CAPITULO 2
YO
Ya en el Hospital donde está internado Hero, salgo del ascensor en el piso de su habitación, quedando Grands en el coche.
Con la situación resuelta de Gaspar y Amanda, puedo manejarme con más libertad y sin la sombra constante de mis niñeros de turno.
Pero y obviamente, la obsesión del jefe de los jefes por la seguridad, solo bajó unos tonos.
¿No pidamos milagros, no?
Camino por el pasillo, pero me vuelvo sobre mis pasos a la máquina dispensadora de dulces del extremo.
¿Desde cuándo, tiene paquetitos de maní con chocolates que no me enteré, en esta semana de prácticamente vivir acá?
Y mis bebés están de acuerdo conmigo.
Hay que conseguir esos maní recubiertos con chocolate.
- ¿Vangelis? - Una voz conocida, me atrapa hurgando el fondo de mi bolso por monedas.
Lo miro.
- ¿Theo? - Digo sin poder creer.
Sip.
Frente mío, tengo a mi ex y único novio que tuve.
¿Lo recuerdan?
Theo García.
El chico lindo.
Pero muy mujeriego.
El que estudiaba teatro y me engañó con media universidad femenina.
El némesis de Siniestra y al no poder acabar con él con el bate de beisbol del hermano menor de Roger, su víctima fue su bonito y clásico Chevy negro.
¿El tiempo que no lo veo?
Tal vez año y medio o dos.
No lo recuerdo bien.
Pero frente mío, está con unos lindos jeans claros gastados, zapatillas a juego y un suéter blanco liviano que le hacía muy buena justicia a su figura.
Y aunque, nunca fue del estilo musculoso, es alto como de cuerpo definido y formado.
Del tipo fibroso y tan apuesto como siempre.
Una sonrisa ilumina su piel oliva y esos ojos que siempre fueron mi perdición, de un color miel y bajo pestañas gruesas negras que me miran.
¿Feliz?
- ¡Dios! ¡Esto es imposible! ¿Verte, aquí? - Exclama asombrado y me abraza sonriendo.
Carajo.
Cuando Herónimo se entere.
Pero a la mierda.
¿Es como un viejo amigo, no?
Le sonrío.
- ¿Que...qué, haces aquí? - Digo, correspondiendo su abrazo. - ¿Te hacía por Europa y de gira.
Hace una mueca divertida con su boca y poniendo las manos en los bolsillos de sus jeans después del abrazo.
- Y lo hago... - Señala con su barbilla para el otro lado y al fondo del pasillo. - ...visitando un amigo enfermo... - Me explica. - ...tengo dos semanas de vacaciones.
Me habla de las gira que hizo, los grandes teatros y lugares que visitó, como en las comedias musicales de Broadway que actuó en todo este tiempo, mientras introduzco las monedas en la máquina dispensadora y saco dos paquetes de dulces.
- Me alegro mucho por ti Theo, era tu sueño. – Digo, guardando las golosinas en mi bolso.
Me mira y una pequeña sonrisa, dibuja sus labios.
- Parte de mi sueño, Van... - Me corrige.
Oh.
Señalo la habitación de Herónimo, tres puertas más adelante.
- Fue bueno verte...pero, están esperando por mí...
La observa sin sacar las manos de su bolsillo.
Para luego, mirarme otra vez y sus pies hacen un suave meneo hacia atrás y adelante.
- Oye Van, mi amigo está con su ronda de revisión médica en este momento ¿Te gustaría ir por un café? El bar del Hospital no es tan malo, aunque tiene un extraño color lodo oscuro, su sabor es bueno...
Río, pero niego.
- Tal vez en otro momento, Theo... - Sonrío algo tímida. - Pero, no ahora...
Pasa una mano por su revuelto pelo negro.
- Oh...entiendo ¿entonces, es verdad lo que leí en revistas. - Murmura.
¿Eh?
Y vuelve a mirar la puerta de la habitación de Hero.
- Oye, todo el mundo sabe quién es el empresario Herónimo Mon. Los tabloídes del espectáculo mostraron semanas atrás, fotos de ustedes juntos. - Exclama. - Y ahora los diarios, la prensa y los noticieros de televisión, solo debaten de lo sucedido en la pelea del sábado pasado... - Me mira. - ¿Él, está bien?
Suspiro.
- Recuperándose, pero bien. - Digo, caminando a la habitación y me acompaña unos pasos.
- Vi la lucha y las noticias, lo que sucedió fue extraño...
Sonrío.
- Todo el mundo de Herónimo, es extraño y fascinante...créeme.
Ríe, conmigo.
Casi en la puerta nos detenemos.
- Fue bueno verte, Theo.
- Lo mismo digo, Van... - Y sin darme tiempo a reaccionar, besa mi mejilla a modo despedida.
Pestañeo sorprendida, tomando el picaporte para abrir la puerta.
Camina unos pasos y se gira de vuelta.
- ¡Oye, Van! - Me detengo y lo miro.
- ¿Lo amas?- Me dice.
Asiento.
- Mucho, Theo... - Digo sincera.
Y se sonríe, cordial.
- Eso es bueno...te mereces lo mejor, Van... - Y creo que me va decir algo más, pero se limita a saludarme por última vez con una mano en el aire y se vuelve sobre sus pasos, poniendo las manos nuevamente en los bolsillos otra vez.
Abro la puerta pensativa.
Porque, lo sentí y fue algo extraño.
HERÓNIMO
Mi estado físico era la de un accidente de tren en forma humana.
Ni hablar de mi mal humor.
¿Cómo les explico?
Intolerante, fastidioso y quisquilloso.
Como también, harto.
Harto de estar una semana internado.
Harto de estar postrado en esta puta cama.
¿Sigo?
Harto de ser agradable, cuando soy cualquier cosa menos eso y frente a toda una comunidad médica sobre uno.
En pocos días las contusiones de a poco se fueron desvaneciendo y volvía a la normalidad, pero mi brazo izquierdo era otra cosa.
El radio había sido quebrado, pero por suerte no fue expuesta.
Y por ello, jodidamente tenía que llevar un yeso por un par de meses hasta su soldadura sea completa.
El corte de mi frente y a un lado de mi ceja, fue profundo y obligando a los médicos a dar una sutura importante.
En la pelea había bebido toda la sangre, que mis labios podían soportar y apenas podía ver a través de mi ojo derecho por el golpe de Gaspar y por la sangre que manaba de mi corte.
Este, estaba inyectado y seguía algo inflamado con un bonito tono verde pálido.
Sí, se lo que piensan.
Estoy encantador.
En breve, la ronda médica vendrá por mi chequeo.
Y hoy sonrío por ello, deliberaran mi pronta alta de toda esta mierda.
A su espera, abro el gran sobre de papel madera y ojeo los papeles de la carpeta en más detalle, que me envió por un mensajero Eliot Hart, noches pasadas y antes de la pelea.
Y ahora Collins me lo dejó con otros documentos empresariales y revistas de tecnología para mi aburrimiento, sobre mi mesita del lado de la cama.
Sonrío satisfecho.
Marcello tenía razón.
Es perfecto.
Bien.
La puerta se abre con mi nena llegando.
Miro mi reloj.
Y me recoloco los lentes.
- Llegas tarde. - Le digo con voz severa.
Es broma.
Lo hago apropósito.
Como que, no siento hacerla encabronar.
Amo cuando arruga su nariz y me mira con asco.
Y lo hace, frunciendo su nariz respingona y formando esa constelación de pecas.
Sonrío, porque lo logré.
Pero dura poco, ya que rayo no dice nada y arqueo mi ceja por ello.
Pero que, decepción.
Y me desinflo por su poca reacción.
Condénenme.
Pero estar aburrido y solo tantos días en una habitación sin dar directivas y órdenes, es tan frustrante.
Apoya su bolso en la cama vacía que está al lado, mientras busca en su interior algo y saca dos paquetes.
Froto mis labios, mientras la observo.
Uno es de maní con chocolates y el otro de caramelos gomitas multicolor.
Abre las dos bolsas al mismo tiempo y comienza a comerlas.
Me trago una risa y levanto una ceja.
- ¿Día, duro? - Digo.
Viene hacia mí y abre parte de mis sábanas para recostarse a mi lado.
Le hago lugar, abrazándola con mi brazo sano.
Da un beso a mis labios.
Rico.
- No jodas, Mon. Dos de los bebés me piden maní con chocolate y el otro, caramelos gomitas. - Se justifica.
Sonrío, robando una gomita.
- ¿Cómo, es eso? - La mastico divertido, dejando la carpeta de Hart a un lado.
Se encoje de hombros y ríe, mientras me ve hacer eso.
- Mi mayor deseo son los maní con chocolates, por lo tanto son dos de ellos y como también, muero por los caramelos gomitas pero en menor grado, deduzco que es uno y le doy el gusto también...
Buen punto.
Y beso a mi chica inteligente.
La puerta vuelve abrirse y gruño por lo bajo, la ronda de médicos aparece en la mejor parte.
En los besos de mi nena con sabor a chocolate.
Tres de ellos con la enfermera por detrás, mirándome de forma desafiante y con el ceño fruncido.
Lo siento.
Olvidé contarles dos cosas.
Una.
Estoy internado en el Hospital Central, donde Vangelis lo estuvo tras el ataque de Amanda.
Dos.
Perra suerte, la mía.
Sip.
Como lo sospechan.
Mi enfermera a cargo es la tierna y dulce "miss simpatía" que armábamos un gran equipo cuidando a rayo internada, pero nuestro odio era mutuo.
Y lo sigue siendo...
Siento sus sonrisas.
¿Gracioso, dicen ustedes?
Créanme, absolutamente no lo es.
Vangelis se pone de pie para dar lugar a la revisión de los médicos con un diagnóstico nuevo de mi evolución, mientras Cruella de Vil alias enfermera, la saluda con cariño y preguntando como está, sonriente a mi nena.
Seguido luego y sin sonrisa a mí, al depositar en la mesita móvil mi almuerzo.
Acomodo mis lentes, mirando el menú.
Brócoli al vapor con un pedazo de carne anémica y una gelatina, demasiado naranja para mi gusto.
La miro odioso.
¿No me jodas?
Y su media sonrisita silenciosa por mi cara de asco, me confirma su gozo y placer por ello.
Pero, que perra.
Respiro profundo.
Busca tu zen interior, Mon.
Tranquilo hombre.
Y me dejo revisar.
Uno verifica mi pecho en su totalidad vendado por la rotura de mis costillas y otro, la cicatrización de los puntos ya sacados como del corte de mi ceja y contusiones, mientras el tercero anota.
El más viejo de ellos, el que escribe y aprueba las devoluciones de sus estudiantes pasantes.
Y sonríe, complacido.
- Como lo veo, señor Mon. Su progreso evolutivo, marcha muy bien...
Sí, sí, sí.
Lo que sea, pero al grano hombre.
- ¿Cuándo mi alta? - Digo impaciente y masticando el brócoli como si me debiera dinero, bajo la risita de rayo de sol a los pies de la cama.
Este, delibera leyendo mi carpeta y la evolución clínica.
Pasa su mano por barba blanca pensativo.
- Yo diría con firmeza que su alta puede ser mañana. - Me responde. - El reposo puede hacerlo desde su casa y el chequeo ambulatorio, bajo una prescripción médica de analgésicos para el dolor. - Sonríe. - La morfina y la medicación fuerte, puede reemplazar la intravenosa... - Señala mi brazo con ella. - ...mediante una inyección...
¿Inyección?
No viejo, la aguja podía besar mi culo.
Sip.
Como leyeron.
Mi mayor pánico y secreto, las agujas.
YO
El señor oscuro.
El rey del acero.
El temible y déspota, jefe de los jefes de las T8P.
¿Le tiene miedo a las inyecciones?
Río.
Imposible, no.
A eso y a la enfermera que se lo está por poner.
Y bajo las vueltas de la vida.
Es la misma que me atendió a mí, cuando lo estuve en este Hospital por la agresión de Amanda Adams.
Y no lo entiendo, porque ella es tan dulce y tan linda con su vocación de enfermera.
Como muy dedicada con cada paciente.
Tanto.
Que en la mañana del alta de Herónimo, se negó a que otro compañero le aplicara su primer dosis de morfina de inyección antes de irnos.
Dicen, que son dolorosas.
Y ella lo quería hacer.
Se dio cuenta como yo, del pánico del sexy jefe por las agujas y fue muy lindo de su parte, ofrecerse y bajo una sonrisa tranquilizadora lo inyectó.
HERÓNIMO
Le entrecerré los ojos con odio a "miss simpatía," cuando despachó a su colega que venía con la dosis de mi calmante ambulatorio, cargando mi archi enemigo en una bandejita.
La inyección.
Pero, que bruja.
Lo disfrutaba.
Y me arqueó una ceja, la hija de satanás.
Porque era hora de su venganza.
Su dolorosa venganza.
- La vuelta, señor Mon. - Me dice, dando la orden que me voltee boca abajo en la cama y con una sonrisa llena de maldad divertida por la situación.
¿Orden?
¿Me está dando una orden?
¿A mí?
Y le entrecierro los ojos por ello.
No, cariño.
A mi nadie me da órdenes.
Yo, las doy.
Soy el jefe.
Y lo demás, obedecen.
¿Se entiende?
Bien.
Y me mira de mala gana con inyección en mano y hace que una leve gota salga de la punta de la gruesa aguja como toda respuesta.
Carajo.
Cierto.
Me doy vuelta, farfullando por lo bajo y tomando la mano de rayo.
- Respire profundo. - Me dice, abriendo mi bata y bajando apenas mi bóxer.
¿Por?
Que hija de...
YO
Herónimo, sonreía feliz a todo el mundo.
La gran mole de casi 2m de altura y tamaño como lleno de tatuajes.
Con su aspecto agreste y de chico malo con temperamento malhumorado y de genética patea traseros de lo hermoso.
Sonreía a todo el mundo.
¿Podía existir, la pequeña posibilidad de que fuera por los efectos de los sedantes de la inyección aplicada por la enfermera?
Yo, creo que sí.
Y por ello, decidí guardarme para más adelante el comentario de que me encontré a mi exnovio en el Hospital.
Porque mi señor oscuro estaba muy dócil y risueño para todo.
Dócil, para dejarme ayudarlo a sacar la bata de Hospital y cambiarlo con su ropa.
Dócil, para dejarse llevar hasta la salida del mismo en sillas de rueda.
Dócil dejando que Rodo jugara a las carreritas de auto en el pasillo con él, mientras era llevado en ella y bajo mi risa con la de Collins.
Dócil para subirlo al coche.
Dócil y sonriente contando camino al Pen, como recibió la zurra de su vida arriba del ring.
Dócil con los analgésicos y horarios a tomar, cuando se lo comenté en el viaje.
Y dócil y más sonriente, cuando con ayuda de Marcello, Collins y mía, lo desvestimos y recostamos en la cama de su habitación, balbuceando algo del techo de esta y no sé, qué de cuanto paneles los componía con sus luces.
Los tres nos miramos riendo a los pies de su cama, mientras con un suspiro después se durmió profundamente.
Hasta que...
Chan.
El efecto desapareció a la mañana siguiente.
Diciendo adiós al dulce y dócil Herónimo, para dar la bienvenida a nuestro querido jefe y señor Mon, de vuelta...
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