CAPITULO 4

                                                             *** EL AGRESOR ***

Ella es hermosa.

Ella es hermosa por dentro y por fuera.

Toda ella, es embriagador.

Su mirada, su caminar y de vestir.

Y hasta en la forma que su cabello se mueve cuando lo hace.

Su aroma...

En el minuto que la vi y conocí la primera vez cuando nos presentaron, bastó para darme cuenta de ello.

Como su nombre.

Vangelis...

Nombre de un ángel.

Un bonito ángel de pelo castaño.

Todavía vaga en mi mente la linda imagen de su rostro, riendo a carcajada frente mío y por algo que dije hace poco.

Porque, yo la hice reír.

Yo, la hacía reír...

Yo, siempre yo.

Tal vez, eso signifique algo.

¿Una dulce oportunidad?

Enciendo mi cigarrillo mientras la observo de lejos.

Como hice en este casi último mes y medio sin que mi pequeño ángel hermoso lo sepa y en los momento que pude y con discreción también, sin que nadie lo notara.

Ni sus amigos.

Ni el ropero de cabeza calva y lentes de sol en su momento.

Y ahora, su original guardaespaldas de vuelta.

El del Jeep negro.

Conformándome con ello.

Con solo mirarla a través de un vidrio de mi coche o a metros de distancia.

Cuando llegaba a su departamento o caminando por el centro comercial de compras y hasta en la noche del club bailable y en el trabajo.

Para luego, tomar los recaudos correspondientes cuando Mon me la arrebató.

Porque, el zorro puso vigilancia bajo ella.

Como en su salida del trabajo del Holding hoy.

Desde mi rincón en el estacionamiento, la observo como sale del ascensor con Herónimo Mon que vino en su búsqueda.

Miro la hora de mi reloj.

Vino por ella antes.

Mucho antes.

Él es dueño de todo esto y de medio planeta metalúrgico.

Él es jefe de los jefes.

Fui a la pelea y aposté una gran suma de mis ahorros por Gaspar Mendoza, su rival.

Perdí.

Y lo odio más por eso.

Y por ser el dueño del corazón de mi ángel hermoso...

Fui testigo de ese amor incondicional de ella por él, en muchas oportunidades y como en la noche de la pelea, vi desde mi platea como ese amor se consolidó y mi sangre se heló al mirarlos.

Aplasto el cigarrillo en la pared en cual estoy escondido.

Y las cenizas queman entre mis dedos.

Gruño de frustración.

Porque, él la envuelve entre sus brazos mientras caminan por el estacionamiento y besa su sien sonriente, por algo que ella dice entusiasmada.

Sufro.

Como sufrí, cuando me enteré de su accidente.

Como lo hice con lo de su embarazo.

Y sigo sufriendo.

Porque, por un momento.

Tan solo un momento.

Me ilusioné y creí, que ella podía ser mía...









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