CAPITULO 13

                                             ***EL AGRESOR***


No entiendo.

Otra vez, está en este Hospital.

¿Por qué, el ángel vino nuevamente a este Hospital Oncológico Infantil?

¿Tendrá un pariente o amigo enfermo?

Estacioné mi coche, lejos de su guardaespaldas para no levantar sospechas.

Pero, desde donde tengo una buena vista de ella bajando del coche.

En breve, tendré que deshacerme de este y alquilar un coche o tal vez, robar uno temporalmente.

Mi sangre se coagula de la ira, porque noto que estuvo llorando.

Lo sé, ya que intenta recomponer su lindo rostro en el espejo de la puerta del Jeep.

Mierda.

¿El imbécil, la hizo llorar?

¿Mi dulce ángel, está siendo maltratada?

Y aprieto con dureza mis manos contra el volante.

Herónimo Mon.

Porque su fama le precede.

Déspota, oscuro y calculador.

Yo te trataría como a una reina, ángel mío.

Y pronto, te lo voy a demostrar...

YO

- ¡Pero mira que guapo estás, Rata! - Chillo emocionada, mientras paso por su lomo una toalla después de su baño, sentada sobre mis talones en el piso del baño. - ¡Si hasta brillas y hueles a jabón! – Exclamo y me mueve la colita, mientras lo huelo.

Enciendo la secadora de pelo y su lindo pelaje, vuela y se seca al ritmo de la música de mi Ipod, quedando limpio y suavecito.

Apago el secador y acomodo lo mejor que puedo el baño.

Cuando tiro la toalla en la canasta de ropa sucia, la voz de Herónimo se hace sentir en la planta baja.

Ya llegó.

Miro a Rata.

- Papá vino... - Le susurro y mueve más su cola.

Bajo las escaleras y lo encuentro hermosamente sentado en la barra de desayuno con esa camisa ceñida y de diseñador que marca todo lo que Dios le dio.

Bebiendo un vaso de jugo y escuchando la charla de Hollywood que está apoyado en la barra, mientras Marcello hace la cena.

Se gira al sentirme y mi tierno Rata no me da tiempo a hacer una linda presentación.

El cachorro baja a toda marcha por las mismas, patina por el lustrado piso al llegar abajo y en cual, tanto se esmera Marcello cada día, para finalizar su acto con tres giros en redondo con sus cuatro patitas desparramadas por el hermoso porcelanato italiano blanco.

Y silencio, se hace.

Mucho silencio de golpe.

Solo la cuchara de madera de Marcello removida por él en una cacerola, que por cierto muy rico su aroma, se siente en el ambiente.

Herónimo me mira a mí y mira a Rata.

Rata lo mira a él y me mira a mí.

Y yo, lo miro a Rata y luego a él.

Más silencio.

No gesticula movimientos, porque es una hermosa piedra de granito esculpida fija en nosotros.

Cuando creí que había entrado en coma vertical, la mano sana que está apoyada sobre la mesa, se eleva al puente de su nariz y cierra los ojos.

Respira profundo.

Muy profundo.

Y muerdo mi labio, estática con Rata a mi lado.

- ¿Qué, es eso? - Su dulce tono agrio, créanme eso existe.

- Un perro. - Disculpen, no sé que decir.

Eso o río.

La mano que estaba en el puente de su nariz reteniendo su aneurisma, pasa a un lado de su sien para mirarnos mejor.

- ¿Un perro? - Susurra suave, muy suave.

Miro a un costado, fijando mis ojos en un hermoso y gran cuadro abstracto de colores primarios de una pared para luego a él.

- Sip.

Se reacomoda en la banqueta.

¿Dije, silencio?

- ¿A eso, llamas un perro? - Yo sonrío y él arquea una ceja al ver como el lindo canino cuando me inclino, me lame por todos lados y mordisquea juguetón.

- ¿Verdad, que es hermoso? - Le digo y Hollywood suelta una risita y Marcello de espalda sacude sus hombros, porque se está riendo también.

Los miro con odio a ambos, Rata es bello.

- ¿Puedo? ¿Puedo? ¿Puedo? - Ruego, pegando mi cara a la de Rata.

Capaz que le damos ternurita con nuestros ojos suplicantes.

Le entrecierra los ojos a Rata y este, le ladra.

Lo abrazo más contra mi pecho y Herónimo gruñe.

- Yo...necesito algo más fuerte. - Murmura, dejando el vaso de jugo en busca del refrigerador por una botella de vino blanco.

- ¿Ese gruñido, fue un sí? - Pregunto y me mira detrás de la puerta del refrigerador con odio.

Es tan hermoso el cretino.

Con mi rostro pegado a la cara de Rata aún, lo giro con mi mano para que vea a Herónimo.

- ¿Ves ese chico guapo junto al refrigerador con la copa en mano? Él es papi y hay que convencerlo para que te puedas quedar...

Y Rata me lame feliz.

- ¿Papi? - Se atraganta con el sorbo de su vino.

Hollywood seca las lágrimas de la risa con su pañuelo a lunares que hace juego con su camisa.

- Son tan geniales... - Exclama.

- ¿Papi? - Repite gruñendo. - No, no y no, Vangelis.

Mierda, no le dimos ternurita.

- Por fis... - Vuelvo a suplicar.

- Nena, no. - Es fulminante.

- Por favor... - Repito. Piensa rápido Vangelis. - ¿Temporal? - Ofrezco. - Hasta que le encuentre un lindo hogar. - Pongo mi mejor cara triste. - No lo podemos dejar así, Herónimo...

Y muerde su sonrisa por mi teatro.

Tose y levanta un dedo.

- Solo temporal, rayo. - Se recoloca los lentes. - Porque te encariñaste con el fenómeno... - Lo mira. Quiere reír. - ...que insistes, llamar perro.

Acepto, aplaudiendo feliz.

Por ahora, Mon...

Sé, hasta donde llegar y negociar con esa casi inexistente como poca paciencia que le gusta ejercitar al jefe.

Porque también sé, que al fin adorará a Rata como yo.

Se hace el durito.

Viene hacia donde estamos y se detiene frente al cachorro con su copa en mano.

Se observan y analizan largamente, perro y hombre.

Y digno de admiración y vista, esa gran mole de hombre de casi 2m de altura, frente a Rata que no supera los 40cm.

- Pero qué, feo es. - Exclama al final como conclusión y Rata le gruñe y creo, que Herónimo también.

Lo abrazo, aún inclinada sobre mis rodillas.

- No es feo... - Lo defiendo con una caricia en su huesuda cabeza. - ...solo está descuidado por ser callejerito. Nada, que con amor y comidas se solucione. Es adorable y bonito. - Me mueve la colita.

- ¿Adorable y bonito? - Le entrecierra los ojos al perro. - ¡Yo soy adorable y bonito! - Finaliza.

Y ruedo mis ojos, para no reír.

Dios...sus celos.

- ¿Qué raza, será? - Nos interrumpe Hollywood que se acerca a mí, para observarlo mejor.

Tiene razón, pese a su delgadez, ahora con el baño y más limpio se aprecia cierto pedigree en su mezcla. - Tiene cierta combinación fascinante...su orejita caída y raquítica, lo hace muy moda emo o gótico.

Santo Dios, quiero reír.

Herónimo nos rueda los ojos, para disimular la suya.

- Fácil, ponlo en una pared. – Nos dice. - Si se queda pegado, es un murciélago y si se arrastra, tiene la mezcla con una maldita araña, porque es muy feo. - Muerde su labio superior por la risa con Holywood.

Y tapo mi cara con ambas manos, para calmar mi carcajada.

HERÓNIMO

La cosa.

Sip.

Ese es el nombre ideal, para el fenómeno de cuatro patas.

La cosa.

Y juro que ganaría mucho dinero, si hago un casting con él, para una película de terror.

La cosa.

Hasta suena espeluznante y como título de una.

¿Pero Rata?

¡Santo Dios!

Permítanme, reír por favor.

Ese nombre suena a terciopelo y seda, cuando lo miras.

¿Cómo les explico?

No hay ojo para verlo de lo feo que es, el pobre bicho.

Y digo pobre, porque realmente su estado es precario y de abandono total.

Maldita mierdas, que abandonan animales.

Y digo mierda, por no merecen llamarse gente o humano.

Iba ser un no rotundo cuando lo vi.

Pero, cometí un error.

No lo mires a los ojos al perro, Mon.

No mires a los ojos al perro, Mon, me repetía.

Pero lo hice.

Y la pequeña mierda peluda, me pudo con sus ojos profundos.

Y a eso, súmenle a mi nena y esa jodida bondad que tiene.

Y yo, me enamoré de la cosa.

¿Pero soy el chico malo de la novela, recuerdan?

Por eso le gruñí en la cena, cuando se recostó entre mis piernas bajo la mesa.

Le gruñí, cuando me siguió a la oficina por unos últimos chequeos de papeles de TINERCA y se sentó a mi lado y nos observaba a Collins y a mí, interactuar.

Gruñí cuando en la sala, mientras Hollywood nos mostraba los bocetos de su desfile y se puso como si nada, entre Van y yo en los sillones.

Y le gruñí, cuando se subió a la cama de forma relajada y como rey en nuestra habitación.

Bajo la risita de rayo entre las sábanas y con un resoplido, bajé de cama y tomando al perro entre mis brazos, salí con él al pasillo y cerré la puerta.

Conversación de hombres.

- Escúchame, perro. Tú, no me agradas. - Mentira. - Y yo, tampoco. - Señalo la puerta cerrada de la habitación. - La casa es tuya, pero la chica es mía.

Rata me da un ladrido y como si nada, se marcha escaleras abajo.

¿Eh?

Jesús.

Este perro es más inteligente que Rodo.

Entro a la habitación, aún perplejo.

- Demoraste. - Me dice rayo, acomodándose más entre las sábanas mientras yo la abro para meterme en ellas.

Se coloca arriba mío para dormir, como cada noche y  siempre.

Maldita sea, como amo eso.

- ¿Y Rata?

Sonrío, dejando mis lentes en mi mesita y besando sus labios.

- Charla de hombres... - Digo.

Suelta una risita.

- ¿Si? - Dice, recorriendo con su mano mi pecho desnudo, para toparse con la cintura de mis pantalones de dormir con sus deditos exploradores.

La beso otra vez, pero jadeante y duro por su tacto en mi entrepierna.

- Marqué mi terreno. - Formulo. - La habitación y a la chica... - Susurro entre sus labios y bajando con mi mano, sus indigentes pantalones pijamas de la pantera rosa y braguitas. - ...mío... - Finalizo, entrando en ella.

Sí...piel con piel.

Hermosa unión...






















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