CAPITULO 11
YO
A la salida de la clínica, todos hicimos rumbos diferentes después de más abrazos.
Rodo y Mel de vuelta al Holding.
Hollywood se excusó con una reunión muy importante con agentes publicistas de su próximo desfile a organizar.
- Corazones, los veo luego. - Se despidió, ante la parada de un taxi con su mano. - ¡Au revoir, mis queridos! - Nos saludó, desde la puerta del taxi.
Minutos después, Hero duda.
- No lo sé, nena... - Me dice, ante mi idea de matar mi tiempo libre en la tarde mientras él tiene una junta directiva en su piso vía Skipe, con los ocho capataz de sus T8P.
Y me mira aún dudoso, desde su lugar en el asiento trasero del coche manejado por Collins. - ¿Estás segura?
- Yo quiero ir, lo necesito... - Murmuro.
Resopla pensativo.
- Quiero acompañarte... - Me dice, sacando su celular. - Avisaré a Marcia que...
Y lo detengo, poniendo encima mi mano de su celular.
- No, Herónimo. No puedes seguir postergando más cosas. Solo serán un par de horas y nos vemos en el Pen. Grands, me llevará. - Miro suplicante. - Por favor... - Ruego.
- Rayo no sé, si estás preparada...
Miro por la ventanilla de mi lado.
- ...nunca lo voy a estar Hero, pero necesito ir...y estar con ellos. - Interrumpo.
Y resopla otra vez, acomodando pensativos sus ideas.
Toma mi mano, la besa y me sonríe triste.
- Le diré a Grands que espere por ti en el subsuelo del estacionamiento. - Dice llevando su celular a la oreja.
Desabrocho mi cinturón de seguridad, para luego el suyo, bajo su mirada curiosa y se sonríe más, cuando me ve mi acción.
Subir a su regazo, abrochar su cinturón entre los dos y rodear su cuello con mis brazos.
Beso la punta de su nariz.
- Gracias... - Le murmuro.
Suspira.
- Que haces que me puedes, rayo de sol... - Susurra él.
Luego y bajo muchas de sus recomendaciones del jefe de los jefes en el estacionamiento como si fuera una cría de 12 años, intercambio de coche por el de Grands a mi espera en su Jeep negro en dirección al Hospital Infantil.
Suspiro profundo y recojo mi pelo con mi "llego tarde" arreglándolo lo mejor que puedo con la pluma de Herónimo.
Pellizco mis mejillas para darle un color más natural y cierro mis ojos con suaves respiraciones, para negar ciertas lágrimas que amenazan con salir.
Cuando cruzamos los portones abiertos de par en par del Hospital, pego mis manos y rostro a la ventanilla del auto por la sorpresa.
El cartel en madera que siempre estaba a medio terminar de Herónimo, ahora nos da la bienvenida terminado y con unas hermosas letras talladas:
"Bienvenidos al Hospital Infantil, Saint Julianna."
Mi Juli...
Y lágrimas de tristeza como felicidad se unen en mis mejillas, pensando en que momento este hombre tan especial, dio la orden.
Grands se estaciona en la playa, donde abundan autos de toda la gente que asiste en el Hospital.
Limpio como puedo mis lágrimas y me hago aire con las manos en los ojos, una vez que bajo fijándome por unos de los espejos laterales del Jeep si se nota mis huellas de llanto.
Porque, tengo que estar sonriente y bien para mis nenitos.
Trato de pensar en cosas lindas.
En mi Juli y su ventanita sin diente, en llegar y besar las manitos regordetas de Benjamín, en la pared llena de dibujos y en todos los niños con sus mimos.
Miro a Grands.
- Estaré un rato con los niños, Grands y regreso.
- Bien, señorita Vangelis.
- Van... - Le corrijo. - Solo, llámame Van.
Sonríe.
- Muy bien Van, esperaré en el coche.
Sonrío agradecida, caminando el pequeño trecho del estacionamiento hasta la puerta de entrada mientras pongo mi celular en silencio.
El único ruido que quiero escuchar en este momento, son la risitas y voces de mis Caballeritos del Zodíaco y mis Disney Princesas.
Pasando cerca de los grandes contenedores de basura que están a un lado del estacionamiento y junto a una pared de servicio, un ruido llama mi atención y me detengo de golpe, guardando mi celular en mi bolso.
¿Qué, fue eso?
Vuelvo sobre mis pasos, para mirar la parte de atrás de uno de ellos, porque la acumulación de cajas y papeles, no me dejan ver bien.
Y ese ruido se vuelve hacer y esta vez su sonido es más fuerte.
Me inclino, llena de dudas.
- ¡Rata! - Grito asustada, al ver que una caja semi abierta y rota vuela sobre mí, tomándome de sorpresa y provocando, que aterrice con mi trasero en el piso de cemento.
Vuelvo a chillar, dando manotazos desesperados al cartón que está encima mío.
¡Qué asco! ¡La caja está pesada, porque la rata está dentro!
Que no me muerda, que no me muerda, ruego para mis adentros mientras intento arrastrarme y retrocediendo para alejarme.
Pero el asqueroso bicho, sigue sobre mí.
Intento con todas mis fuerzas quitármela de encima, pero la rata cochina me lame el cuello, para luego mis manos mordisquear juguetonamente.
Y abro mis ojos, ante tanta manifestación de cariño del roedor.
Lo miro.
Y también me mira con sus ojitos profundos y oscuros.
Porque mi rata asquerosa y rabiosa, es un cachorrito.
Un cachorro de pocos meses, tal vez seis.
Un callejerito.
Escualidongo y feíto.
Tan feíto, que lo hace hermoso.
Me siento sobre mis talones y él se sienta también.
Ambos, nos miramos frente a frente.
Yo fijo y él, moviendo su rabito.
Y yo...me enamoré...
- ¡Sape...chu! ¡Chu! - Le hago seña, para que se aleje.
No lo hace.
Está entretenido lamiendo y buscando un poco de cariño de mi mano extendida.
Sonrío.
- Te ganarás un enemigo, si sigues haciendo eso... - Le digo, acariciando su huesuda cabeza. - ...y te aseguro, que no estás en condiciones de enfrentar a Herónimo, campeón. – Murmuro, pasando mi mano por su lomo extra flacucho.
- Carajo... - Digo al ver mis pantys color piel a la miseria.
En una pierna hay una gran franja de tejido corrido y en la otra, un gran agujero donde mi rodilla está lastimada con un raspón por mi caída.
Me pongo de pie, sacudiendo mi ropa y alisándola lo mejor que puedo.
El cachorro me salta y me juega.
- ¡Shuu Rata, no! ¡Quieto! - Lo reprendo y golpeo mi frente con la palma de mi mano. - ¡Mierda! - Suelto.
Porque, acabo de bautizar al cachorro.
Me conozco.
Quiero que sea mío.
¿Y de Herónimo..?
Sin poderlo creer, está sentado y muy quieto.
Obedeció a la orden mía, solo su rabito va y viene de forma inquieta como alegre.
Lo miro.
Me mira.
- ¡Mierda! No me digas que eres inteligente, porque ya no podré abandonarte. - Le digo.
Inclina su cabecita flacucha como escuchando lo que digo y por ese acto, cae una orejita tapando uno de sus ojos.
Maldita sea, es tan adorable.
Me inclino para volverlo a acariciar y gimotea por mi cariño sobre su lugar.
Sus ojos son tremendamente ennegrecidos y profundos con sus pestañas como todo su pelaje, todo el cachorro es oscuridad.
Una dulce oscuridad, pidiendo amor.
Y suelto una risita.
No puede ser, si hasta me hace acordar a Herónimo.
- ¡Dios! ¡Ya me enamoré de ti, también! - Chillo, besando su hociquito y río con más ganas, bajo el festejo de su colita feliz. - Hora de conocer a papá. - Digo entre risas, encaminándome al estacionamiento de vuelta en busca de Grands, para que lo cuide en el rato que estoy en el Hospital.
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