CAPITULO 76
YO
Bajamos en silencio el ascensor.
En el hall de mi edificio para mi sorpresa, se encontraba de pie y parece a nuestro encuentro, el pequeño "Pulgarcito" de traje negro y sus inconfundibles lentes de sol oscuros.
- ¿No me digas que hay pelea clandestina en mi edificio y no me enteré? - Le digo con sarcasmo y saludándolo con un abrazo, mientras choca su puño con Rodrigo a modo saludo.
Es unos 10cm menos que Herónimo, pero cuando su amplia sonrisa asoma con su diente de oro, el voluminoso abdomen del moreno tembló con su risa en auge, recordándome a una gran montaña en erupción.
- Lo repito, me gustas, chica. - Me señala aprobatoriamente con su índice. - HRNM es un maldito hijo de perra con suerte por tenerte como mujer.
- Es un hombre con suerte, pero no soy su mujer... - Aclaro, yendo a las cocheras.
Los dos cruzan miradas y me siguen.
Me giro y los miro curiosa.
- ¡Ay, por Dios! ¿Dime que no has venido por mí, porque te mandó Herónimo y que solo estas aquí para consultar algo a Rodo? - Ni yo me la creo.
¿A quién, quiero engañar con eso?
Eleva su enorme mano llena de anillos y cadenas de oro puro con un control remoto y el destello de una Hammer negra y de vidrios polarizados, ilumina el estacionamiento.
- Soy tu sombra temporariamente chica, HRNM me lo pidió.
- ¿Otro niñero? ¿Por qué? - Pregunto con mis manos en el aire, seguido a tocar mi frente por mi mareo.
Maldita resaca.
Vuelve a reír, abriendo la puerta trasera.
- Otro no chica, el único. Dijo, que habías pedido que Grands tuviera tiempo con su futura familia y HRNM se lo dio. Aparte de Collins y él, HRNM solo confía en mí, para cuidarte...
¿Herónimo me escuchó?
¿Él recordó mi pedido por Grands?
¿Y por qué, lo hizo?
- Porque, realmente te ama. - Me dice Rodo, tomando asiento a mi lado en la parte trasera de la Hammer y como leyendo mis pensamientos, luego levanta sus manos en señal de rendición al ver mi mueca como toda respuesta. - No me grites ¿si? Esto, es todo lo que voy a decir. - Hace una seña con la mano en la boca, como cerrándola con un cierre.
Me las arreglé para dedicarle una sonrisa forzada que no sentía y sé, que no me creyó.
Y me limité a mirar por mi ventanilla de mi lado y que Pulgarcito nos llevara al Holding.
Entro a mi piso con Rodo abrazándome por los hombros de forma cariñosa y un gigante Pulgarcito, pisándonos los talones detrás nuestro.
Inevitable, que muchos de nuestros compañeros no noten, nuestro extraño trío.
El cuartel de víboras con miradas entre ellas de inteligencia y apoyadas sobre la mesa de recepción, lo dice todo.
No solamente soy "la lame polla" oficial del jefe de los jefes.
Sino, también ahora.
Y a cinco minutos que lo hagan circular por el Holding vía parloteo o mucho peor a través de alguna red social, mi nueva conquista por una noche.
Rodrigo Montero.
Como dirían en Sud América y para ser precisos en el país Austral, una chica muy gauchita con el platea masculino.
- ¡Tú! - Una voz femenina y sin tono de bienvenida, suena.
Lorna.
La dulce Lorna que a todos recibe con su alegría cubana.
La big mama protectora nuestra, que mira con mala cara y de forma asesina.
¿A Pulgarcito?
Jódanme.
Y este, como si hubiera visto a la misma Parca se detiene en seco frente a su presencia y créanme, toda esa masa de genética tamaño montaña Las Rocallosas con hombre rudo y mafioso.
Se descompone, ante la presencia de ella.
- Lornaine Marie... - Solo sale de sus labios, serio.
Muy serio.
Seguido de.
- Carajo, Herónimo lo olvidó... - Por lo bajo de Rodo.
Lo miro curiosa.
¿Qué, me perdí?
- ¿Qué haces aquí, Ángel?
¿Lorna, lo llamó Ángel?
Dios.
Este hombre con cara y porte de asesino, que da terror solo escuchar su respiración en la misma habitación ¿tenía como nombre Ángel?
Imposible.
- Trabajo. - Fue solo su respuesta, señalándome con su barbilla y ganándose la mirada perpleja no solamente de Lorna, sino también del cuartel de víboras como compañeros de box que lo escucharon.
Lorna de su mirada fría y hasta podría jurar, llena de amargura en ellos sobre él, la posa en mi con dulzura.
- Eso es bueno. Para lo único que sirves en realidad... - Acota con cinismo y haciéndose camino, nuevamente hasta su puesto de recepcionista tintineando alegremente sus grandes aros dorados con pedrería de colores.
Pero se gira y apunta con su índice pintada su uña de rojo fuego hacia él.
- Mantén tu distancia de mí, Ángel. Fuera de mi circuito ¿Lo comprendes? - Exclama con voz áspera e irreconocible para nosotros de su dulce timbre.
Y una sonrisa desconocida para nosotros también, se dibuja en Pulgarcito.
Porque es tierna y juguetona.
¿Eh?
- Mujer... - Silba de sus labios y Lorna se congela, elevando sus hombros al sentirse llamada así.
Voltea en la mesa de recepción.
- Nunca...pero nunca más, me digas así... - Le advierte entredientes como llena de dolor y Pulgarcito, hace una mueca de arrepentimiento.
- Sí, señora. - Responde con amargura.
Después de esa extraña situación que nadie se animó de los presentes a preguntar, toda mi mañana pasa sin saber nada de Herónimo.
Tampoco, pregunto a Mel ni a Rodrigo.
Y maldición, porque la distancia que le pedí, me estaba desmoronando.
Me dedico frenéticamente y para mantener mi cabeza ocupada en mi computadora con trabajos que Mel me va alcanzando, llamadas por teléfono a agencias publicitarias y confirmación de aranceles y logística de periodos.
Pasado el mediodía, decidimos ir a la cantina por algo de comer con Pulgarcito siendo nuestra sombra.
Lo cual, estoy agradecida porque siento del hambre que tengo a Chewbacca de Star Wars en mi vientre quejándose por ello.
Salimos de un ascensor atestado de compañeros y clientes.
Y al rodear el hall con la entrada principal del Holding, grandes vigas de estructuras en madera y acero que llegan a la altura de los techos y que, más temprano no estaban, llenan el sector oeste.
Obreros con overol, cascos y arneses de seguridad, trabajan afanosamente dentro de un perímetro cuidadosamente cercado con cintas amarillas y con la palabra danger.
Paneles de techo con diseño vanguardista en tonos blanco y gris metal, están siendo cambiados por los antiguos y con iluminación dicroica simples, pero llamativas en iluminación.
Y mi corazón golpea al ver a Herónimo entre todo ese mundo de trabajadores, yendo y viniendo con materiales.
De pie y también, con un casco amarillo en su cabeza con las inscripciones TINERCA a un lado.
Está vestido con un traje a medida en color negro y finas líneas en gris, estilo príncipe de Gales y con una camisa perfectamente blanca, bajo el chaleco haciendo juego y corbata a tono.
No se percata de mi presencia.
Con sus manos en la cintura por su saco de vestir abierto, escucha atentamente todo lo que dice y señala sobre una mesa con planos abiertos a una mujer con vestido ceñido al cuerpo en color verde y de gran escote delante.
Es la misma mujer, que crucé días atrás y en este mismo lugar, cuando Hero me vio con Áaron en la salida.
Es la arquitecta de su proyecto.
Ella con toda la intención del mundo, se inclina delante de los planos sin dejar de hablar y apoyando ambos codos sobre la mesa, provoca que sus exuberantes pechos de talla 100 se junten y se expongan para la vista de mi señor oscuro.
Su sonrisa de perra en celo, nunca se borra de sus labios hablando mientras estratégicamente, hace a un lado su ondulado pelo oscuro sobre su hombro.
Jesús, tan predecible.
- No lo hagas. - La voz de Mel, me despierta de mis sueños de convertirme en una asesina de perras regaladas, empujándome con sutileza para que siga en dirección a la cantina.
- ¿Qué, no haga qué? - Pregunto, dejándome llevar en el momento que mis ojos se encuentran con los de Herónimo.
Me detengo para fruncirle mi nariz y él une sus cejas al ver mi enojo.
- Lo miras con ganas de hacerle tragar el casco que lleva puesto en su cabeza y no precisamente por su boca. - La risita de Pulgarcito, suena detrás nuestro por lo dicho por Mel.
Lo miro arqueando mi ceja y la ahoga con una tos.
- Solo está haciendo lo que mejor sabe, trabajar y controlar. Ella solo es una grupie más de fascinadas y regaladas al caliente empresario Herónimo Mon. - Me dice.
- Uff...genial, más fan... - Digo, rodando mis ojos y levantando un puño al aire poco convencida por su argumento, haciendo reír a Mel y Pulgarcito otra vez.
Herónimo ya no escucha a la mujer lo que dice, solo se limita a escanearme de arriba abajo reacomodando sus lentes en el puente de su nariz.
Y su ceño se frunce más, al quedar sus ojos congelados en mi falda azul oscura como corta y afloja su corbata de forma furiosa y desabotonando los primeros botones de su camisa impecable.
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