CAPITULO 7


YO

- ¿Pizza?

Mel se asoma a mi box, bajando y subiendo sus lindas cejas depiladas de forma graciosa.

Sonrío dejando los papeles en los que trabajo, apoyando mi codo y descansando en una mano mi barbilla.

- ¿No te cansas de comer pizza?

- Nop. Creo que otra vida, pude haber sido una de las tortugas ninjas.

Sonrío más.

- Pero aún, no son las 12:30h. - Confirmo, mirando de reojo el reloj de pared del piso.

- Lo sé, faltan '15... - Se pone de punta de pie, para husmear mi trabajo por sobre mi box. - ...pero, has avanzado lo suficiente para escaparnos un rato antes, sentarnos en la cantina antes de que Rodrigo aparezca con su molesto trasero y compañeros a compartir mesa y podamos charlar tranquila. Necesito que me cuentes, de la entrevista que tuviste con nuestro sexy y caliente jefe de los jefes.

Si supiera...

Arrugo mi nariz pensativa.

- Por favor, por favor, por favor, Van... - Junta sus manos rogando y con cara de perrito mojado. - Amo asquerosamente la pizza y me dijiste que te gustaba mucho a ti también. Prometo que, si nos vamos ahora, coquetearé con el chico del buffet para que le ponga extra chorreante y calórico queso muzzarella...

Muerdo mi pulgar.

Imposible, decirle que no a esta mujer.

HERÓNIMO

La puerta se abre y Rodrigo entra a mi oficina con la vista clavada en su celular, leyendo y tecleando como si nada. 

Elevo mis ojos al cielo.

No aprende, dame paciencia, señor.

Resoplo.

- ¿Qué pasa? - Digo, dejando lo que estaba haciendo y frunciendo mi ceño.

- Sácame esa cara de haberte tragado un pene. Marcia me dijo que te encontrabas solo en tu oficina. - Se justifica por entrar sin avisar y deteniéndose frente mío, mientras guarda su celular en el bolsillo trasero de su pantalón de vestir.

Le entrecierro los ojos.

- ¿Entonces? - Le gruño. - ¿Hoy, no sientas tu culo para molestarme? - Señalo con mi pluma, la silla frente a mi escritorio.

Pone su mano en el corazón teatralmente como si le doliera.

Luego ríe.

- No te ilusiones, cabrón. Por supuesto que te voy a molestar, pero no aquí. Levanta ese puto trasero sexy que tienes, que te voy alimentar. - Ante mi nula reacción, exclama. - ¡Cantina hombre!

- Hoy, no... - Contesto, ignorándolo y acomodando unas hojas.

- ¿Hoy, no? ¡Pero, si nunca vas! Si no fuera, porque fui testigo de acompañarte un par de veces por café, juraría que ni enterado estás de la existencia de la cantina y de que color son sus sillas.

Gruño.

- Yo mandé a construir la cantina, idiota y son rojas...

- Pero qué, gracioso ¿Te desayunaste un payaso, hoy? - Burla mi sarcasmo, poniendo las manos en sus caderas y descansando su peso en un pie.

Me hace reír.

Rodrigo es una de las pocas personas que lo hace con Juli. 

Enderezo unos papeles dentro de una carpeta con un golpe contra el escritorio.

- Pareces marica.

Ríe, conmigo.

- ¡Venga, levántate! El sábado tienes una pelea y te bajaran de un hondazo por falta de energía y tía Marleane hará de mí, un felpudo para pies cuando vea tu bonito rostro a cuadritos por la paliza y por causa de no haberte alimentado como corresponde.

- Sabes que detesto la muchedumbre Rodo, socializar no es lo mío. - Vuelvo a gruñir. - Lo detesto...

- Pero tampoco puedes vivir a granola, café negro y esporádicamente a una comida casera hecha por Marcello. Es hora de cambiar ese hábito, Hero. - Me apunta con su dedo desaprobatoriamente. - Te estás poniendo viejo amigo y eso, no es bueno para tus huesos...

- Si serás puto. Eres más grande que yo. - Me pongo de pie, sonriendo y buscando mi celular, engancho mi pluma en el bolsillo de mi camisa azul y recogiendo la carpeta.

Y Rodrigo me taladra con la mirada.

- Ah no, no y no. Eso se queda. - Toma la carpeta entre mis manos y la tira sobre la mesa.

- No voy una mierda, si no la llevo. - Maldigo, recogiéndola nuevamente. - Necesito leer este informe, no me sobra el tiempo y lo sabes.

- Tú y tu puto control obseso. Tendrás cincuenta y parecerás de ochenta por culpa del estrés. - Levanta los brazos al aire farfullando mientras camina hacia la puerta, la abre y me espera. - Necesitas una mujer, sextillizos y una linda casita en el campo con vacas y todo eso...

Mi teléfono suena.

Doy gracias por ello, para evitar golpear a mi mejor amigo de una forma lenta y dolorosa por su comentario.

Miro la pantalla.

Carajo.

Salimos y caminamos por la recepción, Collins se levanta de su escritorio para ser nuestra sombra hacia los ascensores.

- Chicas... - Saluda Rodo en su castellano sexy, guiñando un ojo a Marcia y otra empleada.

Ruedo mis ojos.

Si será, jodido.

Y sin mirar a nadie, atiendo.

- Amanda. - Nos introducimos en el ascensor, aprieto planta baja e introduzco mi tarjeta personal por la ranura.

- Te extrañé, cariño... - Escucho su voz suave, fingida y melosa del otro lado.

A ver.

Les voy a decir algo para que entiendan que la mayoría de ustedes, se encuentran confundidas o ligeramente erradas. 

Los hombres odiamos del verbo detestar y mucho, cuando una mujer finge la voz y hace morritos, porque siempre viene acompañado de ello, un tono infantil o la de bebé.

¿Qué necesidad?

¿Si el sonido y el timbre natural de una mujer, es putamente celestial y la melodía más embriagadora? 

Y ni hablar, cuando dice con ella y en medio de gemidos, que se la metas en la boca.

Ok.

Lo sé, la cagué.

Pido las disculpas, correspondientes. 

Pero y para la información de ustedes, esto si es puramente verdad. 

Les paso la data por si acaso. 

Maridos y novios, créanme. 

Muy felices y agradecidos.

- ¿Qué quieres, Amanda? - Gruño mientras Rodo al escucharme, hace la mímica de meterse los dedos en la boca y querer vomitar, haciendo sonreír dentro de su seriedad a Collins.

- Del sábado, no sé nada de ti, cariño. Estuve con Andrea ¿la recuerdas?

Arqueo una ceja, sonriendo.

Como, no.

Trabaja dando clases de aerobics en el gimnasio que sé entrenar cuando no lo hago desde casa y Amanda es una de sus alumnas.

Lo que no sabe es que ese bonito trasero y yo, hemos cogido un par de veces. 

Parece que Andrea, respetó mantener en secreto esos encuentros.

Bien.

- Me comentó después de su clase, que se rumoreaba entre los chicos del gimnasio que pelearas este sábado próximo...

Nota mental.

Que el Polaco cierre su boca, con los muchachos del gym.

- Sí. - Solo digo, saliendo del ascensor y caminando en dirección a la cantina.

- Te iré a ver ¿Entonces, nos podemos encontrar allá? - Evito su pregunta, pensando en hacerla pasar un mal rato o no.

Niego, eso demoraría más la llamada.

- Bien. Te dejo Amanda, estoy ocupado. - Cuelgo sin esperar su contestación.

No hay un hasta luego. 

Saludo ni nada. 

No me interesa.

Ella, no me interesa.

- ¿Viene a la pelea? - Pregunta de mala gana Rodrigo.

Me encojo de hombros, porque realmente no me interesa lo que esa mujer haga. 

Y por eso, escucho un joder en voz baja de Rodo, porque nunca tuvo simpatía por Amanda y lo comprendo. 

La conocimos cuando festejé el 5vo aniversario de las T8P. 

Yo tenía veinticuatro años y Amanda veintisiete. 

Era la organizadora de eventos que me designó la empresa que contraté, cual lo hizo impresionante y como me gusta.

 A tiempo, cumpliendo mis demandas como sin complicaciones ni fallas y siendo una excelente anfitriona de eventos. 

Por eso hasta hoy en día, ella se encarga de todas esas mierdas en la que implica la aglomeración de gente y que yo detesto.

Es muy buena con su trabajo. 

Y también, en otras áreas. 

Pensé que me gustaba. 

Parecía agradable su compañía, sin olvidar que es una mujer sofisticada, elegante y hermosa.

Muy hermosa.

Pelo largo y rubio natural, que cae como cascada sobre sus hombros.

Alta, ojos claros y piernas kilométricas con un cuerpo para el infarto.

Y una de las cosas que me gustó cuando las probé, sus tetas naturales talla grande. 

En una fiesta de fin de año que organizó la Mercantile Commers y no pude rechazar, le pedí que me acompañara y accedió gustosa.

¿La velada?

Como lo son siempre.

Estiradas.

Saludos falsos.

Gente rica regodeándose de sus millones.

Mujeres u amantes de ricos magnates o famosos, envidiosas del vestido de diseñador de la otra o burlándose por lo bajo, de su par de kilos de más.

¿Sigo?

Caviar.

Champagne.

Comida gourmet como plato principal valorizado en miles de dólares, que no llena ni una muela careada.

¿Lo único bueno en este tipo de cosas?

La orquesta sinfónica en vivo.

Me agrada disfrutar de la música clásica. 

Pero ni un buen Antonius Stradivarius, es suficiente para que yo pueda soportar la aglomeración de gente.

¿Les dije, que odio las reuniones multitudinarias?

¿No?

Pues sí, las odio.

Detesto las fiestas de cualquier tipo. 

De gala, beneficencia, sindicalistas, políticas, las de fin de año, casamientos o de lo que sea. Tolerando solo las de mis T8P, por razones obvias. No me mal interpreten, las de buena causa como las de beneficencias las apoyo totalmente y en lo que pueda. 

Pero, no tolero la multitud. 

La acumulación de gente en un mismo lugar y lo que con lleva a eso, la falsedad. 

Gente falsa, fingiendo que no los son. 

Y de ello, sé bastante. 

Soy una persona poderosa, multimillonaria e influyente y todos quieren regodearse conmigo, con diferentes fines. Porque mi nombre y apellido, pisan fuerte. Los hombres me envidian o mueren por salir en una foto conmigo, estrechando mi mano. Y las mujeres me desean y pelean, por aparecer de mi brazo en ellas.

Y Amanda Adams, fue una.

Esa noche después de varias copas de champagne y Jack's, cogimos duro.

Tres veces.

En el baño de dicha gala, en mi auto y en su departamento.

¿Lo positivo?

Que le gusta el sexo de mil posturas diferentes.

Es una chica muy flexible.

¿Lo negativo?

Cuando le pedí ser mi fémina de turno y explicarle mis reglas, accedió y fue el acuerdo más largo que tuve con una mujer. 

Al principio todo marchaba bien, cogíamos como conejos y me acompañaba a fiestas si lo requería, pero no citas, no besos y no romance.

Pero las cosas por parte de ella, comenzaron a cambiar con los meses. 

De la nada, revistas del corazón y periódicos comenzaron a escribir sobre nosotros con data muy específicas. Etiquetándola a ella de mi novia y con ese título, surgió especulaciones y por ende, de mi matrimonio en el pasado.

Amanda confundida por ese glamour, comenzó a creerlo y a mostrarse por el Holding y fiestas como tal.

Adoraba en silencio y en mi presencia, que la gente comentara de lo nuestro.

Sumándose la persecución de los paparazzis y aunque se negaba a asistir, porque la invitaban a programas amarillistas para confirmar lo nuestro, eso comenzó a fastidiarme. 

Porque con el tiempo descubrí que Amanda a mis espaldas, daba información a los periodistas de nuestros destinos por eso. 

Dónde Collins y Grands con su equipo un par de veces, tuvieron que hacer una persecución cerrojo para secuestrar material con imágenes nuestras.

Y eso fue la gota que derramó el vaso.

Y mi ira se colmó, cuando de sus labios lo confesó.

Porque ella, quería más y creía que con el tiempo, yo iba a acceder a ese más.

No.

Éramos buenos en la cama y nos complacíamos por el acuerdo.

Solo eso, yo nunca la amé. 

Nunca le di falsas expectativas. 

Nunca la ilusioné y ella lo sabía.

Y por eso, le di fin a todo esto.

Punto y culminación de nuestro acuerdo.

Minutos después, doy una mordida a mi sándwich de pollo.

Muy bueno.

Nos colocamos con Rodrigo en un rincón, uno de los más alejados. 

Pero el que me permite tener una visión periférica de 180 grados de la cantina. 

No puedo evitarlo, me gusta tener el control de todo lo que me rodea.

Collins se ubica a un par de mesas de distancia nuestra para almorzar.

Bien.

- ¿Hoy entrenas? - Me pregunta Rodrigo, dando un gran sorbo a su gaseosa para que le corra la media res que se está comiendo.

Como buen argentino, ama la carne roja. 

Sentado en la esquina de la mesa y con un pie sobre mi rodilla sirviéndome de base para apoyar mi carpeta verde, doy vuelta una de las hojas haciendo anotaciones en sus laterales.

Rodo está sentado en uno de los lados de manera que sus compañeros de trabajo del Holding, se acercan a su lado para saludarlo con el típico golpe de puños o palmadas en el hombro.

Pero, no podían dejar de mirarme a mí.

Sip.

En la cantina para sorpresa de muchos, estaba el gran jefe almorzando y me saludaban con respeto.

Bien.

Al principio, fue el típico bajo murmullo cuando se percataron de mi presencia. 

No se atrevían a mirarme, pero eran curiosos.

Corrección.

Estaban fascinados mirándome con mal disimulo.

Y le di un trago a mi café negro como si nada.

Era normal.

Las mujeres es otro tema, sonríen susurrando cosas observándome lascivamente la mayoría y señalándome por lo bajo. 

Mi magnetismo con el género femenino es poderoso, casi mortal.

Y me gusta.

Pero, no es más que un bonito exterior chicas.

Lo vuelvo a repetir.

Mi alma es negra y de un líquido oscuro.

<< Me maldijiste Herónimo...me lo llevo conmigo...y yo, te maldigo ahora. Hasta tu tumba...>>

La sonrisa de ella, viene a mi mente con ese recuerdo y aunque era apagada, fue cruel y llena de rencor.

Cristo.

Sacudo mi cabeza para borrar ese recuerdo.

Mi condena.

Y por eso, necesito pelear.

Necesito sacar todas mis mierdas en el ring el sábado.

Mis putos demonios.

- Sí. Esta tarde, después del Holding. - Le respondo, acomodando mejor mis lentes. - En el gimnasio del Pen. El Polaco me programó un entrenamiento intensivo con fisioterapia después.

- Según lo que leo. Ese Kid el perro, es un maldito patea culos de 130kg de masa muscular agresiva... - Me dice leyendo los WhatsApp del Círculo.

Yo no tengo esas mierdas de redes sociales.

No me interesa a excepción de la oficial de TINERCA.

Y aunque su tono quiere sonar despreocupado, lo está. 

Ya que, nunca tuve un oponente tan grande.

Jamás superaron mi peso y este, está por encima de los 35kg.

- No me preocupa. - No lo miro, porque sé, que notaré su temor y tengo que darle la confianza que tengo en mí.

- Así que, no lo hagas, Rodo. - Le digo.

Me mira pensativo.

- Lo harás bien, lo sé. - Luego, silba, volviendo a la pantalla de su celular. - Hermano, las apuestas se han superados por saber que vas a luchar.

- Mejor. Más para el Hospital. - Respondo satisfecho.

Es lo único que me importa.

Por Juli y por todos ellos.

Y una carcajada resuena en la cantina, haciendo que Rodo y yo giremos la cabeza a ese sonido.

Mierda, la podría distinguir a kilómetros de distancia.

Y mi cuerpo se estremece ante esa risa.

Es profunda y suave.

Ella vino.

Ella, está aquí.

Rayo de sol.

Está en el buffet con una botella de gaseosa de naranja entre sus manos.

Y mis ojos se resbalan por su cuerpo.

Carajo.

Es tan hermosa.

Y lo más sexy, es que no lo sabe.

Su blusa azul acaricia su cuerpo marcando esos pechos pequeños, redondos y perfectos.

Jódanme.

¿Dije, pequeños y que eran perfectos?

A mí, no me gustan los pechos pequeños. 

A mí, me gusta que llenen mis grandes manos. 

Pero los de ella, jodidamente me atraen y me gustan.

Y quiero probarlos. 

Sentir ese suave pezón rosa, para mimarlo con mi lengua y degustar su sabor, todo para mí.

Mi mirada baja hasta sus caderas.

Linda falda corta y oscura.

Lindas botas negras.

Un momento.

Rebobina, Mon.

¿Dije, falda corta oscura?

¿Dije, una puta falda corta?

Acomodo mis lentes.

No sé, si para ver mejor o para disimular la angina de pecho que me va a agarrar.

Porque, Vangelis tiene puesta una falda.

Corta.

Demasiado para mi gusto.

CORTA.

Joder mujer.

Eso no tapa tus piernas.

¿Qué pasó, con ese feo vestido largo de estampas?

La ira me recorre mientras escaneo el lugar y muchos de mis activos la miran descaradamente como yo y me maldigo, por no traer mi saco de vestir para taparla. 

Y quiero ponerme de pie y cubrir sus condenadas piernas lindas con una de las cortinas de los ventanales de la cantina.

¿Me lo permitirá?

- Ella, es caliente... - La voz de Rodrigo me saca de mis pensamientos, pero no de mi ira.

Lo fulmino con la mirada mirando nuevamente hacia el buffet, dándole otra mordida a mi sándwich para disimular las ganas de agarrarlo por el cuello al chico que atiende el mostrador y que sonríe a Vangelis.

Él es alto y rubio.

¿Apuesto?

Jodidamente sí, carajo.

Una versión más casual, de algún integrante de bandita pop del momento.

¿Le está coqueteando a rayo de sol?

¿A mí, rayo de sol?

¿Eh?

No tengo tiempo de analizar esto último, que dije. 

Lo haré esta noche y en conversación con mi almohada.

- Deberías llevarla a una cita. - Lo miro a Rodrigo, como si me hubiera dicho que la tierra es plana.

Se encoje de hombros.

- ¿De qué, mierda estás hablando? - Señalo su plato. - ¿Esa carne, tenía drogas? - Vuelvo a mis papeles, pero la miro a través de mis pestañas.

El chico le alcanza una bandeja con una gran pizza y tiene un papel doblado entre sus dedos.

¿Pero qué, mierda?

Se lo envuelve entre sus manos en el cruce de comida.

¿Él la tocó y le pasó su puto número de teléfono?

- Hero, si la sigue mirando de esa manera, la gastarás hombre... - Ríe.

Y yo resoplo.

- ¿Dame un respiro ¿si?

- Sal, con ella.

- No.

- Sal, con ella. - Repite.

- No. Trabaja para TINERCA. - Justifico.

- A la mierda eso. - Se tira contra el respaldo relajado.

- Veremos... - Digo para que calme su idea celestina.

- Oye, eres el jefe... - Me alienta, mientras sus ojos se depositan en Van y Mel.

Se sonríe.

- ...a menos que estés interesado en ella por una noche, lo cual te daría la razón entonces. - Prosigue. - Pero oye...puedo entenderte hermano, mira esa curvatura trasera, porque Vangelis tiene un muy buen cul...

- Termina esa oración y te juro que meteré la botella de tu gaseosa en tu trasero. - Le advierto a Rodrigo, quien hecha su cabeza hacia atrás para reír a carcajadas.

Me señala.

- Como lo sospeché, no es una cogida rápida de una noche. - Se sonríe más. - Reconócelo.

Ruedo mis ojos.

Ya empezó con lo mismo.

- ¿Qué? - Digo de mala gana, porque me sigue mirando.

- Si serás, mierda. Que te gusta endiabladamente para más, hermano.

Ni me molesto en contestar.

Con mi silencio doy por finalizada esta charla, sumergiendo mi mente en los papeles que tenía frente mío. 

Toda esta conversación empezaba a molestarme. 

Principalmente, porque comenzaba a tener sentido.

Creo.

No sé.

No estoy seguro...

YO

- No quisiste darme el tuyo, así que toma el mío. Tal vez te interese ir al club donde trabajo los fines de semanas como barman. - Me dice Andrew.

Él es muy lindo y agradable. 

Trabaja en la parte de atención al público del buffet.

- Prometo GinTonic y Mojitos Cubanos gratis. - Nos guiña un ojo, cuando desliza un papel doblado entre mis manos y me entrega la pizza.

Lo abro curiosa.

Es su teléfono con la dirección y el nombre del club nocturno.

- El sábado estamos ocupadas. - Responde por mí, Mel robando una aceituna de la pizza.

Andrew se sonríe, sacándose la gorra negra con las inscripciones en rojo con la palabra TINERCA, para acomodar su rubio pelo. 

Para luego, apoyar sus brazos cruzados con su peso en el mostrador. 

Nos mira. 

Es muy atractivo. 

No es guapo y tan alto como Herónimo, pero atractivo.

Mierda.

¿Por qué, lo comparo con el señor oscuro?

Cómo si le importara.

Y sueno como si pudiera haber una mínima casualidad a suceder.

Somos diferentes.

Mundos diferentes.

Voy a ir el sábado.

¿Por qué, no?

Necesito despejarme y unos tragos con buena música, no me van hacer nada mal.

- ¿Lo tenemos? - Miro curiosa a Mel.

- Sip ¿No te lo dije?

Niego.

Comencé ayer a trabajar, así es que lo dudo.

Golpea con la palma de su mano su frente.

Actriz total.

Lo estoy empezando a descubrir de mi nueva super mejor amiga.

- Pues, te lo digo ahora... - Recoge un par de servilletas de papel y cubiertos descartables, mientras caminamos por el largo del mostrador.

Me mira por sobre sus hombros.

- No te comprometas con nada, Van. Tenemos salida de chicas el sábado por la noche. - Roba otra aceituna, buscando con la vista una mesa que le agrade.

- ¿Después, de las 24h? - Pregunta Andrew con una sonrisa dulce, sirviendo un plato con comida humeante a un compañero.

Va a la registradora para guardar el dinero, sacar el cambio y se lo entrega.

- ¿Qué podría llevar tanto tiempo, Mel? Podríamos ir al club, después de la salida de chicas.

Hace una mueca con sus labios, pensativa.

- Es que quiero que veas algo y no me mires así... - Ríe. - ...es una sorpresa y sé, que te va a encantar... - Pone cara y tono enigmático.

Andrew y yo, no podemos evitar reír.

Levanta hacia el cielo ambos brazos divertida.

- Pero, qué mierda ¿Por qué, no? - Lo mira entrecerrando sus grandes ojos negros a Andrew.

- Amigo, yo no olvido las promesas y menos, cuando está en juego ricos tragos gratis... -Su dedo lo apunta amenazante y Andrew, hace la cruz en su pecho.

- Promesa, chicas. - Mira a Mel y largamente a mí.

Carajo.

- ¿Entonces, las espero?

Mel me toma de un brazo y me guía por las mesas.

- Puedes apostarlo, cariño. - Le dice por sobre su hombro.

- ¿Qué, fue eso? - Le pregunto, reposicionando la bandeja para que no caiga mientras caminamos.

- Hacerlo desear amiga. Andrew te comía con los ojos. Y jodidamente lo amo. Tú, coqueteaste al final con él y mira ¡el extra queso que tiene el amor de mi vida! - Señala la pizza.

Río.

- Yo no coquetee con él, Mel. Simplemente fui amable, porque Andrew lo fue.

¿Yo, coquetear?

Si jamás lo hice y no me considero buena en ello. De casualidad tuve un novio en mi vida y me fue muy mal. Después de eso, descarté futuras oportunidades y me focalicé en mi carrera. Marido, hijos y una linda casa con verjas blancas en un futuro lejano.

- Aha... - Dice buscando concentrada por la gran cantina con sus ojos, hasta que divisa dos brazos entrecruzándose por lo alto, llamándola. - Vamos...ahí, están... - Me incentiva a caminar con un empujón suave, riendo por mi cara.

¿Están?

¿Quiénes?

Y miro con un suspiro nuestra mesa de ayer. 

Tengo mucha hambre y quería sentarme ya. 

Saludamos por lo alto a nuestros compañeros, que hoy con ellos, no. 

Camino detrás de ella y con cada paso que damos, una ola de calor me invade con esa maldita sensación que me recorre hasta mi bajo vientre.

Mierda.Mierda.

No, otra vez.

Él, está aquí.

Porque, lo siento como en la cafetería.

Perra suerte.

Cuando levanto mi vista, Rodrigo nos recibe con una gran sonrisa de felicidad, dando un último bocado a su comida.

Y está, él.

El jodido hombre más guapo de la historia en la misma mesa, con los que tengo sueños como protagonista desde hace dos días o mejor dicho pesadillas. 

Que mala pata, este hombre es mi jefe y no cualquiera.

Es el jefe de los jefes.

Una potencia mundial, el rey del acero.

El que me despidió ayer denigrando y desvalorizando mi persona. Para luego por capricho, así como me despidió, volvió a incorporarme haciendo que me sienta una mierda. 

Porque él, me odia. 

Hombre hermoso de rasgos celestiales de Adonis y de piel dorada. 

Pero, aunque parece un ángel con ese rostro de abundantes rulos y ondas avellanas, ocultan cuernos del diablo dentro.

Arrugo mi nariz.

A mí, que no me jodan.

Ambos se ponen de pie para recibirnos.

Y Mel aprovecha mi desventaja y rápidamente pasa por Rodrigo para tomar asiento a su lado, siendo pura risa.

¿Por qué, presiento que la muy perra lo hizo apropósito?

El lugar de Herónimo está ocupado por papeles. 

¿Este hombre descansa alguna vez? 

Se hace un lado para que pase y me sitúe en un costado. 

A su lado y contra la pared.

Genial, sin escapatoria.

Y Jesús.

¿Por qué, me mira así?

Hay enojo en ellos.

Y del mucho.

¿Conmigo?

Su mirada sobre mí, es una tormenta de nieve tempestuosa por lo fría y de una oscura noche a través de sus lentes sexys.

¿Qué, color de ojos tiene?

¿Azules?

¿Marrones?

¿Se molestará si le pregunto de que color son?

Sonrío, para mis adentros. 

Por supuesto, que sí. 

No lo haré, el jefe es peligroso.

Tal vez más tarde se lo consulte a Mel.

- Señorita, Coppola. - Como que, gruñe al decir mi nombre.

Hoy no hubo follada en su voz.

El muy cabrón.

Repito.

¿Qué le hice, para que me odie tanto?

- Señor... - Solo digo, pasando a mi lugar.

Exhalé una respiración y aflojé mis puños que no había estado consciente de que apretaba con fuerza la bandeja con la pizza al dejarla en la mesa. 

Acomodo mi falda cuando tomo asiento. 

Y su mirada cae nuevamente en mi persona, en mi falda azul y luego en mi rostro sin disimulo. 

Y su ceño se frunce y lo dice todo.

No le gusta.

Mierda, ahora me odiará más.

La compré en una barata de una tienda comercial, cuando fuimos con Karla. 

Siniestra me dijo, que me quedaba de muerte. 

Pero claro, no es sofisticado ni de diseñador. 

A este hombre le debe gustar la mujer con ropa de alta costura. 

Y a mi mente viene la foto que pude ver en la universidad abrazando a una sensual rubia con un vestido fino, ajustado y delicado en color rojo. 

Al tomar una porción de pizza, me ofrece su servilleta de tela a cuadros rojas.

Al jefe le dan de tela, no de papel.

¿Por qué, me la ofrece?

¿Caballero?

¿Le importo?

Y el calor me invade en solo pensarlo.

Pero, me desinflo.

No te ilusiones, Van.

Tomaste la porción de pizza con la mano.

Debe adivinar, que soy propensa a las manchas.

HERÓNIMO

Estoy cabreado.

Jodidamente, cabreado.

Vangelis y el chico se sonríen.

Andrew, creo que es su nombre.

¿De qué carajo, hablaran?

Ella y Mel recorren el buffet y él, las sigue.

Corrección.

La sigue en realidad.

Y le vuelve a sonreír.

Carajo.

Necesito contar hasta diez para no levantarme y darle un puñetazo para borrar esa estúpida y perfecta sonrisa, gracias años de ortodoncia que le regala a rayo de sol.

Mel, interfiere.

Bien.

Buena chica.

Pero Andrew la sigue con la mirada.

¡No le mires las piernas, cabrón!

Ella, es mi rayo de sol.

Punto.

Me saco los lentes para masajear mis ojos y que Rodo no pueda ver mi frustración.

- ¡Las chicas vienen, hacia acá! - Me codea con aire cómplice.

¿Qué somos?

¿Adolescentes en plena pubertad?

Le gruño y se ríe, haciéndoles señas. 

Se acercan y son hermosas. 

Mel va primera, sonriente. 

En su envase pequeño y angelical que tiene por esos bucles naturales que le caen por sus hombros, pero con algo de bruja, ya que siempre un paso delante de los demás en lo que piensan. 

Noto ciertas miradas de inteligencia entre Rodo y Mel.

¿Y eso?

Si serán.

Vangelis no lo nota.

Dios.

Es tan ingenua. 

La mirada y risa de Mel al tomar asiento al lado de Rodo, es la de un chico que hizo una diablura divertida y se cumplió. 

Vangelis la mira curiosa y luego su lugar.

A mi lado.

Si nena, te sentarás conmigo.

Se petrifica, lo sé y la pone nerviosa.

Porque, la siento en mi piel.

Bonita.

Y gimo por lo bajo, por lo sensual que se ve.

Cuando recuerdo la puta falda, evocando que estoy cabreado con ella por eso.

Carajo.

- Señorita, Coppola. - Mastico su nombre de la bronca.

Pero suspiro para mis adentros aliviado, al saber que estará arrinconada y yo haré el resto al sentarme y poder tapar esas dulces piernas de la vista de cualquiera.

- Señor... - Su voz es pura ternura.

Jodido universo, denme un respiro.

Su sonido es vulnerable, aunque me quiere demostrar fuerza y que es valiente.

Cosita.

Y mi pene, rebota entre mis pantalones.

La miro descaradamente y me importa tres mierdas, si Mel y Rodo lo notan.

Ya que, su falda se SUBE al sentarse.

Y le queda condenadamente bien. 

Quiero tomar con mis manos, esos muslos y taparlos o lamerlos.

Piensa rápido, Mon.

- ¿Servilleta, señorita Coppola?

Ella me agradece y se ruboriza. 

Y la abre para ponerlo sobre su regazo, tapando sus piernas y cumpliendo mi plan.

Soy un puto genio.

Por el rabillo del ojo, veo a Collins reposicionarse desde su lugar para tener una mejor perspectiva visual. 

No conoce a Vangelis y para él todo lo nuevo, es un cartel en rojo de neón con la palabra peligro sobre mi persona.

Nota mental.

Reunión rápida con mi mano derecha, para informarle de mi rayo de sol.

Nota mental dos.

Adivinaron.

Que mantengan un radar en ella.

¿Un histérico y obseso, dicen?

Sí.

Siempre.

No piensen mal.

Solo quiero protegerla. 

Pero no me pregunten, el por qué. 

Y algo ahoga mi pecho.

Es tristeza.

Porque lo loco, es que la tendía que proteger de mí...

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