CAPITULO 86
YO
Me ducho rápido y al salir del baño, sobre la cama me espera junto a mi conjunto de ropa interior, otra camiseta clara y un bóxer blanco de Herónimo.
Sonrío.
Porque le gusta verme con su ropa interior.
Y para ser sincera.
A mí, también.
Y vuelvo a descartar mi sujetador por solo su camiseta.
Cepillo rápidamente mi pelo, dejándolo suelto.
Listo.
Presentable.
Bajando las escaleras, encuentro a Herónimo sentado en la isla de la cocina, descalzo y con sus pantalones de gimnasia pre lavados y una simple camiseta, de esas tipo desintegradora de bragas puesta y sus lentes.
Como digo siempre...sin palabras.
Come una gran rebanada de pan de campo con algún queso, preparado con especias por Marcello mientras lee unos papeles de una carpeta roja y otra verde.
Levanta su vista, cuando me siente llegar y acomoda esos sexis lentes de grueso armazón negro y su media sonrisa de lado nace, cuando me escanea de arriba abajo.
Quiero sentarme en la banqueta que está a su lado, pero me lo impide cerrándolo más adentro con un pie y corriendo, en la que está él más afuera.
- Nop. Acá... - Me dice, dentro de su seriedad y dando palmaditas a su regazo.
Obedezco.
Las sillas son alta y me ayuda a trepar, quedando al aire mis pies descalzos entrecruzados en su regazo.
Suelta los papeles que tiene entre sus manos y me rodea la cintura, apoyando su frente en mi hombro.
Aspira profundo.
- Hueles a jabón y a mí, nena. - Susurra. - Me gusta...
- Lo sé. - Sonrío.
- Cásate conmigo, Vangelis. - Dice, sin más.
Marcello del otro lado de la isla de la cocina, casi tira su típica taza de té verde de la noche llevando una mano a su pecho de la emoción.
Ruedo mis ojos.
- No, Herónimo.
Los hombros de Marcello se desinflan y hacen una mueca de desilusión, ante mi respuesta.
Me hace reír.
- Mierda... - Farfulla, Hero.
- ¿Le apetecería comer algo, Vangelis? - Dice Marcello abriendo el gran refrigerador sin poder evitar, reír por escuchar de mi no.futuro.marido, maldecir por lo bajo ante mi tercera negativa.
- Sí, por favor, Marcello.
- ¿Qué le gustaría?
Pienso.
Mi estómago se retuerce del hambre, parece que la ensalada de pollo con nachos no fue suficiente.
- Igual que Herónimo... - Le digo, viendo su tentadora rebanada de pan con queso en su mano. - ...pero, que la mía tenga jamón y otra tapa de pan. - Aclaro.
- Preparando. - Dice Marcello, sacando todo.
Herónimo me mira divertido.
- ¿Qué? - Le digo, gruñona.
Sonríe masticando.
- Eres preciosa. - Me besa le mejilla con ruido, dando otro bocado a su colación y volviendo a la lectura de sus hojas.
Marcello deposita el plato de mi sándwich frente mío y con un gran vaso de naranja exprimida.
Lo miro agradecida.
- Vitaminas C. - Me guiña un ojo.
¿Eh?
Y se retira con mi promesa de que en breve, seguiremos con la secuela de nuestra novela centroamericana de la noche.
Hago un movimiento para bajarme de su regazo, así está más cómodo con todo su papelerío, pero me aprieta fuerte contra él.
- No. - Dice glacial y sin levantar su vista de la carpeta.
Y sonrío para mis adentros, por esa forma sutil de este enorme oso gruñón de pedir cariño.
No me queda otra, que ojear con él sus hojas mientras como.
Mierda.
Está riquísimo.
Mucho jamón y poco aderezo, como me gusta.
- ¿De tu viaje? - Señalo una hoja, con una especie de diagramas intangibles para mí.
Un rectángulo vertical con escala numérica en su base en azul, que dice Fe3C (%) y en su interior muchos trazos de diferentes colores, con valores supongo y escrito Temperatura C (% átomos) y C (% peso).
- Es un análisis de mi T8P España, que me mandó el capataz y es el resultado para el cargamento para Alemania. Se llama Fase de hierro-carbono, rayo. Con este diagrama, se puede llevar un control experimental de los puntos críticos que produce las sucesivas transformaciones por métodos diversos y que sufren los aceros al carbono con la temperatura... - Me señala con su dedo, una banda roja que atraviesa oblicua en el interior, a una determinada temperatura.
A su lado, muchas palabras y más números.
- ...admitiendo. - Prosigue. - ...el calentamiento o su enfriamiento de la mezcla, que se realiza muy lentamente. De modo que los procesos de homogenización, tienen tiempo para completarse...
- Oh. - No entendí, nada.
Y me arquea esa hermosa ceja, sin poder disimular su sonrisa.
- Tendré que anotarte en la capacitación que se da todo los veranos para mis activos señorita Coppola... - Me reprende con un beso.
- Con mucho gusto. - Digo, dándole otro.
Una tos discreta de Collins detrás nuestro, nos hace girar a él.
- Debo volver a la oficina, rayo. Solo será un rato, es por el puto viaje... - Se disculpa, poniendo un mechón de mi pelo suelto detrás de mi oreja.
- Tranquilo. Tengo sesión de novela de la noche con Marcello. - Digo.
HERÓNIMO
Ultimando ya todo para el viaje, despido a Collins a que descanse.
Camino en dirección a la sala, donde el único leve sonido que escucho en todo el Pen y se ve, el leve resplandor del plasma en la oscuridad.
Encuentro a Marcello, sentado en uno de los sillones de la sala viendo su novela nocturna con el volumen bajo.
Me apoyo en el marco de la gran puerta de brazos cruzados.
Nota mi presencia y me hace un gesto con su índice en los labios de silencio y que no haga mucho ruido.
Mis ojos se acostumbran a la oscuridad, cuando localizo a mi rayo acurrucada en otro sillón largo y durmiendo con una frazada liviana encima.
- ¿Teresa Elsa ya le dijo a Juan, que está esperando un hijo suyo? - Susurro, señalando el plasma con mi barbilla, donde la protagonista discute con su mejor amiga.
Oigan.
No me miren, así.
A veces veo parte de las escenas en la noches yendo y viniendo de mi oficina a la cocina, porque Marcello no se pierde ningún capítulo de sus series.
Suspira.
- No, señor. La malvada Josefina Montiel... - Ella es la mala de la telenovela y también enamorada del protagonista Juan. - ...no le dará el dinero para la operación de su madre, si lo hace...
Cierto.
Ella, aparte es millonaria, fue jefa de Teresa Elsa como de Juan.
- ...le dio a elegir entre la vida de su madre a cambio del amor de Juan... - Finaliza.
- Eso apesta. Pobre Teresa Elsa. - Digo. - Ella vale el amor de Juan... - Me acerco a Vangelis y no puedo evitar, inclinarme para acariciar su mejilla despacio con mis dedos y pensando, como puta solucionar toda esta mierda con Gaspar.
- Sí, señor...usted lo dijo. - Me mira a mí y luego a rayo de sol dormida con mirada cómplice. - Ella, vale mucho... - Susurra, volviendo a su novela de la pantalla. - ...Vangelis hoy temprano sacó del bolso que trajo de su departamento un tarro con café sin cafeína, Herónimo, lo traía escondido...
Muy pocas veces, Marcello me llamaba por mi nombre.
Pero cuando lo hace, es para reprenderme de una de mis mierdas o como ahora, para que le preste con suma atención.
Su mirada cálida y de color del mar caribe vuelve a mí, con una sonrisa.
- Me pidió que te lo fuera rebajando a partir de hoy, para que no notaras la diferencia de tu café Colombiano importado, hasta que no te dieras cuenta ya de ello. Me hizo prometer que nunca más te haga uno puro ni tan negro. Siempre descafeinado, me dijo. - Murmura bajo, para no despertarla. - Y de la misma manera a tu secretaria. Me lo contó por teléfono cerca del mediodía. - Se sonríe. - Marcia no es muy fan suya y tuvo una gran pelotera enfrentándola minutos después que se separaron en el ascensor, evitando que la vieras subir después. - Ríe. - Pero la amenazó en arrancarle todas sus extensiones rubias y arañar su bonita cara, si no cumplía con sus órdenes, entregándole el otro tarro.
Sonrío, negando divertido.
Ahora entiendo lo de hoy con el retraso de mi café.
- Ella cuida de ti, hijo...
No contesto.
Me limito a asentir y ponerme de pie.
Porque, Vangelis lo vale.
Vale, cada cosa que haga por ella.
Y por nosotros...
Por todos.
Y por ello, debía estar preparado.
- Voy a entrenar algo en el gimnasio. - Susurro bajo, también. - No la despiertes, déjala dormir. Tuvo un día duro, Marcello... - Digo, saliendo de la sala.
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