CAPITULO 87

HERÓNIMO

Luego de saltar a la soga con varias repeticiones de cien y un poco de bolsa casi despellejando mis nudillos, subo al ring atando mi pelo a la nuca con una bandita.

Dejo mis lentes en un costado, mientras hago rotar mi cuello y dando pequeños saltitos sobre el lugar, para no perder mi entrada en calor con la música de Muse a toda potencia.

Tiro varios puñetazos con mis manos vendadas al aire, con velocidad rápida y con movimientos precisos, como si tuviera un sparring frente mío.

O mejor dicho a Gaspar.

Hago giros con patadas superando mi altura, para caer sobre mi lugar respirando ya agitado por los excesivos movimientos ligeros y con mis manos como puño, delante mío.

Siento ya mi cuerpo sudando como un cerdo, por la adrenalina y por mis demonios despertándose y rasgando mi interior.

Gritando salvaje, salir al exterior.

Porque, piden sangre.

La de Gaspar.

Cierro mis ojos, tratando de controlar mi respiración agitada y entrecortada.

Cristo, mi oscuridad asusta.

Me asusta.

Y un grito primitivo y animal sale de mí, cuando lanzo una última patada en el aire elevando mi cuerpo, a más de un metro y medio de altura.

Es un giro de 360 grados en seco, rápido y con un control absoluto de mi cuerpo.

Se precisa un movimiento certero y más veloz que la vista humana, para que tu oponente no lo detecte.

Tu empeine se convierte en un arma letal, para el cuello de tu oponente.

El Polaco lo llama SZYJNY, él la inventó y tuvo 12 años la paciencia para enseñarme.

Y yo, perfeccionarla.

No querrán saber su traducción.

- Guau... - La voz de Vangelis, inunda el gimnasio.

Bajo el volumen del equipo de música con el control remoto.

Se acerca al ring con timidez y mirándome desde abajo.

Sonríe rodeando con un brazo la bolsa de boxeo y con la otra, sosteniendo una botella de agua.

Envidio a la puta bolsa.

- Eso que hiciste recién, fue... - Señala con un giro de dedo, el ring buscando las palabras correctas.

- ¿Impresionante? - La ayudo y arqueo mi ceja, con aire de autosuficiencia engreída.

Lo sé, lo sé.

Pero, me encanta ponerla fastidiosa con mi modo, alter ego.

Rueda sus ojos.

Lo conseguí.

Sonrío.

- Sí, Mon y creo, que eso debe doler bastante también... - Dice.

- Mucho. - Suelto secando el sudor de mi cara y pecho desnudo con mi camiseta que cuelga de las sogas del ring.

- Desperté y Marcello, me dijo que estabas aquí. - Se acerca más y levanta hacia mí, la botella de agua fresca que trae con ella.

No lo pienso dos veces y con un movimiento tomando su mano, la alzo hasta que sus pies desnudos pisan el borde del ring.

Me inclino, hasta que nuestros rostros casi se rozan.

- Gracias, nena. - Susurro, tomando la botella y abriendo las cuerdas para que entre al cuadrilátero conmigo.

Carajo.

¿Qué hace esta condenada mujercita, que me puede?

Se pasea por este descalza con mis bóxer, mi camiseta y sin poder evitar darme cuenta, de su NO sujetadores puestos.

Mierda.

Es tan caliente que siempre quiero más.

Mucho más.

Como tal vez arrinconarla en una esquina, meterme entre sus piernas y que esté tan ocupada por mí, que no piense en nada más.

Y sonrío para mis adentros, pensando en lo linda que estaría también, mientras me la cojo atada entre las cuerdas.

Interesante.

- ¿Lo has hecho? - Me despierta de mis pensamientos pervertidos con su pregunta, mientras sus dedos recorren el largo de las cuerdas azules del ring con pequeños pasos.

Estoy parado en el medio de este y la observo, siguiendo sus lentos movimientos.

Jesús, es tan pequeñita.

Sin nada en los pies, me llega con mucho esfuerzo a mi pecho.

Si hasta a veces pienso, como mi enorme pene no la rompe cuando la cojo duro.

Muy duro.

Mi sonrisa de lado nace.

Lo siento.

¿Mucha sinceridad?

Pido disculpas, pero es la pura verdad.

- ¿Qué cosa, nena? - Pregunto, dando otro gran trago a mi botella de agua helada con la esperanza que enfríe mis pelotas.

- Lo que hiciste recién ¿Golpear a alguien con ese movimiento? - Se detiene.

- No, rayo. Solo es parte del entrenamiento, del Kink boxing y la maestría del Taekwondo. - Es la verdad.

Demás decir.

Algo que se necesita, siempre perfeccionamiento.

-...oh. - Exclama.

- Oh... - Repito, acercándome a ella hasta tenerla frente mío.

- Es tarde, deberías estar descansando. - Aclara su garganta.

Esta nerviosa por invadir su espacio personal.

Bonita.

- Debería... - Repito, inclinándome a su altura para oler mi champú en su pelo suelto.

Y carajo de vuelta.

Porque le queda malditamente bien.

La acerco a mí, con un movimiento de mi brazo en su cintura sorprendiéndola.

Su jadeo de sorpresa, me excita más.

Ya no lo resisto y la beso.

Uno.

Y dos besos tiernos en sus labios.

Señor.

¿Cómo me estuve privando de esto, todo este tiempo?

Mi lengua acaricia sus labios, se los chupo y le muerdo dócilmente el inferior.

Amo sentirlo y hacerlo.

Sus manos acarician mi cuello.

- Rayo... - Susurro contra sus labios.

No me contesta, pero su suave gemido me da pie a que siga.

Mi lengua invade su boca y la suya, acaricia la mía.

- Quiero que vengas de viaje conmigo. Dime que lo harás, nena... - Le digo entre beso y beso.

Su boca se detiene y siento sus ojos abrirse.

Mierda.

- ¿Qué? - Dice perpleja.

- Quiero que viajes conmigo a España y luego a Alemania.

- ¿Por tus T8P?

- Sí.

- No, Herónimo. - Se separa.

- ¡Claro, que sí! - Afirmo, caminando hacia mis lentes.

Los acomodo en el puente de mi nariz.

Los necesito para enfrentarme a su mejor cara de asco por la rabieta que se viene.

- No me gusta ser un acompañante florero, Hero. - Dice.

Ladeo mi cabeza, intentando no reír a carcajadas.

- Vangelis, eres una fuente constante de problemas para mi sistema nervioso y angina, para ser una simple acompañante florero...

Su rostro se desencaja.

Está dudando si mandarme a la mierda o reírse por lo que dije.

- ¡Eso, no es cierto! - Chilla ofendida, poniendo sus manos como jarra en su cintura. - ¡Eres un cabrón!

Sip.

Optó, por lo primero.

Bien.

Prepárate, Mon.

- Nena, eres una llamadora inconsciente a hacer cosas potencialmente peligrosas. Y todo por no obedecerme...por una puta vez Vangelis, deja que cuide bien de ti. Si vienes conmigo, yo estaré...

- ...no.... - Me interrumpe.

Si será, cabrona.

- ¡No quiero y no puedo, Herónimo! - Camina nerviosa por el ring como un animalito salvaje enjaulado.

Se gira hacia mí.

- ¿Acaso, no lo entiendes? Toda mi vida cambió mucho ¿y en cuánto? ¿A un mes de conocernos? Y con lo de ayer en mi piso que, solo era un rumor de pasillos, dejaste más que claro que estamos juntos...

- ¿Y, con eso? - Gruño de mala gana.

No sé a donde quiere llegar.

- ¿No lo ves?

Niego, apoyándome en una esquina del ring cruzando un pie.

Pasa sus manos por su linda carita una y otra vez.

Y mierda, ya está arrugando su nariz respingona.

Lo que significa, que sea lo que se viene no es bueno para mí.

- En días voy a cumplir un mes trabajando en TINERCA. Si hago una gráfica de parábola comparativa, de evolución de mi vida en estos casi 30 días y como el balance que te presenté. - Prosigue. - No solamente crecí, profesionalmente. Si no que, también me cogí a mi jefe y sin desmerecer a otros, lo hice nada más y nada menos al excéntrico multimillonario ególatra Herónimo Mon... - Toma aire. - ...que resulta ser, que no conforme al sexo de gustos particulares que tiene, me pide ciertas reglas que se ejerzan en ese tiempo estipulado, como acompañante sexual...

Caramba, escuchado de esa manera.

Y quiero decir algo, pero su mano en alto me detiene.

- Cosa que siempre se corrompió por motivos... - Me mira.

Jesús, amor, no me mires así.

- ...porque, condenadamente me enamoré de ti...

- Y yo de ti, nena. - Susurro romántico.

Me sonríe.

- Herónimo si fui el mejor promedio en mi facultad, es porque amo lo que estudié. Y con todo ese esfuerzo, gané un concurso para tu empresa contra 4,000 postulantes. Trabajar para las T8P es lo que siempre soñé y fue mi inspiración para mantenerme hasta largas horas de la noche estudiando, haciendo gráficas evolutivas y quemándome el cerebro, para innovar nuevas ideas de marketing, para que salieran en el mercado en mis tareas... - Suspira. - ...lo que fue un rumor, ahora es una realidad ¿Qué crees que opinaran mis pares, cuando mañana se enteren que viajo contigo ausentándome por días y verme después volver como si nada?

- ¡A la mierda, lo que piensen! - Exclamo. - Eres mía. Mi mujer. - Punto.

- ¡Sí, lo soy Hero! ¡Pero, para ellos soy la simple chica que subió de status amoroso con el jefe! Mis trabajos con alta calificaciones que logré, con el viaje pondrían en duda mi esfuerzo ¿entiendes? Por trabajar, para ti. - Vuelve a tomar aire. - Porque tú, eres exigente y duro al evaluarlos. Y el jefe de los jefes es glacial, pero al estar enamorado de mí, eso puede tambalear...el pequeño respeto que me gané, frente a mis compañeros de piso por mis trabajos...

Ok, ok.

Lo que decía, tenía sentido y le daba la razón.

¿Pero se olvidan de algo importante?

Sip.

Yo.

Y a mí, me importa tres carajo.

No Vangelis.

Si no, lo que digan mis activos del Holding.

Y ya había dejado claro mi punto ayer en su piso con respecto a cualquier rumor me parece.

¿Entonces?

Entonces, se hace lo que yo digo.

Bien.

- Buen punto, nena. - Mi turno de hablar. - ¿Pero voy ordenando a Marcello, que mañana te vaya preparando una valija? Lo que te falte, te lo compro en Europa... - Y así, me gano.

Uy.

Las peor de sus caras de ira.

Y créanme, es escalofriante.

Como tener a Jack el destripador frente tuyo mirándote, pero sin las vísceras y toda esa sangre desparramada.

Por ahora...

Sip, también sé, que con lo que le dije último escuchando sus muy buenos argumentos, lo merezco y ustedes lo avalan.

Se limita a chillar frustrada y sale caminando con intenciones de bajarse del ring.

Y yo, poniendo mis vísceras en juego a que sean mutiladas bajo sus lindas manos llena de enfado, corro hacia ella y la tomo por detrás enroscando mi brazo a su cintura y atrayéndola a mi pecho, sin poder evitar reír.

Ahogo su grito de enojo, invadiendo su boca con voraces pero expertas penetraciones con mi lengua, acariciando la suya y resbalándome tan profundo como para robarle, inoportunos gemidos por aceptarme y querer negarlo.

- ¡Suéltame! - Corre su rostro y me amenaza en un equivalente de furia y pasión, intentando salir de mí.

- No. - Susurro asaltando su boca nuevamente, apretándola más contra mí, y chocando mi duro pene contra su vientre.

Jadeo fuertemente por eso y al sentirlo.

Con los labios palpitantes, húmedos e hinchados rompe el beso otra vez, pero nuestros rostros siguen tan cerca, que aún podía seguir bebiendo de su aliento.

- ¡Suéltame o te arrepentirás! - Me advierte.

- No. - Digo con simpleza como calma y le robo otro beso y se enoja más.

- Quiero arrepentirme. - Le susurro en su oído desafiante.

Y fue suficiente para que Vangelis con una mano certera, la eleve y como fin mi rostro abofetearlo, para luego intentar escapar.

Pero, pude bloquear con mi mano su bonito puño y jalarla de nuevo a mí.

Rápidamente me volteo en torno a ella y la coloco de espalda a mi pecho.

Y me manda a la mierda, cuando paso uno de mis brazos por su cuello con suavidad, para impedir un posible movimiento suyo contra mí.

Porque, es traicionera mi nena.

Y con ambas manos mías y con un desplazamiento limpio, tomando por el cuello de la camiseta que lleva puesta mía.

La desgarro de un tirón para abajo.

Abriéndose de par en par la tela con habilidad.

Y el sonido del jirón de ropa desgarrándose en seco, invadió todo el gimnasio.

Jadea al verse expuesta con sus pechos desnudos y al sentir que la acaricio con ternura con mi mano libre, sus pezones que se endurecieron ante el dulce contacto de mis dedos.

Y me gano un pisotón de Vangelis por ello y para intentar liberarse.

Pero en vez de alejarse, se vuelve hacia mí, intentando cubrirse sus tetitas expuestas con los pedazos colgando de la camiseta rota.

Hago un morrito.

- Solo déjame ver, no seas egoísta, nena... - Murmuro divertido.

- ¡Cerdo! - Exclama, procurando unir las partes con un nudo.

Y lo consigue a medias.

Lindo.

Ve mis guantes de box en una esquina del cuadrilátero y mordiendo su labio inferior, corre por ellos.

Frunzo mis cejas y sonrío, cuando veo que los levanta del piso e intenta ponerse uno.

Carajo, entran sus dos manos en uno solo.

Cosita.

- ¿Te los vas a poner? - Pregunto, acercándome divertido.

- Sí. Y voy a patear tu trasero. - Murmura decidida.

Río.

- Déjame ayudarte. Lo haces mal... - Se los doy vuelta en la posición correcta y se las ato de a una.

Y más, carajo.

¿Por qué me excita tanto, cuando en una misma oración la palabra Vangelis y atar, están juntas?

Una vez puestas, no pierde tiempo y me lanza un puñetazo en mi hombro.

- Auch... - Digo, fingiendo dolor y sobándome mi hombro desnudo, alejándome. - ...pegas como nenita... - Ataco con mis palabras, para ponerla más loquita.

Corre decidida, hacia mí.

Predecible.

Y la esquivo con solo un paso al costado.

- ¿Más? - Pregunto, arqueando mi ceja y con un giro, eludiendo otro de sus golpes.

Si se pueden llamar golpe.

Porque, mi nena es como una gatita de suave.

- ¿Quieres continuar? - Digo, frotando con mis dedos mis labios pensativo.

Y ahora yo, camino lento a su alrededor y en círculo.

Me mira con odio de pie, desde el medio del cuadrilátero y siguiéndome con la vista.

Su pecho medio desnudo, apenas sostenido por la camiseta rota, baja y sube agitado por la respiración y el esfuerzo.

- Estás en mi terreno, nena. Mi puto reino. - Señalo el gimnasio. - Si quieres intentar bajarme como cada oponente que sube a él, debes al menos prepararte con lo básico... - Murmuro, sin dejar de rondarla mientras acaricio con mis dedos su hombro y el largo de su brazo.

Y sonrío, cuando me saca de un manotazo furioso con los guantes puestos.

- Dímelo de una vez, Mon...ya te dije, que quiero patear tu trasero engreído...

Sonrío más.

- ¿Segura? - Le murmuro y me detengo, para mirarla ladeando mi cara dudoso.

Mira a un costado y luego a mí.

Bonita.

Siempre lo hace, cuando busca convencerse en lo que va a decir a continuación.

- Sí.

- Ok. - Digo, volviendo a un rincón a dejar mis lentes.

Arruga su nariz, cuando me ve acomodar los huesos de mi cuello con un movimiento de este y flexionar mis brazos.

Y pone sus manos con guantes en la cintura y descansa su peso en un pie, porque me demoro.

Que risa, mi nena con mal genio se pone impaciente.

Camino hacia donde está y me detengo enfrentándola a centímetro de ella, de forma desafiante y como a un oponente frente a una pelea.

No retrocede ni se intimida por ello.

Y mierda.

Porque debo apoyar mi barbilla en mi pecho, para que nuestras miradas se encuentren a la misma altura.

- ¿Lista? - Digo.

Tira sus hombros para atrás.

- Sí.

- Bien. Pero si aceptas esto rayo de sol, sabrás que arriba de cuadrilátero, todo vale ¿Lo entiendes a eso? - Le digo entre serio y divertido.

Asiente sin bajar su vista de mí, mordiendo su labio inferior que aún está hinchado y lleno por mis besos robados.

Jesús.

Quiero chuparlos.

Concéntrate, Mon.

Tomo sus codos y los elevo frente suyo, juntándolos apenas a la altura de su pecho.

Prometiéndole a mis chicas que se asoman sobre esa camiseta rota, que en breve me encargaré de ellas.

Y acomodo sus puños enguantados hacia arriba.

- Esto, es estar en guardia. Esperar a tu rival, preparado. - La posiciono con sus brazos juntándolos un poco más. - Protección. - Digo y golpeo con suavidad sus antebrazos frente suyo.

Luego, los bajo a la altura de su abdomen.

- Defensa hígado, costillas y riñón. - Le explico, seguido de elevar sus brazos a la altura de su cara.

- Defensa de rostro, amor. Para que no te rompan la nariz, mandíbula o contusiones en los ojos.

Y le golpeo levemente en los guantes, para que sienta el impacto del mismo.

Se tambalea.

- Duro ese cuerpo, nena. Porque es tu coraza. - Digo, envolviendo mis manos en sus antebrazos, para que siente mi fuerza y las endurezca. - Recuerda siempre, que es tu escudo y tu protección...

- Sí. - Asiente obediente.

Bien.

Esa es mi nena.

- Tu eje para el equilibrio, son tus pies... - Le muestro la posición, alineando dedo/talón. - ...una postura apropiada determina, la efectividad de tu ofensa defensa, nena. Y es uno de los aspectos más importantes en la postura del boxeo...donde se coloca el pie en el piso, se determina la ventaja y desventaja en la ofensa, defensa y movilidad. Porque, todo comienza en el piso... - Ladeo su cuerpo y lo inclino leve. - ...tus hombros a la altura de tus pies, Van. No muy lejos ni tan cerca, para tener un balance sólido y sin tener que sacrificar la movilidad...

Levanto el control remoto del piso y elevo el volumen de la música nuevamente.

Savage Garden, está sonando por los parlantes.

- ¡Golpe! - Digo con mi mano en su puño y lo guío a mi pecho a modo práctica.

Lo suelto.

- Ahora, tú ¡golpe! - Le ordeno, haciendo con mi voz que golpee mi pectoral.

Y lo hace.

- ¡La derecha, nena! - Vuelvo a ordenarle y otra vez, su puño pega en mi pecho desnudo.

- ¡Más fuerte! - Lo hace.

- ¡Más! - Le grito más fuerte y logro lo que quería.

Enfadarla con mi tono de voz autoritaria.

Y un fuerte puñetazo certero por su ira, golpea mi mandíbula tomándome por sorpresa.

Y los guantes suben a su boca con espanto.

- ¡Dios! ¡Lo siento! ¿Te hice daño? - Se acerca a mí, preocupada.

Estoy inclinado con una mano en mi rodilla apoyada y la otra, frotando mi baja mandíbula golpeada.

La detengo, elevando una riendo.

- Guau...cálmate Rocky Balboa. - Digo, sin poder evitar reír más.

Apuesto mi culo que si Vangelis me golpea y voy a la policía, se reirían de mí a carcajadas todos en la jefatura si hago la denuncia.

Y me inclina la cabeza, frunciendo su boca para no reír también.

Me enderezo y respiro hondo y me arquea una de sus bonitas cejas, cuando otra sonrisa me nace.

La sucia y lasciva.

- Bienvenida a mi reino... - Abro mis brazos, señalando el cuadrilátero y dando por finalizado su clase.

Y dar comienzo.

Sonrío.

A nuestra lucha.

Rondo en círculo su cuerpo.

- ...en donde te dije, que todo vale. - Recalco esto último. - Y has aceptado, amor... - Me acerco y beso fugaz su hombro por detrás, ganándome un puñetazo de ella en mi hombro de la bronca.

Esa es mi nena.

- ¿No usarás guantes? - Pregunta, poniéndose en guardia nuevamente.

Pero esta vez me sigue con su cuerpo, mientras la rondo con sus ojos en mí.

Buena chica.

- En esta lucha, prefiero mis manos. - Elevo estas al aire y abro mis dedos semi vendados, moviéndolos con sutileza. - Necesitaré mis dedos. - Finalizo divertido.

- ¡Cerdo! - Me grita, lanzándome otro puñetazo.

Y lo esquivo, echando mi cabeza hacia atrás sin problema y sin poder evitar reír.

- ¡Di que viajarás, conmigo! - Le ordeno, poniendo mis brazos como escudo para amortiguar otro de sus golpes.

Y créanme, lo está haciendo muy bien.

- ¡Te dije, que no! - Chilla, dándome una especie de gancho bajo en mi pecho.

Ahogo una risa.

- Sigues pegando como nenita. - Suelto.

No.

No era verdad.

Pero es tan caliente hacerla enojar.

- ¡Si gano esta pelea, te vienes conmigo de viaje, rayo de sol!

Se furia crece.

- ¡No, maldita sea! - Me dice con su voz ya entrecortada y su pecho subiendo y bajando fuertemente, por la energía gastada.

Se gira sobre mí.

Evito su derecha directo a mi rostro, agachándome rápido y con un jalón veloz de mi mano rondándola entre risas en el ring, desata ese precario nudo que había hecho de la camiseta rota.

Exponiendo nuevamente a mis chicas al aire.

Dulce Jesús.

Esos pezones rosas y duritos.

Mira sus pechos y luego a mí.

Pero, no le doy tiempo a nada y con otra precisión de mis manos, cuando intenta otro ataque sin éxito, de un movimiento desprendo lo que quedaba de esa camiseta, quedándose en mis manos.

Dejando a rayo de sol con su torso desnudo, jadeaba frente a mí.

Sonrío victorioso llevando la camiseta destrozada a mi nariz y la inhalo profundamente, sin dejar de mirarla a través de mis pestañas.

- Huele a ti y a mí, nena... - Digo, colgándola con cuidado en el elástico de mi pantalón de gimnasia.

Otro tesoro de mi rayo, para guardar como mío.

Cubre sus pechos desnudos con los guantes.

Mierda.

¿Algo más sexy?

Imposible.

La señalo con un dedo negando al aire.

- Eso, no se hace, nena....son mis tetas también...

- ¡Púdrete!

Suelto una risa y Vangelis, pega un grito de molestia.

Para luego, arremeter con ira en mi dirección.

Giro con gracia esquivando su golpe y a cambio, le doy una nalgada.

Cosa que, hizo enfurecerla más y reír más a mí, haciendo eco en el lugar y mezclándose con la música.

- Tienes un bonito trasero, amor. - Me justifico.

- ¡Cretino! - Chilla frustrada.

- Mis bóxersen ti me gustan, pero no van a impedir cogerte en breve contra las cuerdas... - Me acerco a ella despacio y la amenazo dulcemente.

Retrocede.

- Te vas a arrepentir, Herónimo... - Murmura con cierto temblor en los labios, por mi augurio y promesa.

- ¿Nerviosita?

- ¡Que te jodan, Mon!

- Es lo que pretendo. - Me abalanzo sobre ella y con otro movimiento, bajo sus bóxer hasta sus muslos, dándole una caricia para luego otra nalgada y con solo sus braguitas expuestas en su lindo trasero.

Vangelis intenta como puede, levantarse mi ropa interior con los guantes puesto.

Me acerco, intentando intimidarla con mi tamaño.

- ¡Cerdo! - Me grita en la cara.

- ¡Di que vendrás conmigo! - Gruño y frunciendo mi ceño enfadado.

- ¡No, maldita sea!

Su expresión cada vez que maldice, me puede.

Y oculto una risita.

Porque esta discusión era tan ridícula para ambos que no le quedó más remedio, que sonreír con picardía.

- Si alguien te dice que eres demasiado guapo cuando te enfadas, miente. - Dice al fin, riendo.

Entonces, me abraza.

Y Cristo con su calor.

Su pecho sigue agitado, aún por la pelea y desnudo contra el mío.

Y fue suficiente para tomarla por los codos y empujarla contra una de las esquinas del ring.

No me lo impidió y me besó hasta dejarme sin aliento, cuando intentaba enroscar con cuidado sus manos con guantes, sobre las cuerdas de cada extremo de la esquina.

- No te muevas. - Ordeno sobre sus labios, seguido de inclinarme besando sus pechos, mordiendo y jugando con sus duros pezones.

Y se arquea contra mí, pidiendo más.

YO

Las cuerdas del ring, rodeaban con un par de vueltas mis muñecas inmovilizándome.

Jesús, todo me había excitado.

Subir al ring.

Su provocación.

Su enseñanza de defensa en el cuadrilátero.

Y en esa forma primitiva y salvaje, en que despedazó mi camiseta y me dejaba vulnerable ante él.

Todo era estimulación para mi libido en crecimiento.

Estaba indefensa, atada y excitada.

Siguió bajando, besando mi vientre y con sus manos abiertas en el.

Lamió mi ombligo y jugó, con el lascivamente.

- Di que eres, mía... - Dijo, haciendo un camino de besos en mi bajo vientre.

Bajé mis ojos y lo encontré mirándome, mientras su lengua lamía mi entrepierna por sobre mis bóxer.

Estar atada, impidió que desfalleciera de placer.

- Tuya... - Gemí.

- Di que me esperarás en el Pen, bajo el cuidado de Ángel y Marcello amor, hasta que regrese... - Sus índices buscaron el borde de mis bóxer, para jalarlo para abajo.

Mordió el interior de mi muslo, cuando lo hizo para luego chuparlo, subsanando el dulce dolor que me hizo gritar.

- Herónimo, por favor... - Supliqué.

- Dilo, mi nena. - Murmuro, con cariño.

- ¡Sí! - Grité, cuando hizo a un lado con una mano mi braga mojada por él y lamió mis labios vaginales abriéndolos con el pulgar más para él.

Chupó y también jugó, para continuar en sacar ambas ropas interiores y deslizarlas por mis piernas.

Se puso de pie y sus ojos se oscurecieron.

Sonriendo las elevó y repitió lo de la camiseta, pero las besó después de olerla y como esta última, la guardó con cariño en el elástico de su pantalón de gimnasia, donde aún estaba ésta rota.

- Eres hermosa. - Murmuró, volviendo a mi entrepierna.

El segundo contacto de su boca, estuvo cerca de partirme en dos por la fuerza y posesividad.

Su lengua se adueño de mi clítoris, porque tiró y se alimentó de él para después, cogerme con ella metiéndose en mi interior.

Me arqueé y grité su nombre, cuando mi orgasmo llegó.

- Te amo, nena... - Gimió, mientras me corría en su boca sosteniéndome con ambas manos con ternura, para que no colapsara por mis piernas desfallecidas de placer y las cuerdas del ring, no lastimaran mis muñecas por mi peso.

HERÓNIMO

La recosté suavemente sobre la esquina del ring, exponiendo su pequeño cuerpo impresionante en mí.

A duras penas, podía sostenerse por el orgasmo que tuvo, cuando la cogí con mi boca.

Es hermosa cada centímetro de mi rayo.

La visión de sus malditas tetas exquisitas, hizo que la sangre bombeara potentemente a mi pene.

Porque eran simplemente perfectas.

Pequeñas, pero absolutamente suculentas.

Y esos pezones.

Santo Dios, esos pezones.

Mi boca babeaba, cada vez que los veía.

Farfulló algo agotada por su clímax y por demorarme, en embelesar su cuerpo desnudo contra las cuerdas.

Sonreí para mis adentros, acercándome y la besé profundamente.

Y gimió, cuando sintió su esencia íntima aún entre mis labios mientras dos de mis dedos los introducía en su interior.

Lo sabía, ya estaba lista y húmeda para mí, nuevamente.

- Jesús, nena... - Gemí ahora yo, apoyando mi frente en la suya. - ...estás tan mojada. - Los saqué y chupe duro.

Dejé mis ojos vagar su cuerpo y al subir mi vista, la atrapé sonriendo.

Y besé, sus labios con amor.

- Herónimo... - Me volvió a rogar.

- Sí, amor. Lo sé... - Dije entre besos, subiendo sus piernas a mi cintura y quedando colgada entre las cuerdas y de mí.

Bajé mi pantalón y saqué mi duro y rígido pene guiándolo a su entrada y ambos jadeamos fuertemente por ese caliente, dulce y mojado contacto.

- Necesito amarte esta noche, Van... - Dije, mientras me profundizaba en ella.

Y antes de que dijera algo, mi boca se hallaba en la suya.

Mierda, su lengua y labios besándome, hicieron cosas mágicas que podía sentir en todo mi cuerpo, mientras salía y entraba de ella suave, pero profundamente.

- Herónimo...

- Dime, nena... - Le susurré, agitado entre sus labios.

- Más...

Señor Bendito.

Mi nena quería fuerte.

Que la coja.

Duro.

Y la mantuve por eso más cerca de mío, sosteniendo su espalda con una de mis manos.

YO

Mi cuerpo pedía a gritos más.

Jadeé de placer, cuando me acerco más a él posesivamente y me penetró con todas sus fuerzas.

Y gritamos ambos, cuando salió para volver a entrar.

Fuerte.

Sus labios bajaron a mi cuello, susurrándome jadeante y entrecortado, que me amaba y que no podía vivir sin mí.

Que era su vida.

Deslicé mis talones por su espalda y hasta su trasero semi desnudo.

Sus grandes músculos se flexionaron ante mi contacto y gruñó de placer.

- Maldita sea, te amo tanto. - Gimió, mientras una de sus manos sostenía mi piernas por atrás y entrelazaba más su cintura.

Alejándose de mí, para luego deslizarse dentro mío con más rudeza.

Y otro grito de placer, salió de mi garganta.

- Aquí, está mi hogar... - Me susurró, penetrándome fuerte para que sienta como me llenaba. - ...tu Vangelis, eres mi hogar... - Dijo, cuando nuestros ojos se encontraron y yo acaricié su mejilla con dulzura.

- Te amo, Herónimo. - Susurré yo.

Chupó mis labios sonriendo y tragando mi segundo orgasmo, cuando se estrelló en mí, de forma dulcemente dolorosa.

Contraje mis piernas y su sonrisa creció, apretándose más en mi interior y suavizando sus embestidas.

- Dulce Jesús, tu orgasmo palpita en mí, nena... - Susurra.

Luego echó su cabeza hacia atrás y comenzó a penetrarme tomando velocidad y fuerza otra vez.

Una, dos, tres veces fueron suficiente, para que con un grito suyo y con mi nombre en sus labios.

Su orgasmo, se volcara dentro mío.

Cada empuje fue más lento después, con su clímax pleno en mi interior y dejando hasta la última gota de él.

Nuestras respiraciones jadeantes y entrecortadas, era solo lo que se escuchaba en la habitación.

Liberó con cuidado cada una de mis manos contra las cuerdas, provocando que caiga desfallecida sobre su cuerpo.

Farfullé descontenta y entredormida, cuando lo sentí salirse de mi interior y me bajó con cuidado del ring.

En el vestuario, me envolvió con su bata de pelea.

La seda en color negra y bordes blancos acarició mi cuerpo al envolverme, mientras con suavidad sentí que me sacaba cada guante.

Me levantó entre sus brazos y me acurruqué más en su pecho bostezando, cuando caminó hacia la salida y a su habitación.



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