CAPITULO 81
HERÓNIMO
Luego de recoger algo de ropa de Van por su departamento para unos días, nos dirigimos al Pen.
Con una cena temprana que nos preparó Marcello, fui directo a mi oficina para terminar los papeleríos para mi viaje con la llegada de Millers y Collins a la cabeza.
Empujé a Vangelis a que me acompañara a la reunión.
Y mierda.
Yo no era del tipo meloso.
Pero en solo saber que en un poco más de 48h me iba a ausentar por días, sentía que mi hígado le daba puñetazos a mi estómago por ello y la quería malditamente a mi lado.
O encima mío.
Basta, Mon.
Concéntrate.
Aroma a palomitas de maíz, invadía la zona de la cocina y todo el ala del comedor.
¿En serio?
Para que entiendan.
En mi Penthouse por casi 15 años, más que un aroma esporádico a algún tipo de comida gourmet, café Colombiano de máquina, lustra muebles o productos limpieza bajo una música suave o los acordes de Vivaldi con Four Seasons, nunca pasó de eso.
Y ahora me encuentro con este aroma pochoclero de cine y con los acordes de Baby I love you de The Ramones proveniente de la cocina, con mi nena contoneando sus caderas al ritmo y un Marcello, cocinándolos.
No puedo evitar, sonreír apoyado con uno de mis hombros y cruzado de brazos en la pared, observarlos.
¿Será?
Pienso y mi corazón, aprieta por ello.
¿Qué esto, es aroma a hogar?
Con un bol lleno de ellos comiéndolos entre sus manos, se negó a hacerme compañía en la reunión y bufé por ello.
Porque tenían ambos, la primera sesión de novelas centroamericanas de la noche con Marcello en la gran sala del Pen.
Me volví a mi oficina farfullando por lo bajo y de mala gana por su negativa, bajo la risita de Marcello que se ganó su compañía, pero con el consuelo de un beso de mi rayo y un platito de palomitas para compartir con Collins y Millers.
Después de casi dos horas de reunión con mi mano derecha y mi abogado, ya con las respectivas carpetas verdes y azul de las T8P España y de Alemania con los cuatro proyectos y demandas a seguir, sabiendo que lo íbamos a lograr en la determinada cantidad de días que les exigí para el viaje, me puse de pie.
- Todo esto está muy bien, en este par de días agilizaré los movimientos desde aquí, para que nos esperen con todo listo para cuando lleguemos, señor Mon.
Tan pronto como esas palabras salieron de Millers, di por finalizada la reunión, porque era lo que necesitaba escuchar.
Me levanté y nos encaminamos en dirección a la puerta de entrada para acompañar a mi abogado.
Lo saludé y sin esperar su respuesta, me fui al encuentro de mi chica bajo la cara divertida de los dos.
Me importó una mierda que estuvieran con la secuela de la siguiente novela, saqué el bol de palomitas que tenía en el medio de sus piernas cruzadas sobre el sofá a medio terminar y con un guiño de ojo a Marcello y un grito de sorpresa de ella, la levanté y la cargué sobre mi hombro en dirección a las escaleras.
- ¿Es necesario, lo tan cavernícola? - Su voz sonó en mi espalda, mientras subía y saludaba con una mano a Marcello en modo despedida.
Le di un beso a su trasero que acariciaba mi mejilla, con cada movimiento que hacía subiendo los escalones de dos en dos.
- Totalmente, nena.
Subí directamente a mi habitación y la bajé en la puerta y no pudimos evitar, entrar a ella besándonos mucho.
Oigan, teníamos que ponernos al día.
Tropezamos en la puerta por ello, rebotando en el sillón blanco del extremo y cayendo en la cama, con nuestras bocas pegadas entre risas.
Compitiendo, quién se comería a besos a quién.
Iba ganando yo.
Obvio.
Me podían las ganas.
YO
Caímos bruscamente en el medio de la cama y con un último beso mordiendo mi labio, se puso de pie para dejar sus lentes sobre un mueble y el reloj pulsera.
Caminó hasta los pies de la cama y me observó profundamente, cuando empezó a desabotonar su camisa.
Y de repente, su sonrisa de lado nació.
Oh mierda, porque era pícara y sucia, cuando se la terminó de sacar.
Se inclinó sobre la cama y se puso a gatear en ella tranquilamente hacia a mí, con sus manos y sus rodillas, encerrándome debajo de su enorme cuerpo semi desnudo.
Carajo con su pecho duro, tonificado y ese paquete de seis como abdominales.
Tragué saliva, pero intenté disimularlo.
- Aún no te perdono, por haberme traído así... - Murmuré, mientras sentí sus dulces y tibios besos en mi cuello.
- ¿Cabreada? - Dijo sobre mi piel.
Chupó mi barbilla.
Y mierda, con mi libido prostituta.
- Sí...
- ¿Qué puedo hacer para disculparme? - Elevó mis brazos por sobre mi cabeza, entrelazando sus dedos con los míos y acarició mi nariz con la suya y me retorcí bajo él, por ese contacto.
Solté una risita.
- ¿Un campo de girasoles? - Lo primero que se me ocurrió.
Amo esas flores.
Herónimo hizo una pausa en su lluvia de mimos, arqueó una ceja y me miró.
Me parece, que me va a mandar al carajo.
Pero, esa sonrisa sucia y grande aparece nuevamente.
- Nena, quién necesita girasoles y un campo... - Se señala, abajo. - ...cuando hay un maldito pene grande y duro para ti, aquí?
Y me mordí el labio, mientras trato de reprimir las ganas locas de reírme y amenazaba con salir de mí.
- Lo sostengo. Eres un romántico, Mon...
Y Hero sonrío divertido y con su frente, descansando en la mía.
HERÓNIMO
Le volví hacer el amor, pero esta vez controlé mis impulsos salvajes de cogerla hasta dejarla sin sentido.
Quería hacerlo despacio y lento.
Disfrutar cada segundo mientras la penetraba una y otra vez, con suaves pero profundas embestidas.
Adoraba ese dulce gemido, que salía de sus labios cada vez que salía y entraba en ella.
Y en como sus ojos se cerraban y su espalda, se arqueaba o su piel se erizaba por el contacto de mi lengua.
Su boca pronunciaba mi nombre con cada uno de nuestros gemidos, mientras sus manos memorizaban mi cuerpo sobre ella.
Besé sus labios con dulzura, su lengua buscó la mía y nuestros labios jamás volvieron a separarse.
Volví a elevar sus manos por sobre su cabeza.
Mi control me podía.
Pero esta vez no había paredes, corbatas, ni esposas de acero en sus bonitas muñecas reteniéndolas.
Solo con mis manos.
Y no las estaba aprisionando, las estaba abrazando.
Y también, se sentía bien.
- Rayo... - Gemí cuando su orgasmo llegó y sus latidos internos me ordeñaron.
Y eso fue suficiente para llamar el mío.
Mi pene se extendió y me corrí con fuerza.
***
Luego de una ducha juntos, como siempre.
Salí de mi vestidor con solo unos viejos pantalones de gimnasia puestos, tratando de acomodar con mis dedos, mis putos rulos aún mojados.
Necesitaba un corte urgente.
Poniéndome mis lentes la encontré aún envuelta su cuerpo, con una toalla sostenida por una de sus manos y buscando con la otra, algo en el bolso que trajo de su departamento.
Maldición, su nariz estaba arrugada.
Bonita.
- ¿Olvidaste algo, nena? - Pregunté sacando de un cajón, una simple camiseta blanca, porque quería entrenar algo.
Su brazo, cayó rendida.
- Olvidé, ropa holgada...
Dulce Jesús.
Ese morrito en sus labios, iba a ser mi perdición y mi pene malditamente, se movió entre mis pantalones.
Miré a mi entrepierna con disimulo.
¿En serio?
¿Más?
La película Marley y yo, a Rodo y Marcello en sungas, monitos bebés enjaulados.
Lo que sea, para que le vaya el memo a mi verga de que era suficiente.
Por ahora.
- Creí, traer algo...
- Te lo compraré mañana. - La interrumpí, haciendo una nota mental de ello.
Llamaría a alguna asesora de vestuario reconocida.
En mi ausencia, visitaría el Pen con un guardarropa completo para Van de diseñadores prestigiosos.
El que rayo de sol quisiera.
Inclinó su cabeza hacia mí.
- No lo necesito, Herónimo...
- Nena, sé que no. Pero, sería bueno que algo de guardarropa tuya aquí, como un duplicado y así no olvidas.
- Solo quería mi vestido de estampas, porque es cómodo. - Resopla.
Carajo.
Eso era imposible.
No te rías, Mon.
No había posibilidades de que ese vestido, que no había ojo para verlo de lo feo que era, tuviera un clon.
Mi amor odio que sentía por esa prenda, me hizo pensar que tal vez con una llamada personal a Khors y una foto de ese horrible vestido vía mail.
Él como diseñador, pueda hacer algo.
Y espero que no rompa mi amistad por ello, ante semejante y horrible desafío de clonar ese vestido.
Chiste.
Lo conocí en unos desfiles de Milán en la semana de la moda.
No me miren raro.
¿Recuerdan a mi primo gay, al que todos llamamos Hollywood?
Es diseñador de zapatos femeninos y muy bueno por cierto.
Su debut internacional, snob y fashionista, fue ahí.
Y con Marleane junto con Rodo, fuimos al evento para apoyarlo y admirar sus creaciones.
Hoy en día su fama es de reconocimiento y varios diseñadores europeos, se disputan por sus diseños exclusivos para sus pasarelas.
¿Les dije que adoro a mi primo?
Bien.
Saco unos bóxer blancos míos de otro cajón y se lo entrego con mi camiseta.
- Ponte esto nena, te será cómodo. - Lo toma, mientras busco otra camiseta que ponerme.
La pasa por su cabeza y deja caer la toalla y se inclina, para ponerse mi ropa interior.
Y mi mandíbula, cae.
Nunca pensé que ver a la mujer que amas, con tu camiseta que le llega un poco más arriba de las rodillas y tu bóxer sería tan caliente.
Hasta que...
Pone sus manos por detrás y dentro de mi camiseta, para desabrochar su sujetador y saca sus breteles por cada manga y exponiéndose suave, sus pezones duritos bajo la tela.
Corrijo.
No hay nada más caliente que, ver a la mujer que amas con tu ropa interior puesta con tu camiseta y sus dulces tetas sin sujetador bajo ella.
- Estoy segura que no hay nada diferente, que no hayas visto, Mon... - Me susurra, ante mi cara con una mirada inteligente y al pasar por mi lado en dirección a la puerta, recogiendo su cabello húmedo.
La sigo con mis ojos con una mueca divertida en mis labios, sin moverme y mientras se contonea alejándose.
Era cierto.
Ciento de veces, fui testigo de ello.
Pero en ella era diferente, era especial y por eso, lo hacía más caliente.
Porque, lo hacía mi mujer.
Y una sonrisa jugó en mis labios y negué con mi cabeza, poniéndome la otra camiseta y siguiendo a mi chica.
Herónimo: 0
Vangelis: 2
Auch, otra vez...
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