CAPITULO 66


YO

Termino de secarme el pelo en el baño después de mi ducha y aún con mi toalla envuelta, voy a mi habitación para buscar en el armario algo de acuerdo a la salida de esta noche y en un día de semana.

- ¿Qué diablos, estás haciendo? - Pregunta Herónimo apareciendo por la puerta, con un vaso de mi jugo favorito de color radiactivo en mano.

Le da un gran sorbo.

Me encojo de hombros.

- Te dije que tenía planes y voy a salir. - Digo, sacando mi vestido corto negro favorito y descuelgo mi campera de jeans.

- Nena, no. - Dice.

- Sí, Herónimo. - Me inclino para recoger mis zapatos de tacón negro.

Y de la bronca, porque me privaste de mi segundo orgasmo que todavía siento palpitante en mi interior, cabrón.

Pero muerta antes que confesártelo.

- Si es por la discusión de esta tarde... - Me quiere explicar.

Y suspiro, apoyándome contra mi armario y sosteniendo más la toalla que me envuelve.

- Yo no sé...y sigo confundida con todo esto que somos nosotros y qué, título ponerle...tus reglas y yo intentándolo...

- No digas eso... - Se acerca a mí. - ...deja que te explique... - Resopla arrugando su ceño pensativo, como buscando las palabras correctas.

Pongo las manos en la cintura esperando.

Abre la boca, para gesticular algo.

- Yo... - La cierra y bufa. - ...en cuanto a las reglas, rayo...

¡Santo Dios!

Quiero gritarle que no quiero ni necesito un curso intensivo de cómo ser una excelente acompañante sexual y no enamorarse en el intento, porque malditamente ya lo estoy.

- No me expliques nada, Herónimo. - Exclamo agotada. - Ya te lo dije, solo estoy confundida y no quiero hablar de ello... - Me sonrojo, ya que siento mis mejillas arder.

Cobarde me reprocho en mi mente, porque es lo más cercano que me atrevo a decir a mi señor oscuro, de que estoy enamorada de él.

Porque mis sentimientos, cambiaron a amarlo.

Mucho.

Muerde su labio superior.

Carajo, mala señal.

- No vas a salir, Vangelis. - Me gruñe sin ceder.

- ¡Que sí! ¡Le prometí a Mel!

- ¿Mel?

- ¡Sí, Mel! - Chillo, buscando de un cajón una braga limpia.

Me la pongo por abajo de la toalla y me entrecierra los ojos odiosos por ello, acomodando sus lentes y tomando asiento en mi cama, cruzando una pierna y dejando el vaso.

Levanta una mano hacia mí, y con su índice en alto.

- Nena, eso no se hace...- Niega con su cabeza divertido. - ...conozco mejor tu cuerpo que tú y es muy feo ser egoísta. No me lo niegues... - Me lo dice, por vestirme con la toalla encima.

Jesús misericordioso.

Quiero tirarme sobre él y llenarlo de besos por todos lados.

Y cuando digo todos lados, es porque lo haría en cada centímetro que compone su cuerpo.

Para después, abofetearlo y volverlo a comerlo a besos.

¿Puede ser más dulce y frustrante, al mismo tiempo?

No sé, si reír o enojarme.

Arrugo mi nariz, optando por la segunda opción.

- No se me da la regalada gana de mostrarte ¡Es mi cuerpo! - Grito buscando el sujetador haciendo juego entre la ropa interior de mi cajón.

- ¡También, es mío! - Me dice de la misma manera.

Le entrecierro los ojos.

Ok.

Bufo y con un tirón, me despojo de ella exponiendo mi cuerpo semi desnudo a él.

- Cabrón... - Susurro, poniéndome el sujetador a juego en color negro.

- No me jodas ¿En serio? - Resopla señalándolo, para luego llevar su mano al pecho. - ¿Eso tiene encaje? - Se pone de pie y da unos pasos, me mira y gime mirando el piso negando. - Nena... - Se gira, para mirarme otra vez. - ...carajo... - Lo escanea y abre más sus ojos. - ¿Y tiene transparencia? - Me mira derrotado y cayendo sus hombros por sus lados.

- Sip. Sexy, pero simple... - Digo.

- Carajo... - Vuelve a gemir, interrumpiendo y alzando una mano, para que no hable más.

Se vuelve a un costado para no enfrentarme directamente y luego cubre su bonita boca con un puño.

- Mi angina... - Triste y desconsolado.

Ruedo mis ojos.

Que exagerado.

- Quieres irte. Mel debe estar por llegar y no confío en ti. Sé que harás algo, para impedir mi salida...

- ¿Yo? - Se sienta nuevamente limpiando otra pelusa imaginaria, pero de su pantalón como si nada.

Si, será.

- ¡Sí, tú! - Chillo.

- Yo te busco luego y te vuelves conmigo al Pen. - Negocia.

- ¡No!

- ¿Grands y yo? - Se pone de pie otra vez y me mira tristón.

Muerdo mi labio, para no reír.

¿Me está haciendo un morrito?

¿Él megalómano y jefe déspota de las T8P?

Pero no doy mi brazo a torcer.

- ¡Qué, no!

- ¡Eres una mujer frustrante! ¡Estás poseída por el demonio de las hormonas! - Me grita.

Ladea su cabeza.

- ¿Está por venirte el periodo, nena? - Me susurra suave.

Me lo hace a propósito.

- ¡Fuera!

- No me voy a ninguna parte. - Y se echa en mi cama con todo su cuerpo, como haciendo un ángel de nieve.

Chillo y desahogo mi frustración lanzando sobre él, unos de mis hermosos almohadones.

Para ser preciso, mi favorito.

El de tela de peluche color rosa chicle con motivos de corazones.

Luego me arrepentí, porque le debí tirar la silla.

Ya que lo atrapa en el aire y lo pone en ese maldito rostro helénico que tiene, para ahogar su risa en auge.

En verdad cuando quería, podía ser un mocoso malcriado.

Y hermoso...

***

Termino de alisarme el pelo en el baño y sigo escuchando un montón de resoplidos como bufidos, provenientes de mi cama. 

Todavía sigue allí y se está comportando como una criatura acostada en ella. 

No le hago caso y abro el espejo del baño para ponerme mi crema corporal, para luego estirar y planchar con mis manos mi vestido ya puesto.

No es muy corto, pero tampoco largo.

Por encima de mis rodillas, ajustado y entallado.

Voy al comedor sin mirarlo en busca de mis zapatos altos donde los dejé, porque si no, reiré por su cara.

Cuando estoy poniéndomelos aparece como si nada y se tumba sobre mi sillón melocotón, dejando escapar un dramático suspiro.

Lo miro por sobre mis pestañas con disimulo y aún, inclinada ajustando mis tacos.

Cuando reclina con descaro ese cuerpo definido y esculpido, cruza los brazos por detrás de su cabeza, acentuando más su bello y gigante pecho torneado de brazos tatuados como musculosos, dejándome poco a la imaginación.

Lo está haciendo a propósito.

Es su gran pose de modelo Calvin Klein.

Me ataca la carcajada interna.

Dios...


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