CAPITULO 7
YO
Ayuda a abotonarme mi camisa y alisar mi falda.
Y sin perder tiempo tomando mi mano muy entusiasmado, me muestra la casa.
Es una hermosa casa de estilo Toscano de tres plantas y con un pequeño embarcadero en su laguna.
No es una mansión, lo cual me agrada eso, porque lo hace más acogedor y de hogar, aunque cada ambiente es amplio y muy espacioso.
Cuenta de cinco habitaciones en su tercer piso y Santo Dios, el baño de la habitación principal es casi el tamaño de mi departamento melocotón.
Y lo más impresionante, la vista panorámica.
Ya que la sala principal es como la del Pen, pero con toda una pared vidriada en su frente regalándote la vista frontal de todo este jardín del Edén y su bonita laguna, con una gran chimenea de leños en un extremo.
En casi todas las habitaciones hay bigas armadas con parantes, herramientas y materiales de construcción dejadas por obreros.
Herónimo me explica que, aunque no es una casona antigua que se denota en su diseño como construcción, su remodelación es importante para un mejor confort y adivinaron.
También la seguridad.
Eliot Hart un gran arquitecto de prestigio y dueño la empresa de bienes inmuebles Disegns&Co, lidera prácticamente el mercado en ello y Herónimo le encargó a él junto a su equipo, el cambio de estructura y dicha reconstrucción en algunas áreas de la casona.
Dejándome a mí, a cargo la decoración y el mobiliario a estrenar.
Y palmoteo feliz por ello, pero arrugo mi nariz.
Oh mierda.
Porque, no tengo la menor idea de eso.
Sentados en el pequeño embarcadero.
Un lindo muelle de madera blanca bajo el calorcito del sol y mojando apenas nuestros dedos de los pies descalzos con el agua cálida de la laguna.
Almorzando los ricos sándwich que nos preparó Marcello en una canasta.
Lo miro frustrada.
- ¿Y si no te agrada los muebles que compro? - Pregunto angustiada, dando una mordida a mío de pollo.
Mierda, está riquísimo.
Se recoloca los lentes y me mira divertido por sobre su vaso de jugo bebiendo.
- A ver que no entiendo, explícate, nena...
Y me encojo de hombros, limpiando mi boca con una servilleta.
- La decoración, sus colores, cada mueble...
Inclina su cabeza.
- Rayo, mientras tenga donde sentar mi culo para descansar después del Holding, tres cunas y nuestra cama, es suficiente para mí...
Río.
- ¡Te hablo en serio, Herónimo! - Lo señalo con una mano. - ¡Va ser, tu casa!
- Nuestra casa. - Me corrige.
Le ruedo los ojos y los entrecierro ante el resplandor del sol, poniendo una mano como visera.
- ¡Sabes lo que quiero decir! ¿Acaso, no lo entiendes? No eres normal.
Me frunce las cejas.
Dios, es tan bello.
Ladea su rostro y ojos.
- ¿Me estás llamando rarito, otra vez? - Me susurra, recordando la primera vez que subí a su coche para llevarme a lo de Siniestra.
No me aguanto y río a carcajadas.
Imposible, cuando está a modo juguetón.
Se ríe conmigo, masticando su comida.
- Lo que quiero decir es que va ser la casa del gran empresario de las T8P ¿Qué, si me gusta un sillón a lunares? - Explico mi punto. - ¿No deberías contratar a alguien con estilo, clase y sepa de estas cosas?
- Nena... - Acomoda un mechón que se salió de mi "llego tarde" y vuela por la brisa, para ponerlo detrás de mi oreja. - Si te gusta que toda la casa tenga los putos muebles a lunares, lo compras y punto. - Santo Dios, su mirada. - Quiero que hagas lo que quieras con ella y a tu gusto, rayo... - Me dice. - ...porque lo único que deseo es que cada jodido día cuando regrese a nuestra casa de trabajar, es que cada color que elijas para la pared, mueble que compres y pongas en cada rincón, tenga mucho y solamente de ti...
Y morí de amor.
- Y le echaremos la culpa al puto Feng shui, si no combinan y nos preguntan... - Suelta al final y rompemos en risas.
Se estira con su brazo sano para apoyarlo sobre el piso de madera del muelle y echa su cabeza hacía atrás a modo que el sol le dé pleno en esa hermosa cara cerrando sus ojos.
Provocando que su cabello ondulado de ese color avellana que brillan por el astro rey, caiga de esa manera especial sobre los lados de su rostro como ángel caído y hermoso que es.
Suspira.
- Oye, Vangelis...
- ¿Si, Mon? - Digo, sacudiendo las pequeñas migas de mi falda.
- ¿Quieres casarte conmigo? - Me abre un ojo para mirarme.
- Nop.
Se sonríe negando y cerrando su ojos de vuelta hacia el sol.
- Te amo, jodida de mierda. - Me susurra, bajo el sonido de la naturaleza.
- Te amo, déspota controlador. - Susurro yo.
HERÓNIMO
- ¿Y qué, vas hacer con el Pen? - Me pregunta rayo, ya en el estacionamiento del Blustery.
Una alarma suena de su celular metido en su bolso.
Llamo al ascensor con el botón y pasando la tarjeta luego.
- Por ahora y hasta que termine las modificaciones de la casona, vamos a vivir aquí, nena...
Me mira.
- ¿Vivir aquí, mientras tanto? Y mi departamento?
A no, no y no.
No puedo dejarla ir.
Desde la lucha, Van se ha quedado conmigo y a mi lado, mientras estuve hospitalizado yendo solo a su departamento melocotón por mudas de ropa.
Pero, duchándose y alimentando en el Pen.
Durmiendo por las noches en la silla o en la cama vacía de mi habitación, hasta que la arrastré a mía y la compartimos.
En un principio "miss simpatía" no le agrado esa idea, pero la ternura de mi nena con los días pasando, terminó convenciendo a Cruella.
Por lo tanto, era una decisión ya tomada por mí.
Se queda conmigo en el Pen.
Punto.
No aflojes, Mon.
Le pongo mi cara de hielo.
- Nena, dame un respiro. Necesito cuidar de ti y de los bebés... - La alarma vuelve a sonar en su bolso. - Te quedas, Vangelis. Punto. - Ordeno glacial.
Y esboza su linda sonrisa hacia mí, que casi me noquea.
- No dije, que no, Hero. Solo pregunté...
¿Qué?
La miro raro entrando al ascensor con Collins detrás.
Aguas tranquilas.
Sospechoso.
Esperaba su chillido y decibélico negando.
- ¿No me vas a pelear por ello? - Dudo.
Como que, no me la creo.
- Nop.
Caramba.
Cruzo como puedo mis brazos en mi pecho.
- ¿Dejarás el departamento y te quedas conmigo acá, para después volver a quedarte conmigo en la casona?
- Totalmente, jefe. - Dice feliz y tranquila.
Muy tranquila.
- ¿Te dije, que es para siempre? - Insisto.
Sacude su cabeza divertida y se pone de puntillas, para presionar un beso en mi boca mientras el ascensor se eleva.
- Sin caducación, Mon.
Listo.
Suficiente, para hacerme feliz.
Pero esa puta alarma suena de vuelta y del fondo de su bolso.
- ¿Qué es? - Digo molesto.
Saca y chequea su celular.
- Un aviso. - Me mira más sonriente. - Turno con el obstetra mañana, papi.
Felicidad.
Por fin, ecografía de mis bebés.
Un momento.
Retrocede, Mon.
- ¿Qué quieres decir, con "el obstetra?"
¿Es hombre?
¿A mi rayo la revisa un hombre?
- Un muy agradable hombre. - Responde a mi duda. - El Dr. Daniel Mitch, un conocido de Marcello... - Me dice como si nada.
Dolor.
Me falta el aire.
Abro un botón de mi camisa.
Mi angina.
Elevo mi mano al pecho.
- ¿Él vio tu cosita?
Dime, que no. Dime, que no.
Se gira cuando las puertas se abren.
- Herónimo, es médico obstetra ¡Ve miles de cositas por día!
Y creo que mi cara es de pánico, porque prosigue intentando disimular su risa.
- ¿Tú ves mucho acero por día, no? Él ve, muchas cositas.
Salimos del ascensor.
Vangelis camina por el recibidor delante mío tomando mi mano y yo atrás, cabreado hacia la puerta principal sigo sus pasos.
Grands nos recibe desde su escritorio de pie.
- Perfecto que mire miles de cositas, pero no estoy de acuerdo con que mire tu cosita, que resulta, que es mi cosita. - De ninguna, jodida manera.
Me rueda los ojos y mira a mi segundo al mando.
- ¿Quién atendió a tu esposa los 9 meses y recibió a tu bebé, Grands? - Le pregunta.
Grands que en un principio no entendía nuestra conversación, al fin la capta.
- El doctor Daniel Mitch, señorita. - Tose. - Un gran doctor. Recomendación de Marcello.
Marcello, traidor.
Y la muy cabrona me eleva las cejas con suficiencia.
La odio.
Mentira, la amo.
Jodida mierda, que hago lo que siempre quiere.
Gruñí abriendo la puerta del Pen, farfullando por lo bajo y fue suficiente para que ese perfume me invada.
Ese perfume difícil de confundir, flotando en toda la sala y de esa persona.
Y la linda boquita de mi nena cae y su agarre de mi mano se afloja al ver.
JO...DER...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top