá con nosotros? — esa y otras muchas preguntas que el vendedor no logró captar lo invadieron. Tomó la mano por debajo de la mesa en busca de apoyo, estaba a nada de ceder ante su colapso nervioso. 

— Sí, así es —habló el mayor. — Yokozawa y yo somos pareja, ¿qué dices? 

La pequeña no tardó en dibujar una bonita sonrisa en su rostro antes de saltar y rodear la mesa para abrazar a ambos. 

— Estoy feliz de tener mi familia completa, ya quiero contarle a todos que tengo dos papás. 

Esa noche, la pequeña pidió todos los detalles posibles. Preguntó hasta que se quedó dormida y El peliazul no soportó ser tan bien recibido, formalmente en la familia pero daría su mejor esfuerzo por esos dos castaños que se habían ganada por completo su corazón.    

¡Nos leemos pronto! 

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