CAPITULO 14

YO

Tres semanas había pasado de la llegada "temporal" de Rata a nuestras vidas y en especial a la de Hero.

Y digo especial para Herónimo, porque Rata se convirtió en el fan número uno de nuestro querido jefes de los jefes.

Era el primero en levantarse con Marcello en las mañanas, para subir a toda velocidad con sus patitas despatarradas por las escaleras a nuestra habitación y empujar la puerta de un salto.

¿Su víctima de besos y sobresaltos alegres, dando los buenos días?

Sip.

Herónimo Mon.

Y Herónimo, le gruñía cada mañana al despertar.

Le gruñía en el desayuno, porque se ponía entre sus pies bajo la mesa para dormir o jugar con los cordones de sus zapatos italianos.

Le gruñía, porque era su sombra en la oficina y en el gimnasio entrenando en el Pen, esté con quien esté platicando o reunido, hasta en una noche con altos ejecutivos Árabes por la negociación de compra de aleación del acero.

Le gruñía a modo saludo, cuando lo despedía en la puerta principal del Pen o íbamos al Holding cada mañana a trabajar.

Y también, cuando lo esperaba quietito y sentado con solo su colita moviendo por su pronta llegada cada tarde, mirando expectante a la puerta principal cerrada que sea abierta por él.

Sabía, hasta su maldito horario.

Pero el señor Gruñón no sabía, que varias veces lo sentí levantarse a media noche para verificar su bienestar y la calefacción de la sala para Rata.

No sé, que sucedió en esa charla de "hombres" de su primer día con nosotros, esa noche en el pasillo.

Pero Rata, respetó su territorio y jamás pidió la cama entre nosotros otra vez.

Y aunque el hermoso cachorro me amaba, su adoración estaba puesta en Herónimo y dormía cada noche en una linda cuchita que le compró.

¿Su excusa?

La vio de casualidad de camino al Pen.

¿En serio, Mon?

Bajo mi risita en silencio, fui testigo de cómo Hero en persona se lo acomodaba entre dos sillones de la sala frente a la gran chimenea y con la mano sana en su cintura, miraba con mal disimulo, su satisfacción de como quedaba y se acomodaba feliz Rata en él.

Esa mañana siguiente de su primer día entre nosotros, lo llevé al veterinario con Hollywood y fue cargada de muchas noticias lindas por parte del veterinario.

Porque Rata y pese a su delgadez huesuda no sufría deshidratación, pero sí, algo de anemia.

Pero nada que unas buenas vitaminas, desparacitarios, comida balanceada y las vacunas correspondientes, no solucionaran con el tiempo.

Según sus cálculos, Ratita tenía tres meses y no seis cuando pregunté por la posible raza que predominaba en él al veterinario y este, se sonrió.

- Grande. - Solo eso dijo, acariciando el animal.

Me encogí de hombros.

Ok.

Solo, grande.

Mientras Rata era atendido, Hollywood estaba encantado con la vitrina de accesorios para mascotas del lugar y le regaló a su sobrino postizo, una docenita de diferentes collares con incrustaciones en piedras y adornos, aparte de unas chaquetitas para su lomo de distintas texturas y color.

- Fashion, ante todo, corazón... - Se justificó, abrochando en su cuello un collar con piedras strass en vidrio turquesa y una chapita en forma de hueso que hizo grabar con su nombre.

Levanto la linda chapita de su collar.

- ¿Le rat glamour? - Leo entre risa.

Hollywood retrocedió unos pasos y elevó una mano a su pecho para admirar al cachorro y su joya, que se sacudió arriba del mostrador canino moviendo como siempre su colita alegre.

- Su nombre artístico, querida. Toda diva, lo tiene...

- ¿Diva?

- ¡Of course, cariño! - Exclamó el lindo duplicado de Herónimo, versión rubio y lleno de color en su vestimentas poniéndose sus lentes de sol, ese día de marco verdes.

Tomó por mí, toda las bolsas de compras de "Le rat glamour" y sus medicamentos con ayuda de Grands.

Y salimos felices del local, bajo el sol hermoso y despejado de esa mañana.

Tres semanas habían pasado de ello y casi dos de ellas, de que Lorna volvió entre nosotros y reincorporó al piso 17.

Con su alegría de Big mama por la buena nueva de la asunción de Mel como coordinadora y con ella, su tristeza de la partida de Áaron y no poder llegar a despedirlo.

Una mañana, saliendo del despacho de Mel por nuestro café matutino y charlita de amigas de diez minutos, la encuentro llegando a mi box.

- ¿Qué hay, Lorna? - Pregunto bostezando y pidiéndole perdón con una sonrisa entredormida.

Con mi embarazo avanzado y pasando por la etapa de las veintiún semanas, mis nenitas no me la hacen fácil.

Siento sueño cada momento del día y a cada hora, sin contar que mi apenas barriguita se convirtió en una ya, señora barriguita.

Prominente y redondita.

- Mi niña, te buscan. - Dice por sobre mi box, mientras abro una barrita de cereal.

Raro.

Con Hollywood quedé en la tarde de ver los muebles a encargar para la casona que está a casi terminar y mi hermana Siniestra, está en una convención de pastelería fuera del país en esta semana.

- ¿Quién? - Digo, masticando y poniéndome de pie curiosa.

Se hace aire con una mano y con una sonrisa enorme en sus labios rojo pasión.

- La versión sexy y hot, de Antonio Banderas en la película Átame. - Mira su esquelitas de papeles. - Theo. - Dice leyendo. - Theo García.

Y abro mis ojos.

¿Theo, aquí?

Está de pie y con las manos en sus bolsillos de sus jeans claros, observando con mucha atención un gran cuadro fotográfico de la pared principal después de la recepción, que ocupa en su mayoría con imágenes de las ocho metalúrgicas en los diferentes países que componen las T8P.

- ¿Theo? - Digo, acercándome a él.

- ¡Van! - Exclama feliz al verme.

Su mirada me recorre y observa mi embarazo, que ya se resalta en mi vestido azul ceñido.

- Guau, nena...te queda hermoso.

- Gracias. - Sonrío acariciando mi vientre, pero no salgo de mi sorpresa. - Disculpa...pero te hacía en Londres. Creí entender cuando nos vimos en el Hospital, que te quedabas por solo dos semanas...

Su risa alegre me interrumpe y yo, sonrío también.

- Sí, era la idea. Pero recibí una propuesta más interesante "Don Quijote de la Mancha" a estrenar en dos semanas, Van ¡En el gran Cervantes! - Exclama feliz.

- ¡Que alegría por ti, Theo! - Digo contenta por él. - Pero disculpa...no entiendo, por qué estás acá?

Su sonrisa desaparece de sus labios y frota su nuca de forma algo nerviosa.

- Lo siento, Van. - Dice.

Lo miro raro.

- ¿Pero, por qué, Theo?

Mira sus pies, volviendo a poner las manos en los bolsillos.

- Siempre, quise disculparme. Por lo que sucedió entre nosotros... - Sus lindos ojos miel, me miran. - Por ser un patán, Vangelis contigo, cuando salíamos...y esas mujeres...

Suelto una risita despreocupada y toco su hombro.

- ¡Theo, fue hace mucho! - Río más. - Créeme, estás perdonado.

Y su sonrisa se dibuja de vuelta.

- ¿En serio, Van?

- ¡Claro! Solo, éramos... - Y ruedo mis ojos de forma divertida. - ...algo así, como niños con su primer noviazgo en la U.

Toma mi brazo y lo acaricia con su pulgar.

Lo miro por ello.

Niega.

- Vangelis, éramos más que eso, fuimos primeros en todo... - Cierra sus ojos por unos segundos, para abrirlos en el momento. - ...tú, eres importante para mí...yo...

Oh Dios...

Y mi mirada va a Lorna hablando por teléfono.

Retrocedo.

- No, Theo... - Murmuro. - No hagas esto... - Ruego.

- Yo sigo amándote, Van. - Camina sobre sus pasos de forma nerviosa, niega otra vez. - Cuando llegaron a mis manos en Londres, las fotos de esa revista...tuya con él...

- Theo...

- Yo sentí, que no te había olvidado. – Toma una de mis manos. - Tenía que regresar y pedirte perdón, pero llegué tard...

- ¡Saca tus manos de mi mujer! - La voz grave de Herónimo, invade el lugar y me saca de mi estado de shock por sus palabras.

Recorre mi cuerpo con su mirada a medida que se acerca a nosotros.

Sujetos como Herónimo son imposibles de no observar cuando sea una habitación o lugar y vienen en tu dirección.

Imponentes, fuertes y dominantes con cada paso que dan.

Ya que, estos tipos de hombres parecen que caminan en cámara lenta con esa belleza adónica que poseen, mientras que todo lo que gira a su alrededor prosiguen en su ritmo normal.

Está furioso, porque su pecho sube y baja, provocando que la tela de su camisa blanca se tense sobre esa masa de músculos debajo de ella.

Y Theo, lo nota.

Abre su boca, pero no dijo nada y se limita a obedecer.

Me suelta y yo miro a Herónimo para que se calme.

- ¡Largo! - Ruge.

Pero Theo tiene algo que emana y a las mujeres siempre gustó.

Su soberbia.

Se endereza de su postura.

- Solo vine a visitar una vieja amiga, hombre, tranquilo. - Sonríe satisfecho. - Y ya lo hice... - Me mira y mi pecho se detiene, porque lo hace profundo. - Lo que dije fue en serio, Vangelis... - Y sin más, se marcha rumbo al ascensor y mirando desafiante a Herónimo al pasar.

HERÓNIMO

En el predio de TINERCA, me dirijo en uno de los carritos móvil al sector industrial de la metalúrgica, con el capataz al volante.

Me explica en el trayecto sobre los containers de cargamento de Indonesia con toneladas de hierro técnicamente puro.

O sea, con menos del 0,008% de carbono.

Bien.

Una llamada suena en mi celular y lo chequeo.

¿Lorna?

- Date la vuelta. - Ordeno a mi capataz, después de escuchar su voz.

Un hombre diciendo ser amigo de Van, la visitó.

Pero la conversación estaba tornándose acalorada, me comentó.

- ¡Al Holding!

Mis ojos se fueron a Lorna cuando llegué al piso que solo señaló con su brazo, la esquina que lleva en dirección a los box del piso 17.

Escanee su cuerpo.

Mi nena estaba bien, pero su semblante, no.

Exhalé profundo por la ira de estrellarlo contra la pared de un puñetazo, pero la mirada suplicante de rayo me contuvo.

¿Quién era este hombre?

¿Un amigo?

No necesité hacer mucho, ni llamar a la seguridad del edificio.

Él se marchó con mi llegada.

Cuando el tipo se fue, la abracé contra mí.

- ¿Estás bien, nena? - Acuné su rostro para observarla mejor.

Y me abrazó.

- Excelente... - Susurró sobre mi pecho y elevó sus ojos sonriente. - ...estoy bien, Herónimo. - Ella sigue sonriendo, pero sus ojos dicen totalmente otra cosa.

Acomodo mis lentes.

- Vamos a dejar en claro algo, rayo...mientes como el culo.

Suelta una risita.

- Solo fue una conversación un tanto extraña. - Dice al fin.

- ¿Quién carajo era, nena?

- Mi ex...

- ¿Tu ex? - Me atraganto como si me hubiera comido un ladrillo.

Sí, sí...lo sé.

No me miren, así.

Ya sé, que todos tenemos pasado.

Pero resulta que su pasado fue algo extraño en acción y por ende, mis celos se mezclaron con furia.

Ya que a Vangelis, le había dicho que no hiciera algo potencialmente peligroso un par de docena de veces.

Refriego mi mano por la cara y tomo una tranquila como profunda respiración y apoyo una mano con todo mi peso en la pared.

- ¿A que vino, rayo?

- Por visita.

- ¿Él te amenazó?

- ¡No, Herónimo! - Chilla. - Aunque fue algo raro, vino a pedirme solo disculpas...

¿Disculpas?

Pero, que mierda.

- ¿Por qué?

Mira sus lindos pies, que apenas se ven por su barriguita y la abrazo, otra vez contra mí.

- Tuve una mala experiencia en el noviazgo... - Me dice entre mis brazos y mi cuerpo se tensa a su alrededor.

Me llevo la mano a la boca y aprieto fuerte mis labios con fuerza para evitar que mis palabrotas mentales salgan de mi boca y se escuchen en todo TINERCA.

Tranquilo, Mon.

Beso su frente y solo, dejo salir una palabra.

- Nombre...

Y siento otra vez su risita en mi pecho.

- Todo está bien. Vino por ese perdón. Yo le perdoné y listo. - Murmura.

Que no me joda.

Hay más.

Algo la perturbó.

- Su nombre. - Repito entredientes.

- No.

Pequeña mierda dura.

Sus ojos se levantan y besa mi barbilla poniéndose en puntita de pies y para darme tranquilidad, para luego caminar en dirección a su box.

Dios, es tan bonita y todas las razones que tengo para discutir por querer saber más, se esfuman.

Aunque no sería yo, si no insisto.

- Dime.

- Ni lo sueñes, jefe... - Me dice sin detenerse.

- Es una orden, Vangelis. - Digo a lo muy jefe y suelta una risa burlona a modo despedida.

Maldita sea.

La amaba más todavía a la provocona.

Enarqué una ceja.

Mi tranquilidad no termina acá, ni aunque lo sueñe.

Y me dirigí a Lorna.











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