CAPITULO 9

HERÓNIMO

Ni mierda que me iba a quedar descansando y haciendo reposo en el Pen. 

Solo.

Hollywood tiene dos capacidades sorprendentes.

Uno. 

Revolucionar y dejar patas para arriba con sus arranques de diva a donde pisa con sus pies.

En este caso, el Pen que bajo los ruego de mi nena y mía, al fin decidió quedarse con nosotros en su estadía en el país. 

Se estaba alojando en la suite presidencial de un hotel, pero jodidamente no iba a permitir que siguiera hospedándose allí. 

Es mi primo y casi un hermano como Rodo.

Punto.

Y empezó con sus locuras de muy temprano por la mañana. 

Arrancando por despertarnos con mi nena muy abrazados en la cama, bajo la música de La lambada, mientras él con ayuda de Marcello nos preparaban el delicioso desayuno de tostadas con huevo revueltos, café y té con leche para rayo.

Van, bajando las escaleras ante ese aroma de esa sabrosa comida, gritó dando saltitos de alegría y se sumo al bailecito extraño de ellos en la cocina, meneando sus lindas caderas con dos naranjas y usando como maracas en las manos.

¿Yo?

El público.

Sentado en la barra con mi ceja arqueada y con mi barbilla en mi puño, observaba a mi casi gemelo con bata de dormir animal print  de leopardo y pantalones a juego, seguido a Marcello con su delantal y al son de la música batiendo y a mi linda nena, con sus indigentes pantalones pijamas de la pantera rosa.

Los tres bailando a ese ritmo.

Y el dos. 

Un ladrón.

Con esa naturaleza encantadora que posee y esa personalidad que acapara tanto a hombres como mujeres llegando al punto de la adoración, después del desayuno se llevó a mi Vangelis como fiel seguidora al dios de la moda y la algarabía.

Jodido cuatrero que me robó a mi rayo de sol.

Dejándome, solito...

En un momento, ella no quería puesto que tenía que trabajar. 

Y al principio, la idea no me gustó nada. 

Pero como dicen, no hay mal que por bien no venga y accedí, obligándola a que vaya.

Era una buena excusa para que Van se empiece a despegarse de TINERCA y descanse durante el embarazo. 

Con las remodelaciones en proceso de la casona, más su decoración y amoblamiento a estrenar y el agotamiento propio de la gestación de los bebitos.

 Y con ayuda colateral de Hollywood entreteniéndola, iba a conseguir que mi plan sin la mirada desconfiada de Vangelis, se llevara a cabo de a poco.

Soy un puto genio.

Y por eso, bajo las protesta de Marcello por mi no reposo y ante la salida de chicas, de mi primo y Van.

Con Collins nos dirigimos al Holding a trabajar.

Levanto mi vista de unos papeles de mi T8P Indonesia por el sonido de la puerta de mi oficina abriéndose. 

Rodo entra como si nada y obviamente sin hacerse anunciar, con sus ojos en la pantalla de su celular.

- ¿Qué hay, hermano? - Se tumba en la silla frente mío.

Acomodo mis lentes y apoyo mi espalda sobre el respaldo de mi sillón. 

- Trabajando... - Digo. 

Lo miro a él y a su celular entre sus manos, que no para de teclear. 

Apoyo mi pluma en mi boca. 

- ¿Trabajando, duro?

Y lleva su mano de forma ofendida a su pecho.

 - Si serás come mierda, estuve trabajando hasta recién y muy afanosamente para que lo sepas. - Se pone de pie. - Vengo a buscarte cabrón, es mediodía. ¡A comer!

¿Mediodía?

Miro mi reloj.

Caramba.

Me pongo de pie rápido, abotonando mi saco y mi pluma en el bolsillo de mi camisa azul. 

Sí, sí...lo sé.

Están sorprendidas.

En otra época nombrar la cantina o yo, socializar o compartir algo donde la aglomeración de gente abunda, sería un grito en el cielo mío.

Pero ahora tengo a mi rayo de sol, conmigo.

La luz que iluminó de a poco todas mis mierdas oscuras.

Mis demonios.

Y me dio...

Una familia.

- ¿Todavía, no regresó? - Me pregunta Rodo, ya una vez dentro del ascensor.

Aprieto el botón de planta baja, pasando mi tarjeta.

 - Quedamos en encontrarnos para almorzar en la cantina... - Prosigo.

Ríe. 

- ¿De compras con Hollywood, eh? - Su risa se vuelve carcajada. - Prepárate, hermano.

Carajo.

Y golpeo mi frente con la pared de mi lado derrotado, pero sonriendo.



YO

Enloquecedor y divertido. 

Muy divertido.

Fue mi paseo de compras con Hollywood en el centro comercial. 

Hizo que ingresara a cada local de grandes marcas de ropa femenina, de zapatos y ropa de bebés. 

Y aunque estábamos cargados de muchas bolsas de compras ya, incluyendo a Grands a nuestro lado con el transcurso de las horas. 

Cansada y con hambre saboreando mi licuado en vaso y mis adorados nachos, me empujaba riendo a uno nuevo, por la puerta de entrada por más que me negara. 

Las empleadas de tales tiendas se convirtieron en sus esclavas, bajo su embrujo de sexy príncipe encantador eróticamente gay y juraría que muchas con mucho placer.

Lo harían del tipo sexual con esposas y látigo, con tal de estar con este adorable adonis rubio.

Y aunque todo él, irradiaba su inclinación sexual con su vestimenta de pantalón blanco ajustado, camiseta a tono, saco amarillo y unos lentes de sol con marco rojo.

Siempre sentado en un sillón como un rey, rodeado de las chicas del local, ofreciéndole café, dulces y hasta sus vidas. 

Era mi juez snob, mi crítico de moda y asesor de imágenes con cada prenda nueva que salía a exhibir en diferentes oportunidades del vestidor. 

Que con pulgar arriba aprobaba o haciendo una linda mueca negativa, bajándolo.

Pero siempre, bajo un tierno "awww........" de cortina de parte de las empleadas, sus esclavas. 

Por mi barriguita ya asomándose de pocos meses con algunas ropas muy ceñidas para futuras mamis sexys.

En la tienda de ropa de bebé, fue otro tema. 

Hicimos estragos, tipo la película Tiburón de Spielberg, porque arrasamos con todo.

Todo, nos parecía lindo. 

Todo nos robaba, suspiros de emoción.

¿Y lo más lindo?

¡Todas las prenditas eran por tres!



HERÓNIMO

Entrando a la cantina con Rodo, diviso en el acto a mi primo.

Como, no. 

Si su saco amarillo dice a gritos aquí, estoy. 

Se me escapa una risa. 

Es un punto amarillo en todo lo casi azul en el mar de mis activos. 

Tomamos asiento con Rodo en la mesa. 

Al ver a solo a él y a Mel sin mi nena, pregunto.

- ¿Y rayo?

- En el Toillette de damas, querido primo... - Dice, saludando a Rodrigo. 

Al ver que me quiero poner de pie preocupado y en dirección a lo baños me detiene. 

- Tranquilo Airon Man, se está arreglando... - Cruza una pierna sobre la otra, mirando sus uñas pintadas de negros.

Con mis codos en la mesa, tapo mis rostro con ambas manos resignado. 

Mi angina. 

- Dime por favor, que no la convenciste de comprar ropa caliente... - Gimo.

Y chasquea su lengua de forma divertida. 

Saca sus lentes oscuros de sol de marco rojo chillón de su loco corte de pelo, para ponérselo en los ojos. 

- Corrección, cariño... - Me corrige. - ...ropa sexy de futura mamá... 

Re mierda...



YO

Miro la imagen que me devuelve el espejo del baño de mujeres de la cantina.

Me pongo de perfil.

Guau.

Acaricio mi barriguita redonda, que levanta la blusa rosa nueva y que levemente se asoma bajo ella.

Mis ojos bajan a mi nueva también, falda corta blanca. 

Mostrando en todo su esplendor, mis largas piernas con botitas al tono.

Resoplo para luego reír con ganas, lavándome las manos. 

Miro mi pancita.

- Okey bebés...hora de ver erupcionar la aneurisma de papi cabrón. - Saco un par de toallas de papel del dispenser para secarme, mientras salgo y la puerta de auxilio de la cocina que está aun lado, se abre al mismo tiempo.

- ¡Hey, Van! - La voz alegre de Andrew me saluda, saliendo de esta con una bolsa negra en manos. 

- Guau, nena... - Su mirada me recorre y se sonroja, al ver que yo lo noto. - ...disculpa... - Pasa una mano por su revuelto pelo de forma nerviosa. - ...es...que estás hermosa...

Río. 

- Gracias, Andrew... - Caminamos juntos por el pasillo y veo que la bolsa negra que lleva entre sus manos, lo hace de forma costosa. - ¿Te ayudo? Parece pesada...

Me regala una linda sonrisa poniéndola de su otro lado, mientras levanta una de sus manos con guantes descartables. - Residuos de la cocina, Van...

- ¿De veras? Mira que puedo...

Me interrumpe. 

- Seguro, nena... - Niega.

Nos detenemos en la de servicio que da salida a la calle.

- Fin de mi paseo. - Dice Andrew abriendo la puerta y yo, empujo la que da acceso a la cantina.

- Nos estamos viendo Andrew. - Le digo, sonriendo.

Me mira profundo. 

- Totalmente, nena. - Sonríe feliz.

















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