CAPITULO 19

YO

Me giro sobre mi hombro, para mirar a Herónimo por última vez mientras camino por la recepción de su piso en dirección a los ascensores.

Aún de pie y apoyado en la puerta, me mira con una sonrisa rara.

Muy rara.

Y en el momento que se abren las puertas automáticas de este, se mete a apurado a su oficina.

¿Eh?

Pero qué, hombre extraño como hermoso.

Me encojo de hombros y abro mis ojos enormes, al entrar en el interior y elevo mis manos a mi boca, mezcla de risa y emoción.

Unas flechas en papel rosa, imitando las flechas del cuadernito y dibujadas por Juli, me señalan que toque el botón de mi piso 17.

Obedezco, bajo una risita llena de nervios cuando los acordes de Baby I Love You The Ramones, empieza a sonar por los parlantes en el sistema de sonido del ascensor.

Por Rodo...

La flecha rosa del botón de mi piso, me indica que siga después a un camino de flechas dibujadas igual, a la ranura con la llave especial.

En esta, cuelga la tarjeta personal de Herónimo.

La doy vuelta y un papel pegado dice:

"Úsame ;)"

Lo hago, pasándola y ante el sonido de llamado de otros pisos que demandan el ascensor, hace caso omiso a los reclamos.

Hago una mueca divertida por todo esto, cuando el bip me señala la llegada a mi piso.

Al abrirse las puertas de acero, mi mirada va a otras flechas todas rosas también sobre el piso dibujadas para que las siga afuera y que antes no estaban.

Y lo hago.

Me llevan a un rincón.

Y al ver lo que hay en el, río a carcajadas.

Mi almohadoncito preferido, el rosa chillón de peluche y con muchos corazones de diferentes tamaño bordados y el que tanto odia Herónimo, está apoyado a un costado en la pared y con él, otro cartelito:

"Llévame ;)"

Inhalo fuerte su tela, mientras lo aprieto contra mi pecho intentando en vano, no llorar por la emoción.

Porque, su perfume masculino e importado quedó impregnado.

Herónimo cuando lo trajo, seguro que lo tenía fuerte y junto a él.

Sigo el camino de flechas rosas del piso indicándome en dirección a la recepción.

Una pegada al mostrador y señalando arriba, me indica a Lorna.

Sonriente Big mama, me entrega una cajita también rosa.

Dentro de ella, un lindo cupcake multicolor me espera con otro cartelito:

"Cómeme ;)"

Por Siniestra...

Y lo hago también, mientras Lorna me dice en silencio y con un dedo, que siga las demás flechas rosas de Juli del piso.

Me llevan a mi box.

Miro a todos mis compañeros de trabajo y ellos, como si nada siguen con sus actividades dentro de sus box y con la mirada en los papeles que tienen entre sus manos o sobre la pantalla de sus computadoras.

Pero todos.

Absolutamente todos.

Tienen en sus rostros, una sonrisita divertida y cómplice.

Inclusive, las del cuartel de víboras.

Sobre mi asiento, una bolsa de cartón y en ella otro cartelito:

"Vísteme ;)

Y miro raro, cuando lo saco.

- Juro que el cabrón tiene un por qué, amiga... - La voz de Mel a mi lado, me saca de mis pensamientos.

Vuelvo a la prenda entre mis dedos.

Es mi vestido blanco largo y holgado con estampas de flores.

Sonrío entre lágrimas, aunque entiendo la mitad de las cosas de esta linda situación de Hero.

- ¿Sabías, de todo esto? - Digo emocionada, dejando a un lado la cajita con el cupcake a medio comer y limpiando mis ojos llorosos con una mano.

- Malditamente todo, amiga... - Responde, haciéndose aire con las manos en el rostro para no llorar.

Y rompemos de risas, entre lágrimas.

Resopla para mantener la compostura.

- Ok. Suficiente de llanto rosa ¿Soy la chica ruda, recuerdas? - Me lleva con suavidad de mis hombros en dirección afuera. - Ve y cumple. Cámbiate en el baño, cariño y sigue...- Me guiña un ojo. - Hay más flechas rosas de Juli, esperándote...

Tomo mi cartera y hago caso.

En el baño siguiendo las flechas, me cambio en el primer cubículo abierto que veo.

Y sonrío, porque el vestido ya no me queda tan holgado.

Cuando salgo con el puesto, otra cajita rosa me espera sobre los lavados de mármol.

En su interior, las llaves de mi Mini Copper modelo '75 y con él, otro cartelito:

"Condúceme ;)"

Y se me escapa una risita, porque Herónimo odia el tronco móvil.

Lo busco en el estacionamiento del subsuelo y las flechas rosas me llevan a mi flamante bebé estacionado y a mi espera.

Y sobre uno de sus lados, Collins con un cartel y escrito con resaltador negro entre sus manos:

"Sígueme ;)"

Suelto una carcajada, mientras él niega divertido, rodeando el BMW gris para meterse en su interior.

Pasamos la zona urbana y céntrica de la ciudad, cuando pide giro a la izquierda lo imito siguiendo pendiente sus maniobras, para no perderlo de vista delante mío.

Toma en dirección a la costanera y hacia el mar.

¿Qué?

Abro mi boca asombrada y bajo la radio, cuando nos introducimos a la entrada a la playa.

Ya que, es donde yo venía con mis muchachos siempre para que retocen un rato de sus paseos caninos...

¿Pero, cómo lo supo?

Estaciono como Collins a 45 grados en el parking.

- ¿Collins? - Solo pregunto, una vez que bajo con mi almohadoncito.

Me sonríe y con sus ojos gris plata, me mira divertido.

- Sigue las flechas, Vangelis...

Miro el piso.

Y ahí están, una docena de ellas e iguales a la de mi Juli, indicándome que siga camino al terraplén y a la playa.

Camino por ellas, bajo la risa también divertida de algunos transeúntes que cruzo en mi trayecto por verlas en el piso.

La playa no está muy concurrida por ser día de semana.

El aire marino y cálido llega a mí, por la suave brisa que hay en el lugar.

El sonido suave de las olas golpeando la orilla y el chillar de las gaviotas volando sobre esta, se siente en la costa.

Y aprieto más mi almohadoncito contra mí, cuando la última flecha rosa dibujada en papel rosa, me indica el borde del terraplén.

Y en él, Herónimo de pie mirándome con las manos en los bolsillos de su pantalón.

El aire marino juega con su pelo rebelde, donde esos rizos enamorados de su frente, van y vienen por la corriente.

Se saca los lentes de sol, guardándolo en un bolsillo cuando llego y extiende su mano, para recibirme con una bonita sonrisa.

Mira mi almohadón entre mis manos y me lo toma para ubicarlo en el borde del terraplén y sin hablarme aún, me ayuda a tomar asiento sobre él y también lo hace a mi lado con mi mano entre las suyas.

Sus facciones perfectas y viriles son bañadas por la luz del sol del cielo despejado.

Suspira y besa mi mano.

- Una mañana, hace muchos meses atrás, nena... - Me mira.

No lleva puestos sus lentes de ver.

Que y aunque, lo hacen sexy como caliente.

Ver su rostro despejado de ellos y de ese riguroso peinado que a veces emplea para el manejo de su pelo rebelde, ahora sueltos y con naturales movimientos, parece un niño.

Un joven con mejillas rozagantes por haber estado a la espera, bajo el sol y la brisa cálida.

- ...la mañana en que se cumplía 13 años de la muerte de Marian y mi hijo, esa fecha negra que fue siempre mi condena, Vangelis... - Suspira apenado.

Me niego a llorar y lo consuelo, apretando mis manos con las suyas.

Me sonríe y besa otra vez mis manos.

- ...después de visitarlos como cada año...salí desesperado, triste y lleno de culpa como toda la vida me sentí de ello... - Se pone de pie y lo miro desde abajo, sin entender mucho todavía. - ...necesitaba un respiro y aire, porque mi oscuro corazón me dolía...mucho. - Señala este lugar. - Y no me preguntes como, pero llegué hasta aquí. - Se sonríe y me mira con ternura. - Y aquí, justo en este preciso lugar, de pie dentro de mis oscuridades y tristezas, sintiendo que más dolor de soportar, era casi imposible... - Sigo con mis ojos su mano extendida en el aire hacia abajo, señalando la playa.

Se sonríe, divertido.

- Una carcajada estalla y llega a mí.

Lo miro raro.

- ¿Una carcajada? - Digo sin entender.

Hace una mueca linda con sus lindos y cincelados labios.

- Sí. La carcajada más ruidosa, natural, alegre y poco femenina que escuché en mi vida...

Un momento.

¿Será, que yo?

Y quiero hablar, pero me niega con un dedo en mis labios, le doy un besito al dedo.

Se ríe.

-...Esa risa poco decorosa. - Prosigue. - fue como una descarga eléctrica. Porque fue la risa más linda que escuché en mi vida, viniendo de la chica más hermosa que también vi en toda mi vida... - Su mirada me recorre. - ...con el vestido blanco con estampas de flores, más feo que vi en todo el mundo...

Y mi boca, cae.

- Herónimo... - Susurro.

- Soy impulsivo Vangelis, con un mal genio de mierda, roto y lleno de demonios. Pero, desde el momento en que te vi la primera vez acá, no pude olvidarte. Yo te observé como jugabas con los cinco perros, cual cuidabas. Eras tan natural y perfecta. Un hermoso rayo de sol con ese feo vestido, que llegaba con su calidez a mi oscuridad...y te metiste bajo mi piel como nadie más, nena. – Niega divertido. – Al otro día cuando te vi en la cafetería, no lo podía creer...

Oh Dios. Oh Dios.

¡Las palabras de la gitana de la feria, cuando le compré el vestido!

Su profecía de amor eterno...

- Aunque no quise admitirlo y me negué a tantas casualidades, yo...sabía que eras la mujer de mi vida cuando te vi.

Suelto una risita.

- ¿Cómo lo sabías? - Murmuré, bajo mi voz ahogada por lágrimas.

Me mira con esa profundidad tan suya.

- Porque mi corazón volvió a latir, rayo. - Su sinceridad y la ternura en que lo dice lejos de ese hombre oscuro y devastado que una vez fue, llena mi pecho de felicidad, porque me mira como su fuera lo único de este mundo.

Y tapo mi boca con ambas manos al ver que se arrodilla ante mí, sin vergüenza alguna y frente a toda la gente que pasea, trota o simplemente camina por el terraplén.

Algunos curiosos, hasta detienen su andar para mirar la escena.

Y disparos de flashes se siente a nuestro alrededor, pero a Herónimo Mon ya no le importa eso.

Solo, le importa su familia.

- Nena, estoy jodidamente enamorado de ti. Te amo más de lo que he querido a alguien. Eres mi rayo de sol y en todo lo que pienso. Todo lo que soñé... - Saca del bolsillo de su saco de vestir azul, una cajita en gamuza rosa.

Mi color favorito.

Lo abre.

- Amo que odiosamente me contradigas. Amo que me mandes al demonio, cuando algo no te agrada. Amo que no finjas ser otra persona, por complacer mis órdenes. Te amo, cabrona jodida...

Empiezo a llorar de la emoción, frente a la hermosa estatua viviente arrodillada a mi lado y que duele mirarlo, de lo lindo que es.

- ¿Quieres ser mi esposa Vangelis Heléna Coppola, de una jodida vez? - Ríe. - ¿O tengo que pasar al plan B?

Río entre lágrimas y limpiando mi nariz con una mano.

- ¿Plan B? - Hipeo feliz.

Y me señala con su barbilla hacia abajo y en dirección a la playa.

Chillo de felicidad, sobre mi lugar.

Porque mis cinco muchachos están ahí y con sus dueños teniendo sus correas.

Los perros que cuidaba.

Paco y Luis, los Grand Danés, Tila la ovejera, el callejerito Charly y Tatú el Boxers.

Cada uno con cartelitos, que uniéndolos dice:

"CÁ - SA - TE - CON - ÉL".

Y un Rata, apareciendo en un extremo con su colita siempre alegre de la mano de Siniestra y con un gran moño rojo, con otro:

"DILE QUE SÍ, A PAPI".

- ¿Papi? - Lo miro riendo.

Herónimo me rueda los ojos.

- Ok, lo reconozco, quiero al fenómeno... - Se sonríe.

Acaricio su mejilla.

- Sí. - Solo digo.

Me mira de lado y sospechoso.

- ¿Sí, qué? ¿Sí, que amo a Rata? ¿O sí, a ser mi esposa?

Le ruedo mis ojos.

- Sí, a ser tu esposa, Herónimo.

Pestañea.

No se lo cree.

- ¿Un sí, de acepto?

Asiento sonriendo.

- ¡Santo Dios! La arena pica y tengo tacones altos ¿pueden apurarse? - Siniestra, grita de abajo inclinada y acariciando a Rata sonriente.

Con Herónimo reímos y saca el bonito anillo.

- Se lo encargué a Saúl, nena... - Me susurra, deslizándolo en mi anular. - Sé, que no te gusta lo ostentoso y...

- Es hermoso. - Lo interrumpo.

Sip.

Porque, lo es.

Imposible, otro.

Un bonito y delicado anillo de oro.

Arriba de este, un diamante.

Pequeño y trabajado en sus lados con diminutas flores entalladas pétalo por pétalo y suelto una risita, porque ellas son como mi vestido de estampas.

Cuando extiendo mi mano para verlo bien, el público presente, aplaude.

Herónimo me ayuda a ponerme de pie y me abraza frente a la ovación de todos.

- ¿Lista? - Me dice con un beso.

- ¿Para qué? - Digo, sonriendo entre sus labios.

Y se sonríe más.

Oh mierda...







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