CAPITULO 98


GASPAR

Carajo.

Mi teléfono no para de sonar.

¿Qué mierda, de hora es?

Me incorporo de la cama desnudo y refregando mi cara, apenas abriendo un ojo.

Dios, que noche.

Lujuria.

Sumisión y poder.

Libertinaje.

Y orgía.

Vienen a mi mente y una sonrisa, se dibuja en mi rostro al recordarlo.

Hago a un lado las sábanas mientras me siento y un par de piernas morenas y femeninas, se mueven bajo ella dormida y por los efectos del alcohol, buena música y drogas.

Lindo cuerpo.

Exuberantes par de tetas.

Y celestial vagina.

A tientas por la oscuridad, busco mi puto celular de la mesita mientras me encamino desnudo y con el en mano, a la ventana de mi suite.

Muevo un poco, la cortina por algo de luz y el brillo del día, me ciega un poco y gruño.

¿Pero qué coño, de hora es?

- Gaspar. - Digo, de mala gana y atendiendo, al que sea que está del otro lado.

Y lo que, uno de mis hombres larga al fin del otro lado del móvil, roba toda mi atención.

Caramba.

- ¿Hoy, temprano? Pregunto.

Afirman del otro lado.

- ¿A qué hora? - Vuelvo a preguntar y ante su respuesta, chequeo la diferencia desde mi celular.

Sonrío.

Apenas, tres horas atrás.

- ¿Dónde? - Digo y sigo escuchando. - ¿Una clínica particular y obstetra?

Y cuando me siento satisfecho de información, cuelgo.

Ahora sí, corro las cortinas.

Condenada mañana buena y puta suerte, todavía a mi favor.

Y suelto una carcajada de satisfacción con la palabra represalia dibujada en ella y que suena en toda la habitación del hotel.

La dueña de esas piernas morenas, se despierta por ello y con un gemido de protesta.

- Tú, puta. - La señalo. - ¡Fuera! - Le digo corriendo las sábanas de ella, descubriendo su cuerpo desnudo y exponiendo por ello, otras piernas.

Pero estas, son del tono rosado y kilométricas, acostada a su lado y también desnudas.

La morena se queja diciendo algo intangible y que me importa una mierda, lo que es.

- ¡Dije, fuera de la habitación, perra! - Gruño, obligándola a ponerse de pie.

Recoge su ropa de zorra a duras penas del suelo con sus zapatos de tacón alto, mientras me envuelvo con una toalla alrededor de mi cintura.

Abro la puerta acomodando mi pelo y con una seña a uno de mis hombres, ordeno que la saquen de mi vista y lo cumplen.

Amanda se despierta, ante tantos gritos de la otra zorra.

Perfecto, la quiero despabilada y con su atención en mí.

Y aunque, solo la luz de la mañana ilumina la habitación, puedo notar que sus pupilas están aún dilatadas, por los efectos de las drogas y el alcohol.

Maldita puta drogadicta.

La mierda blanca con su adicción a los antidepresivos y a la Vicodina, están haciendo estragos al sistema nervioso de esta idiota.

Sus mierdas de temblores, alucinación e insomnio, comienzan si está alejada de ella.

Por eso, siempre dosis pequeñas.

Porque al fin, ella me sirve.

Sonrío más.

Y mucho.

Como cuando cocinas algo a fuego lento, despacio y con pequeñas dosis de hiervas y especias, para que en el momento justo.

Esté listo para servir sobre la mesa del agasajado.

Herónimo Mon.

- Cúbrete. Das asco por la mañana con resaca a todo... - Le digo, tirando sobre su cuerpo desnudo una de las batas del baño del hotel.

Voy al bar y me sirvo una medida de whisky con un par de cubos de hielo.

Doy un gran sorbo observando como cubre su cuerpo con dificultad por las secuelas de los excesos de anoche.

Y de otras noches...

- La zorra de Herónimo, está preñada. - Dos palabras son suficiente.

Solo esas dos, que tendrán el poder que necesito.

Herónimo y preñada.

Y sonrío de triunfo cuando esos ojos verdes que alguna vez fueron sexys y hubieran puesto de rodillas a cualquier hombre de este planeta.

Ahora vidriosos y apagados, se elevan por mi dicho y con un gemido de disgusto e ira.

Una vez vacío mi vaso, lo dejo sobre la barra y me acerco a ella disimulando mi asco y tomo asiento a su lado.

Sus ojos siguen dilatados.

Los depresivos siguen corriendo por sus venas.

Excelente.

- La perra lo acorraló. - Le murmuro. - Tu Herónimo, está de viaje y cuando vuelva se encontrará con esa noticia, cariño... - Corro su lacio pelo rubio, detrás de su hombro con ternura fingida. - ...lo permitirás?

- ¿Mi Herónimo? - Su voz, apenas es audible.

Carajo.

Y quiero abofetearla por ello, pero me freno al ver sus ojos un destello de tristeza y dolor por la noticia.

Su parte emocional y depresiva están funcionado a la perfección.

- Él es tuyo, nena...y te ama, tú lo has dicho. - Sigo con mi lavaje de cerebro si le queda neurona. - ¿Dejarás que esa muchacha hija de nadie, te lo robe?

Y sus labios se hacen una fina línea al escucharme.

- ¿Mi Herónimo? - Solo repite, perdida.

- Sí, nena...tu Herónimo... - La abrazo y acuno su cuerpo meciéndolo.

Y se pone a llorar.

Carajo, que asco.

- Tú, lo dijiste Amanda, tu Herónimo... - Susurro otra vez en su oído suave.

- N...no... - Gime contra mi pecho, negando esa realidad.

Y mi boca se eleva hacia arriba diabólicamente, mirando a la nada mientras acaricio su espalda complacido.

Perfecto...






Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top