CAPITULO 8


YO

Después de ofrecerme su servilleta, Herónimo demostró estar en la calma absoluta.

Aguas tranquilas.

Sospechoso.

No me dirigía la palabra, como tampoco me miró.

Ni una sola vez.

Se limitaba a contestar con palabras sueltas a Mel o con gruñidos y miradas fulminantes a Rodrigo. Ellos eran amigos entre sí. Los tres. En especial, Herónimo y Rodo. Se notaba que lo unía un lazo muy fuerte y se comunicaban hasta sin hablar.

Y eso era a través de peleas, palabrotas y sarcasmo el 80% de las veces.

Ellos se entendían y se querían más allá de como hermanos.

Raro, pero real.

Herónimo nunca dejó de leer papeles, firmar algunos, anotar en sus costados o atender ese condenado teléfono que no paraba de sonar. 

Hablaba lo justo, más bien lo preciso y todo era una orden. 

Yo lo observaba en silencio.

Y maldita sea.

Porque, esos labios eran hermosos. 

Perfectos movimientos al gesticular. 

La boca de este hombre, debería ser multada por promover pensamientos obscenos y muy cochinos.

¿Si toda mi atención, estaba sobre él?

Sip.

Era imposible, no.

Obvio, con disimulo.

- Y bien Vangelis ¿Vendrás con nosotros el sábado?

Simultáneamente Herónimo y yo, levantamos la cabeza hacia él.

- ¿Qué? - Dijimos los dos al mismo tiempo.

Nos miramos y volvimos a mirar a Rodrigo.

- ¿Qué? - Se encoje de hombros. - Mel propuso de invitar a Van a tu lucha el sábado.

Herónimo se atraganta con su café y le da un sorbo a su vaso de agua que le alcanzo tímida, mientras se saca los lentes. 

Me mira raro a mí y mi mano por eso pensativo. 

Por ese gesto mío.

Dulce Jesús, con esos ojos raritos y sin dejo de color.

Luego, mira a Rodrigo.

Y mierda también, con esa mirada.

Yo no quisiera nunca recibirla.

Me giro hacia Rodrigo, que como si nada, mastica con ganas la pizza que nos sobró.

- Si Mel me lo dice, es porque está bien... - De lo más tranquilo.

Toma unos tragos de mi gaseosa de naranja para que le corra la porción de pizza que en dos bocados se comió.

- ...permiso, Van. - Me dice por tomarla.

Solo asiento, porque mis ojos están fijos en Herónimo y por eso, se reacomoda en su asiento.

HERÓNIMO

Rayo de sol me mira jodidamente fijo.

¿Atrevida?

Totalmente y descaradamente.

Y me excita de tal manera, que mi pene empuja las paredes de mi pantalón y agradezco estar en la cabecera de la mesa y fuera de la vista de todos.

Cachorritos abandonados, Collins en bikini, Amanda con su voz patética de bebé.

Lo que sea, con tal de que esta erección baje.

Y joder.

No quiere.

A mi pene no le llega el memo.

Jesús, parezco un cachondo adolescente.

¿Qué hace, que me puede esta mujer?

Vangelis sigue mirándome rara y en silencio.

Pero me enfoco en Rodrigo Lengua.Larga.Cabrón.

- ¿Lo que Mel, dice? - El muy puto me lo confirma, abrazando por sobre sus hombros a ella. - O sea, que si Mel te dice lánzate de un edificio ¿Lo harías?

Hace una mueca mirando el techo, como que está pensando.

- Le preguntaría, desde que piso. - Me guiña un ojo, besando la frente de ella.

- Eres un come mierda... – Suelto.

Y ríe a carcajadas con Mel.

- Supéralo, jefe. Soy su más, mejor amiga que tú... - Me dice Mel.

- ¿Tú, peleas? - Nos interrumpe, Van.

Me vuelvo a ella automáticamente.

Y carajo, esa mirada continúa fija en mí.

Toso dando vuelta una hoja, para seguir con mi lectura interrumpida.

- Sí.

- ¿Por qué?

La inspecciono unos segundos.

¿Me está jodiendo?

No es mi amiga. 

No es nada mío y osa hacer preguntas, que ni a mi madre contesto.

- Porque sí, señorita Coppola. - Y que se joda, si no le gusta mi respuesta.

Y siento una exhalación seca por parte de ella. 

Levanto mi vista. 

Su nariz respingona esta arrugada y mirando con desaprobación a Rodo, a Mel y luego a mi persona.

¿En serio?

¿Ella, está enojada conmigo? 

Ahogo una risa y eso llama mi atención. 

Ya que es la segunda vez que Van provoca en mí, reír con naturalidad.

¿Preocupante?

Puede ser, pero no me importa.

Ella es graciosa con sus ojos enojones y esa arruga en la nariz, que provoca que se junten sus pecas y forme una constelación de ellas.

Estoy empezando a descubrir cosas en rayo de sol. 

Y entre ellas, es que me va a encantar hacerla rabiar por deporte.

Sus ojos van a Mel nuevamente.

- Esa era, tu...

- ¡Sorpresa! - Exclama algo indecisa ante la cara de Vangelis, pero abriendo los brazos divertida.

Y que me parta un rayo. 

Porque hay preocupación en sus ojos al confirmárselo Mel.

¿Por mí?

Y una punzada aprieta mi pecho.

Fuerte.

YO

Me fui de la cantina de vuelta a mi piso con Mel, con esa mirada de Herónimo incrustada en mi pecho, que era de un frío hielo lleno de oscuridad en calma en un principio. 

Sé, que estaba enfurecido por mi intromisión negativa a las luchas. 

Pero luego y por una fracción de segundos, me miró fijamente buscando en mi rostro...algo. 

No estoy segura que, pero sé, que en ese momento lo encuentra, porque arquea una ceja y algo cambia en sus ojos.

De suaves a lóbregos.

Dios.

Con ese temperamento volátil e inestable que tiene.

Y qué, bonita y jodida sorpresa la de Mel.

¿Qué me iba a encantar?

¡Mierda, no!

Si no tolero la sangre y de solo ver un corte de dedo puedo llegar hacer muy escandalosa hasta desmayarme y eso de la lucha libre, debe ser sangriento y muy doloroso. 

Y en solo pensar a Herónimo mal herido, se me revuelve el estómago.

¿Pero qué, rayos le pasa a este hombre?

¿Su vida no es de lo más tranquilita que digamos y le suma esto? 

¿Y la gente del medio, lo sabe? 

¿Y eso, no es ilegal?

***

El resto de la tarde, transcurre lenta. 

Trato de no pensar y me concentro en el acero inoxidable y su marketing extractivo con sus putos niveles de cromo, plata como cobre para un lanzamiento nuevo a clientes.

Y cada vez que meditaba en Herónimo y en la dichosa pelea del sábado, me cacheteaba mentalmente y me enfocaba de nuevo en la pantalla de mi computadora y mi planilla de ventas.

- ¿Qué grado de enfado, tienes conmigo? - Levanto la vista, para encontrarme a una Mel con dos tazas de café en mano y un paquete de galletas dulces rellenas.

Suspiro.

- No estoy enojada contigo, Mel... - Le doy unas palmaditas a la otra silla, para que tome asiento a mi lado.

Sonríe feliz.

- Que bueno, amiga. - Toma asiento mientras me alcanza una de las tazas humeantes. - Porque, te debo una explicación... - La miro, inclinando mi cabeza. - ...ok, ok. Varias. Pero con un fin en común. - Ahora ella me mira fijamente, pero con cierto aire divertido en los ojos. - El jefe de los jefes...

Tomo una de las galletas que me ofrece, para disimular lo sedienta de información que estoy del señor oscuro.

Y gimo de placer.

Oh Dios, riquísimas por su relleno de frambuesa.

- Y bien ¿Por dónde, quieres que empiece? – Me dice.

- ¿En por qué, nunca me dijiste que eras como una especie de muy amiga de nuestro jefe? - Sigo tecleando y la miro.

Sus mejillas coloradas me muestran que está avergonzada.

- Tú, nunca me preguntaste...

- Mel...

- Esta bien, lo siento, nena. Debí ser más específica y sobre todo antes de obligarte a sentarnos en su mesa en el almuerzo. - Me mira. - Tuve cierto miedo, Van. Es de reconocimiento público y mundial su nombre y apellido. Su fama empresarial como la déspota y la de mujeriego... - Mierda, eso último dolió.

Mel suspira.

- ...pero, yo no le veo así, será porque lo conozco de siempre. Para mí, tan solo es Herónimo Mon mi jefe y amigo de mi mejor amigo. Y como dice el refrán, los amigos de mis amigos son mis amigos y lo estimo mucho... - Me explica. - ...pese a que, es todas esas jodidas cosas que dicen como publican de él y que en su mayoría son ciertas, no dejo de verlo como un muchacho más. - Me señala. - Como tú, Rodo o yo.

Mira hacia un lado.

- Ya sabes mi historia y como Rodrigo me ayudó. Pero Herónimo siendo lo que es, nunca interfirió en mi amistad con su mejor amigo. Tampoco me condenó, cuando se enteró de que trabajaba en TINERCA siendo menor de edad y con serios problemas en tribunal de menores por haberme escapado en mi último hogar transitorio. No me entregó a las autoridades por saber mi legajo de huérfana... - Vuelve su vista a mí. - ...por el contrario, él puso todo en manos de sus abogados y me protegió del estado y sus leyes. Herónimo sabía que eso era un infierno y junto con Rodo, puso todo su poder por sobre mí. - Sus bonitos ojos negros se apagaron al recordar su pasado tormentoso, pero luego volvieron a brillar. - Él, es especial...

Quiero preguntar que quiere decir con eso, pero me limito a callar y que continúe.

- ...todos le temen... - Hace un gesto a nuestro piso. - ...sus empleados, los noticieros, hasta los políticos... - Le da un sorbo a su café y la imito. - ...temí que me rechazaras al saber de mi amistad con el señor oscuro y Rodrigo. Siempre pasa. Aunque no lo tienen muy claro el origen de la conexión que nos une a los tres, siempre hay dudas y curiosidad en la relación nuestra y la del jefe, por parte de nuestros compañeros. - De golpe sonríe. - No sé, que les parece tan extraño, es como si fuera imposible que él, fuera un mortal común. - Me mira. - Es como nosotros, Van. Pero con genio corto, jodido y muchos ceros en su cuenta bancaria.

Aunque sonrío por esto último, me quedo procesando unos minutos lo que me dice, lo cual me lo respeta mientras come un par de galletas rellenas y chequea mi trabajo. Me sube un pulgar arriba cuando termina de leerlo y le sonrío agradecida por ello, mientras muerdo mi bolígrafo pensativa.

Carajo.

Será que detrás de toda esa inestable he irritable carácter de marca registrada que posee, más la crueldad que le suman los programas de televisión, blogs y notas de revistas.

¿Es más fama, que otra cosa?

Que Herónimo Mon, el jefe de los jefes y el dueño absoluto del oro negro.

¿Es mitad testosterona y mitad ternura?

Y suelto una risita nerviosa.

Mel me mira raro, lo que me hace reír más fuerte.

Provocando que varios de nuestros compañeros levanten su barbilla para mirarme, inclusive Rodrigo, pero Mel se pone de pie mirando a todos y hace un gesto con una mano como si fuera algo superficial.

- Hormonas. La jodida fecha. - Chasquea su lengua, rodando sus ojos. - Ustedes, entienden... - Siento la risa de Rodrigo y de algunos más. 

Y un " qué asco" del sector del cuartel de las víboras.

Me río, volviendo a mi computadora.

- Ahora, no solamente saben que soy la "lame polla" del jefe ¿Sino también, mi fecha menstrual? - Se tira a la silla de forma pesada.

- Lo siento, nena...soy algo impulsiva y fue lo primero que se me ocurrió para justificar esa risa psicópata que tuviste. - Me abre sus lindos ojos. - Créeme amiga...eso dio miedo. - Señala el sector del cuartel con su pulgar. - En cuanto a lo otro, no te preocupes. En cómo te etiquetaron las víboronas, ya que te has vuelto en TINERCA y próximamente cuando lleguen a las demás T8P, en la envidia y suspiros de la platea femenina adoradoras del señor Mon por ser la mujer, que llegó al corazón del señor oscuro...

Me sonrojo haciendo gestos rápidos y desesperados hacia Mel para que deje de hablar.

¿Qué yo, qué?

Santo Dios, esta mujer es peligrosa.

- ¡Calla! ¡Calla! ¡No digas eso, Mel! - Chillo en voz baja, avergonzada. 

Porque me muero si alguien escuchó esa pendejada.

- ¿Qué cosa? - Dice.

¿Me está, jodiendo?

- ¡Eso! No vuelvas a repetir esa palabra. Si, que eres rara... - Ríe. - ...ya bastante tengo que el señor Mon me odie y todo ese jodido carácter volátil como negativo que tiene contra mí... - Y mi pecho me duele más, al escucharme decirlo en voz alta.

Mierda.

Y Mel ladea su cabeza sin entender.

¿Qué le pasa?

- Ahora la rara eres tú, Van ¿De qué rayos, estás hablando? ¿Qué Herónimo te odia?

Ay, no puede ser...

Cubro mi rostro con ambas manos, sobre mi escritorio entregada.

¿Cómo hago para callarla y que no nombre más a Herónimo aquí?

- Shuu ¡Sí! - Le hago seña en voz baja.

Capta mi desesperación y arrima su silla más a mí.

- ¿De dónde, sacaste eso? - Me susurra.

Elevo mis ojos de mis manos.

- ¿Qué cosa?

Se cruza de brazos y mira para todos lados y luego los fija en mí, otra vez curiosa.

- Pues mujer ¿lo que te odia? - Gracias a Dios no lo nombra.

Me encojo de hombros.

- Me mira feo. - Respondo.

Sonríe.

- Van querida, él mira a todo el mundo feo.

Buen punto.

- No es, eso. Él...él...se dirige con una especie de odio adicional, hacia mí... - ¿Y qué, le causa tanta risa? - Es como si me culpara de algo...no pude contarte en la cantina, pero la sexy entrevista que tuve con él y como lo titulaste tu...fue para despedirme... - Mel deja de sonreír, para acomodarse más sobre su silla y poder captar toda mi atención.

- ¿Y? - Solo dice muy atenta.

- Y que lo hizo y punto. Mi vida se desmoronó en esos minutos, Mel. No me dio explicaciones o motivos, solo despedida con esa voz de mierda - Y caliente que tiene. – Pero, me armé de valor y le dije que no lo aceptaba, que era injusto...

- ¿Qué dijo él? - Pregunta, llena de curiosidad.

- Hizo esa media sonrisa estúpida que tiene y me dijo que estaba bien...

- ¿Y después?

- Y que creo, que aún tengo el trabajo...por ahora. También algo de un periodo de prueba y que me estaría vigilando. – Ruedo mis ojos. - Algo así... - De golpe, es ahora Mel la que se parte de la risa y a lo psicópata.

Pero nadie mira esta vez.

Como que están acostumbrados.

- ¿Qué te da tanta risa?

- ¡Ay, por Dios! ¡Es tan genial! - Murmura entre risas, tomando un trago de su café ya frío y secando con su índice, las lágrimas de los ojos por reír tanto. - Rodrigo al final, tenía razón...

Arrugo mi nariz.

- Esto es bueno, nena...muy bueno ¿acaso, no te das cuenta?

- ¿Qué estás loca?

Ríe.

- Puff...eso, es noticia vieja. - Golpea con cariño su hombro con el mío. - ¡De que a Herónimo le gustas! - Murmura por lo bajo y dando palmaditas feliz.

¿Eh?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top