CAPITULO 37
HERÓNIMO
- Herónimo... - Collins con su teléfono en la oreja atendiendo una llamada, me mira después de cortar.
Sentado en el sofá blanco del extremo de mi oficina del piso 30, elevo mi cabeza con las manos en mi nuca al sentir que me nombra.
- Desde la central del circuito de monitoreo, avisaron a Grands que se activó la alarma de perímetro de la casona...
Inclino mi cabeza.
¿Qué?
Yo, no entiendo nada...
Solo tengo las imagen de Van y mis bebés.
- Se activó el llamado del portero eléctrico del portón...alguien lo hizo. Grands está yendo para allá...
Por reflejo miro la hora.
¿A las 3AM de la mañana?
¿Pero, quién?
Froto mi frente con las dos manos pensativo, sentado aún.
- Dile que informe bien esté en el lugar. - Ordeno.
Asiente, volviendo a llevar su celular a la oreja.
YO
Ahogo mi grito con mi mano y retrocediendo sobre mis pasos, al ver las luces del coche acercándose.
Una de mis manos, posa en los barrotes del enrejado que diseñan el portón de hierro forjado de la casona y con ayuda de ellos, comienzo a treparlo jadeando por la fuerza que me exijo en mi estado y por la lluvia que cae sin compasión.
Mis pies desnudos y entumecidos por el frío duelen por el filo de ellas, pero cierto alivio inunda mi alma al ver que sin problema me giro sobre estas y desciendo sin tanta dificultad.
Una nueva puntada en mi abdomen me hace detener de mis pasos apurados en el camino a la casona y me inclino hacia adelante, para recuperar el aliento con una mano en sobre mi rodilla y la otra, presionando el dolor abdominal.
- Vamo...s...nenas, un poco...más. - Jadeo a mis bebés, retomando la fortaleza que no tengo como los pasos a la casona.
Las primeras luces del jardín, empiezan a iluminar el sendero.
Sin dejar de caminar y con dificultad por el dolor, subo los primeros escalones de la puerta de entrada.
Golpeo ella, sacando el pelo de mi cara pegado por lodo y el agua de la lluvia.
Y grito de frustración, porque nadie me atiende.
Dios...gimo y ahogando otro sollozo.
¿Qué hago?
¡Andrew viene hacia aquí!
Miro para ambos lados y revisar la puerta trasera de la cocina es otra opción.
Camino a ella rodeando la casa, mientras me apoyo en las paredes con una mano, para juntar fuerzas y ayudarme con cada paso que doy.
Un fuerte trueno seguido de un rayo, se siente al caer y me sobresalto por el impacto.
Forcejeo la puerta de la cocina con otro grito frustrado.
También, está cerrada.
Corro el agua de la lluvia que baña mi cara llorando, cuando algo me aprisiona y envuelve de forma fuerte sobre mi pecho, haciendo que pierda el control y el equilibrio.
- ¡Por qué, Vangelis! - Andrew, sollozando de forma lunática y presionando mi cuello con su brazo, lo atraviesa con fuerza y grita en mi oído. La navaja abierta, brilla en su otra mano y frente a mis ojos. - ¡Me lo juraste, ángel! ¿Por qué, lo elijes a él...por qué, me cambiaste? - Grita bajo la lluvia, besando mi cuello y lamiendo el agua de la misma, de mi piel.
Intento separarme y forcejeo, pero es inútil.
Me aprieta más contra él.
Su mano acaricia mi cara y la hoja de la navaja descansa en mi mejilla por esto.
La sangre de su rostro por el corte del vidrio y el golpe, se lava y corre por su rostro por el agua y se pega en mi rostro.
- Te quiero, nena... - Retrocede unos pasos, conmigo encima y obligando a arrastrarme marcha atrás. - Yo solo, te quería hacer feliz... - Jadea, besando la unión de mi cuello y nuca. La punta de su navaja pincha mi mejilla por presión. - Pero, si no eres mía, no eres de nadie...
Grito con todas mis fuerzas y algo, salta sobre nosotros.
La oscuridad, la fuerte lluvia y mi terror, no me deja ver bien.
Pero el fuerte impacto, me lleva al suelo con Andrew que no me suelta, amortiguando mi caída su cuerpo.
Algo ataca a mi agresor, logrando que me deje y me arrastre sobre el piso a gachas.
Los gritos de lucha y gruñidos de Rata mordiendo y atacando a Andrew contra el suelo, me hacen retroceder más sobre mis rodillas lastimadas.
Me debe haber sentido y salió por la puerta vaivén de mascota y de la cocina a defenderme.
Miro en dirección al bosque.
Marleane...
La distancia es poca, tengo que lograrlo.
Me levanto y corro como puedo, para internarme en él.
El lodo, hojas secas y jirones de las piedras de su piso, lastiman más mis pies descalzos con cada paso que doy intentando correr.
Las ramas finas y poco visibles de los árboles por la noche, arañan mi rostro y manos, mientras me abro paso entre ellas.
Y el sonido lastimero de Rata de mucho dolor, siento detrás mi espalda y me hace girar sobre mi hombro en mi carrera, en el medio del bosque.
Rata...
Un llanto fuerte por mi perro sale de mí, nublando mi vista, provocando que trastabille y caiga en una pequeña pendiente.
Estoy enterrada de rodillas y mano con grueso fango.
Mi llanto no me abandona, mientras intento ponerme de pie.
- ¡Ángel! - Grita mi nombre, Andrew en mi dirección.
Oh Dios...
¡Viene hacia mí!
Con ayuda de un árbol me pongo de pie y me impulso en carrera, nuevamente.
HERÓNIMO
- ¡Herónimo a "Terra Nostra!" - Me dice Collins, chasqueando sus dedos al aire para llamar mi atención, pasando su mano por el pelo varias veces sin dejar de escuchar lo que le dicen del otro lado del teléfono mientras no para de caminar por la oficina.
Me pongo de pie del sillón.
- ¡Qué! ¿Qué ocurre?
Hace un lado el teléfono para mirarme.
- Grands llegó a la casona por el llamado de la perimetral. - Respira con dificultad. - Capturaron imágenes de Vangelis en el portón, intentando entrar...con una vieja camioneta cruzada sobre ella estacionada y el coche...
- ¿Coche?
Resopla.
- Del agresor, el mismo del estacionamiento de TINERCA...
Estoy confundido.
Mierda.
Mi cabeza no coopera.
¿Rayo escapó y fue a casa?
No importa.
No quiero perder tiempo y camino en dirección a mi saco, que dejé tirado sobre el sofá.
- Hay algo más... - Murmura.
Lo miro.
- Grands encontró huellas de lodo, de pies descalzos en la entrada principal de la casona y marcas de sus manos en la pared con fango. - Suspira. - Y a Rata en el patio trasero, tirado por una herida de arma blanca...lo que hace suponer que la defendió de su agresor.
Oh Dios.
No.
NO.
Mi nena y mi amigo...
Gruño poniendo mi saco y me encaminando a la puerta.
No espero a nadie.
No hay tiempo que perder.
Rayo de sol sabe, que atravesando el pequeño bosque llega a Marleane.
- ¿La Bugatti, en su lugar? - Digo, caminando por la recepción y apretando el botón de llamado del ascensor.
Necesito el coche veloz.
- En su parking. - Dice Collins a mi lado.
- ¡Vamos contigo! - Exclama Rodo en compañía de Hollywood, ingresando conmigo al interior del ascensor. - Mel y Marcello calmaran las aguas de la prensa.
Asiento callado.
Solo quiero estar de un puta vez en ruta.
YO
Abro el pequeño portón en madera, que da el ingreso al gran jardín de la casa quinta de Marleane.
Doy una plegaria de gracias a Dios, porque dejó de llover.
Abrazada a mí misma, me encamino a la puerta de cocina.
El graznido de un búho nocturno volando, me sobresalta.
- ¡Ángel! - La voz de Andrew detrás mío, se escucha en la semi oscuridad del lugar.
Elevo mi cabeza a la gran casa y una pequeña luz, está encendida en una ventana del tercer piso.
La habitación de Marleane.
Golpeo con mi mano con fuerza la puerta, pero no llamo, porque Andrew me encontraría.
Siento sus pasos apurados en la hierba y que chapotean en los charcos formados por la lluvia, por sus fuertes pisadas.
Estoy a segundos de que me encuentre.
Si grito me descubrirá y pondré en riesgo a Marleane y los ancianitos.
En el momento que Andrew gira el costado de la casa y se aparece en la puerta trasera de la cocina, desaparecí.
Estoy acurrucada entre un montículo de leños para la chimenea y un rincón a oscuras.
Siento que gruñe de forma exasperante y pega un puñetazo a la puerta.
Cierro mis ojos con mis manos como mi puños temblando en mi boca y rogando, que Marleane no haya escuchado ni abra la puerta.
Su sombra pasa por mi lado y se detiene de golpe a donde estoy escondida.
Ambas manos suben a su cabeza con la navaja entre sus manos, de forma nerviosa como pensando.
Por un pequeño espacio entre los leños y maderas, veo que mira para todos lados buscándome en la oscuridad.
Sabe que no pude ingresar dentro.
Mi aliento helado con una cortina de humo blanco, sale de mi boca con un jadeo silencioso, cuando su cabeza gira a mi dirección de golpe.
Y tapo mi mano temblando a mi boca, para ahogar el grito.
Sabe que estoy aquí y me descubrió.
Se acerca con pasos decididos, limpiando su sangre del rostro con su brazo.
Pero, se detiene frente mío.
Se inclina y levanta algo a centímetro de donde estoy.
Cayendo algunos leños, saca un bidón entre ellos.
Lo levanta con esfuerzo y se encamina decidido hacia el frente de la casa.
No me vio.
Suspiro de alivio.
Me quedo en mi lugar escondida, aún con mis manos en mis labios temblando y sin saber que hacer.
Olor a gasolina quemada, empieza a sentirse en el aire.
Humo.
Más humo.
Y fuego.
Los tonos naranjas y amarillos de la llamas, se reflejan en las paredes laterales de la casa de Marleane y el repiqueteo de la misma en la oscuridad de la noche.
- ¡Ángel! - La voz de Andrew, suena del otro lado que me llama. - ¡Sé, que estás escondida, nena! ¡O sales o quemo a todos los putos viejos de la casa! - Jadea. - ¡Sé, que son tu familia! - Vuelve a jadear riendo, tose y vuelve a reír.
Oh Dios...
¿Qué hago? ¿Qué hago?
Mi respiración fuerte y nerviosa me invade, cuando luces exteriores se encienden en el patio y gritos de todos los ancianos y de Gloria.
¡No!
¡NO!
¡No salgan, Santo Dios!
La voz de Marleane, escucho en el interior calmando a los viejitos y corro a la puerta principal con una pala que levanto apoyada en la pared, seguido al de la cocina con un viejo hierro.
Las atravieso sobre estas para impedir que salgan, en el momento que Marleane intenta abrirla.
- ¡Hija! - Me dice sorprendida. - ¡No lo hagas!
- ¡Marleane, llama a Herónimo! Dile que estoy aquí... – Murmuro y sonrío para calmarla, lo mejor que puedo. - ...haré tiempo...solo llámalo...
No escucho sus súplicas y hago caso omiso a sus llamados y forcejeos, por intentar abrir la puerta.
Y me encamino decidida y con la poco cordura que tengo, hacia Andrew.
Náuseas retuercen mi estómago por el humo negro que invade esa parte del jardín y por las fuertes llamaradas del incendio.
El invernadero se está incendiando.
Y a su lado Andrew, aún con el bidón de gasolina entre sus manos.
- Me voy contigo... - Le grito, acercándome despacio. - ...pero, por favor, Andrew...déjalos en paz... - Suplico, tragando mis lágrimas.
Sus hombros bajan y descienden de forma nerviosa y agitada, mientras me mira.
Su rostro reflejado por las altas llamaradas, me muestran su lado del rostro con un grueso corte aún drenando sangre por la herida del vidrio y parte de su pelo en un extremo es un revoltijo de sangre y tierra, donde fue el golpe con la pieza del inodoro.
Tira el bidón al piso y con pasos decididos, viene hacia mi dirección.
Toma con fuerza mi pelo suelto y lo enrosca en su mano, provocando que mi rostro gire a él.
Gimo de dolor, pero me callo, al notar algunos de los ancianitos y a Marleane mirando por las ventanas, intentando romper las rejas.
Debo alejarlo de ellos.
- Vámonos...tan solo, sácame de aquí... - Lo miro a los ojos.
Pega sus labios a mi mejilla.
- Eres mía ángel y de nadie más... - Susurra, haciendo camino conmigo en dirección a los viñedos. - Mucho...tiempo... - Jadea, empujando mi cuerpo contra él, mientras caminamos entre los parrales. - ...estuve investigando esta zona... - Pega mi rostro contra el suyo y la mano que tiene la navaja, la enreda en mi pelo para besar mis labios reseco y temblorosos.
Los saborea.
- Sabes a gloria, yo sabía que tus besos iban a ser así... - Empuja con su lengua mi labios cerrados obligando a abrirlos y cierro mis ojos del asco, ante su contacto. - Mía... - Dice, jadeante y lamiéndolos.
Me suelta para seguir caminado y adentrarnos más entre las vides.
Me giro sobre mi hombro.
Estamos bastante lejos de la casa quinta, solo las llamas consumiendo el invernadero puedo apreciar en la lejanía por la noche.
Vuelvo a tropezar entre la oscuridad y solo iluminado por la luna, que aparece entre las nubes y a medio despejar del cielo.
Procura tomarme para no caer, pero lo rechazo intentando escapar entre el laberinto de viñedos.
Pero, es en vano.
Con mi estado y cansancio, las pocas fuerzas me abandonan.
- Maldita... - Gruñe, jalando de mi pelo para frenarme y con su puño cerrado, golpea mi vientre.
Grito fuerte del dolor.
Ardor por su puñetazo.
Mucho.
Mis bebés...
Y no me da tiempo a recuperar algo de aire, con una bofetada me tira al piso.
Trato arrastrarme por el fango con ayuda de un brazo en el piso y alejarme de Andrew, abrazando a mis bebés con mi otra mano y llorando por el dolor de mi vientre.
Viene hacia donde estoy y protejo mis hijas, cuando eleva su puñal sobre mí.
Pero alguien se abalanza sobre él, obligando a caer al piso.
Mis llanto nubla mi vista en la oscuridad, mientras alguien pelea contra Andrew en el suelo.
Solo escucho puñetazos y jadeos de dos hombres, luchando por mucha fuerza bruta.
Limpio mis lágrimas cuando un gruñido de dolor sale de uno.
Es profundo y gutural.
Para luego, más forcejeos entre ellos hasta que uno, eleva la navaja y apuñala sin piedad al otro.
Dando fin a todo.
Y grito, cuando el ganador se acerca a mí y me arrastro sobre mis pies, intentando huir.
Eleva una mano incorporándose en mi dirección, mientras la otra aprieta un lado de su abdomen.
- Vangelis...soy yo...Grands... - Jadea con dolor.
¿Grands?
Pestañeo para focaliza en la oscuridad y paso mis manos llena de barro, otra vez por mis ojos.
- ¿Grands? - Susurro, reconociendo su voz y gateando a él.
Siento que sonríe desde su lugar procurando caminar, pero se desmorona en el piso.
- ¡Grands! - Grito su nombre, arrastrando mi cuerpo a él.
Me acerco y noto su mano presionando una herida bajo su pecho y de ella, mucha sangre fluyendo y empapando su camisa.
Sonido de ambulancia y patrullas de policías, se siente desde el camino.
Sus luces amarillas y rojas yendo y viniendo, se reflejan entre la oscuridad de las montañas y árboles haciéndose camino a la casa quinta de Marleane y la bocina de un autobomba de bomberos por detrás.
- Dios... - Gimo, tratando parar su hemorragia, cortando un pedazo de mi vestido y haciendo presión con mis manos en su herida.
Intenta hablar.
- No hables, Grands...ya viene la ayuda. - Murmuro.
Respira con dificultad, pero sonríe dentro de su dolor.
- Todo pasó, amiga... - Me susurra, tratando él de darme tranquilidad.
Mi salvador.
- Todo ya va estar bien, señora...
Intento reír entre lágrimas.
- Me gustó más, lo de amiga...
Escupe una sonrisa desvanecida.
- A mí, también, Van...
Pasos, gritos con mi nombre y linternas se acercan.
Respondo a los llamados.
Y muchas personas, nos encuentran.
Policías.
Paramédicos.
Algunos bomberos.
Una chica uniformada se acerca a mí, mientras otros atienden a Grands y revisan el cuerpo inerte de Andrew.
- Tranquila, cariño... - Me abraza la mujer.
Respiro entrecortado, ya mi adrenalina desapareciendo da paso al dolor.
- Me duele... - Logro decir.
- Shuu... - Me tiene contra su cuerpo, intentando calmarme. - Su marido, viene en camino.
Y lágrimas de felicidad.
Herónimo...
HERÓNIMO
Mi jadeo se sentía en el interior del coche.
Es acelerado y me cuesta respirar.
Aprieto mis puños duramente contra el volante, dejando mis nudillos totalmente blancos, mientras manejo a toda velocidad en dirección a "Terra Nostra" y sintiendo, mi sangre bombear como una lava fundida por el pánico y terror.
Miro por el espejo retrovisor.
Las luces del BMW conducido por Collins, con un par de patrullas, me siguen por detrás.
Hollywood al lado mío como copiloto y Rodo atrás, solo se limitan a mirar al frente y en silencio, la inmensa oscuridad del camino que conduce a la quinta de mi madre y solo iluminado, por los faros de mi Bugatti y los otros coches.
Mi crepitante frenada, se junta con el motor encendido y las sirenas de un camión de bomberos estacionado frente a la gran casona.
Las luces giratorias de esta amarillas y rojas, que van y vienen de su techo, se expanden e iluminan la pared frontal de la casa en la noche.
Pero esta, lo estaba.
El inmenso invernadero era lo que estaba en llamas, intentando ser apagado por la unidad de bomberos de la ciudad.
Desde la puerta abierta del conductor de este, una voz femenina rompía con el reposo del campo, con su comunicación que salía del radio y escuchada por un agente de la departamental de bomberos.
<< Emergencia. A todas las unidades, repito. A todas las unidades, 10-8 en servicios. Zona campo por carretera nacional Este, por acceso D/2KM. 10-16 en progreso, repito 10-16 en progreso con posible 10-13 herido...>>
Un << 10-4 >> Respondió alguien en la misma frecuencia a ese puto mensaje, que no entendía nada.
- ¿Dónde? - Grito al hombre del camión.
Intenta calmarme, pero no lo escucho y me limito a mirar, donde me señala su brazo.
Los campos de viñedos.
- ¡Iré a ver cómo está tía Marchs y los ancianitos! - Gritó Hollywood sin perder tiempo y dirigiéndose a la casona con Rodo.
Bajo los gritos de más policías, que llegan segundos después con frenadas de patrullas, corro seguido por Collins detrás, en dirección a donde media docenas de linternas iluminan las hectáreas de vid en el medio de la noche.
Mi nena y mis bebés...
Dios, otra vez no.
Sudor, gotea por mi rostro en mi vertiginosa carrera, saltando el alambrado.
Mi corazón late desbocadamente, en solo pensar a Vangelis herida nuevamente.
Los campos de viñedo son como un maldito laberinto haciendo el recorrido y solo iluminado, por la luz de la luna llena.
Ramas de este, arañan mis brazos y cara, al pasar y romper entre ellos para acortar camino.
- Oh, demonios... - Sale de Collins, mientras nos acercamos al lugar corriendo.
Y sentí, mi pecho desplomarse.
Grands yacía mal herido y presionando con fuerza bajo su costilla con su mano, una herida de sangre.
Paramédicos procuran subirlo en una camilla en dirección a la ambulancia.
El cuerpo del agresor, extendido en el piso está cubierto por una sábana clara a varios metros por policías, cercando el lugar con fajas amarillas.
En la negrura de la noche, intento focalizar a mi rayo cuando la veo tendida en la tierra, sentada bajo unos parrales con una oficial de policía inclinada hacia ella sosteniéndola.
Oh Dios...
El vestido que lleva puesto, está manchado de sangre al igual que sus manos.
Me desplomo a su lado.
Sus ojos se elevan y se encuentran con los míos.
Mi nena estaba lastimada y mal herida, otra vez.
- Herónimo... - Gimió mi nombre confundida y acurrucándose en mi regazo, mientras desliza sus brazos debajo mío.
Una sonrisa diminuta se extendió en su rostro dolorido y sucio de tierra.
Corrí con mi mano, mechones de su pelo con lodo de su cara con cuidado, mientras con su mano aprieta con fuerza su abdomen avanzado de embarazo.
- No es, su sangre. Es la del hombre que le salvó la vida, ella intentó detener su hemorragia. - Dice, señalando a Grands mientras es llevado por los camilleros mal herido. - Solo está lastimada por golpes que recibió al defenderse del agresor, pero necesita un Hospital urgente. Su vientre fue golpeado y cayó al suelo en la persecución. - Me advierte, la policía.
Más gente empieza a caer.
Hablan.
Gritan.
Dan órdenes.
No me importa.
No escucho.
Solo acuno a mi nena entre mis brazos.
- Hola, mi hermosa... - Digo con ternura, acariciando su rostro con polvo de tierra con mis dedos.
Trata sonreír con sus labios temblorosos.
- Duele... - Me dice bajito.
No podía tragar, mi garganta estaba seca.
Forcé una sonrisa.
- Lo sé, amor...lo sé... - La abrazo contra mí, con dulzura. - ¿Quieres que demos un paseo tú, yo y nuestras bebitas? Tengo un lindo coche deportivo, esperando por mis cuatros chicas. Puedo hacer que cuiden de ti, en un segundo.
Sollozó y gimió enterrando su rostro en mi pecho, mientras sus manos se aferraban al cuello de mi camisa, asintiendo a la oferta de mi paseo.
La atraje contra mí, para acomodarla más ente mis brazos y levantarla.
- ¡Al Hospital, maldición! - Grité a Collins, encaminándome con mi nena en brazos.
- ¡Señor! ¡Debe esperar a la ambulancia! - Me gritó la oficial, mientras caminaba por los viñedos y en dirección a mi coche otra vez.
Ni una mierda.
Puta segunda ambulancia, que no venía.
Haciendo caso omiso a sus advertencias, miré a mi nena por su respuesta a los pedidos de la oficial.
Acurrucada sobre mi pecho, suspiró dentro de su dolor, feliz.
Besé su frente y la acuné más contra mi cuerpo.
Suficiente respuesta, para mí.
No íbamos a perder tiempo.
Se venía conmigo, maldita sea.
- Resiste, nena... - Le susurré. - ...resiste, mi amor...
Y aligeré mis pasos para llevarla al Hospital.
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