CAPITULO 88
GASPAR
El sonido de las máquinas y aparatos con los socios ejercitándose, es la cortina de fondo de la música que suena en mi gimnasio vip.
El cupo está lleno, casi su totalidad y a solo tres semanas de su inauguración.
Río agriamente, a través del vidrio que me da el panorama de todo el establecimiento.
Un par de millones, máquinas de ejercicio de última tecnología, un bonito edificio remodelado a nuevo, profesores y personal trainners con apellidos reconocidos y con buenos traseros tanto para el cliente hombre infiel, como para la mujer pecadora que asiste al gym.
Publicidad de excelente nivel con la sosa y estúpida palabra VIP, que tiene más poder que el papa desde el vaticano, para que centenares de imbéciles ricachones y putas engreídas adineradas del jet set de la ciudad, se aglomeren dejando su gimnasio anterior para venir al que está ahora de moda.
Tan snob.
Tan fashion.
Tan predecible.
Tan vomitiva y boluda es la gente.
Que le doy la razón en algo, a mi querido amigo.
La sociedad apesta.
Sonrío más.
Porque, me importa en realidad un puto carajo la gente.
Yo lucro en varios aspectos, gracias a esta hoguera de vanidades.
A esa venta de almas al diablo de la tendencia.
Dinero, mucho dinero.
Contactos, más status social para usar a mi favor, un par de folladas de viudas u esposas desatendidas de maridos magnates por alguna amante 15 años más joven de turno.
Y el más importante.
Mi epicentro magma, donde Herónimo me puede encontrar.
Y sabe que lo voy a estar esperando.
Dos de mis hombres entran a mi despacho, acompañado de un hombre de civil con maletín médico en mano.
La comisura de mi labio se vuelve elevar.
Porque, lo consiguieron.
Lo que hace la mierda del dinero.
Toma asiento en la silla frente a mi mesa, mientras yo camino a la mía y uno de mis hombres, cierra levemente las persianas americanas que dan al interior de mi gimnasio.
- ¿Cuanto? - Solo pregunto.
Es un hombre de unos 60 años aproximados.
Pelo entrecano, nariz afilada como sus labios. Todo su cuerpo delgado, vestimenta del tipo profesor universitario, pero de excelente calidad y mirada profunda, vieja y gris como el saco que lleva puesto que, indican lo que es y dijeron los periódicos una década atrás.
Un hijo de puta genio, en la rama de la bioquímica.
Pero un hombre corrompido, invasivo, corrupto, contaminante y con un prontuario negro en la carrera de la ciencia.
Y con el peor de los egos.
Creerse un Dios por la ciencia en medicamentos genéticos que crea.
Lo que este imbécil no sabe, es que nadie puede ser Dios, pero si un demonio.
Y eso, es él.
- Cinco. - Solo sale de su voz ronca, rasposa y grave.
Miro a mi otro hombre y este en silencio saca un portafolio negro de uno de mis muebles. Lo apoya sobre la mesa y con un clic, lo abre.
Exponiendo cincuenta fajos de dinero prolijamente alineados, uno al lado del otro en billetes bajos y numeración no correlativa de cada dólar.
Mi hombre lo vuelve a cerrar y lo desliza, a su dirección cuando éste, aprueba lo que ve.
Nos mira a los tres y se pone de pie, llevando el portafolio a su silla y sin más, abre su maletín.
Saca una caja de tamaño mediano de plástico duro oscuro y lo abre, mientras se pone unos guantes descartables.
- Arremangue la manga de su camisa, del brazo derecho por favor. - Dice y obedezco mientras de la caja saca una jeringa, luego un envoltorio que lo abre y contiene una aguja estéril.
Un pequeño frasco de vidrio con líquido turbio es lo último que la compone y lo golpea dos veces con su dedo para que el líquido acuoso, se mueva y extraer de el con dicha jeringa.
Sin más se acerca a mí, y anudando una banda de goma en mi brazo desnudo, me inyecta sin preámbulos el contenido del frasco.
- Contiene feromonas, lo que activará su adrenalina. El A/38TsoNa que lo compone químicamente, atacará directamente a su tejido muscular adheriéndose y expulsando lipositos ricos en crecimiento y células, con corticoides manteniendo su masa muscular potenciando su fuerza. Esta droga solo debe inyectarse una vez cada 48h, hasta lograr el objetivo deseado. – Explica. - Una vez cumplido, dos litros de agua por día por una semana... - Desata la banda de mi brazo una vez acabado el contenido de la jeringa, lo saca y vuelve a su lugar.
Apoya otro frasco, pero con un polvo blanco en su interior.
- ...una medida de esto con ello, porque puede producir adicción. - Guarda la jeringa usada y los descartables, dentro la misma caja y lo cierra. Lo pone frente mío. - Esto...destrúyalo. No deje pruebas. - Finaliza el viejo.
- ¿Qué hay del dopping? - Digo.
Se sonríe sin ganas y me mira, como si hubiera hecho la pregunta más estúpida del mundo.
- Lo que le digo a todos mis clientes deportivos. Las llamo células fantasmas de reflejo espejo, esconden la realidad y solo dejan ver la fachada.
Se saca los guantes desechables, los hace un bollo sobre la mesa y toma con sus manos el maletín y el portafolio.
Al ver que cierro y abro mi puño muchas veces mirando mi brazo inyectado, formula.
- En este momento, está corriendo por su sistema sanguíneo y pronto por el muscular. Le dolerá, siempre. Porque es como un maldito hierro fundido y caliente, entre sus venas. Es una droga gruesa y fuerte. Pero, se acostumbrará a ello. - Se encamina a la puerta y antes de abrirla, se voltea hacia mí, con esa mirada afilada y vieja. - Una última cosa. Yo no lo conozco y usted no sabe quién soy y esto, nunca ocurrió.
Y se marcha.
- Deshazte de esto, quémalo. - Ordeno poniéndome de pie una vez solos, a uno de mis hombres por la jeringa y los guantes desechables, mientras guardo los frascos restantes en mi caja fuerte.
El hombre obedece y lo pone en una bolsa encaminándose a la puerta, pero se gira.
- ¿Qué hago con el otro paquete? - Pregunta, sombríamente.
Cierto.
Fastidio.
- Dale lo que quiere, más droga. - Bufo. - La perra harta...
Y mi hombre, se sonríe...
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