CAPITULO 72
YO
Sin palabras, cuando llegamos.
Me da vuelta en sus brazos y me pone contra su pecho de espalda.
Su respiración choca mi nuca, haciendo que jadee por mi inexperiencia en este tipo de baile caliente.
Roba miradas de las mujeres en la pista y las entiendo, porque algunos hombres son difíciles e imposibles de ignorar.
Es como si todo Herónimo se movería en cámara lenta por su belleza y como si todos los demás, sean humanos o cosas a su alrededor.
En este caso, en la pista de baile y siguiéramos con nuestro ritmo normal.
Hasta juraría que ver a Herónimo, sería el único a color en la pista y los demás simples mortales incluyéndome; en blanco y negro.
Su cuerpo pegado al mío me guía y se menea lenta como sensualmente, al ritmo de la canción. Una de sus manos se desliza hacia abajo y por el contorno de mis caderas, para abrirse en el centro de mi vientre.
Dulce Jesús.
Él realmente, sabe bailar.
- Entrégate a la canción, nena... - Susurra en mi oído.
¿Una orden, podía sentirse dulce y caliente?
Y mi cuerpo me traiciona, inclinando más mi cuello para que tenga más acceso y su nariz acaricie el lóbulo de mi oreja.
Cierro mis ojos.
- Siente la letra nena, porque la salsa es el contacto de dos cuerpos. Mucho. Cada paso y cada roce tiene que trasmitir el amor que se declara, la tristeza que desahoga o la alegría que vive... - Prosigue. - ...porque, la salsa es como hacer el amor.... - Jesús. - ..dos cuerpos siendo uno, con los movimientos y unidos por una pasión... - Finaliza.
Ahogo un gemido y hasta creo que, acabo de tener un orgasmo mental.
Toma mi mano que está entrelazada con la suya de mi cintura y sin previo aviso y robándome un grito de sorpresa, me hace girar sobre mi lugar para que nuestros pechos choquen.
Nuestras manos se unen por nuestros lados y mira sus dedos entre los míos, con devoción y un dejo de color, creo ver a través de ellos.
¿Será?
Las luces destellantes y de colores de los reflectores del techo que van y vienen, me hacen dudar.
¿Eran azules?
Focalizo.
¿O marrones como los míos?
Su cuerpo me mueve hacia atrás y adelante con sus pasos expertos.
Sus movimientos son sensuales, cortos y deslizantes.
Me suelta de una mano y mi cuerpo se abre a un lado suyo, y cierro mis ojos mientras giro dejándome llevar.
Herónimo me atrae a él, nuevamente con otro movimiento y me envuelve sobre su pecho de golpe.
Y por el impacto sin perder el ritmo, una espontánea carcajada sale de mí.
Dios, extrañaba reírme así.
Hero me inclina levemente hacia atrás, llevando su cuerpo pegado al mío y ríe también.
Sip.
Malditamente ríe feliz en un lugar atestado de gente.
¿Entienden?
Rodea su cuello con mis manos y las suyas, envuelven mis caderas.
Y su cuerpo me sigue guiando, mientras sus ojos se pierden en los míos.
Su mano se abre en mi baja espalda y me atrae más a él, llenándome de esa sensación embriagadora y oscura, que todo él irradia como la mañana en la cafetería.
- Van... - Sus labios susurran mi nombre, cuando su frente se apoya en la mía sin dejar de bailar y cerrando sus ojos.
Luego la besa con ternura para deslizarse más abajo.
A la unión de mis cejas, donde deposita otro cálido beso.
Y suspira largamente cuando sus manos suben para acunar mi rostro.
Una dulce bachata se apodera de la pista y sin separar nuestras frentes, sus pulgares acarician mis mejillas, cuando otro beso devastador de sus labios es depositado en el puente de mi nariz para seguir un camino lento a una de ellas.
Y Señor...porque algo, está sucediendo.
¿Qué está pasando?
¿Qué, quiere hacer?
El contacto de sus labios.
Ese calor en mi piel es nuevo para mí, ya que la forma en que me está besando ni se parece a las otras veces.
Hay dulzura y devoción con cada uno.
Y también, frágil y dulce...como un dulce dolor.
¿Eso existe?
Mis ojos quieren cerrarse para saborear de ellos, porque saben al jodido cielo, pero me obligo a abrirlos.
Y mis pies, se hacen gelatina al hacerlo.
Porque me mira profundamente, cuando su pulgar acaricia mis labios.
Los dibuja lentamente como queriendo memorizar ellos, causando que los entreabra leve.
Y sus ojos se cierran cuando se inclina para besar una de las comisuras de mi labios y mi cuerpo se estremece, ante la sensación del casi beso de esa boca como en el Hospital.
Santísimo Dios.
Herónimo busca mis ojos cuando besa la otra esquina para hacerlo nuevamente con lentitud.
Y Señor de los Cielos.
Porque sus labios son suaves, dulces y llenos.
Y oh Dios, por lo que sigue.
¡Ya que él, va a besarme en los labios!
Su cuerpo me lo acusa.
Sus ojos me lo dicen.
JODER.
Y el mío, me lo dice a gritos.
Lo que tanto desee con el alma, lo que soñé despierta y hasta por las noches sobre mi almohada lo imaginé y hasta recé que sucediera, se va a cumplir.
Voy a ser besada por el hombre al que estoy enamorada.
Por Herónimo Mon.
El hombre que me ofreció un acuerdo de fémina.
El ser solo su acompañante sexual y su exclusiva, bajo el rigor de sus cuatros reglas.
Sufriendo por ellas y quebrantándolas todas, menos la cuarta regla.
No besos en la boca.
Jamás.
Él es un hombre roto y jodido y me dijo que si daba uno, es de posesión.
Dulce como la miel, pero de control.
Y mis terminaciones nerviosas despertaron abriendo mis ojos.
No.
NO.
Yo no debía besarlo y debía huir.
Si ya, sin esa dulce conexión lo amaba con locura, entregándole esta última cuota y rompiendo la última regla.
La del beso.
No lo resistiría...
Lo poquito que quedaba entero de mi pobre corazón hecho un guijarro, no lo soportaría.
Su peor demonio era lo emocional y este, lo llevaba un beso.
Donde dos personas lo hacen con los ojos cerrados con pasión o ternura.
Porque, es un beso de amor y puro sentimiento.
El que quiero yo.
Y Herónimo, no.
Solo de posesión y nada más.
La ardiente mirada de sus ojos, el calor de sus ojos y la proximidad de su boca a la mía a dos latidos de besarnos, hizo mi respiración entrecortarse.
- Herónimo, yo... - Balbuceé con mis ojos cerrados y sus labios, acariciando los míos.
Yo no tenía que ceder.
- Shuu... - Murmuró sin dejar sin dejar de pasar con ternura sus manos por mi rostro y rozando, con dolorosa lentitud sus labios en los míos como deleitándose en la agonía de la espera.
Su lengua humedeció con dulzura mis labios, para luego morder el inferior y tironear suavemente de él.
- Cristo, rayo...desee tanto, esto... - Gimió bajo. - ...yo necesito besarte, poseerte complet...
- ¡No! - Murmuré, empujándolo con mis manos.
HERÓNIMO
- ¡No! - Vuelve a repetir, dando un paso hacia atrás como huyendo de mi contacto, juntando sus pensamientos y con sus dedos apretando sus labios negando con la cabeza.
Sus mejillas puedo ver que están rojas pese a la oscuridad del lugar, su respiración es acelerada y tiene mirada de pánico.
¿Nena?
¿Pero qué, demonios?
Estaba decidido a besarla, aunque jodidamente quería probar sus labios como el día en la cafetería y me negué engañándome a mí, mismo y estúpidamente.
Iba más a allá de eso.
Era sentir, saborear y unir con los míos, los de la mujer de mi vida.
La mujer que amo y me devolvió las ganas de vivir.
Porque condenadamente sentí, que mi corazón volvió a latir al conocerla.
Las entiendo.
Lo que digo es profundo y abruma.
Si ustedes con esta confesión mía las asusta o en el mejor de los cosas, las hace reír porque lo merezco por imbécil.
Imagínense de mi parte.
Cagado hasta las pelotas.
¿Captan?
Yo, Herónimo Mon.
Un hombre frío y ególatra hasta la mierda, dentro como fuera de su Holding y del ambiente Mercantil.
¿Enamorado y hecho un completo marica?
¿Y la freza de la torta?
Que ella, no quiso mi beso.
Sí...si...
Las puedo escuchar.
La están aplaudiendo por merecerlo.
Porque, Van me rechazó.
Cristo.
¿Por qué?
- No lo hagas. - Me dice con su voz temblorosa.
- ¿Nena? - Sus ojos se elevaron y se encontraron con los míos.
De ese beso rechazado por ella a sus lágrimas, lo separaba un escalofrío que lo recorrió mi cuerpo y mi columna.
- No debemos, Herónimo.
- ¿De qué diablos hablas, rayo? - Digo sin saber que puta estaba pasando y con falta de toda mi fuerza de voluntad, para no envolverla entre mis brazos posesivamente y para apaciguar mi temperamento controlador al ver, que se aleja con cada centímetro que me acerco a ella.
Un destello de flash me hace parpadear.
Mierda.
Estoy tan atrapado en el momento que, ni siquiera noté que muchas personas me han reconocido y con las cámaras de sus teléfonos celular, apuntan a nosotros.
Que les den.
Esa importancia había pasado a segundo plano, en este momento de mi vida.
Lo que me interesaba lo tenía frente mío, a medio metro mirándome con tristeza y sin entender aún, el por qué.
Empieza a caminar entre la multitud abriéndose a codazos en dirección a la mesa donde estábamos con Rodo y donde Collins con Grands, vigilan de pie observándonos.
- ¿Vangelis, que ocurre? - La frené de un brazo.
Se suelta de mi agarre y me empuja.
¿Enojada?
Sí.
Porque ella, condenadamente está enojada.
¿Y el del carácter inestable y volátil, soy yo?
Pasa del amor al llanto y ahora ¿al odio?
No importa cuán enojada estaba, mi nena no conoce el miedo.
No me teme.
Y fue un poco caliente esa actitud.
Mi pene se movió y me dieron más ganas de besarla más todavía.
- ¿No te das cuenta? - Chilla.
- No, nena.
Me taladra con la mirada, para luego elevar sus brazos al cielo, en derrota.
Bonita.
- ¡Te amo, grandísimo idiota! - Me grita. - ¡Pero todo esto, está mal! Yo ya, no puedo más Herónimo...no soy la mujer que necesitas. - Titubea, pero decidida. - Alguien no romántica, la que no se enamore y no quiera formar una familia...y solo una acompañante sexual que pueda cumplir con tus condiciones. - Suspira. - Yo...lo intenté con tus reglas, pero quiero más y romper lo único que no hice...la cuarta regla, me destrozará...
- ¿Me amas? - La interrumpo.
Y Jesús del cielo con mi corazón.
Elevo mi mano al pecho y estúpidamente sonrío.
- ¿Solo escuchaste esa parte?
Miro para un costado.
Ehh...sip...
- Lo que me importa en realidad. - Acomodo mis lentes.
Lo siento.
¿Pero dijo algo, después de ello?
- ¡Eres exasperante! - Grita, intentando seguir camino.
Y paso mi mano por mi frente, mirando el techo frustrado.
Piensa rápido Mon, la estás perdiendo.
Con dos pasos y de un movimiento, la envuelvo con un brazo para detenerla con fuerza.
Porque mi nenita cabrona era mía.
MÍA.
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